Juan Soto del Angel
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Al estudio de las culturas populares y de los frentes culturales se suman otros capítulos o trabajos de investigación, hasta hacer un total de 11. Independientemente de que cada uno tenga objetivos propios, se ponen a prueba las conquistas teóricas y metódicas ganadas previamente y que aquí tan sólo han sido enunciadas.
En el capítulo 11 se “intenta ennumerar y ordenar una serie de ideas, lecturas y placenteras obsesiones personales respecto al estudio de sistemas dinámicos o complejos” (González, 1994: 334). Allí se presentan “ideas sueltas” que podrían formar parte de la teoría metódica que se sostiene. En lo que sigue se intentará la reconstrucción de las condicionalizaciones respectivas.
La introducción puso de manifiesto que se había pasado de las preguntas sobre las formas de comunicación a las preguntas sobre las formas de elaboración del consenso. Nada extraño tiene pues que ahora se ocupe de “las dimensiones de eso llamado sistema de comunicación social de una determinada sociedad” (González, 1994: 333).
Ciertamente, la realidad de un sistema de comunicación social no está estructurada, es estructurable; no está ordenada, pero puede ser ordenable; no es evidente, pero podría ser evidenciable. Sin embargo, esto no quiere decir que se puede estructurar, ordenar y evidenciar sin importar la manera y la clase de herramientas y criterios. La realidad también suele ser terca y no se deja hacer cualquier tipo de sortilegio. (González, 1994: 333-334)
He allí las primeras condicionalizaciones de la teoría metódica. Exige suponer la realidad de sistemas de comunicación social estructurables, ordenables y evidenciables. Asimismo demanda una selección adecuada de herramientas y criterios. Sin estos puntos de partida, el método no se instaura. “Además, no sólo podemos hacer diversas operaciones sobre la realidad, sino que también ella nos puede hacer cosas, puede afectarnos. De hecho suceden y nos afectan. También la realidad es siempre estructurante” (González, 1994: 334).
Ahora bien, “las informaciones relativas a un sistema de comunicación social dado ‘se dejan representar mejor’ si las ordenamos y pensamos como un conjunto delimitado de entidades o elementos interconectados por medio de una densa red de relaciones” (González, 1994: 334-235). En términos de condicionalización: la mejor representación de un sistema de comunicación social ocurre si se organiza en tanto conjunto de entidades interconectadas por una red de relaciones. Y se agrega otra condicionalización: el método queda firme si se construyen trayectorias. Véase:
Nuestra tarea se vuelve ciertamente bastante compleja si a ello agregamos que su organización presente no sólo puede ser vista como un punto, sino también como una trayectoria; es decir, con un largo horizonte temporal y todo un verdadero historial de perturbaciones, fluctuaciones, crisis, asimilaciones y acomodaciones diversas que nos remiten a distintos procesos y dinámicas de estructuración y desestructuración. (González, 1994: 335)
Puesto que la teoría metódica propuesta se deriva de “los enfoques contemporáneos de la teoría de sistemas”, se hace una defensa de la misma. No se verá aquí. A las condicionalizaciones anteriores siguen otras. “El trabajo propiamente se inicia cuando diseñamos y esclarecemos un marco epistémico mediante el cual establecemos una pregunta o un conjunto coherente de preguntas que especifican la dirección y orientación general de la investigación” (González, 1994: 338). Así, el método se instituye si se aclara un marco epistémico, del cual se hacen depender las preguntas. “Es importante resaltar que de acuerdo con el tipo de pregunta que se plantee, será el tipo de dominio empírico pertinente para nuestra investigación” (González: 338). Las preguntas, pues, delimitan el dominio empírico. Éste último, a su vez, “señala el conjunto de las preguntas ‘preguntables’” (González: 338). “Una vez formulada la pregunta conductora, la selección de los diversos componentes del sistema es conducida por la mayor o menor importancia que tales componentes poseen frente a la cuestión de origen” (González: 338). Luego, la teoría metódica propuesta exige responder a las preguntas con una selección de elementos basada en un criterio de importancia. Pero la falta de coincidencia entre unas y otros reclama constantes ajustes.
Como nos señala Rolando García, muy raras veces esta concordancia entre preguntas y elementos se muestra clara y nítida desde un principio, por lo que se requiere sucesivos intentos; esta característica hace nuestra definición de sistema se transforme y complete conforme avanza el trabajo. (González, 1994: 338-339)
A las preguntas sigue la “problemática de establecer la composición del sistema”, lo que implica “determinar sus límites, caracterizar sus elementos y escribir las estructuras que harán visible nuestro sistema” (Cf. González, 1994: 339). Dicha tarea da origen a otra serie de condicionalizaciones.
La selección de límites se hace valer a partir de “una extensa revisión de la bibliografía accesible, la consulta con expertos en la materia, así como la sistematización de nuestras propias experiencias con el problema en cuestión” (González, 1994: 339). Se agrega “la intuición, la creatividad, la imaginación y la experiencia acumulada en el diseño inicial de los sistemas complejos” (González: 339).
La selección de los límites que separan al sistema de su entorno recibe sustento si la parte interna incluye “aquellos componentes necesarios para generar los modos de comportamiento que nos interesan a partir de las preguntas-guía” (González, 1994: 340). La parte interna, desde luego, constituye al sistema.
La diferencia entre sistema y entorno hace posible fundar sus relaciones. Así, “las acciones del medio sobre el sistema se consideran como perturbaciones que afectan el comportamiento autónomo del sistema, pero que no suministran a éste sus características fundamentales” (González, 1994: 340). Las perturbaciones igualmente pueden definirse del siguiente modo: el comportamiento autónomo del sistema cambia sin alterar sus características fundamentales, porque al mismo tiempo hay acciones del medio sobre el sistema. Por supuesto, se trata de una condicionalización de la teoría de sistemas que, como las que siguen, se une a la teoría metódica que se propone. Se agrega una distinción. “Se habla de perturbaciones exógenas cuando existe una modificación en las condiciones de contorno, y nombramos perturbaciones endógenas a las modificaciones de algún parámetro que determina las relaciones en el interior del sistema” (González: 340).
Los elementos externos al sistema están relacionados con los elementos internos de un modo muy distinto a como se ligan entre sí las variables que se encuentran “dentro”. Normalmente se considera que las relaciones de causa-efecto entre medio y sistema son unidireccionales; por su parte, los elementos contenidos dentro del sistema se estructuran mediante cadenas complejas de retroalimentación, las cuales marcan una fuerte interacción entre ellos. (González, 1994: 340)
La unidireccionalidad refiere la siguiente condicionalización: cuando cambian algunos de sus atributos se afecta al sistema, y el comportamiento del sistema afecta otros atributos del medio distintos de los anteriores” (González, 1994: 340).
Se cita un par más de relaciones entre sistema y entorno, o si se prefiere, de condicionalizaciones de la teoría de sistemas. Si determinadas perturbaciones son “amortiguadas”o “asimiladas” sin modificar la estructura del sistema, éste se designa estable respecto de aquéllas; si el sistema “no puede absorber la perturbación, sobreviene un periodo de inestabilidad y ocurre una ruptura de la estructura inicial” (González, 1994: 340). “La evolución del sistema después de haber superado el umbral de inestabilidad, marca distintos procesos de estructuración y desestructuración, cuya dinámica esclarece las transformaciones de organización del sistema” (González: 341). En otras palabras, gracias a la diferencia estabilidad/inestabilidad es posible construir la evolución del sistema, o lo que es lo mismo, sus transformaciones.
Distinguido el sistema del entorno, así como sus posibles relaciones, se centra el interés en el primero. He aquí la condicionalización inicial: “la identificación de los elementos del sistema dependerá del conjunto de nuestras preguntas específicas” (González, 1994: 342). “Los elementos de un sistema pueden ser realidades ‘aislables’ tales como grupos de individuos, unidades productivas, una danza ritual, un conjunto de iglesias, los componentes de un equipo de producción de telenovelas, etcétera” (González: 342). Una segunda condicionalización, pues, exige responder a las preguntas por los elementos de un sistema, “aislando” realidades. “Sin embargo, cualquiera de esos elementos puede, a su vez, ser tratado como miembro de estructuras sumamente diferentes, lo cual depende del conjunto de relaciones entre dichos elementos” (González: 342). Es decir, una tercera condicionalización: las realidades que se “aíslan” son susceptibles de pertenecer a una u otra estructura. “Así, para cada conjunto de relaciones distintas entre los elementos, definimos un determinado sistema; éste será llamado subsistema, por considerar que siempre está ‘contenido’ dentro de un sistema (de relaciones) más general” (González: 342).
La teoría metódica propuesta demanda también “un correspondiente conjunto de definiciones que nos permita leer los elementos en términos de variables” (González, 1994: 342). Éstas pueden ser exógenas (si modifican al sistema desde el exterior) o endógenas (si modifican al sistema desde el interior).
“En la determinación de los elementos o variables del sistema, las escalas temporales y espaciales desempeñan un papel clave” (González, 1994: 343). Un elemento podrá considerarse simple o compuesto, pertinente o no, según el espacio o tiempo en que se ubique.
Los elementos de un sistema pueden ser simples y estables, complejos y mutantes; pueden variar pocas de sus propiedades, o completamente transformarse hacia distintos estados. Las relaciones que los unen pueden ser mutantes o unidireccionales, lineales, no lineales o intermitentes, así como tener diversos grados de eficacia y peso jerárquico (González, 1994: 343).
González (1994) atribuye esta información a Buckley (1982). La teoría metódica obliga (condicionaliza) a interpretar los sistemas mediante la complejidad que allí se cita. Además, introduce aquí el concepto de estructuras elementales de causalidad: “cadenas complejas, circuitos de relaciones causales llamados bucles de retroalimentación” (González: 343-344). Éstos últimos pueden ser positivos (si refuerzan la variación de origen: a mayor o menor número de nacimientos, mayor o menor tamaño de población) o negativos (si contrarrestan la variación inicial: a mayor número de servicios de salud, menor mortalidad; a menor número de aquéllos, ésta es mayor). Lo anterior posibilita esta condicionalización: “El comportamiento global de un sistema se determina por las redes de interrelaciones entre los distintos bucles o cadenas cerradas de retroalimentación que posea” (González: 344). A la cual se liga esta otra: “el establecimiento (o la disgregación) temporal de cualquier red que interconecte bucles de retroalimentación entre sí, constituye procesos de estructuración y desestructuración” (González: 344).
Una condicionalización que sintetice la composición del sistema que sugiere la teoría metódica podría ser ésta: la reconstrucción de un sistema de comunicación social queda firme si se distingue de su entorno y si se trazan límites en relación con sus elementos, estructuras y procesos. “Conviene –aun de manera episódica- mencionar que, en el análisis del sistema de comunicación, debemos distinguir distintos niveles de procesos para cada subsistema, así como para el sistema global” (González, 1994: 344).
Y todo ha de representarse por medio de un diagrama causal, “donde los nombres de cada componente se unen entre sí con flechas orientadas” (González, 1994: 346). “Conviene al menos tener los rudimentos de la teoría de grafos para mejor sortear la empresa” (González: 346). También “conviene realizar un ejercicio lógico de combinar los elementos en forma de tabla de ‘todas las relaciones posibles’; a partir de ella, habrá que seleccionar las pertinentes y descartar las relaciones no plausibles” (González: 347). Entonces, “se puede proceder a traducir el diagrama causal en un diagrama dinámico de flujo o de Forrester”. Para tal cosa la referencia es Aracil (1983). En términos de condicionalización: se procede con arreglo a la teoría metódica si a las fases anteriores sigue un diagrama causal y éste se constituye con apoyo de la teoría de grafos; además, si el diagrama causal se transforma en un diagrama dinámico de flujo, con apoyo de una tabla que ayude a delimitar las relaciones pertinentes.
En síntesis, el proceso de modelado de un sistema dinámico comporta en forma secuencial y progresiva el establecimiento de: a) los límites del sistema (variables endógenas y exógenas); b) los bucles de retroalimentación, como los elementos básicos de la estructura dentro de los límites fijados; c) las variables de nivel, que representan las acumulaciones dentro de las cadenas de retroalimentación, y d) las variables de flujo, que representan la actividad dentro de los bucles de retroalimentación. (González, 1994: 348-349).
La última condicionalización: se procede con arreglo a la teoría metódica si se llevan a cabo comparaciones entre sistemas. Ello “implica establecer una serie de analogías y, al menos, una tipología previa” (González, 1994: 349), cuya posibilidad deriva de los resultados de las fases anteriores.