Pedro Rafael Camacaro
La Organización Castrense Venezolana
La organización militar también ha influido en el desarrollo de las teorías de la administración. La organización lineal, por ejemplo, tiene sus orígenes en la organización militar de los ejércitos de la Antigüedad y de la época medieval. El principio de unidad de mando, según el cual cada subordinado sólo puede tener un superior -fundamental para la función de dirección, es el núcleo central de todas las organizaciones militares de aquellas épocas. La escala jerárquica, es decir, la escala de niveles de mando de acuerdo con el grado de autoridad y de responsabilidad correspondiente, es un elemento característico de la organización militar, utilizado en otras organizaciones. Con el transcurrir de los tiempos, la ampliación gradual de la escala de mando trajo también una correspondiente ampliación del grado de autoridad delegada: a medida que el volumen de operaciones militares aumentaba, crecía también la necesidad de delegar autoridad en los niveles más bajos dentro de la organización militar. Todavía en la época de Napoleón (1769-1821l), el general, al dirigir su ejército, tenía la responsabilidad de vigilar la totalidad del campo de batalla. Sin embargo. Ante las batallas de mayor alcance. Incluso de ámbito continental, el comando de las operaciones de guerra exigió, no nuevos principios de organización, sino la extensión de los principios entonces utilizados, lo que condujo a una planeación y control centralizados paralelos a las operaciones descentralizadas. Se pasó así a la centralización del mando y a la descentralización de la ejecución.
El concepto de jerarquía dentro de la organización militar es tan antiguo como la propia guerra, pues existió siempre la necesidad de un estado mayor para el ejércitos, sin embargo, el estado formal, como cuartel general, sólo apareció en 1665 con el Distrito de Brandenburgo, precursor del ejército prusiano. La evolución del principio de asesoría y la formación de un estado general tuvo su origen en el siglo XVIII en Prusia, con el emperador Federico II, El Grande, (1712-1786) quien, deseoso de aumentar la eficiencia de su ejército, hizo algunas innovaciones en la estructura de la organización militar. Con la ayuda del general Scharnhorst fue creado un estado mayor (staff) para asesorar el mando (línea) militar.
Los oficiales de línea y de asesoría trabajaban independientemente, en una separación tajante entre el planeamiento y la ejecución de las operaciones de guerra. Los oficiales formados en el estado-mayor eran transferidos posteriormente a posiciones de comando (línea) y nuevamente al estado-mayor, lo que les aseguraba una intensa vivencia y experiencia en las funciones de gabinete, de campo y nuevamente de gabinete. Otra contribución de la organización militar es el principio de dirección, mediante el cual todo soldado debe saber perfectamente lo que se espera de él y todo lo que él debe hacer. Resalta Mooney que, aun Napoleón, el general más autócrata de la historia militar, nunca dio una orden sin explicar su objetivo y cerciorarse de que la habían comprendido perfectamente, ya que estaba convencido de que la obediencia ciega jamás lleva a la ejecución inteligente de acto alguno.
Al iniciarse el siglo XIX, Carl Von Clausewitz (1780-1831), general prusiano, escribió un tratado sobre la guerra y los principios de guerra, sugiriendo cómo administrar los ejércitos en tiempos de guerra. Fue el gran inspirador de muchos teóricos de la administración quienes posteriormente se basaron en la organización y estrategia militares para adoptarlas al campo industrial.
Clausewitz consideraba la disciplina como la base de una buena organización. Para él, toda organización requiere de un cuidadoso planeamiento, en el cual las decisiones deben ser científicas y no nuevamente intuitivas. Las decisiones se deben basar en la probabilidad y no solo en la necesidad lógica. El administrador debe aceptar la incertidumbre y planear en forma tal que pueda minimizar esa incertidumbre.
Estas organizaciones son la mas presionadas en cuanto a una buena administración se refiere es por eso que ella ha aportado demasiados principios, uno de los más importantes ha sido el de organizar toda una autoridad en un solo jefe de estado mayor, las empresa lo tomaron como una manera de jerarquización para la concentración de personal.
La organización castrense, generalmente representada por las fuerzas armadas, constituye un aspecto inherente al origen histórico del Estado tanto como a su definición teórica. Esto se debe a un conjunto de motivos que, si bien responden a circunstancias históricamente determinadas, y por lo tanto variables, tienen cierta sistematicidad en su presencia a lo largo del tiempo y en contextos socioculturales diversos. En particular, las fuerzas armadas constituyen la expresión institucional de un proceso que en su momento conduce al monopolio del uso de la fuerza en un marco jurídico-territorial determinado, conocido en términos generales como Estado-nación.
Pero el constituir la expresión institucional del monopolio del uso de la fuerza» no debe ser entendido exclusivamente en términos de una cierta capacidad material sino también con relación a aspectos simbólicos que hacen a la identidad del Estado-nación, tanto frente a terceros cuanto a los elementos constitutivos internos que permiten a la población definir (y auto-percibirse como) un nosotros. Es decir, las fuerzas armadas, como institución con determinadas características que se repiten en diversos contextos temporales y culturales, son el producto de un proceso histórico que se cristaliza en organizaciones que tienen no sólo importantes capacidades materiales sino también importantes componentes valorativos y connotaciones simbólicas que hacen a su funcionamiento interno y a la producción de sentido en el campo social.
Moskos (1985) desarrolla tres tipos ideales de organización militar: institucional, ocupacional y plural. Los tres modelos abarcan un continuo que va desde una institución militar completamente aislada de la sociedad civil, hasta una institución militar fuertemente convergente con los valores y estructuras civiles. El primer tipo ideal es el institucional o divergente, que subraya los valores y normas propios de la institución como aspectos definitorios de las conductas de sus miembros. La pertenencia a una institución supone la identificación con los intereses de la misma, dejando a un lado los intereses individuales. Los intereses institucionales se expresan a través de distintas formas, siendo las simbólicas las más comunes: la defensa de la patria, la salvación de la nación, el deber, el honor de portar armas, etc. El segundo tipo ideal es el modelo ocupacional o convergente. Si una institución se define en términos de valores y normas, la ocupación se define en función del mercado, es decir, el salario percibido se relaciona exclusivamente con las capacidades técnicas del profesional. Moskos (1985:17) sostiene que “en la sociedad industrial moderna, los empleados participan usualmente en el establecimiento de las condiciones salariales de trabajo apropiadas” y un tercer modelo: el plural. Una organización militar del tipo plural comprende elementos organizativos institucionales y ocupacionales y será simultáneamente convergente y divergente respecto de la sociedad civil. Pero el modelo plural no supone una fusión de los modelos anteriores, sino más bien, una segmentación de estas tendencias. En muchas naciones esta segmentación ya está presente, por ejemplo, en la especialización requerida para llevar a cabo ciertas funciones en las tres armas. Las fuerzas aéreas y los servicios de apoyo de combate técnicos para las fuerzas de tierra tienden hacia el modelo ocupacional. Las fuerzas de infantería y caballería y las fuerzas navales tienden a permanecer en el modelo institucional. Moskos (1985:17) sostiene al respecto que “la novedad de la nueva organización militar está, sin embargo, en que esos desarrollos hacia la segmentación caracterizarán, paulatinamente, la organización intramilitar e intermilitar.
Los dilemas y desafíos que se imponen sobre la cuestión de la organización castrense derivan de las nuevas condiciones surgidas en tres dimensiones básicas:
los cambios producidos en el escenario mundial y regional, en particular aquellos referidos a las cuestiones de seguridad.
las reformulaciones político-institucionales y de las relaciones cívico-militares llevadas a cabo a partir de los procesos de democratización desarrollados en el interior de nuestro país.
la situación económica general y, en su contexto, la dinámica fiscal y presupuestaria dada en el marco de la reconversión macroeconómica en marcha.
Dentro de los análisis modernos de politólogos y sociólogos, se destaca la opinión de Goodman (1990:14) donde expone que:
El reconocimiento de que el Ejército es una de las instituciones más fuertes en las sociedades que necesitan desesperadamente una coherencia política y social, representa un desafío para los líderes civiles latinoamericanos muy diferente del que deben enfrentarse los líderes de las naciones desarrolladas. Si no se adoptan nuevos roles que permitan la confianza y la cooperación entre civiles y militares, el futuro de la política latinoamericana seguirá siendo caótico. Tal vez los militares no detentarán el poder formalmente, pero ejercerán su presión sobre los gobernantes civiles, limitando el desarrollo de sus naciones.
Tampoco se puede comparar la mentalidad militar. No es la misma en unos ejércitos que en otros de países con peculiaridades distintas. La mentalidad militar ha cambiado además con el transcurso de los años y como nos señala el General Rattembach (1962:69):
La modalidad del propio pueblo influye también en sus militares. El anglosajón, por ejemplo, es quizá más metódico y menos emotivo que el latinoamericano; en cambio, éste se aproxima más al español, italiano y francés, en lo referente a la emotividad mayor y flexibilidad de espíritu.
Como reconoce el ex-presidente uruguayo Julio Maria Sanguetti (1991:81): “uno de los mayores vacíos en la formación de la dirigencia latinoamericana es su escasísimo conocimiento del tema militar”. En esta nueva época, el énfasis que se está poniendo en alcanzar que las relaciones civiles-militares sean las mejores posibles, y dejar bien claro cuáles son los cometidos de ambos sectores de la sociedad, puede ser uno de los pasos importantes para la consolidación definitiva de la democracia en Iberoamérica.
La organización militar tiene características particulares. Samuel Hungtinton (1983:11), señala que este tipo de burocracia:
Actúa de la misma forma a lo largo de un prolongado período y tiende a desarrollar hábitos distintivos y persistentes de pensamiento. Su excepcional relación con el mundo les da una perspectiva única y los lleva a racionalizar su comportamiento y su papel (...) La mentalidad militar, en este sentido, consiste en los valores, actitudes y perspectivas que son naturales al desempeño de la función militar profesional y que son deducibles de la naturaleza de dicha función. El militar profesional es un ente original, pues es un experto en la práctica de la guerra y en el uso organizado de la violencia (...) Este objetivo esencial de la organización militar crea un medio peculiar e influye sobre el proceso de adopción de decisiones. Los antecedentes sociales, la autoridad militar y las experiencias de la carrera condicionan las perspectivas de sus jefes. El estilo de vida de la comunidad militar y el sentido del honor militar contribuyen a perpetuar el carácter distintivo de la profesión.
La seguridad nacional engloba un conjunto de medidas, acciones y mecanismos institucionales decididas e implementadas por el gobierno nacional y destinadas a prevenir o enfrentar distintos tipos de situaciones de riesgo, conflictos o amenazas, potenciales o efectivas, que provengan de agresiones militares de origen externo y que hagan peligrar la integridad territorial y la autodeterminación del Estado. En este sentido, se entiende a la seguridad nacional como una proyección institucional del Estado tendiente a garantizar la seguridad del mismo.
Por su parte, la Fuerza Armada constituye el instrumento militar de la seguridad nacional; esto es, son las instituciones del Estado que, bajo la conducción del gobierno nacional, son preparadas y eventualmente utilizadas para desarrollar acciones militares tendientes a garantizar la seguridad externa de ese Estado. De ello surgen dos consideraciones fundamentales acerca de la relación Seguridad Nacional-Fuerza Armada:
Por un lado, las funciones de la defensa nacional configuran el único ámbito de competencia exclusiva en el que la Fuerza Armada cumple sus funciones institucionales.
Por otro lado, las funciones de la defensa nacional, en tanto política de Estado, no se reducen apenas a los asuntos castrenses ni se limitan a la gravitación institucional de las Fuerza Armada sino que suponen otras áreas de interés del Estado e implican un conjunto de dimensiones claves en tanto configuran objetos centrales de las políticas estatales, tales como el crecimiento económico, el grado de desarrollo social, el desarrollo científico y tecnológico, la inserción activa del país en el escenario internacional y la estabilidad político-institucional democrática.
La seguridad de la Nación se encuentra estipulada en la Ley Orgánica de Seguridad de la Nación donde expresa en su artículo nº 2, lo siguiente: “La Seguridad de la Nación está fundamentada en el desarrollo integral, y es la condición, estado o situación que garantiza el goce y ejercicios de los derechos y garantías en los ámbitos económicos, social, político, cultural, geográfico, ambiental y militar de los principios y valores constitucionales por la población, las instituciones y cada una de las personas que conforman el Estado y la sociedad, con proyección generacional, dentro de un sistema democrático, participativo y protagónico, libre de amenazas a su sobrevivencia, su soberanía y a la integridad de su territorio y demás espacios geográficos”