Juan Soto del Angel
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¿Cuáles son los límites del sistema de la ciencia? Luhmann (1996) responde tomando como punto de partida la distinción que hace Kant (1979) entre limitaciones y límites del conocimiento científico. Las primeras le vienen impuestas a la ciencia, sin que nada pueda hacer por evitarlo; los segundos son fijados por la misma ciencia. En este sentido, las limitaciones del sistema de la ciencia están dadas por las condiciones de la experiencia humana. En efecto, las conciencias constituyen su entorno irrenunciable y nada puede hacer por cambiarlo. No obstante, procede sin la imposición de límites: proyecta sus operaciones para un avance infinito y aborda un gran número de temas, sin esperar conclusiones definitivas.
En este contexto, la ciencia no tiene ya como propósito tornar en conocido lo desconocido. Desaparece la noción de objeto en sí. La realidad deviene inobservable, queda constituida por las operaciones de los sistemas. Una de las cuales es la observación, que conoce trazando límites e instituyendo diferencias. Tal es el fin de la ciencia: trazar límites e instituir diferencias, de manera inagotable.
Ahora bien, aunque la ciencia no se impone límites en el avance de sus operaciones, sí se los asigna dentro del marco de la diferenciación funcional de la sociedad. Ya se había dicho: nunca intervendrá en las operaciones de otros sistemas. En una sociedad funcionalmente diferenciada, cada sistema cumple su función en beneficio de otro u otros sistemas y de la sociedad en general.
La clausura operativa de la ciencia
¿Qué significa clausura operativa de la ciencia? En primer lugar, que no está determinada por inputs. Pero tampoco por la proyección del output o fin deseable. De otro modo: nada del exterior condiciona la estructura ni las operaciones de la ciencia; paralelamente, ningún fin específico tiene injerencia en ellas. Sin embargo, la clausura no niega el contacto con el entorno. Incluso, Luhmann considera la clausura una condición indispensable de la apertura.
La ciencia sólo es posible en un mundo discontinuo ¿Cómo tomar distancia del mundo para observar al mundo, en un mundo continuo? Únicamente parado en alguna discontinuidad es posible observarlo (Luhmann, 1996). Ahora bien, tomar posición en una discontinuidad equivale a instituir un sistema cerrado dentro del mundo. Tal clausura no es otra cosa que trazar un límite entre el mundo y el nuevo sistema instituido. O lo que es lo mismo, entre lo observado y el observador. Sin ese límite la observación no sería viable ¿Cómo observar lo que no está delimitado? ¿Cómo puede el observador llevar a cabo la observación, si él mismo quedara mezclado con lo observado? He aquí ya incorporada la clausura en calidad de condición indispensable de la apertura. Cuando el sistema observador se cierra, crea condiciones de apertura, puesto que hace dable entrar en contacto con el exterior. Si no se cierra, no hay sistema, no hay exterior, el mundo permanece continuo ¿Qué tipo de apertura se reconocería en tales circunstancias?
Una vez que la ciencia logra la clausura, tiene que fijar el grado de apertura que se concederá. En calidad de introducción al tema se inserta en lo que sigue una digresión.
No ha de olvidarse que para Luhmann (1996, 1998a) los sistemas son reales, existen. Por tanto, habla de sistema en el caso de que la clausura se lleve a cabo de manera fáctica. Esto es, cuando los cuerpos viven, las conciencias piensan y/o los sistemas sociales comunican. Lo cual implica que los entornos influyen causalmente en los sistemas, o al menos, ello es algo que puede constatar algún observador. En este sentido, la distinción sistema/entorno, causa/efecto o cualquier otra es operada por algún sistema, constituyendo así su realidad. Las distinciones operadas por el sistema, además, se ayudan exclusivamente de las operaciones del propio sistema, sin importarle que sean causadas desde el exterior o el interior.
Si hay distinciones, alguien o algo las hizo. Ese alguien o algo es lo que Luhmann llama sistema. Luego, el autor considera innegable la realidad de las distinciones, y por lo mismo, la realidad de los sistemas.
Todo sistema se mantiene operando constantemente y cada operación precisa de estructuras que la orienten. Las estructuras de los sistemas sociales están constituidas por expectativas respecto a la recepción y la producción de comunicación. Que estas estructuras, y sólo ellas, le permitan producir operación tras operación, es lo que hace al sistema estructuralmente determinado. La formación y actualización de estructuras que reclama la operación en turno se apoya únicamente en operaciones del sistema. Pero nada de esto impide que algún observador distinga la influencia del entorno en la estructura del sistema.
La clausura del sistema, entonces, es al nivel de las operaciones, las cuales se desarrollan de un modo estructuralmente determinado. Sin embargo, las estructuras no son independientes del entorno, o al menos, algún observador puede vislumbrar dependencias causales.
En este orden de ideas es preciso señalar que, para un observador, toda operación se despliega en contacto con el entorno del sistema. Una conciencia produce pensamientos que siempre mantendrán relación con las circunstancias del cuerpo al que se acopla, con los otros cuerpos, con las otras conciencias, con las comunicaciones que la rodean. En una palabra: con su entorno. Se advierte así una secuencia invariable de integraciones y desintegraciones entre sistema y entorno. Integración, porque cada operación no puede darse más que en el marco del entorno del sistema; desintegración, ya que el sistema sigue su curso y el entorno el suyo. Los sistemas que operaran dentro de tal entorno también seguirán un curso propio.
Así, la ciencia es un sistema real, con operaciones reales, que mantiene contacto con el entorno. Desde luego, esta descripción la produce un observador, que puede ser la ciencia misma.
Faltan todavía otras precisiones. Los sistemas psíquicos o conciencias y los sistemas sociales operan produciendo sentido. Su clausura les impide toda representación cuya forma no esté impresa en el sentido. Por tanto, no pueden generar la idea de un entorno asegurando que es algo sin-sentido. Tal sin-sentido sería una construcción en el marco del sentido. Luego, el único modo en que logran referencias del entorno es por medio de operaciones internas productoras de sentido. Por otra parte, el entorno seguirá siendo como es, carente de sentido, independientemente de las construcciones de sentido producidas por los sistemas.
La exclusión es inclusión, señala Luhmann (1996). En efecto, cuando el sistema excluye de sí mismo al entorno, lo que hace es incluirlo en sí mismo como entorno. Más exactamente: traza el límite entre sí mismo y lo que considera entorno, pero uno y otro son producciones del sistema dentro del sistema. El sistema está en la obscuridad de la boca del lobo, tal entorno hace posible su gestación. Por algún motivo el sistema aprovecha la circunstancia y traza un límite entre él y el lobo. Las expectativas que así se forman le sirven de estructura que orientan sus operaciones. Pero el lobo siempre estará allí, asechando. Quizá ni siquiera sea lobo. De nuevo: desde algún sistema observador llegó a considerarse lobo.
El entorno perturba al sistema, lo irrita, le hace ruido. Esto llama la atención del sistema, pero no hace más que lo que puede: si está a su alcance, produce sentidos con base en diferenciaciones y, si es dable, produce y actualiza a partir de allí sus estructuras. Perturbaciones, irritaciones, ruidos, no son más que construcciones provisionales del sistema, el cual no ha logrado convertirlas en informaciones.
Volviendo al asunto, después de esta larga digresión introductoria ¿En dónde está ubicado el límite que indica la clausura de la ciencia? La conciencia individual y la sociedad en su totalidad colocan el límite que les es propio en el modo de operar. No puede ser así en el caso de la ciencia, si se le toma en calidad de sistema funcional de la sociedad. Ésta produce comunicaciones con relación a su entorno: los sistemas biológicos y las conciencias. Tal cosa no ha de repetirse por parte de la ciencia. En su condición de sistema funcional está obligado a más.
La condición para la cerradura de un sistema particular para la comunicación del símbolo verdad solamente podemos encontrarla en la referencia de cada operación individual del código del sistema. Esto no significa, sin embargo, que en cada proposición tenga que aparecer la palabra verdadero o la palabra falso. La comunicación científica no consiste de ninguna manera en determinaciones provisionalmente definitivas de este tipo. Más bien, lo que se quiere decir es que la referencia verdad/falsedad hace posible la relación recursiva de las comunicaciones entre sí, por lo que se determina de operación en operación. (Luhmann, 1996: 222-223)
El sistema de la ciencia se cierra, pues, en cada operación del código de su medio: la verdad, con sus respectivos valores de verdad y falsedad. La sociedad seguirá autorreproduciéndose por medio de comunicaciones, es decir, a través de operaciones sociales productoras de sentido. Pero en ese mar, la ciencia se autorreproduce con operaciones de distinción entre lo verdadero y lo falso, en cada una de las cuales imprime la clausura correspondiente. Toda diferenciación entre lo verdadero y lo falso es una operación de la ciencia, por medio de la ciencia y para la ciencia. He allí la clausura operativa de este sistema.
La ciencia se valdrá de retrospectivas y prospectivas, no obstante, siempre será con el propósito de organizar sus producciones en términos de verdad y falsedad. Si los valores son otros, ya no serían operaciones de la ciencia, sino seguramente de otros sistemas. Ejemplos de otros valores son los siguientes: gobierno/oposición, lícito/ilícito, tener/no tener. Por supuesto, si aun los científicos participaran en comunicaciones que no tuvieran que ver con el código binario verdadero/falso, estas comunicaciones no serían del sistema de la ciencia.
Para finalizar, no se olvide que la ciencia, igual que cualquier sistema observador, se desarrolla en un entorno, “en la boca del lobo”. Bajo sus observaciones traza un límite entre él mismo y su entorno, uno y otro dentro del mismo sistema. A partir de allí seguirá diferenciando, sin salir nunca de sí mismo. Ello le orientará en sus operaciones. El “lobo” le irritará, indicándole la presencia de problemas. No hará más de lo que puede: trazar límites, diferenciar. El lobo siempre estará allí ¿El lobo? Bueno, algún sistema observador le llamó lobo a ese entorno que lo alberga y al que no tiene acceso. Esta es la realidad según Luhmann: sistemas que se orientan en un entorno diferenciando, y puesto que diferenciar significa trazar un límite entre lo diferenciado y el resto, nunca la diferenciación podrá observarse a sí misma. Para observar una diferenciación, o lo que es lo mismo, una tríada diferenciado-límite-resto, se requiere de otra diferenciación cuyo diferenciado esté constituido por la tríada diferenciado-límite-resto que ha de observarse.