Juan Soto del Angel
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La producción de una historia de la búsqueda metodológica permitió delimitar, en el primer capítulo, los dos paradigmas hegemónicos de mayor influencia en las ciencias sociales latinoamericanas. La comparación de los mismos, en el segundo, derivó en una síntesis creativa. El tercer capítulo o trabajo hace recortes en relación con una metodología histórico-estructural, atribuida con antelación a los partidarios del enfoque dialéctico, además de proceder de una concepción “que ha sustentado la tradición de investigación latinoamericana” (Sánchez, 1991: 52).
Como es de suponer, el tercer capítulo se vale de las conquistas estructurales logradas antes. Destaca una cadena de conceptos de Kuhn: comunidad científica, paradigma (o, preferentemente con Laudan, tradición de investigación) y matriz disciplinaria.
Lo que, siguiendo a Kuhn (1970), llamamos paradigma, concebido como visión “científica” del mundo, fuente a su vez de preguntas y de intentos de respuesta de índole cognoscitivo, puede entenderse en una dimensión más sociológica e histórica como una “tradición de investigación” (Laudan 1978), como “un conjunto de presupuestos generales sobre entidades y procesos que conforman un dominio de estudio, y sobre los métodos apropiados para investigar los problemas y construir las teorías en tal campo de estudio”. (Sánchez, 1991: 50)
“Pero una tradición de investigación es siempre puesta en acto por miembros de una comunidad científica concreta, histórica y socialmente situada” (Sánchez, 1991: 50). Comunidad que suele sujetarse a una “’matriz disciplinaria’: generalizaciones simbólicas, modelos heurísticos y ontológicos, valores, soluciones ‘ejemplares’ a problemas cognoscitivos previos, etcétera, en la concepción de Thomas Kuhn (1970)” (Sánchez: 50).
La cadena de conceptos de Kuhn, reforzada con Laudan, se somete a un grado más alto de distinción. Así, una tradición de investigación se caracteriza por medio de una jerarquía epistémica, la cual aquí se condensará en una ontología y una metodología. Aquella “incluye concepciones más o menos explícitas sobre qué entidades elementales existen y cómo interactúan”; ésta “desarrolla directrices más o menos explícitas sobre cuáles son las formas legítimas de abordar la indagación de tales entidades y sus interrelaciones”. “Las relaciones lógicas entre los diversos niveles de jerarquía epistémica, nunca son en la práctica concreta lo elegantemente integradas (ni son totalmente ‘lógicas’). Dicha jerarquía tampoco es “totalmente consciente, ni totalmente sistemática y explícita” (Cf. Sánchez, 1991: 50).
Todavía se avanza más por el camino de la especificación. “No hay una sola forma de estructurar (cognoscitivamente) la realidad, sino que cada concepción general (tradición de investigación, paradigma, marco epistémico) orienta preferentemente hacia algún tipo de construcción cognoscitiva de lo real” (Sánchez, 1991: 51). Con esta condicionalización de una teoría metódica se garantiza de antemano la legitimidad de diversas formas de “estructurar (cognoscitivamente) la realidad”. Sin embargo, frente a tres formas de estructurar que se citan con base en Jean Piaget (1976), se privilegia una. En la primera, la sociedad “es concebida como una suma de individuos que está ya en posesión de las características a ser explicadas”; en la segunda “se cree –como lo hacía Durkheim- que el todo social engendra nuevas propiedades, que se imponen a los individuos”. La tercera “considera a la sociedad como un sistema de interacciones, oposiciones, equilibrios/desequilibrios y superaciones que desde el principio introducen determinaciones a los elementos individuales y que, por otra parte, explican las variaciones y mutaciones del todo” (Cf. Sánchez: 51-52).
Nosotros pensamos que esta última posición, que puede llamarse dialéctica, incluye jerárquicamente, superándolas, a las dos anteriores, de tal manera que permite pensar, por niveles, en el papel histórico de los sujetos individuales, quienes a su vez forman parte de diversos grupos, clases, etcétera (es decir, de varias jerarquías sistémicas), que no se conforman y relacionan aditiva, lineal y mecánicamente, sino por medio de múltiples niveles de emergencia, y que forman parte a su vez de procesos amplios de estructuración/desestructuración-reestructuración históricas. (Sánchez, 1991: 53)
Quizá pueda reconstruirse ya la condicionalización de base de la teoría metódica que se prepara. El primer paso en la estructuración cognoscitiva de la sociedad estriba en considerarla “un sistema de interacciones” que determina en alguna medida “a los elementos individuales” y explica “las variaciones y mutaciones del todo”. Ello sirve de ancla para legitimar el segundo: conformar “por niveles” “el papel histórico de los sujetos individuales”, quienes podrán ser “parte de diversos grupos, clases, etcétera (es decir, de varias jerarquías sistémicas), cuya organización admitirá “múltiples niveles de emergencia” susceptibles de integrarse a “procesos de estructuración/desestructuración-reestructuración históricas”.
Desde el punto de vista de la descomposición del sentido se fijan los siguientes amarres. En la dimensión objetiva, como es costumbre del sistema de la ciencia, se atribuye una capacidad de enlace determinada por un horizonte externo. Luego, en adelante, toda selección de sentido permanecerá encuadrada entre las vivencias. La sociedad es un sistema de interacciones que determina a los individuos y a la sociedad misma. Tal cosa y cualquier otra que de ahí parta es y será algo que se vive, no que la ciencia delimita. En la dimensión temporal, se mantendrá como un factor constante el desarrollo de procesos de estructuración/desestructuración/reestructuración, en donde los factores variables saltan a la vista: el proceso en general y cada parte del proceso están en constante cambio. En la dimensión social, ego y alter quedan disponibles para consensos y disensos: sujetos individuales, grupos, clases, etc.
La teoría metódica que se promueve anticipadamente se desliga de un relativismo y un idealismo. Se incorpora, en cambio, a una “posición ontológica realista” “complementada por un realismo epistemológico”. Aquélla “presupone la existencia del objeto real ‘allá afuera’, independientemente de que yo quiera o pueda conocerlo”; éste “lleva a considerar que las estructuras y modelos que uno genera corresponden en algún grado a las estructuras y movimientos de aquel objeto real” (Cf. Sánchez, 1991: 53). La legitimidad del método, pues, se hace depender también de la presuposición de un objeto real y de que las estructuras cognoscitivas se asemejen al mismo en alguna medida.
Finalmente, la posición de esta teoría metódica recibe una caracterización triple: “constructivista, racionalista y dialéctica”, además de atribuirse a “la práctica real de científicos de mayor calibre”: Marx, Saussure, Chomsky, Vilar. (Cf. Sánchez, 1991: 55)
Por fin se procede a caracterizar la teoría metódica que se propone. Se trata del “análisis histórico estructural, tal como ha sido desarrollado por científicos sociales latinoamericanos” (Sánchez, 1991: 57). Se notan ahí con claridad las tres dimensiones del sentido. En la objetiva, desde luego, distingue lo que es histórico estructural de lo que no. Ya se ha dicho bastante de eso y se dirá más. En la temporal brilla tanto lo variable (lo histórico) como lo constante (lo estructural). En la social, la propuesta se atribuye a científicos sociales latinoamericanos.
Las unidades estructurales puestas de ancla empiezan a trabajar. Las condicionalizaciones mencionadas antes determinan que las sociedades “son sistemas complejos con múltiples interacciones entre sus diversos subsistemas”. Luego, se hace legítimo lo siguiente: “el investigador social, al construir un objeto de estudio, trata de desentrañar el nexo complejo de múltiples dimensiones, articulaciones y en última instancia determinaciones mediadoras, que pueden ser analizadas a diversos niveles o escalas”. También se hace posible suponer "estructuras globales fundamentales de la sociedad: económicas (...), políticas (...), culturales (...), mismas que, en su compleja interacción y combinación, ‘distribuyen’ a la gente en lugares diferenciados –y desiguales- de la estructura social”. Sin olvidar que la perspectiva expuesta “considera necesariamente todas las formas de organización social y los modos de producción como transitorios”, lo que demanda “producir periodizaciones” que abren la puerta a la crítica, y por tanto, a “un compromiso en última instancia político”. (Cf. Sánchez. 1991: 58-66)
El método deductivo que se ha echado a andar no para todavía. Se proponen, por último, “algunas pistas para el análisis histórico-estructural de la operación social de los medios de difusión masiva” (Sánchez, 1991: 67). De las unidades estructurales previas se derivan éstas: nivel de análisis, dimensión, zonas de articulación o de interfase y mediaciones.
El nivel de análisis condicionaliza al método a suponer un “continuum social”. En otras palabras, una garantía de la investigación se hace depender de considerar una continuidad que va “desde la escala (nivel) de los individuos, los grupos de diversas clases: (...); las organizaciones e instituciones, los aparatos (...), estructuras, sistemas nacionales complejos (...); regiones (...); los ‘sistemas mundo’, el sistema mundial”. Esta misma unidad estructural condicionaliza de un modo diferente. En este caso, la garantía está en manos de la temporalidad “(‘coyuntura’, corto, mediano y largo plazo, ‘larga duración’)”. Y todavía condicionaliza de una tercera manera. Ahora, la garantía tiene como ancla “la escala conceptual: de mayor especificidad y concreción a mayor generalidad y abstracción”. (Cf. Sánchez, 91: 69-70).
Cada una de estas condicionalizaciones abre un sinnúmero de posibilidades con énfasis en una dimensión del sentido. La primera, en la social: conforma unidades dispuestas a incrementar sus atribuciones: individuos o grupos (por ejemplo, la familia o la banda). La segunda, en la temporal: facilita reconstrucciones históricas de diversa extensión, desde una “coyuntura” hasta una “larga duración”. Y, la tercera, en la objetiva: permite limitar los conceptos en dos continuidades, una que va de lo específico a lo general, otra que se mueve dentro de lo concreto y lo abstracto.
De acuerdo con la dimensión, el punto de partida del método es sostener “que cualquier objeto complejo de análisis social es mutidimensional, es decir, tiene múltiples aspectos o ángulos desde los cuales, como un dibujo de gestalt ‘cambiante’, se le puede aproximar, sin agotar la riqueza de su existencia y operación social” (Sánchez, 1991: 71). Allí se fundamenta otro paso de la teoría metódica histórico-estructural: “el enfoque de dimensión y nivel o escala adoptado también implica una cierta selección entre determinados ‘enfoques disciplinarios’, metodológicos y técnicos particulares” (Sánchez: 72). Se citan, “al nivel más amplio de análisis (macro) la dimensión económica, la política, la cultural o ideológica de los medios” y, en “otros niveles de análisis, se puede hablar de dimensiones tecnológicas u organizacionales y profesionales de los medios, de dimensiones psicológicas de la recepción de mensajes, etc.” (Cf. Sánchez: 71).
Amarrados los niveles de análisis y las dimensiones, son factibles las zonas de articulación o de interfase, unidad estructural que ofrece al método una infinitud de preguntas: “¿Dónde se ‘toca’ lo económico con lo ideológico o lo político? ¿Dónde lo individual con lo colectivo? ¿Lo popular con lo hegemónico? ¿Dónde ubicar lo masivo, en lo popular, en lo hegemónico, en la población receptora, en lo tecnológico (...)?” (Sánchez, 1991: 73), etc., etc.
Todos los contactos y articulaciones de niveles y dimensiones son operacionalizables en variables y factores (racimos de variables) observables, y significan conexiones causales, que el analista construye y asume que operan en la realidad, para describir o explicar los complejos procesos estudiados. (Sánchez, 1991: 74)
He ahí una condicionalización ligada a las anteriores: el método ahora se hace depender de que todas las zonas de interfase de los niveles y las dimensiones se conviertan en variables y factores de variables observables, o lo que es lo mismo, en conexiones causales que se asume operan en la realidad. “Pero ningún fenómeno social es ‘determinado’ o ‘causado’ por un solo factor, sino por múltiples procesos que intervienen, influyen, ‘median’ su existencia procesual” (Sánchez, 1991: 76).
Los niveles, las dimensiones, las zonas de articulación o de interfase y las mediaciones o conexiones causales, pues, constituyen las principales unidades estructurales de la teoría metódica del marco histórico-estructural para el análisis sociológico de los medios de difusión.
El texto de Sánchez deriva un mayor número de distinciones relativas a los medios de difusión: hace corresponder a toda dimensión “un haz de mediaciones que hay que analizar a diversos niveles (de generalidad, de temporalidad) y cuya operación concreta y combinada a la vez depende de los tipos y zonas de articulación entre ellas” (Sánchez, 1991: 76). Sin embargo, el propósito de la presente investigación queda cubierto con lo que se ha observado y descrito: las estructuras procesadoras de sentido del sistema de la ciencia en la publicación saltan a la vista. Es el momento, pues, de pillarlas en otro entorno.