Maria Elza Eugenia Carrasco Lozano
Entender la relación entre género, ambiente y desarrollo es significativo ya que las mujeres, junto con los hombres son portadores de conocimientos y prácticas respecto del manejo de los recursos naturales resultan claves y deben ser tomados en cuenta si se quiere impulsar una gestión del desarrollo viable, ambientalmente sensata y socialmente incluyente en los ámbitos local y nacional, Umaña (2000), sugiere explicar esa compleja relación a través de tres enfoques:
1) Mujer y Medio Ambiente.
2) Género y Desarrollo Humano Sostenible.
3) Ecofeminismo.
El enfoque Mujer y Medio Ambiente plantea que las iniciativas sobre desarrollo y ambiente necesitan apoyar las contribuciones de la mujer al manejo y conservación de los recursos naturales, al tiempo que disminuyen el peso de las tareas reproductivas que recae sobre niñas y mujeres, así como su impacto en la degradación ambiental. Las propuestas se orientan a garantizar el acceso a servicios básicos (salud, nutrición, vivienda y agua, por ejemplo), a ofrecer alternativas para la generación de ingresos como una fuente de autonomía económica y una contribución para la participación real de la mujer en términos de igualdad, y a involucrar a la mujer en acciones de educación ambiental y conservación de recursos. (Umaña 2000).
Las mujeres son las más vulnerables frente a los cambios ambientales debido a su dependencia hacia los recursos, son las administradoras cotidianas, y se subraya el hecho que las iniciativas de desarrollo sustentable deben rescatar las contribuciones de las mujeres al manejo y preservación del medio ambiente el enfoque destaca las características de las mujeres como "cuidadoras del medio ambiente", a la vez las considera "el recurso más valioso y “abandonado" Esto fundamenta contemplarlas en los programas y proyectos ambientales, (Linggard y Moberg, 1990 citado en Rico, 1998).
El informe de las Naciones Unidas para la Población enfatiza que la raza humana está saqueando la tierra, entonces plantea; “¿Cómo utilizar los recursos disponibles de agua y suelo para producir alimentos para todos?” el informe, declara que es la mujer quien representa más del cincuenta por ciento de la fuerza de trabajo agrícola mundial es reconocido que sabe administrar los recursos domésticos de alimentos, agua y energía”. Concluye que las relaciones entre medio ambiente, población y desarrollo social pasan por el aumento del poder femenino” (Cordini, 2001).
La autonomía de la mujer es indisociable de la mejora del abastecimiento de agua, los servicios de saneamiento y los hábitos de higiene no pueden alcanzar verdaderos logros en uno de estos terrenos sin avanzar en el otro. Sólo cuando la mujer se involucra en el manejo del agua es capaz de plantear soluciones apropiadas y sustentables que favorecen la equidad social, esto debido al conocimiento que tiene al interior de los hogares a través del uso integral del agua (GWA, 2006).
Algunas sociedades no reconocen la importancia del papel de la mujer en la administración del recurso hídrico, relegan sus aportaciones culturales a la sombra de la desvalorización de las labores domésticas, lo que resulta en la casi imposibilidad de localizar políticas hídricas dirigidas por mujeres, (Kauffer y García 2003), la mayoría de estos puestos están dirigidos con una visión poco clara que sectoriza el uso y aprovechamiento del recurso llegando a un nivel de ineficiencia tal que nos ha conducido a lo largo de los años a la desvalorización y escasez del recurso.
Los objetivos y metas de desarrollo del Milenio mencionan la necesidad de garantizar la sostenibilidad del medio ambiente incorporando los principios del desarrollo sostenible en las políticas y los programas nacionales e invertir aprovechando las capacidades y esfuerzos para revertir la pérdida de recursos del medio ambiente (ONU, 2004).