APROXIMACIÓN A LA MEDICIÓN DE LA CALIDAD DE VIDA SOCIAL E INDIVIDUAL EN LA EUROPA COMUNITARIA
Mª Noelia Somarriba Arechavala
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3.3.1. Las funciones de utilidad
En el capítulo anterior se ha realizado una revisión de la evolución del concepto de utilidad como objeto de investigación, a lo largo de la historia del pensamiento económico. En este apartado se trata de analizar los dos planteamientos predominantes en el estudio del concepto de utilidad, así como una serie de nuevas teorías que condicionan la investigación actual.
La identificación de la relación entre los conceptos de utilidad y bienestar no resulta inmediata. La utilidad ha sido un concepto controvertido a lo largo de la historia de la economía, con interpretaciones cambiantes a lo largo del tiempo.
Las discusiones de Betham, la revolución marginalista alrededor de 1870 y la revolución ordinal al comienzo del siglo XX han hecho profundizar significativamente en el estudio del concepto de utilidad.
Hoy en día la utilidad se interpreta comúnmente en un sentido ordinal, lo que significa que está basada exclusivamente en elecciones observables. Sin embargo, algunos autores han sugerido una interpretación más amplia que la puramente ordinal; destáquese en este sentido el trabajo de Kahneman sobre lo que él denomina utilidad experimentada.
A lo largo de la evolución del concepto de utilidad ha habido dos posturas enfrentadas que han ido alternando su validez en función del momento histórico en el que nos situemos: la teoría cardinal de la utilidad y el enfoque ordinal.
I. La teoría cardinal de la utilidad, defendida por los economistas del siglo XIX, está constituida fundamentalmente sobre dos hipótesis:
El consumidor posee una medida cardinal de la utilidad, es decir, es capaz de asignar a cada combinación de bienes un número que representa la utilidad que dicha combinación proporciona. Entonces, es posible hablar en los siguientes términos: La combinación de bienes A proporciona al individuo una utilidad n veces mayor que la que le proporciona la combinación B.
La utilidad marginal disminuye a medida que se aumenta el consumo de un producto. Es decir, los incrementos en la utilidad total del consumidor proporcionados por el consumo de nuevas unidades de un producto disminuyen cuanto más se consuma del mismo.
No obstante, la aportación de Von Neumann y Morgenstern , tal y como establece Faíña (2004), permitió construir una función cardinal de utilidad definida como la utilidad esperada de las distintas alternativas. Mediante la comparación de preferencias entre resultados con distintas probabilidades, obtenemos una medida de la valoración relativa de los resultados para el decisor. Una alternativa será tanto más valorada cuanto más riesgo se asume para obtenerlo. La función de utilidad de Von Neumann y Morgenstern definida sobre valores esperados es invariante frente a transformaciones lineales, fue un instrumento decisivo para la construcción de la Teoría de Juegos.
II. Es a comienzos del siglo XX cuando comienza la revolución ordinal en donde se descarta en pleno los planteamientos de Betham. La visión ordinal de la utilidad se fundamenta en la idea de que ésta se deriva a partir de las elecciones de los individuos, sin ninguna referencia al placer o al dolor. Se basa en que los individuos maximizan su bienestar basándose en el supuesto de racionalidad.
La hipótesis básica que sostiene la teoría ordinal de la utilidad es mucho menos restrictiva que la hipótesis en que se apoya la teoría cardinal.
En el enfoque ordinal, el consumidor solamente es capaz de ordenar consistentemente las combinaciones de artículos en un orden de preferencia. La ordenación que el consumidor realiza de las combinaciones de bienes se describe matemáticamente mediante una función de utilidad ordinal. Esta función asigna a cada combinación de productos un número, de manera que si una combinación es más deseable que otra el número asignado a la primera será mayor que el asignado a la segunda combinación, pero la diferencia entre ambos no tiene ningún significado, es decir, los números asignados o índices de utilidad carecen de significación cardinal.
Los análisis económicos podían basarse exclusivamente en las preferencias de los consumidores sobre conjuntos de bienes y no requerían medida alguna de las satisfacciones psicológicas derivadas del consumo. En resumen, la visión ordinal de la utilidad se fundamentó en la idea de que ésta era derivable a partir de las elecciones sin ninguna referencia al placer o al dolor asociado con sus consecuencias.
Tras una serie de intrusiones de carácter cardinal de la mano de Frisch (1926) y Alt (1939), entre otros, el “ordinalismo” ha continuado dominando en la economía en general.
Con la teoría de las preferencias reveladas se demostró que las preferencias podían ser derivadas a partir de las elecciones observadas del consumidor [Samuelson (1938), Svage (1954)]. Esta teoría evidenció que la utilidad esperada podía ser obtenida a partir de las preferencias en contextos de incertidumbre y el trabajo de una serie de autores como Debreu (1959) o Becker (1969) condujo a la especificación de la utilidad en un contexto ordinal.
El mayor logro de la revolución ordinal reside en considerar que la utilidad viene enteramente definida a través de fenómenos observables, esto es, de las elecciones de los consumidores. Esto se traduce en que los consumidores son soberanos y que siempre escogen maximizar su bienestar condicionados a sus recursos.
Sin embargo, tal y como habíamos comentado, posteriormente surgieron los problemas, debido a que comienzan a existir evidencias de que las decisiones de los individuos son a menudo inconsistentes y no pueden ser conciliadas con la maximización de la utilidad.
Recordemos que en el contexto de la elección social Arrow (1951) sugiere que es imposible derivar preferencias de grupo razonables a partir de la información ordinal. Autores como Ellsberg (1961) descubren que la gente no siempre actúa coherentemente con el modelo racional clásico en un contexto de elección con riesgo.
Uno de los golpes más serios al paradigma de la preferencia revelada es conocido como la teoría de la inversión de preferencias, que conlleva que las preferencias reveladas puedan depender incluso de las situaciones más simples y de aspectos económicos irrelevantes.
En la misma línea, trabajos como los de Fredrickson y Kahneman (1993) y Kahneman (1994) demuestran que la gente puede fallar en su intento de maximizar su bienestar.
Los hallazgos anteriores arrojan algunas dudas sobre la confianza en los supuestos de elección racional y, en general abogan por la utilización en los análisis económicos y en las decisiones políticas de otros elementos de información distintos de las preferencias reveladas [Rabin (1998)]. Sin embargo, a pesar de las evidencias en contra, este enfoque sigue dominando el análisis económico.
El enfoque que ofrecen ciencias como la psicología ha diferido bastante del económico, ya que valoran la experiencia subjetiva como una fuente importante de información sobre la utilidad individual. Las confrontaciones objetivista y subjetivista de la utilidad difícilmente podían ser reconciliadas desde dentro de la comunidad económica. Desde el campo de la psicología de la mano de Daniel Kahneman a mediados de los años noventa, comienza a cristalizar un profundo esfuerzo de clarificación y separación de conceptos, con el objetivo final de otorgar vida propia a cada uno de ellos.
Este planteamiento de la psicología ha sido asimilado por algunos economistas que ofrecen un análisis de la utilidad y del bienestar desde perspectivas diferentes a las tradicionales como por ejemplo Van Praag (1968), Tinbergen (1991), Sen (1993), Kapteyn (1994), Frey y Stutzer (2000) entre otros.
En definitiva, la excesiva seguridad en el enfoque objetivista por parte de la teoría económica ortodoxa está, por tanto, abierta a duda tanto teórica como empíricas, siendo el enfoque subjetivista un posible enfoque para estudiar la utilidad. Así, tomando como ciertos los descubrimientos sobre anomalías del comportamiento racional de los individuos, Kahneman argumentó que en contextos en los que tales anomalías fuesen usuales, la teoría económica debía abandonar la utilidad basada en la elección observable (utilidad de decisión) a favor de la utilidad sin elección (utilidad experimentada).
Por todo lo expuesto hasta el momento, los juicios de satisfacción son un elemento de información clave para el análisis de las experiencias y comportamientos, estableciéndose conexiones entre satisfacción y bienestar.