APROXIMACIÓN A LA MEDICIÓN DE LA CALIDAD DE VIDA SOCIAL E INDIVIDUAL EN LA EUROPA COMUNITARIA
Mª Noelia Somarriba Arechavala
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Las Matrices de Contabilidad Social, en terminología anglosajona “Social Accounting Matrix” (SAM), surgen para dar respuesta a la integración de la información económica y social, que constituye una cuestión básica para la medición del bienestar [Moss (1980)]. En este sentido, Pyatt (1985 y 1991) plantea cuales son los temas de interés a los que debería dar respuesta el nuevo sistema de cuentas nacionales, dentro de los cuales está la pobreza. Tal y como recoge de forma intuitiva Round (1990), una matriz de contabilidad social sirve para integrar la información sobre las personas en las cuentas nacionales.
Las primeras matrices de contabilidad social, que se rastrean en los trabajos pioneros de Stone en la década de los sesenta, están referidas al Reino Unido y a otros países industrializados. Posteriormente siguiendo el trabajo de Stone, se construyeron para países en vías de desarrollo [Pyatt (1985) y Chander et al. (1980)].
Las matrices de contabilidad social son adaptaciones del Sistema de Contabilidad de Naciones Unidas (SNA) para capturar aspectos no monetarios de la economía. El objetivo de la construcción de una matriz de contabilidad social es obtener un registro detallado y consistente de las relaciones entre los distintos agentes de la economía en un momento dado, presentando en una única matriz la interacción entre la producción, el ingreso, el consumo y la inversión. Se trata de una representación de la corriente circular de la renta que se establece en economía a través del flujo de dinero y del flujo de bienes y servicios.
El trabajo con SAMs consiste en expandir los indicadores económicos de las cuentas nacionales para incluir dimensiones sociales tales como el crimen, la polución, la salud, el acceso a la educación, etc. poniendo el énfasis en los individuos. Las matrices de contabilidad social permiten que a través de un sistema económico y de cuentas sociales se pueda medir el bienestar.
Otra aproximación en este sentido es el uso de cuentas sociales satélites, que representan intentos de construir cuentas en áreas sociales especializadas. Por ejemplo, cuentas satélites medio-ambientales, también conocidas como cuentas verdes, que plantean cómo cuantificar en términos monetarios los diferentes recursos naturales.
Sin embargo, estas aproximaciones también platean problemas:
- Dificultades en la medición cualitativa del bienestar: las matrices de contabilidad social son derivadas a partir del sistema de cuentas nacionales y por ello no captan adecuadamente los aspectos cualitativos del bienestar
- Y dificultades en la unidad de medida: para la mayoría de los aspectos de la economía, por ejemplo, los costes medio-ambientales y sociales la asignación de valoraciones económicas es un problema, así como la valoración de los productos no comercializables en los que no existan precios de mercado.
3.2.3. Desigualdad de la renta
El enfoque de la desigualdad de la renta que se encuadra dentro del enfoque unidimensional contiene un conjunto de medidas de desigualdad que utilizan las distribuciones de ingresos, gastos o renta de determinadas unidades económicas que se definen de antemano. Tal y como habíamos comentado la desigualdad de la renta surge de la confluencia del enfoque contable y de las funciones de utilidad (véase también al respecto a Zarzosa (1992)).
A finales del siglo XIX surge una corrientes de autores (Pareto, Gini...) que persiguen dar una solución a la cuantificación de la desigualdad. Por otro parte, la aproximación conceptual al estudio de la desigualdad aparece de la mano de Dalton (1920), quien a partir del criterio utilitarista de bienestar social construye un índice normativo de desigualdad. A ella se unirán importantes aportaciones como la de Atkinson (1970) y Sen (1972) que proponen medidas normativas de desigualdad.
En torno a los años 70 surge un nuevo enfoque, el axiomático, que se basa en un conjunto de criterios que establecen ciertas propiedades que debe de satisfacer toda medida de desigualdad; algunos de los trabajos en este sentido son los de Bourguignon (1979), Cowell (1980), Shorrocks (1980) y Zagier (1983), entre otros.
Desde entonces han sido numerosos los trabajos dedicados al estudio de la desigualdad, en los que se incorporan nuevas herramientas de análisis y se suceden los debates conceptuales, entre los autores más destacados se encuentran Sen, Dagum y Cowell.
En general las críticas a este enfoque coincidirían con las realizadas al enfoque contable, dado su mismo carácter unidimensional.
En relación a la desigualdad de la renta surge una nueva línea de investigación que conecta con el empleo de los juicios de valor aproximadamente hace 25 años [Atkinson (1970), Kolm (1969) y Sen (1972)].
La investigación de las opiniones de los individuos en cuanto a su situación económica y el incentivo de derivar caminos específicos de desigualdad de la renta, es la esencia de la llamada aproximación subjetiva de la medición de la desigualdad [Amiel (1998)].
Parte de los estudios en este ámbito entroncan con las funciones de bienestar de los individuos. En la generalización del concepto de la renta objetivo al concepto de renta subjetiva se plantea que la utilidad de la renta de los individuos depende de un conjunto de variables, relacionándose renta con satisfacción de la renta. En esta nueva línea de investigación se llega a la conclusión de que si la desigualdad objetiva de la renta es un importante instrumento para el seguimiento de la sociedad, los sentimientos de desigualdad son también relevantes.
Muchos autores consideran que las medidas de desigualdad subjetivas deberían ser consideradas como una opción más de la familia de desigualdad que inclusive puede ser generalizada a otros dominios. [van Praag y Ferrer-i-Carbonell (2001), (2004)]. En estos trabajos la satisfacción con la renta es análoga al concepto de renta objetiva e incluye la desigualdad objetiva como un caso especial.