Ledis Mesino Rivero
La Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, sirvió de sustento desde lo económico de lo que se llamó el Modelo del Estado Benefactor, que trataba de disminuir las diferencias sociales. Es decir, el Estado Benefactor Keynesiano tiene su origen en la Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero, la cual se considera el trabajo magistral del economista británico John Maynard Keynes (1883-1946). El libro es visto como la fundación de la Macroeconomía Moderna. Es decir, en gran medida, creó la terminología de la moderna Macroeconomía. Se publicó en febrero de 1936, en una época marcada por la Gran Depresión estadounidense. Su teoría general, desencadenó una revolución en el pensamiento económico, llamada la “Revolución Keynesiana”, en la forma en que los economistas (Clásicos), pensaban en el fenómeno económico y especialmente en cómo pensaban acerca de la viabilidad y conveniencia de la gestión del sector público, y del nivel agregado de la demanda en la economía. Sus ideas tuvieron un fuerte impacto en las teorías económicas y políticas modernas y también en las políticas fiscales de muchos gobiernos. Estaba a favor de una política de intervencionismo estatal, a través del cual el Estado utilizaría medidas fiscales y monetarias con el objetivo de mitigar los efectos adversos de las recesiones, depresiones y períodos de auge económico. Se considera como uno de los principales fundadores de la Macroeconomía Moderna. De igual manera, las teorías de Keynes fueron tan influyentes, que actualmente existe todo un subcampo de la Macroeconomía llamado Economía Keynesiana, donde se discuten sus teorías y las aplicaciones de éstas.
El pensamiento keynesiano estuvo en contraposición en algunos puntos con el pensamiento clásico, ello implicó una ruptura entre Keynes y los Clásicos, es decir, un cambio de paradigma, entre ellos se tienen:
La Teoría Económica Clásica está basada en el supuesto del empleo total del trabajo y de los factores de producción. Puede haber períodos que se aparten del empleo total, pero éstos se consideran como anormales. Si bien en alguna época no hay realmente empleo total, la Teoría Clásica afirma que siempre hay una tendencia hacia el empleo total. La situación normal es un equilibrio estable de empleo total. Si la perturbación persiste, la escuela clásica le atribuye a la interferencia de los gobiernos o los monopolios privados en el libre juego de las fuerzas del mercado. (Dillard: 1980:18).
El mismo autor señala, que en contraste con este planteamiento, Keynes considera que la situación normal del capitalismo del laissez faire es un nivel de empleo fluctuante. La finalidad primordial de la Teoría de Keynes consiste en explicar lo que determina el volumen de empleo en cualquier momento. La Teoría Clásica presupone el empleo total y prosigue explicando cómo se adscribe a la producción un volumen total dado de elementos y cómo se distribuye la renta derivada de la producción entre los diferentes tipos de elementos que participan en la producción. Las fuerzas del mercado que adscriben los elementos a la producción y determinan las recompensas en la distribución son la oferta y la demanda. Las relaciones generales de la oferta y la demanda determinan los valores relativos de los elementos de producción y de las mercancías singulares. Expresados en términos de dinero, estos valores son los precios, y el sistema que fija los precios es el mecanismo planificador inconsciente que guía a los particulares, al perseguir los rendimientos individuales máximos, a poner en juego y sin reserva la totalidad de los medios del sistema económico. Esta es brevemente esbozada, la célebre Teoría del Valor, de la Distribución y la Producción, que constituye el núcleo de la Teoría Económica Clásica.
Asimismo, Keynes estaba en contraposición con la Teoría Clásica sobre el Empleo, donde ellos asocian el equilibrio con el pleno empleo. Señalaban que las altas tasas de desempleo representaban un problema pasajero, originado por las fluctuaciones económicas y el desequilibrio a corto plazo, es decir, según los Clásicos, la economía de mercado tiene una tendencia natural a desplazarse hacia el pleno empleo y habrá pleno empleo, siempre que la economía esté en equilibrio.
En cambio, la Teoría Keynesiana plantea, que la economía puede caer en un equilibrio con desempleo masivo, que implicaría un período prolongado de demanda agregada inadecuada y altas tasas de desempleo. Igualmente, Keynes señalaba que la causa real del desempleo era el insuficiente gasto en inversión.
En otras palabras, la Teoría General del Empleo de Keynes, se ocupa de las variaciones del volumen de producción y del empleo en el sistema económico en su conjunto como resultado de las fluctuaciones en la cantidad de los medios de producción empleados. La aceptación del empleo total como una situación normal de una economía de cambio, se justifica en la teoría económica clásica, mediante el supuesto de que la oferta crea su propia demanda. Este supuesto está basado en la Ley del Mercado de Say. Es decir, todo lo que se produce, se consume o se demanda, esta ley constituye una negación de la posibilidad de una superproducción general, esto es, una negación de la posibilidad de una deficiencia de demanda adicional. En una economía de cambio, la Ley de Say significa que el gasto siempre será suficiente para mantener el empleo total. La justificación clásica del empleo total como normal se basa en el supuesto de que la renta se gasta automáticamente a un ritmo que mantendrá empleados todos los medios de producción.
En ese mismo orden de ideas, Wonnacott (1993), señala, “que los autores clásicos siempre han tendido a considerar como voluntario el desempleo, aún el cíclico y el estructural” (p. 149). En efecto, pensaban que esas formas de desempleo se deben a que los trabajadores que han perdido sus antiguos puestos se niegan a ir a trabajar en otra parte, con un nivel más bajo de salarios. Es por ello, que Pigou (economista clásico), en su Teoría del Desempleo (1933), había sostenido que el volumen de empleo dependía de una tasa de salarios reales y de la curva de la demanda de mano de obra, para él, la baja de los salarios reales debía ser uno de los correctivos utilizables contra el desempleo. Ellos consideraban el desempleo como una manifestación de desequilibrio momentáneo, excepcional (p.261).
Para Keynes, por el contrario, los desempleos cíclicos (períodos de depresión cíclica) y estructural (cuando ciertas ramas de la producción son abandonadas y el trabajador está largos periodos de tiempo sin empleo), son “involuntarios”, es decir, no se deben a la negativa obrera de trabajar en ciertas condiciones, sino al mecanismo mismo de la economía de nuestro tiempo, no podría remediarse con una baja de salarios, ya que también los salarios son rígidos hacia la baja, el desempleo se debe a una insuficiencia crónica de la demanda efectiva, esta insuficiencia es la que limita las inversiones, y por lo tanto, el nivel de la ocupación.
Según Dillard (ob. cit.), el punto de partida lógico de la Teoría de la Ocupación de Keynes, es el Principio de la Demanda Efectiva. El empleo total depende de la demanda efectiva total (y ésta se compone de dos partes: el gasto para el consumo y el gasto para la inversión), donde el paro es el resultado de una falta de demanda total. La demanda efectiva se manifiesta en el gasto de la renta. Cuando el empleo aumenta, aumenta la renta. Es decir, para que haya una demanda suficiente para mantener un aumento en el empleo, tiene que haber un aumento en la inversión real igual a la diferencia entre la renta y la demanda de consumo procedente de esa renta. En otras palabras, el empleo no puede aumentar, si no aumenta la inversión. Esta es la médula del principio de la demanda efectiva.
Keynes pensaba que la economía estaba caracterizada por una insuficiencia de demanda efectiva. Por ello, según Wonnacott (ob. cit.), las causas de esta insuficiencia le parecían múltiples, pero tres de ellas le fueron de mayor importancia: la disminución progresiva de la propensión marginal a consumir, el decrecimiento de la eficacia marginal del capital y el exceso de la preferencia por la liquidez.
El mismo autor señala, con relación a la disminución progresiva de la propensión marginal a consumir, que era la principal causa, ya que en la economía capitalista, el ingreso distribuido tiende a crecer y cuando éste crece, la parte destinada a gastos de consumo crece también, pero en menor proporción. El ahorro se hace cada vez más fácil. En una sociedad capitalista esta disposición esta reforzada por el comportamiento de los diversos grupos sociales. Por tal motivo, la distribución de los ingresos tiende a hacerse sobre bases cada vez menos igualitarias. En esas condiciones, el consumo de las clases pobres tiende a aumentar poco, porque su ingreso aumenta poco, mientras que las clases privilegiadas, cuyo ingreso crece más de prisa, encuentran un interés cada vez menor en las satisfacciones que les procuraría un aumento de sus gastos de consumo: la parte de ingreso que renuncian a consumir es cada vez más fácilmente creciente. Tal como lo señala Keynes (1980), en su Teoría General:
Este análisis nos da una explicación de la paradoja de la pobreza en medio de la abundancia. Pues la mera existencia de una insuficiencia de demanda efectiva puede ocasionar, y ocasiona a menudo, una detención del aumento del empleo antes de llegar a un nivel de empleo total…Además, cuanto más rica sea una comunidad, mayor tenderá a ser la distancia entre su producción efectiva y su producción potencial, y por tanto, más obvios y atroces serán los defectos del sistema económico (p. 38).
Con respecto al segundo punto, la baja progresiva de la eficacia marginal del capital, señala Keynes que la insuficiencia en las inversiones es un fenómeno grave y muy real y esta disminución está ligada a la baja en la propensión a consumir. Por ello, los empresarios, menos seguros de vender fácilmente y a un precio remunerador, cuando se hace más lento el ritmo de crecimiento de los gastos de consumo, esperan menores beneficios, y esto hace que el incentivo a invertir disminuya. De allí que Keynes señala, que lo que impulsa a invertir no es la abundancia de ahorro (como lo señalan los clásicos), sino el rendimiento probable del capital. Y con relación al último punto, preferencia por la liquidez, éste se basaba en tres motivos: el motivo transacción, el motivo precaución (donde los capitalistas pierden más el gusto por el riesgo y prefieren cada vez más colocar sus haberes en formas lo más liquidas y seguras posibles) y el motivo especulación, siendo éste último el más importante, a causa de su inestabilidad. Donde se afirma, que la preferencia por la liquidez tiende a aumentar cada vez más, sobre todo en situaciones de riesgo, de una guerra, entre otros.
Por otro lado, y dentro de este marco de acción, Keynes utiliza el concepto de demanda total bajo la denominación de demanda agregada y propuso que la demanda agregada se analizara a partir del estudio de cuatro componentes, que corresponden a los componentes del Producto Interno Bruto:
1)Los gastos del consumo privado.
2)La demanda de inversión (demanda de equipos, planta, edificios y nuevas tecnologías).
3)Las compras de bienes y servicios por parte del Estado.
4)Las exportaciones netas.
A pesar de que el consumo es el componente mayor de la demanda agregada, la demanda de inversión y el gasto del Estado, juegan un papel importante en la economía keynesiana. La demanda de inversión es importante debido a que es la causa principal de la inestabilidad económica (donde el volumen de inversión depende de la eficacia marginal del capital y del tipo de interés). Keynes resaltó que los empresarios solo desean invertir cuando esperan obtener beneficios por las inversiones. Pero las expectativas son frágiles, cuando la economía comienza a estar en declive, los empresarios se vuelven pesimistas y por tanto, recortan la inversión, acelerando el descenso. En otras palabras, Keynes utilizó la demanda de inversión, para subrayar lo inestable que podía ser la economía de mercado. Esta visión contrasta con la clásica, en la que una economía se desplaza hacia el equilibrio con pleno empleo y es básicamente estable (suponiendo que la cantidad de dinero también lo sea).
El gasto del Estado juega un papel clave en la economía keynesiana como remedio a la inestabilidad económica, donde el Estado debe proporcionar una solución mediante el incremento del componente de la demanda agregada, directamente bajo su control. Es decir, el Estado debe intervenir incrementando su gasto, cuando hay descenso en la demanda de inversión y de este modo, restaurar el empleo para mantener el nivel global de gasto en la economía. Resumiendo, Keynes, señaló que la inestabilidad de la demanda de inversión, es la causa de la inestabilidad económica. El gasto del estado se puede usar como un remedio. Cuando la demanda de la inversión disminuye, se puede aumentar el gasto del estado. Cuando la demanda de la inversión se recupera, se puede limitar el gasto del estado para estabilizar de nuevo la demanda agregada. Así el gasto del estado, se puede utilizar de nuevo para compensar las fluctuaciones de la demanda de inversión. (Wonnacott: 2000:148).
Es allí cuando surge el Estado Benefactor Keynesiano, puesto que Keynes ofreció las bases para su teoría, presentando la posibilidad de que las crisis económicas puedan controlarse, en alguna manera, mediante la intervención del Estado, y ello originó un cambio radical en las funciones del aparato estatal. Keynes mostró que el sistema no podía regenerarse por si mismo, si no mediaba la voluntad política del Estado y su intervención directa en la economía global de un país y señaló que para los periodos de deflación, de desempleo masivo, de recesión en la economía, era necesario el papel corrector que debe jugar el Estado. Por tal motivo, el Estado va a actuar en beneficio de los trabajadores, implementando reformas para beneficiar a la población, como los programas de salud, vivienda, leyes para regular el salario, educación y en virtud de ello, el Estado puede considerar al gasto social como una inversión productiva y una solución a la crisis.
Finalmente, Keynes argumenta que el nivel de empleo en la economía moderna estaba determinado por tres factores: la Inclinación Marginal a Consumir (el porcentaje de cualquier incremento en la renta, que la gente destina para gasto en bienes y servicios), la Eficiencia Marginal del Capital (dependiente de los incrementos en las tasas de retorno), y la Tasa de Interés. El argumento clave en el pensamiento de Keynes, es que una economía debilitada por la baja demanda (como por ejemplo, en una depresión), donde hay un problema desencadenante (dificultad en conseguir una economía que crezca vigorosamente), el Estado (Sector público) puede incrementar la demanda agregada, incrementando sus gastos (aunque se incurra en déficit público), es decir, los intentos del gobierno tratando de influir en la demanda agregada a través de los impuestos, el gasto público y la política monetaria, sin que el sector público incremente la tasa de interés lo suficiente, como para minar la eficacia de esta política.
Cabe destacar, que en atención a los planteamientos descritos, el Estado venezolano ha sido intervencionista en el periodo actual y en épocas recientes, con la finalidad de regular la economía del país, y a su vez para implementar una serie de programas encaminados a paliar los problemas sociales en que se encuentran los grupos más vulnerables en situación de pobreza extrema. De allí que es imperativo, que el Estado genere mecanismos a través de la vinculación con el sector productivo del país, para que se dote de capacitación técnica y especializada a la población que se encuentra en esta situación y se logren insertar en el mercado laboral, a fin de tratar de superar los niveles de pobreza en que se localizan estos grupos con necesidades básicas insatisfechas.