Juan Soto del Angel
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Todo conocimiento se produce a partir de observaciones. Y, para que la observación tenga continuidad, el observador ha de ser un sistema estructurado (Luhmann, 1996). Con base en George Spencer Brown, Luhmann considera que la observación tiene una forma peculiar. Ésta, en primer lugar, fija un límite. Con la consecuencia de que surgen dos lados. De un lado ubica lo observado y del otro lo demás. En este sentido, podría decirse que la observación despliega tres acciones: una diferenciación, una negación y una designación. Cuando se observan los árboles se traza un límite, de un lado se colocan los árboles y del otro lo diferente a los árboles. Se establece así una diferencia entre los árboles y lo diferente a los árboles. También una negación, puesto que muchas cosas resultan negadas en tanto árboles; y, una designación, ya que otras se designan como árboles. Tal es la forma de la observación, o si se prefiere, la manera en que un sistema estructurado desarrolla observaciones.
Ahora bien, el observador no consigue llevar a cabo la observación más que desde el observador ¿De qué otro lugar podría? Luego, la observación es paradójica. En efecto, el observador observa con el propósito de saber lo que no sabe. Pero únicamente sabrá lo que desde él puede construir, es decir, lo que de algún modo ya sabe. O de manera más precisa. El observador observa con la intención de conocer los límites o diferenciaciones que ignora. Los cuales aparecerán sólo si el observador los traza. Y no lograría trazarlos si no los conociera de antemano. Es posible argumentar que el observador traza los límites a partir de las características de los objetos. Lo cual es cierto. No obstante, habría que matizarlo. Si las cosas son diferentes o no, es algo que pasa inadvertido para ellas. Es el observador quien determina las diferenciaciones, negaciones y designaciones. Y a partir de ello es que se instituyen las características. Los árboles no son árboles por decisión propia, sino porque un sistema observador distinguió entre lo que es árbol y lo que no.
¿Cómo se constituye un sistema observador? No puede ser de otro modo más que observándose. Dado un entorno, el sistema traza un límite. De un lado se coloca a sí mismo y del otro al entorno. Funda, pues, la diferenciación entre su identidad y su alteridad. La alteridad no es otra cosa que el producto de una negación, mientras que la identidad es el resultado de la designación. Imposible ocultar la paradoja. El sistema, a fin de constituirse, requiere de trazar un límite. Pero el lugar en que ha de trazarse el límite tiene que ser decidido. Y la decisión sólo puede tomarla el propio sistema. En otras palabras, para constituirse, el sistema tiene que estar constituido.
En esta parte también se pone de manifiesto que el sistema sólo es idéntico consigo mismo. Todo sistema esboza su propio límite y ninguno está en condiciones de repetir la operación diferenciadora del otro, puesto que la operación diferenciadora es la que determina la identidad de cada uno. En esta dirección, lo más que pueden hacer los sistemas es observar a otros observando, pero en todo momento, cada uno operando sus observaciones con un límite propio.
Luego, no todo vale. Las observaciones de las que deriva el conocimiento están condicionadas por los observadores o sistemas estructurados. Observadores y observaciones, además, se forjan en la paradoja. Nada tiene de raro, pues, que cualquier saber devenga paradójico. Incluido el que aquí se propone. Cierto. Indicar que todo conocimiento es paradójico, es una paradoja. La misma quedaría expresada más o menos del siguiente modo. Todo conocimiento es paradójico, es decir, contradictorio, porque implica saber lo que no se sabe. En otras palabras, nada puede saberse ¿Cómo, entonces, se sabe que todo conocimiento es paradójico? Una vez más: la paradoja no necesariamente tiene que bloquear el conocimiento.