Juan Soto del Angel
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Métodos deductivos y métodos cibernéticos. Las teorías carecen de competencia para referirse a sí mismas, de allí que se considere asimétrica su condicionalización. A la inversa, la condicionalización de los métodos es simétrica puesto que se mueven circularmente: del sistema al sistema y viceversa. La diferenciación verdadero/falso es el código del sistema de la ciencia. Éste señala que sólo son científicas las operaciones estipuladas verdaderas o falsas. Pues bien, los métodos brindan la posibilidad de distinguir entre unas y otras. Es en este sentido que se habla de circularidad o condicionalización simétrica: cuando indica la verdad o falsedad de las afirmaciones, el sistema elige uno de los dos valores que el mismo sistema ofrece ¿Cómo es posible tal cosa?
Los métodos resuelven en el nivel de los programas lo que en el sistema está dado como un código binario. Fuerzan a un alargamiento de la observación en el plano de una autoobservación de segundo orden, en el plano de la observación de las propias observaciones (Luhmann, 1996: 297)
Los métodos fundan la diferencia entre las observaciones de primer y segundo orden. Ello explica que se considere indispensable la investigación empírica en la producción del conocimiento. En efecto, la investigación empírica supone los dos niveles: la observación directa, en el primer orden; y, la observación metódica o control de la observación directa, en el segundo. Pero ha de recordarse que “la realidad” nada tiene que ver aquí. Se trata únicamente de la combinación de dos planos de observación mediante la cual el sistema de la ciencia distribuye la verdad. Los métodos no son recetas ni se ajustan a cada situación. Sus operaciones no se deducen una de otra. Sin embargo, están obligados a justificar su intervención en el desarrollo de tareas específicas. De allí que constantemente se requiera de la experiencia del experto en investigación empírica “y que a esta especie de empírico experimentado que se concentra sobre problemas metodológicos no se le ocurra investigar tal experiencia empíricamente” (Luhmann, 1996: 297).
Esta combinación de observaciones de primer y segundo orden, mediante la cual se diferencian las comunicaciones verdaderas de las falsas, se rige por la lógica expresada con frecuencia en tres principios: de identidad, de no contradicción y de tercero excluido. El supuesto del primero es que una cosa es idéntica a sí misma; permite conservar la mismidad de las entidades que produce el sistema de la ciencia. El segundo reclama eludir toda contradicción bajo el siguiente lema: de dos juicios que se contradicen, no pueden ser los dos verdaderos ni los dos falsos. El tercero exige optar por uno de los dos valores del código científico (verdadero/falso), con exclusión de una tercera posibilidad.
Los principios, desde luego, no son entendidos con relación a una supuesta realidad. Sino, desde la sociología de Luhmann, atendiendo a la autorreproducción del sistema de la ciencia. Esto quiere decir, entre otras cosas, que se trata de una observación de segundo orden. Lo cual implica distinguir la paradoja de toda observación. Que en este caso podría plantearse del siguiente modo: el sistema de la ciencia funda la verdad de la diferencia entre verdad y falsedad ¿Cuál es la salida que ofrece la perspectiva luhmanniana? Es una interrogante a la que se hizo frente al principio del trabajo. Sin embargo, se agregaría: si la ciencia no quiere bloquearse por la paradoja, “por lo menos una vez debe aceptar la no verdad como si fuera una verdad, entonces todo funciona” (Luhmann, 1996: 298).
Y una vez que todo funciona, la producción de conocimiento no para. Los métodos, igual que las teorías, construyen reformulaciones una tras otra. Las más conocidas son las que derivan del llamado método empírico-matemático. Es decir, la conversión de los resultados de la observación empírica en categorías matemáticas, cuyo fin es integrar las comparaciones teóricas. La mercadotecnia no se interesa tan sólo por las preferencias de los consumidores en una situación específica, su fin es primordialmente distinguir los cambios de una tendencia en el transcurso del tiempo. Circunstancia que le facilita la producción de teorías con relación al comportamiento de los clientes potenciales. El método empírico-matemático, entonces, apunta a la integración de las comparaciones teóricas. Luego, una vez más, las estimaciones cuantitativas no constituyen la “verdadera realidad”, solamente representan una elección de la limitacionalidad para la autorreproducción del sistema de la ciencia.
En tanto que asimétrica, la condicionalización teórica se vale de las referencias. El enunciado el calor dilata los cuerpos presupone la producción simultánea de dos referencias: el acercamiento del calor a un cuerpo y la dilatación de dicho cuerpo. Contrariamente, la condicionalización simétrica de los métodos hace uso del tiempo. Establece allí una secuencia de pasos, cada uno de los cuales resulta rechazado o aceptado a partir de la pregunta por la verdad. Esto no quiere decir necesariamente que una sola secuencia sea la indicada en el camino a la verdad. Sí afirma “que los resultados de las operaciones anteriores deben mantenerse como válidos cuando se utilizan como premisas de las operaciones subsecuentes” (Luhmann, 1996: 299).
En otras palabras, si el paso uno es premisa del dos, aquél deberá considerarse válido en todo momento. Sean las fases de un diseño experimental. Uno: homogenizar dos grupos; dos: someter un grupo a las condiciones de una variable, circunstancia que se evita al segundo grupo; tres: medir la variable en uno y otro grupo. Conseguida la homogeneidad de los grupos, tendrá que aceptarse válida en lo que sigue. De igual modo, los resultados de la medición de la variable, supone válida la manera en que se sometió y se prescindió de la aplicación de la variable en los grupos respectivos.
En este sentido, la metodología o teoría de los métodos es la encargada de construir formas o secuencias de autorreproducción del sistema de la ciencia. Hay allí enunciados que permiten la comparación teórica, y a la postre, las reformulaciones teóricas con relación a los métodos.
De acuerdo con Luhmann (1996), los métodos operan con dos formas diferentes. La que corresponde a los deductivos y la de los cibernéticos. Los primeros fijan un ancla y de allí se hace depender la verdad de los pasos siguientes. Con el principio de tercero excluido, la lógica establece un punto de partida que da seguridad a operaciones subsecuentes. La tierra gira alrededor del sol es un juicio verdadero o falso, sin una tercera posibilidad. Y, si se califica de verdadero, se transforma en un eslabón en la cadena de seguridad. Circunstancia que sostiene la necesidad de aceptar que los cuerpos salgan volando. O, en su defecto, hacer compatible el movimiento de la tierra con la estabilidad de los cuerpos. Los métodos cibernéticos proceden a la inversa. Puesto que rechazan la existencia de una validez que pudiera venir del exterior, arrancan sin seguridad inicial. Consiguen su fortaleza gracias a una constante revisión de todas y cada una de las fases. Establecen puntos de apoyo con permanencia relativa y se mantienen atentos con la intención de sortear errores. La confianza, pues, se obtiene del proceso mismo. “Porque se prosigue, y sólo porque se prosigue, se habla entonces de la validación de los supuestos de los que se ha partido –sean estos axiomas o datos” (Luhmann, 1996: 300). Los objetivos orientan la búsqueda de teorías y éstas sugieren ajustes en aquellos; avanzan en círculos concéntricos posiblemente hasta formular hipótesis, que sustituyen a los objetivos en la tarea de sostener de manera transitoria la seguridad de la investigación.
La forma en que operan los métodos cibernéticos al parecer está plenamente aceptada. Se manifiesta bajo la distinción de problemas y solución de problemas. Una paradoja reformulada. Ya señalaba Platón en el Menón: no se puede saber lo que no se sabe, puesto que no se sabe. En efecto, sólo se sabe lo que se sabe; luego, si hay algo que no se sabe, ni siquiera se sabe que no se sabe. Justo lo contrario suele creerse con relación a un problema: que se sabe lo que no se sabe.
Desde una teoría de la evolución, es posible considerar que las irritaciones de la vida cotidiana son las que facilitan el arranque del conocimiento. Acaso se carezca de recursos para obtener alimentos, circunstancia que quizá no consiga entenderse, pero agita. A veces desde la primera entrevista se odia o se ama, cosa que también mueve, mas no se tiene clara. Experiencias como éstas dejan un conocimiento inexacto, insatisfactorio, algo que todavía no se sabe. He allí, quizá, el impulso del conocimiento. Pero la situación podría encararse de diversas maneras: con pasividad por que se trata de un designio de Dios o de la naturaleza, con resignación ante la buena o mala fortuna, buscando lo que se desea sin mediar la forma problema/solución del problema. Pero se decide por esta última ¿Por qué? ¿Por qué ante lo que todavía no se sabe, se opta por la forma problema/solución del problema? Ahora mismo, en el presente trabajo: saber que no se sabe, está en calidad de problema que requiere solución ¿Por qué, la forma problema/solución y no otra?
La paradoja, más que en el concepto de problema, está en creer que se sabe lo que no se sabe. Y se intenta superar sustituyéndola por la forma problema/solución del problema. Pero el problema de la forma problema/solución está presente siempre y carece de solución ¿Cómo hacer frente a la forma problema/solución con la forma problema/solución? No se trata más que de la paradoja, reformulada, de toda observación. Problema y solución no existen de por sí. Uno y otro surgen a partir de un límite que traza un observador. Y el observador sólo puede trazar límites desde sí mismo. El observador no sabe qué es un problema ni qué una solución, mientras no trace un límite que los distinga. Sin embargo, reúne condiciones que le permiten trazar dicho límite, y por tanto, de algún modo sí sabe qué es un problema y qué una solución. La paradoja de la observación, pues, reformulada ¿Qué o quién la reformula? ¿Para qué? Sean éstas las preguntas o el problema que reactivan la presente investigación.
El sistema de la ciencia se vale del código verdadero/falso. A todo enunciado científico se atribuye uno de los dos valores, con exclusión de una tercera posibilidad. La forma problema/solución se pone justo en el sitio de esta tercera posibilidad. De ese modo se hace caber la indecisión. El problema se presenta sin tendencia con relación al código: ni verdadero ni falso. La solución, en cambio, reparte la verdad: indica lo verdadero y lo falso.
Desde luego, la paradoja persiste. No obstante, se hace productiva ¿Cuál es la verdadera diferencia entre verdad y falsedad? Responder esta pregunta significa saber lo que no se sabe. Se interroga por la diferencia entre verdad y falsedad, puesto que no se sabe qué es una ni otra. Empero, se pregunta por la verdadera diferencia entre verdad y falsedad; la respuesta, por tanto, exige saber con anticipación qué es la verdad. Pese a ello, el conocimiento no se bloquea. Bajo la forma problema/solución, el sistema de la ciencia exige condiciones metódicas de observación. Y así, hace asimétrica (diferente) la verdad a que se refiere la observación de primer orden, de la verdad a que se refiere la observación de segundo orden. Una cosa es la verdad en la distinción verdad/falsedad (primer orden); otra, en la pregunta por la verdadera diferencia entre verdad y falsedad (segundo orden). Con la creación de asimetrías, el sistema de la ciencia instaura estabilidades y se autorreproduce.
Si la forma problema/solución no es más que una manera de reformular la paradoja de la observación, es comprensible que cada solución sea un nuevo problema. En efecto, si la solución del problema fuera la solución del problema, las cosas acabarían allí. El problema estaría resuelto, nada más habría que hacer. Pero no, la solución se trata siempre como un nuevo problema. Lo que pasa es que la solución “expresa el problema de una manera menos irritante y mediante una forma de mayor enlazabilidad” (Luhmann, 1996: 302).
El sistema de la ciencia no se conforma con distinguir identidades: átomos, moléculas, acciones, galaxias, cuerpos, sociedades. No es suficiente con la diferenciación objetiva o material, diría Luhmann. Sino que allí, bajo la forma problema/solución del problema, cruza la distinción temporal. El sistema de la ciencia no sólo distingue lo que es átomo de lo que no es átomo. Tal distinción se temporaliza: se somete a la forma antes/después. Antes, en calidad de problema es indivisible; después, en tanto solución es divisible; como divisible vuelve a ser problema, las soluciones cada vez encuentran más partes y sigue siendo problema.
El sistema de la ciencia, desde sí misma (¿de dónde más?), construye límites que le permiten distinguir e indicar identidades. Temporaliza cada límite con un nuevo límite: problema/solución. Cada problema exige una solución y cada solución vuelve a transformarse en problema. Todo problema se disfraza de solución y todo problema disfrazado de solución se reproblematiza. Sin embargo, el proceso impone condiciones que dan lugar a las asimetrías y, de ese modo, se hace productivo el círculo. Éste se deja ver sólo ante la teoría de la investigación o metodología cuando se observa a sí misma, es decir, a su unidad. Desde la perspectiva de la propia investigación no hay círculo, sino secuencia; y, la recursividad de la forma problema/solución no hace otra cosa que facilitar el camino hacia el frente.
En las teorías aparecen afirmaciones que distinguen problemas/soluciones de diversa índole. Cualquiera es susceptible de reproblematizarse. Y los nuevos problemas serán funcionales en la medida en que limiten el número de las posibles soluciones. Si estas últimas son infinitas, las cosas no andan bien. Luego, los problemas han de traer indicadores con relación a las posibles soluciones. Las aseveraciones teóricas pueden someterse a ensayos de reformulación, sin importar la cantidad ni la intensidad con que se haga. El caso es encontrar otras relaciones funcionales entre problema y solución.