Juan Soto del Angel
Esta página muestra parte del texto pero sin formato.
Puede bajarse la tesis completa en PDF comprimido ZIP
(416 páginas, 752 kb) pulsando aquí
La ciencia es un sistema funcional de la sociedad (Luhmann, 1996). Esto quiere decir, por una parte, que la segunda permite la autorreproducción de la primera. En general, no se hace la guerra a la ciencia. Por el contrario, se le asignan recursos y se fundan instituciones dedicadas a ella. Por otro lado quiere decir, y quizá esto sea de mayor importancia, que la autopoiesis de la ciencia es también autopoiesis de la sociedad.
La ciencia no está en condiciones de observar a la sociedad desde el exterior. A la inversa, ésta interviene en aquella interna y externamente. Internamente, puesto que la ciencia no es otra cosa que la autorreproducción de un sistema funcional de la sociedad. Externamente, ya que la sociedad funcionalmente diferenciada ha desarrollado, a la vez, la independencia y la dependencia de los diversos sistemas funcionales. Luego, la ciencia no sólo es independiente; además, depende de los demás sistemas, igual que ellos de ella.
Entonces, por una parte, la ciencia cumple una función para la sociedad: obtención de conocimientos nuevos. Por otra, la ciencia pone dichos conocimientos a disposición de los demás sistemas funcionales, o si se prefiere, ofrece tal servicio a la vida cotidiana.
Sin embargo, la interdependencia entre los sistemas no logra explicación adecuada en un intercambio de servicios entre los sistemas funcionales. Es algo más complejo. Las relaciones son distintas en cada caso y el cumplimiento de las funciones de un sistema frecuentemente repercute en otro.
Difícilmente, por ejemplo, los otros sistemas funcionales tienen la prerrogativa de aceptar o rechazar los servicios de la ciencia. Se ven obligados a aceptarlos: el sistema económico no está en condiciones de rechazar los avances de la investigación científica, las condiciones del mercado le ordenan admitir el servicio; la medicina está extremadamente sometida a la ciencia; los políticos que negaran la ciencia en sus programas seguramente serían condenados y si hicieran caso omiso de ella en la industria militar perderían la guerra; incluso, no es difícil escuchar argumentaciones científicas por parte de los religiosos.
He ahí algunas razones que han concedido a la ciencia libertad de acción. Sin embargo, ella no elige la sociedad en que se autorreproduce. Es un sistema funcional de la sociedad en que le tocó autorreproducirse. Por tanto, tampoco se le permite observar a la sociedad desde el exterior, con el fin quizá de mejorarla. Toda operación científica, esto es, toda determinación de verdad, es previamente una comunicación social. Lo que no significa sometimiento al entorno, sino acoplamiento. El sistema de la ciencia, por alguna razón, encontró condiciones idóneas de autorreproducción. En otras palabras, consiguió el cierre operativo y continúa autorreproduciéndose.
La ciencia se hace oír en la sociedad por medio del lenguaje y la escritura. Y como todo emisor, se sujeta, o al menos intenta sujetarse, a las condiciones explicativas del contexto. Sabe de muchas convenciones: morales, jurídicas, económicas, de interacción. Bajo ellas elabora su discurso, hablado o escrito. Desde luego, a veces falla.
Una de las principales condicionantes de la ciencia es la ordenación temporal de las tres selecciones de la comunicación: información, participación y comprensión. Dada una información (primer momento), alter selecciona una manera de participarla (segundo momento) y ego selecciona una diferencia entre la información y la participación, es decir, produce una comprensión (tercer momento). Esto significa que todo lo que ahora se dice depende de lo que antes se dijo o de lo que después se va a decir. Alter no puede seleccionar más que informaciones, por tanto, cosas ya dichas. Además, alter evalúa el contexto en el que va a participar sus informaciones, con el propósito de lograr la aceptación de sus propuestas. En el plano de la ciencia: todo lo que ahora dice el científico está condicionado por el conocimiento establecido antes y, a fin de obtener la aceptación, por una valoración del marco en el que dirige su discurso.
Todavía falta señalar la circunstancia social que permite a la ciencia hacerse entender, a pesar de sus constantes impugnaciones. Esto es algo que pasa ya en la vida cotidiana. El lenguaje pone las bases. Siempre es posible seguirse comunicando con la comunicación previa, independientemente de su aceptación o rechazo. El patrón niega el aumento de salario; sin importar la aceptación o rechazo por parte del empleado, éste nunca pierde contacto con aquella comunicación. La duplicación que forja el lenguaje con todo lo que cae en sus manos brinda un sentido tan abundante que no es posible una negación absoluta. El empleado podrá desaprobar parte de la oferta comunicativa del patrón, pero se ve persuadido a determinada admisión de sentido. No estará de acuerdo, pero seleccionará un sentido entre una infinidad: avaricia, escasez de recursos, castigo, antipatía, en fin, lo que el lector desee agregar. Podrá poner en tela de juicio lo que quiera. Y justamente lo que quiera significa que está obligado a seleccionar. Más aún, en todo momento intervendrán las condicionantes sociales.