Juan Soto del Angel
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Sánchez aparece con un artículo, al lado de Fuentes y Galindo, en el Campo académico de la comunicación: hacia una reconstrucción reflexiva. Sin embargo, no es el que aquí se seguirá. Se ha elegido un texto diferente: Medios de difusión y sociedad. Notas críticas y metodológicas (1991). Ello porque el autor pretende allí “dar cuenta de algunos aspectos de la búsqueda metodológica que ha tenido lugar durante los tres últimos decenios en la investigación mexicana sobre comunicación” (Sánchez, 1991:13). Búsqueda metodológica que, en la óptica del presente trabajo, se interpreta como la seducción que el sistema de la ciencia ha ejercido sobre los sistemas psíquicos de su entorno, específicamente los ubicados en el campo académico mexicano de la comunicación. Ésta será, pues, la primera reconstrucción que se reconstruirá.
El autor ubica los inicios del estudio sobre comunicación de Latinoamérica y México, entre finales del siglo XIX y principios del XX. Con base en Eduardo Contreras, considera que aparecen bajo la forma de búsqueda de la “piedra filosofal”, de allí que la califique como una etapa “precientífica” (Sánchez, 1991). Se caracteriza porque una autoridad suele tener la última palabra, normalmente el filósofo europeo. Indica: “hay una cierta herencia de nuestro pasado intelectual, una ‘episteme’ que aún nos conforma y del cual hoy luchamos por liberarnos” (Sánchez: 15).
La episteme griega y el positivismo europeo representan dos estabilizaciones del sistema de la ciencia producidas en distintos momentos. Con seguridad, Sánchez considera la etapa en calidad de precientífica, porque constituyen los primeros pasos de los sistemas psíquicos latinoamericanos en estos menesteres. En otras palabras, la ciencia daba muestras de aparición en tal entorno. De la búsqueda de la piedra filosofal pasa a los años cuarenta, con el surgimiento avasallador de Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial.
Entre lo que el país del norte exporta a todo el orbe se cuenta su ciencia social (El “método científico”). Durante las décadas de los cincuenta y de los sesenta, Latinoamérica recibe, acríticamente y sin mediaciones ni adaptaciones, las teorías y metodologías en boga en Estados Unidos: el empirismo, el funcionalismo, el difusionismo y su síntesis, el “desarrollismo” –epitomizado por la teoría de la modernización-, cunden en la antropología, la sociología, la ciencia política, la economía y por supuesto, en los estudios sobre comunicación social. (Sánchez, 1991: 17)
Durante los cincuenta y los sesenta, pues, el empirismo se asienta en Latinoamérica. No se trata ya de la episteme o de la autoridad europea. Sino de derivaciones del empirismo o positivismo: funcionalismo, difusionismo y desarrollismo. Es decir de reestabilizaciones de las estructuras empiristas o positivistas. O lo que es lo mismo, de reestabilizaciones a partir de seleccionar estructuras funcionalistas, difusionistas o desarrollistas.
Más adelante, Sánchez menciona que el marxismo había llegado ya a Latinoamérica. También que el pensamiento social europeo permanecía presente. Sin embargo, “aquella fue la época de un predominio pronunciado de la influencia norteamericana sobre la ciencia social de nuestro subcontinente” (Sánchez, 1991: 18).
Así, había cambios en el entorno. Éstos se manifestaban en el sistema de la ciencia como variaciones, de las cuales el propio sistema seleccionaba las estructuras que daban mayor diversificación y redundancia al positivismo, no obstante, comenzaba su seducción por las estructuras marxistas.
Fija a mitad de los sesenta “un movimiento crítico y revitalizador de las ciencias sociales latinoamericanas” (Sánchez, 1991: 19). Menciona la revolución cubana como acontecimiento importante, “pues mostró que, ante las injusticias, desigualdades y contradicciones observables en nuestros países, había una opción de desarrollo socialista” (Sánchez: 19). Refiriéndose al “desarrollo de una ciencia social crítica (los estudios de comunicación incluidos) con raíces y características muy latinoamericana” escribe:
Esto, no como una expresión de chovinismo “epistemológico” o ideológico a ultranza, sino en términos de una ciencia social que buscaba adecuarse a los formidables retos de conocimiento y transformación, que constituían los procesos históricos latinoamericanos, y que se rebelaba ante las influencias y determinaciones que ejercían los países centrales del capitalismo sobre el análisis social latinoamericano. (Sánchez, 1991: 19-20)
Hace un recuento del análisis crítico de la comunicación en Latinoamérica. Antonio de Pasquali es señalado como pionero, con su publicación Comunicación y cultura de masas (1963). Agrega a Eliseo Verón con una semiología crítica hacia fines de los sesenta, Armand Mattelart con un “denuncismo” marxista, Ludovico Silva con su Teoría y práctica de la ideología, Paulo Freire y el proceso de educación-concientización. En México, considera que las primeras aportaciones “mostraron relativamente poca consistencia teórica y metodológica”, pero menciona la importancia de las aportaciones de Raúl Cremoux, Miguel Angel Granados Chapa y Fátima Fernández Christlieb. Cita a Raúl Fuentes, quien indica que los mexicanos tuvieron que asimilar simultáneamente las influencias norteamericanas, europeas y latinoamericanas (Sánchez, 1991).
El desarrollo de una ciencia social crítica muy latinoamericana refleja que, por fin, en el entorno latinoamericano el sistema de la ciencia se ve cautivado por las estructuras marxistas. Las cuales selecciona de las variaciones que se originan en determinadas reacciones al entorno. De otro modo: los pioneros del análisis crítico encarnan sistemas psíquicos que dejan expuesta su complejidad, en donde el sistema de la ciencia encuentra motivos de seducción, y por lo mismo, hace reconstrucciones con el fin de transformar sus estructuras. Por supuesto, no se trata de un desarrollo que se manifiesta por medio de fases. El sistema de la ciencia va y viene, salta, se revuelve en sí mismo. De ese modo:
Durante los setenta, además de las influencias ya existentes de los análisis de la Escuela de Frankfurt y del marxismo más en general, llegan (tardíamente) a Latinoamérica otras corrientes europeas de análisis social, especialmente el estructuralismo de origen lingüístico, con el desarrollo de la semiología e influencias a su vez del psicoanálisis, así como el marxismo estructuralista de Louis Althusser y seguidores. Las modas intelectuales europeas, llegando un poco tarde, comienzan a dictar las modas latinoamericanas, lo que con el tiempo se constituiría en un enorme escollo, pues todavía no se termina de explorar el potencial de una teoría o metodología, cuando ya es ‘superada’ por otra y a comenzar de nuevo. (Sánchez, 1991: 22-23)
Se trata de un “desfile de modas”, dice Sánchez. Aquí se prefiere hablar de la ciencia en calidad de sistema autopoiético, que reacciona a los cambios en el entorno. A partir de los cuales el propio sistema de la ciencia se autorreproduce con base en el desarrollo simultáneo de los mecanismos de variación, selección de variaciones y estabilización. He aquí un desplazamiento:
Hoy, la consigna parece ser la del desplazamiento del objeto, “de los medios a las mediaciones” (Fuenzalida 1984; Martín Serrano 1986; Martín Barbero 1987; Orozco 1989), enfoque que se presenta como “latinoamericano”, pero que tiene profundas y extensas raíces europeas, rastreables a todo el pensamiento dialéctico, desde los griegos. (Sánchez, 1991: 23)
También se percibe una situación de crisis que facilita el diálogo y la integración teórica:
En los inicios de la década anterior al Tercer Milenio, seguimos en busca de la “gran síntesis” que nos permita comprender los procesos comunicacionales en su complejidad y multidimensionalidad. Pero creemos que la situación de crisis nos ha colocado en una posición de apertura al diálogo y de mayor búsqueda de integración teórica y metodológica. (Sánchez, 1991:28)
En la perspectiva luhmanniana se lee de manera distinta. El desplazamiento hacia las mediaciones muestra variaciones, selección de variaciones y reestabilizaciones del sistema de la ciencia. La “situación de crisis” significa, por otra parte, el desajuste propio de la evolución: interdependencia e interpenetración sistémicas, entre otras cosas. La continuidad en la búsqueda de la “gran síntesis” y que los investigadores se hayan “colocado en una posición de apertura al diálogo y de mayor búsqueda de integración teórica y metodológica”, no es más que la permanente seducción recíproca entre sistemas psíquicos y sistema de la ciencia. Circunstancia que mueve simultáneamente a la variación, la selección y la estabilización:
El análisis histórico estructural, tal como ha sido desarrollado por científicos sociales latinoamericanos, es una forma de aproximación dialéctica al estudio de la sociedad. Ésta caracteriza metodológicamente a toda una tradición de investigación, que tuvo un gran momento en los años setenta pero que, pese a las grandes crisis mundiales (económicas, pero que se han traducido en crisis políticas, sociales, culturales e incluso de “paradigmas” en las ciencias sociales, que no pueden todavía anticiparse al devenir histórico), nosotros creemos que en la medida en que se han dejado atrás rigideces ideológicas y “purezas epistemológicas” insostenibles, es todavía una fuente rica para la generación de preguntas, hipótesis o intentos de respuestas y, eventualmente incluso, de guías potenciales para la acción social (Cardoso 1972; Sonntag 1998; Sánchez 1989). (Sánchez, 1991: 57)
El análisis histórico representaría una estructura seleccionada por el sistema de la ciencia. Selección que lo ha llevado a una reestabilización. Sánchez (1991) menciona que se trata de un enfoque teórico metodológico que surge “con el fin de estudiar los procesos de desarrollo capitalista y cambio social” (p. 57). Afirma que “se ha nutrido de diversas fuentes intelectuales, por lo que podemos pensar que constituye una ‘síntesis creativa’ y superadora de sus propias fuentes” (p. 57). Cardoso (1972, citado en Sánchez) señala que la “fuente metodológica es la dialéctica marxista”.
Despojada de su aura religiosa y dogmática, sujeta ella misma a la crítica epistemológica, empírica y práctica, la dialéctica, ahora entendida como fuente metodológica para hacer preguntas sobre un mundo complejo y cambiante, ha demostrado mayor riqueza al generar diversos enfoques particulares de análisis social, tales como la investigación-acción, el enfoque histórico estructural y otros. (Sánchez, 1991: 57-58)
Es importante hacer notar que las afirmaciones de Sánchez se refieren a un “enfoque teórico metodológico”, a una “síntesis creativa” y ”superadora de sus propias fuentes”. Cardoso habla de la dialéctica marxista en tanto “fuente metodológica”. Sánchez coincide y considera su pertinencia para hacer preguntas. En fin, sean lo que sean, no son sistemas psíquicos. Circunstancia que permite hacer la hipótesis de que con tales denominaciones se está haciendo referencia al sistema de la ciencia, seleccionando variaciones y estabilizándose, es decir, coevolucionando con los sistemas psíquicos por interpenetración.