Raúl Osvaldo Quintana Suárez
El triunfo de la Revolución Cubana que permitió la concreción de seculares utopías en lo económico, lo político, lo social y lo ideo-cultural, significó el inicio del fin de un sistema social que mantuvo sumida a la nación en la triste condición de neocolonia, regida por intereses foráneos, aliados a la oligarquía nacional, usurpada por la burguesía industrial, comercial y financiera, terratenientes, intelectuales mediatizados y políticos corruptos, dóciles marionetas a los dictados de Washington. El golpe de estado del 10 de marzo de 1952, agudizó una crisis institucional, de larga data, jalonada por un heroico historial de luchas populares, inspiradas en las mejores tradiciones patrióticas, forjadas en el arduo y singular proceso de formación de la identidad cultural y nacional.
El ideario martiano, revivido en la gesta del Moncada por la Generación del Centenario, reclamó con justeza su autoría intelectual. Y con ello, dio inicio a una nueva gesta, que iniciada el 26 de julio de 1953, se continuaría en el Granma y en la Sierra Maestra. Los reclamos de los sustentadores del ideario educativo progresista cubano, se hacían realidad en un arduo quehacer de ineludible tránsito entre virtudes y desaciertos, materializado en transformaciones en el ámbito pedagógico-cultural, en perenne proceso de perfeccionamiento y consolidación. Nada de esto fuese posible sin la presencia, como protagonistas esenciales, aunque no únicos, de maestros primarios y profesores de enseñanza media, formados por la Revolución, a través de diversos planes, en contextos disímiles y en variadas circunstancias, inspirados en la consecución de un ideal educativo con un acendrado componente ético-político, receptivo a lo mejor del pensamiento universal y erigido sobre un basamento ideológico martiano y marxista, que se sintetiza en la vida, obra y pensamiento de Fidel Castro, su principal creador, promotor y ejecutor.
2.1.- El ideario educativo de Fidel Castro: su contribución a la formación de maestros primarios y profesores de enseñanza media.
Una de las aristas sustentadoras del pensamiento de Fidel Castro lo constituye su ideario educativo, como continuidad creadora a la vez que ruptura dialéctica, en un peculiar contexto histórico, con lo más valioso de las tradiciones patriótico-pedagógicas cubanas y de relevante significación en la formación de maestros primarios y profesores de enseñanza media. Ideario educativo, forjado en el quehacer teórico-práctico de una trayectoria revolucionaria, que rebasa ya las seis décadas, que se nutre en raíces históricas, hacedoras de la identidad cultural y nacional y sólo comprensible al ser abordado en la estructuración sistémica de sus componentes económico, político, social, ideo-cultural y axiológico. Tal empeño permite descubrir como hilo conductor a su humanismo ético y a la educación como instrumento de transformación social, contextualizada en las posibilidades reales de construcción de un proyecto socialista en un país tercermundista, de definida pertenencia latinoamericanista y caribeña, vecino de la potencia imperialista más poderosa y objeto de su política agresiva, expansionista y hegemónica.
La conjunción del ideario martiano y marxista como fundamento esencial, sustentador del pensamiento de Fidel Castro, dota a éste de una perspectiva creativa y original, frente a todas las corrientes filosóficas, predominantemente subjetivistas e irracionales, portadoras de su propio ideal educativo, que imperaban en Cuba desde fines del siglo XIX hasta el propio triunfo de la Revolución Cubana (1).
En el ideario educativo de Fidel Castro se muestra, con fácil discernimiento, la influencia rediviva del antidogmatismo audaz de Caballero; el premonitorio independentismo de Varela; la eticidad trascendente de Luz; el magisterio político de Martí, inabarcable en su prolijidad y de esencia solidaria, antiimperialista y latinoamericanista; la implícita cubanía marxista de Baliño, Mella y Villena; la praxis de cultura comprometida en Raúl Roa, Juan Marinello, Alejo Carpentier, Carlos Rafael Rodríguez, y tantos otros, por sólo citar algunas de las relevantes personalidades que marcaron hitos epocales.
La indagación en el pensamiento político-educativo de Fidel Castro revela un gradual y lógico proceso de maduración, a través de su personal actuación, en contextos y momentos diferentes del proceso revolucionario lo que se revela en la búsqueda referencial de los contenidos de sus discursos, entrevistas, escritos y epistolario. Se aprecia la temprana toma de conciencia en las luchas estudiantiles universitarias; en sus días de militancia activa en la Juventud Ortodoxa, marcada por la prédica carismática de Eduardo Chibás; en la experiencia dolorosamente útil del Moncada; del perenne batallar en el exilio, el Granma y la lucha insurreccional en los picachos orientales, hasta el triunfo revolucionario con su cotidiano bregar, en pos de una sociedad más justa, solidaria y humanista.
Los rasgos esenciales de su ideario educativo, se ponen de manifiesto desde fecha temprana en su antológico alegato político-jurídico “ La Historia me absolverá ”, donde después de exponer las calamidades en que el pueblo se veía sumido, particularmente en la última década de la república neocolonial, Fidel Castro denuncia cómo...“...nuestro sistema de enseñanza se complementa perfectamente con todo lo anterior. ¿En un campo donde el guajiro no es dueño de la tierra, para qué se quieren escuelas agrícolas? ¿En una ciudad donde no hay industrias, para qué se quieren escuelas técnicas e industriales?...A las escuelitas públicas del campo asisten descalzos, semidesnudos y desnutridos, menos de la mitad de los niños en edad escolar y muchas veces es el maestro quien tiene que adquirir, con su propio sueldo, el material necesario. ¿Es así como puede hacerse una patria grande? ”. Para puntualizar posteriormente como...“...un gobierno revolucionario procedería a la reforma integral de nuestra enseñanza, poniéndola a tono con las iniciativas anteriores, para preparar debidamente a las generaciones que están llamadas a vivir en una patria más feliz ” ( 2 ).
En sus cartas desde el presidio, en la entonces Isla de Pinos, que abarcan desde fines de 1953 a inicios de 1955, se nos revelan igualmente rasgos importantes de su pensamiento, que se insertan como momentos imprescindibles de su ideario educativo. Su afán permanente de adquirir en lo personal y de promover en lo social una cultura general integral en nuestro pueblo y que debe fomentarse prioritariamente entre los propios educadores, se manifiesta en carta fechada el ocho de diciembre de 1953, donde declara el deseo personal e íntimo...“... de saber todas las obras de todos los autores, las doctrinas de todos los filósofos, los trabajos de todos los economistas, las prédicas de todos los apóstoles” (3). Y que reitera meses más tarde, en nueva misiva, al reflexionar...“...en lo limitado de nuestros conocimientos y en la vastedad inmensa del campo que el hombre ha labrado con su inteligencia y esfuerzo a través de los siglos” (4).
El contenido de la carta, fechada el 27 de enero de 1954, expresa la conclusiva influencia del marxismo en sus reflexiones, al valorar que...“...todas las ideas, aún de hombres geniales, están condicionadas por la época...”...reconociendo...“...que las doctrinas de Marx culminan en el campo social el esfuerzo de los socialistas utópicos y sintetizan en el campo filosófico, el idealismo y el materialismo alemán” (5).
Su concepción materialista y dialéctica del desarrollo social, única vía metodológica para una cabal comprensión del capitalismo dependiente, entonces imperante en Cuba, le permite reconocer la relevancia vivificadora de la espiritualidad humana, dado que...“...la vida física es efímera, pasa inexorablemente, como han pasado las de tantas y tantas generaciones de hombres, como pasará en breve la de cada uno de nosotros. Esa verdad debiera enseñar a todos los seres humanos que por encima de ella, están los valores inmortales del espíritu” (6).
Para Fidel Castro, desde el inicio mismo del proceso revolucionario ya triunfante, estaba muy claro que, con la toma del poder político se iniciaba la parte más difícil del mismo, en su empeño de transformar radicalmente las obsoletas estructuras políticas, económicas, sociales y educacionales en Cuba. Así lo atestigua en entrevista concedida a la emisora radial CMQ, propiedad aún de los hermanos Mestre, desde la ciudad de Camagüey, el 4 de enero de 1959, en su marcha hacia la capital. En aquella oportunidad, dirigiéndose a los periodistas allí presentes les puntualiza como...“...nos han ayudado en el triunfo; ahora tienen que ayudarnos en la parte más difícil, que es en la paz” (7). Y que reiteraría en su histórica intervención el 8 de enero del propio año, en Ciudad Libertad (entonces aún Campamento Militar de Columbia), el mismo día de su entrada triunfal en la capital.
Apenas transcurrida una semana, el 15 de enero de 1959, en discurso en la cena ofrecida por el Club Rotario de La Habana, el dirigente cubano manifiesta como...“...la soberanía no es una gracia que nos concede nadie, sino un derecho que nos corresponde como pueblo” (8).
Una vieja batalla se revitaliza en un nuevo contexto: el de las ideas, pues...”...nosotros creemos que la idea va delante de los acontecimientos históricos - declara en conferencia de prensa, en 1959- que la idea alcanza más valor que la fuerza” ( 9 ).
Aún asombra como en las condiciones ostensiblemente adversas en que se encontraba el sistema educacional cubano al triunfo de la Revolución, ya bullían en la mente del joven dirigente político, planes aparentemente irrealizables en aquel entonces, como la utilización de la televisión como medio masivo de instrucción y cultura. Durante su estancia en Camagüey, en julio de 1959, en entrevista realizada para la televisión, éste manifiesta que con...“...el MINED precisamente estamos considerando establecer un sistema, adquirir una planta de televisión y organizar una cadena nacional con fines educativos. Estamos considerando la posibilidad de determinados tipos de lecciones, determinados programas semanales de Geografía, de Historia, emplear un sistema de enseñanza gráfica” (10). Proyecto que se materializó temporalmente a fines de la década de los 60, en la enseñanza media mediante la instalación de televisores soviéticos en blanco y negro en las aulas y la transmisión de tele clases por profesores de experiencia en determinadas asignaturas, en horarios establecidos y con la ayuda activa de los monitores previamente preparados por los profesores en la temática, como fase complementaria de la actividad. Esta experiencia resultó posteriormente discontinuada.
La presencia del componente político en el ideario educativo de Fidel Castro le proporciona la necesaria solidez, que se nutre en principios y convicciones, sin los cuales, el quehacer pedagógico resultaría fárrago estéril de retóricas intrascendentes. El compromiso de formar personalidades éticamente sustentadas y políticamente comprometidas, se halla presente en sus reflexiones y valoraciones acerca de la educación, que transmite a sus personales convicciones acerca del papel del maestro, sobre la formación en estos de una sólida conciencia política, capacidad profesional y su constante autosuperación.
La presencia del componente ideológico en el ideario educativo de Fidel Castro expresa la elevada concepción que éste le otorga al papel de la espiritualidad en la actividad humana y con carácter prioritario, en el difícil arte de formar hombres plenos. Su reiterada invocación en intervenciones públicas al papel de las ideas en el proceso formativo de las nuevas generaciones, no es mera casualidad, sino acendrada convicción, que se pone de manifiesto a lo largo de toda su vida. Para Fidel Castro, el maestro debe resumir las virtudes que se aspiran a formar en nuestro pueblo, particularmente en niños y jóvenes: solidaridad, honestidad, patriotismo, amor a su magisterio, sentido de justicia y un profundo humanismo ético.
La presencia del legado martiano en el pensamiento de Fidel Castro le aporta singular trascendencia axiológica, lo que evidencia en sendos idearios educativos, al margen de disímiles coyunturas históricas y dispares contextos, afines esencialidades de sus proyectos ético-pedagógicos. Si el humanismo martiano se yergue sobre su inconmovible fe en el hombre y en propiciar el cultivo de sus mejores virtudes, dado que...“... se es hombre para serlo. Hombre es algo más que ser torpemente vivo: es entender una misión, ennoblecerla y cumplirla (11). Tal aserto cobra nueva vigencia en la reflexión de Fidel Castro, de que...“...el revolucionario tiene que ser paciente, sereno y no abusar de su poder. No debe ser arbitrario, ni despótico” (12). Esa convicción compartida de lúcido optimismo hacia la inmanente posibilidad de perfeccionamiento humano, de la promoción de sus virtudes, propugnadora de la fortaleza moral de las trincheras de ideas, privilegia el papel a desempeñar por éstas en un proceso revolucionario.
Para el Apóstol, en carta a Gómez, fechada el 20 de julio de 1882...“...la revolución no es un mero estallido de decoro, ni la satisfacción de una costumbre de pelear y mandar, sino una obra detallada y previsora de pensamiento” (13). Reflexión que Fidel Castro asume, en nuevas circunstancias, al proclamar el 13 de marzo de 1961, entender como ideología revolucionaria...“...no ideal de papagayos, no ideal de labios afuera, sino del corazón hacia adentro” (14).
En ambos idearios se vislumbra la necesidad perentoria de la formación, consolidación y desarrollo de la conciencia política en el pueblo, única vía posible conducente a la formación en valores, imprescindibles a todo intento de formación integral del hombre. Paradigmático objetivo para cuyo cumplimiento, invocaba Martí como...“...el deber debe cumplirse sencilla y naturalmente...”...para...“...animar con la buena nueva la fe de los creyentes, a exaltar con el seguro raciocinio de la vacilante energía de los que dudan, a despertar con voces de amor a los que duermen, a llamar al honor severamente a los que han desertado su bandera” (15). Y que a Fidel Castro lo convoca a preguntarse...“... ¿qué puede haber más difícil y más complejo que una Revolución?, ¿qué puede haber más difícil y más complejo en la vida de los pueblos que la política? y ¿qué pude haber más difícil que aquello que tiene que aprenderse en medio del fragor de la lucha, de la batalla diaria, y que de la misma lucha y de cada batalla tiene que extraer más y más conocimientos? ”
(16).
Un aporte de Fidel Castro a la aspiración del ideario educativo progresista cubano, de permanente presencia en el ideario martiano, conducente a la formación de las nuevas generaciones, es el enriquecimiento y profundización del principio del vínculo indisoluble entre el estudio y el trabajo, donde la práctica de la creación productiva, desempeña un papel pedagógico de singular relieve. La proyección martiana hacia una educación con presencia de una estrecha correspondencia entre pluma y azada, aula y taller, como factor ineludible en la formación integral del hombre nuevo, revive en el ideario pedagógico de Fidel, que promueve la presencia del vínculo estudio-trabajo en los diversos planes de formación del personal docente tanto regulares como emergentes, los diferentes sistemas de enseñanza, la concepción del Plan de la Escuela al Campo (1965) y la creación de las ESBEC, desde fines de la década de los 60 e inicios de los 70 .
Fidel Castro concibe el vínculo-estudio trabajo como el gran pedagogo de la juventud pues...”....algo anda mal cuando tenemos que educar a la juventud en el cuidado de la propiedad socialista. Y es que sencillamente se trata de un joven enajenado, que no tiene idea de lo que es la propiedad socialista, que no es creador de la propiedad socialista. Y volvemos a repetir lo que hemos dichos otras veces: si se quiere que un niño cuide el jardín, enséñelo a sembrar el jardín, enséñelo a regar el jardín; hagan que el niño produzca el jardín, y nadie tendrá que enseñarle que lo cuide, nadie tendrá que caerle atrás con un palo para que no destruya el jardín; enséñelo a sembrar un árbol y nadie tendrá que castigarlo por destruir árboles. Destruyen los que no crean. Destruyen los que no tienen la menor sensación de lo que es crear...” (17).
Para Fidel Castro el único modo posible de formar personalidades integrales es utilizando como instrumento educativo el respeto y exaltación a la creación humana, mediante la práctica cotidiana de la misma, indisolublemente vinculada al proceso instructivo.
El profundo sentimiento solidario, internacionalista y latinoamericanista, presente en el ideario ético-político y educativo del líder de la Revolución Cubana, se nutre creadoramente, en el contexto actual, de la sabia reflexión del Apóstol, de que...“...razas, lenguas, religiones, todo eso son vestiduras de quitaipón, debajo de las cuales surge, envolviéndolas y dominándolas, la esencia humana ” (18). Al respecto Fidel Castro razona como...“...mientras en algunos países la mortandad alcanza sólo veinte por mil, treinta por mil, hay países donde afecta a los niños en proporción de cientos por mil...Es decir, que en infinidad de países, el promedio de vida es de treinta años....La causa está sencillamente en la miseria, en la falta de las más elementales condiciones de vida. Eso significa que una parte de la sociedad humana, una parte de la Humanidad es virtualmente asesinada por el mundo de los explotadores” (19).
En su ideario educativo está la permanente aspiración de formar maestros y profesores opuestos a todo sentimiento de nacionalismo estrecho, reacios a todo tipo de discriminación, de acendrado amor a la humanidad y a su entorno físico-natural, de respeto a la identidad cultural de todos los pueblos, de capacidad de entrega solidaria a sus semejantes y a otros pueblos, del desarrollo y consolidación de una elevada conciencia ético-política y de su constante oposición a toda manifestación de injusticia.
Ello permite la presencia del antiimperialismo militante como componente ideológico estructurador del afín humanismo ético de Martí y Fidel, sendos sintetizadores del trascendente ideario revolucionario de los siglos XIX y XX, respectivamente, previsores ambos de las funestas consecuencias que para la preservación de la identidad nacional, lo mejor de la cultura y los más genuinos valores en Cuba, representa el desmedido afán hegemónico de los Estados Unidos, desde su más temprano surgimiento como nación.
El antiimperialismo martiano, que se nutre en el amargo pero prolífico exilio neoyorquino, va aparejado, al igual que en Fidel Castro, de un claro deslinde entre los intereses del establishment norteamericano y las encomiables virtudes de su pueblo. Como expresa el propio Maestro en carta a su entrañable amigo Gonzalo de Quesada y Aróstegui, fechada el 14 de diciembre de 1889, frente a los aciagos resultados de la denominada Primera Conferencia Panamericana, se hace evidente que...“...sobre nuestra tierra, Gonzalo, hay otro plan más tenebroso, que lo que hasta ahora conocemos y es el inicio de forzar a la Isla, de precipitarla a la guerra, para tener pretexto de intervenir en ella y con el crédito de mediador y garantizador, quedarse con ella. Cosa más cobarde no hay en los anales de los pueblos libres, ni maldad más fría” (20). Las predicciones del Maestro se concretarían con la primera intervención y posterior ocupación norteamericana en Cuba (1899-1902), reiterada posteriormente (1906-1909) y particularmente el 20 de mayo de 1902, con la instauración de un simulacro de república soberana.
Sentimiento antiimperialista que Fidel Castro retoma en la inauguración de la ESBEC
“Comandante Pinares”, en Guane, Pinar del Río, el 20 de septiembre de 1971, cuando reflexiona como... “...los estudiantes conocen perfectamente bien como nuestras heroicas luchas por la independencia fueron truncadas por la intervención yanqui, y cómo nuestro país dejó de ser una colonia española para convertirse en una dependencia de Estados Unidos; cómo se apoderaron de nuestras mejores tierras, cómo se apoderaron de nuestros recursos naturales, de nuestras minas y cómo instauraron también en nuestra patria su sistema de explotación imperialista” (21).
La apertura revolucionaria del primero de enero de 1959 inicia el camino más firme y seguro de nuestro pueblo, ya dueño de su destino, hacia una plena y real independencia, enfrentado a un imperialismo mucho más agresivo y poderoso. El pensamiento antiimperialista del Héroe del Moncada, fortalecido por sus concepciones marxistas y la propia experiencia acumulada en el decursar histórico, mantiene vivo el legado martiano y asume la responsabilidad patriótica de conservarlo y transmitirlo a las nuevas generaciones.
Resulta igualmente reveladora la singular coincidencia de José Martí y Fidel Castro, respecto al papel trascendente que le otorgan a la actividad educativa como instrumento de transformación tanto en lo individual como en lo social. Si para el primero...“...el único camino abierto a la prosperidad constante y fácil es el de conocer, cultivar y aprovechar los elementos inagotables e infatigables de la naturaleza…” (22), para el segundo... “...el trabajo de la educación es quizás la cosa más importante que deba realizar el país” (23).
En la práctica revolucionaria, el ideario educativo de Fidel Castro trasciende la generalizada concepción de la educación como panacea de todos los males, imperante en el ideario educativo progresista anterior al triunfo de la Revolución Cubana, obviando la inevitabilidad de la realización de profundas transformaciones económicas, sociales y políticas. No obstante éste sólo concibe como sujeto histórico capaz de llevar a cabo tales transformaciones, al hombre instruido y culto, lo que le otorga a la educación carácter de valioso instrumento de transformación de las estructuras sociales injustas.
Sólo profundizando en el ideario ético-político de ambas personalidades, como expresión de continuidad y síntesis de lo más valioso del pensamiento cubano, se reconoce la existencia de una misma revolución, como proceso, que en contextos epocales diversos, se identifica con un ideario educativo progresista que la sustenta y pervive. Lo que evidencia que no puede existir un proyecto educativo, sea a través de la acción pedagógica en el contexto escolar u otra vía igualmente válida de influencia formativa social, sin una intencionalidad política, al igual que no es válido un proyecto político sin una bien definida intencionalidad educativa.
Aporte singular al pensamiento revolucionario de Fidel Castro lo constituye su temprana adhesión a la ideología marxista-leninista, una de las principales fuentes inspiradoras de sus ideas educativas y su asunción con espíritu creativo, renovador, tercermundista y latinoamericanista. Al igual que su acepción del pueblo como principal protagonista de la historia y del compromiso político de la actividad educativa, siempre afín a los intereses de una u otra clase social, le permite avizorar el papel importante que desempeñan las masas como sujetos de participación activa en el proceso educativo.
La convicción de una elevada eticidad como componente esencial de la praxis y la teoría revolucionarias, le otorga a su pensamiento en general y a su ideario educativo en particular, una lúcida reflexión de posibles soluciones, ante avatares y coyunturas de singular complejidad, propias de un proceso de construcción de una nueva sociedad, inspirado en la reflexión martiana de que...“...la patria es ara y no pedestal. Se la sirve, pero no se la toma para servirse de ella” (24).
El ideario educativo de Fidel Castro, inspirado en el pensamiento ético-político que lo nutre, se arraiga en principios y valores morales, que resulta perentorio formar, consolidar y desarrollar en las nuevas generaciones, prioritariamente en los docentes en formación y en ejercicio. Reclama por ello que...“....debemos librar una lucha incesante para hacer mejores a nuestros niños, para hacer mejores a nuestros trabajadores, a nuestros campesinos, a nuestro pueblo todo, para elevar la conciencia moral, la conciencia política, la conciencia revolucionaria, la virtud de nuestro pueblo ” ( 25 ).
Sus concepciones martianas y marxistas siempre abiertas a un permanente enriquecimiento y desarrollo, se manifiestan en su ideario educativo y magisterio revolucionario, basados en la plena confianza en nuestros niños, adolescentes y jóvenes como relevo generacional, a través de la formación en estos de los más elevados valores y virtudes ciudadanas. Esa convicción le ha permitido otorgar a la juventud el papel de protagonista principal en las transformaciones educativas y lugar priorizado como cantera por excelencia en el desarrollo de los diversos planes de formación de maestros, regulares o emergentes, desde el propio triunfo de la Revolución hasta la actualidad.
La Revolución encontró en la nación un panorama caótico en lo económico, lo político, lo social e ideo-cultural, incluida la instrucción pública (26). Entre las diversas tareas priorizadas por el Gobierno Revolucionario en los años iniciales, estaba el lograr la concientización del pueblo en los nuevos valores, que sirvieran de salvaguarda al poder recién conquistado, pues no obstante el apoyo notoriamente mayoritario con que éste contaba, persistían las falacias inculcadas en décadas de capitalismo dependiente, batalla en la que la educación y la labor abnegada de los maestros y profesores, ocuparían las primeras trincheras.
Fidel Castro reflexiona, en 1960, en concentración con campesinos pinareños, en San Julián, en una fecha expresión de tan falso simbolismo, como el 20 de mayo, al referirse a los políticos entreguistas de la república mediatizada y de cómo...“...estuvieron saqueando al pueblo durante 50 años...y mientras tanto los hijos de Vds. no podían ir a las escuelas...los hijos de Vds. no podían ir a las universidades...los hijos de Vds. No podían siquiera aprender a escribir su nombre” (27).
La conversión de los cuarteles militares en escuelas en esos primeros años, con su significado de voluntad política, se complementa con la materialización de la prédica martiana de que la responsabilidad mayor del que posee conocimientos es el de enseñar al que no sabe , que se revitaliza en el ideario educativo de Fidel Castro propugnador de una educación genuinamente popular, en un momento crucial en Cuba, donde poseer el 6to grado era casi un privilegio.
El 27 de mayo de 1960, en el acto efectuado en las obras de construcción de la Ciudad Escolar “Camilo Cienfuegos”, en El Caney de las Mercedes, actual provincia Granma, donde estudiarían cientos de niños campesinos de las más apartadas zonas montañosas orientales, éste expone como el proyecto conlleva el plan de formación de sus propios maestros pues... “... ¿cuál es el trabajo de los que estudian para maestros? Darle clases a los muchachos, clases a los muchachos de los cursos inferiores...”...ya que de... “... aquí saldrán los maestros que irán a las montañas, porque vendrán de las montañas e irán a las montañas” (28).
Ya unas semanas antes, el 22 de abril de 1960, ante las cámaras de la televisión cubana, éste había exhortado a los jóvenes estudiantes de enseñanza media a pasar un curso intensivo de tres meses en diversos campamentos ubicados temporalmente en la Sierra Maestra, en muy difíciles condiciones materiales, para formarse en un curso emergente como maestros, atendidos por profesores del Instituto de Superación Educacional de Manzanillo y conocidos popularmente como “ maestros voluntarios ” (29).
Con relación a ello, el dirigente cubano reflexionaba el 31 de diciembre de 1960, en la cena de año nuevo, con miles de maestros y sus familiares, autoridades educacionales e invitados, en el otrora polígono militar del campamento militar de Columbia, ya entonces Ciudad Escolar Libertad, con vistas a esperar el nuevo año, como...“... la Revolución al llegar al poder encontró 22 000 maestros y cerca de un millón de niños que no tenían escuelas ni maestros...¡Cuántas veces clamamos por maestros!. Y ha sido tan sencillo darle maestros al pueblo. Era difícil resolver el problema de las montañas y llamamos al pueblo para pedir voluntarios que estuviesen dispuestos a educar en los más apartados rincones del país y acudieron en masa estudiantes a ofrecerse” (30).
Esa convicción de acudir al pueblo para acometer las tareas más complejas pero imprescindibles, con la plena confianza en ser respaldado, es un rasgo característico del ideario educativo de Fidel Castro. Y de forma resaltante, su profunda fe en las virtudes potenciales de la juventud, pues...“...creer en los jóvenes es ver en ellos, además de entusiasmo, capacidad; además de energía, responsabilidad; además de juventud, ¡ pureza, heroísmo, carácter, voluntad, amor a la patria, fe en la patria, amor a la revolución, fe en la revolución !...” y...“...no se puede concebir una sociedad nueva sin un hombre nuevo...y no se pueden concebir nuevas generaciones capaces de vivir de manera nueva sin la educación de esas generaciones de ciudadanos ” (31), dado que...“...en la educación está el instrumento fundamental para desarrollar los individuos integrales capaces de vivir en el comunismo ” (32).
En esas reflexiones se reiteran dos pilares fundamentales del ideario educativo de Fidel Castro, concretado en las convocatorias a la participación en los diversos planes de formación de maestros y profesores: la confianza en la juventud llamada a desempeñar el rol protagónico fundamental como sujeto histórico en las transformaciones sociales y el concebir la educación como vía esencial para la formación del necesario hombre integral, que Ernesto “ Che ” Guevara identificara como el hombre del siglo XXI.
“¿Y qué juventud queremos? ¿Acaso una juventud que simplemente se concrete a oír y repetir? ¡No! -reclamaba el dirigente cubano, el 13 de marzo de 1962- Queremos una juventud que piense. ¿Una juventud que sea revolucionaria por imitarnos a nosotros? ¡No!. ¡Una juventud que aprenda por si misma a ser revolucionaria! ” (33).
Entre los logros de la Revolución Cubana en la esfera educativa están los diversos planes de formación de maestros y profesores, tanto regulares como emergentes, aún en pleno proceso de desarrollo y consolidación, no exentos de limitaciones y deficiencias, pero forjados en una teoría y práctica escolar, significativamente original y creativa. Proceso en el que desempeña un rol fundamental el ideario educativo de Fidel Castro, lo que convoca a profundizar en sus rasgos más esenciales y trascendentes.