Ledis Mesino Rivero
El objetivo de la política de estabilización macroeconómica, es mantener la economía transitando lo más cercanamente posible a su senda de crecimiento de equilibrio. Igualmente, está el hecho de que las fluctuaciones son en general, indeseables, ya que al apartar el producto y el empleo de sus equilibrios naturales, ocasionarían costos a la sociedad, cuyo bienestar se vería así reducido. Un ejemplo de ello, son los episodios de recesión, que hacen caer el nivel de la actividad económica por debajo de su potencial. En virtud de ello, como lo explica Massad (2000), “las perturbaciones a la economía pueden venir tanto por el lado de la demanda agregada como por el de la oferta, generando los shocks de demanda o de oferta, y estas perturbaciones tienen un impacto rápido sobre la actividad económica y los precios internos, generando a su vez, inflación, desempleo, estancamiento de la economía, entre otros” (p. 56).
En virtud de ello, la política económica, a través de sus políticas fiscales, monetarias y cambiarias son instrumentos que utilizan los gobiernos para generar estabilidad macroeconómica, en ese sentido, los gobiernos utilizan medidas para estabilizar el ciclo económico y disminuir las recesiones, a través de su influencia en la demanda agregada. En otras palabras, los gobiernos pueden luchar contra las recesiones o contra la inflación principalmente utilizando sus instrumentos monetarios y fiscales para influir en el crecimiento de la demanda agregada. Por tal motivo, como lo señala Samuelson (2000), “la combinación de la política fiscal y monetaria depende de dos factores: la necesidad de gestionar la demanda y la combinación deseada de medidas fiscales y monetarias” (p. 642).
El mismo autor señala, que la gestión de la demanda se refiere a la utilización activa de la política monetaria y la fiscal para influir en el nivel de demanda agregada, por ejemplo, la aceleración del crecimiento de la demanda agregada, provocará un aumento de los niveles de producción real, también aumentará la presión sobre los salarios y los precios y tenderá a elevar la tasa de inflación y viceversa. El segundo factor, que afecta a la política fiscal y monetaria, es la combinación de medidas fiscales y monetarias deseadas, y se refiere al poder relativo de las medidas fiscales y monetarias y a su influencia en los diferentes sectores de la economía. La idea básica es que la política fiscal y la monetaria son sustitutivas en la gestión de la demanda. Pero aunque pueden utilizarse distintas combinaciones de medidas monetarias y fiscales para estabilizar la economía, éstas producen diferentes efectos en la composición de la producción. Es por ello, que al variar la combinación de impuestos, gasto público y política monetaria, los gobiernos pueden alterar la proporción del PIB dedicada a la inversión empresarial, al consumo, a las exportaciones netas y a las compras de bienes y servicios por parte del Estado. Es decir, la composición de estas medidas, contribuye a determinar la composición del PIB. De igual manera, si los gobiernos deciden utilizar una estrategia de elevada inversión, exigirían un superávit presupuestario, así como unos bajos tipos de interés reales, ya que se necesitarían suficientes recursos para llevar a cabo esa actividad.
Del texto anterior se desprende, la importancia de la estabilidad macroeconómica para la consecución de los objetivos macroeconómicos, y para conseguir tales fines, se hace necesario implementar políticas económicas cuya base esté fundada en la sostenibilidad fiscal, y la misma se basa en el hecho de que los gobiernos necesitan recursos suficientes, para asegurar su capacidad de llevar a cabo las funciones que se les atribuye. De modo que, esas funciones deben ir dirigidas a aplicar políticas fiscales eficientes que redunden en beneficios y mejoras en el nivel socioeconómico de la sociedad.
De aquí que es importante destacar, tal como lo señala Ochoa y otros (ob. cit.):
Que no basta con examinar la sostenibilidad de una determinada política fiscal, sino también es necesario evaluar la vulnerabilidad de la misma, y cuya vulnerabilidad implica determinar aquellos factores económicos, políticos y sociales que pueden comprometer el logro de los objetivos de la política fiscal, y en consecuencia, su sostenibilidad (p. 3).
Dentro de este contexto, es oportuno mencionar, según Ríos (2003), los principales problemas fiscales que se presentan en países que tienen un alto grado de volatilidad o vulnerabilidad en sus economías, debido a que dependen generalmente de un solo producto de exportación, por ejemplo, el petróleo, entre ellos se tienen:
* “Exceso de Volatilidad y ciclos petroleros
* Déficits fiscales
* Bajos ingresos no petroleros e Instituciones tributarias débiles
* Gasto público con tendencia al alza, volátil y excesivamente rígido
* Creciente deuda interna
* Uso de la devaluación como instrumento de ajuste fiscal” (p. 6).
Considerando lo anterior se deduce, que la excesiva volatilidad ocasionada por la alta dependencia de la producción de un solo producto de exportación, y la fluctuación de los precios de los mismos en la economía mundial, es el problema principal que enfrentan estos países, para ello es necesario implementar mecanismos de estabilización del ingreso o de los gastos.