Juan Soto del Angel
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Los mecanismos de variación, selección y estabilización.
Se ha visto que los sistemas psíquicos y el sistema de la ciencia despliegan clausura operativa. También se ha mostrado que ello no implica pérdida de contacto con el exterior. Por el contrario, el exterior hace posible la subsistencia: sin organismo, no hay conciencia; sin conciencias, no hay ciencia. Más aún, los sistemas operativamente cerrados requieren de causas que sólo resultan producidas por el exterior. Son operativamente cerrados porque bajo sus condiciones combinan causas internas y externas. Los sistemas psíquicos piensan pensamientos y disposiciones científicas (éstas últimas no son producidas por los sistemas psíquicos); el sistema de la ciencia opera científicamente operaciones científicas y pensamientos (estos últimos no son producidas por el sistema de la ciencia).
Pues bien, que los sistemas psíquicos piensen disposiciones científicas y que el sistema de la ciencia opere científicamente pensamientos, hace posible entre ellos lo que Luhmann (1998a) denomina interpenetración. Consiste ésta en la participación recíproca de dichos sistemas y, por lo mismo, en su coevolución. Ello no altera la autopoiesis operativamente cerrada. Se trata de una situación en que la complejidad de la ciencia queda expuesta a las conciencias; y, de igual modo, la complejidad de las conciencias permanece a disposición de la primera. Y no sólo hay exposición mutua. Hay también seducción: las disposiciones científicas cautivan a las conciencias y los pensamientos cautivan al sistema de la ciencia. No obstante las conciencias y la ciencia seleccionan desde sus propias estructuras. Las conciencias eligen de las disposiciones científicas tan sólo aquello que desde sus respectivas ópticas resulta interesante; paralelamente, la ciencia elige de los pensamientos de las conciencias únicamente lo que desde la perspectiva de la ciencia vale la pena. Las conciencias, cada una bajo sus condiciones, reestructuran para sí las disposiciones científicas; la ciencia, también desde sus reglas y para sí, reconstruye los pensamientos.
De tal coevolución interesa aquí sólo un extremo: la evolución del sistema de la ciencia ¿Cómo explicar la evolución de la ciencia en tanto sistema autopoiético operativamente cerrado? De acuerdo con Luhmann (1996), no puede ser a través de una periodización de la historia o a partir de la secuencia de fases, por ejemplo, la innovación, la reconstrucción teórica y la decadencia. En efecto, si un sistema es autopoiético, se autorreproduce; y, si se autorreproduce, él pone las condiciones de su producción ¿Cómo, entonces, imponerle las condiciones de una periodización o de una secuencia de fases? Gracias a su autopoiesis, un sistema va y viene, viene y va; da saltos, hacia atrás y hacia delante, también hacia los lados; se revuelve en él mismo. Es recursivo, diría Luhmann ¿Cómo explicar esto bajo la idea de una evolución paulatina, según sugerencia de la periodización y la secuencia de fases?
Por si fuera poco. El conocimiento no puede saber enteramente de dónde sabe lo que sabe. Cierto. Con lo que sabe, se plantea preguntas y respuestas para saber más. Incluso, consigue hacer preguntas y respuestas acerca de lo que sabe. Pero preguntará y responderá, invariablemente, orientado por lo que sabe acerca de la manera de preguntar y de responder. Luego, el conocimiento se presenta siempre sabiendo algo: inicia sabiendo. Y si inicia sabiendo, no conseguirá del todo saber de dónde sabe lo que sabe. Sencillamente sabe y seguirá sabiendo, sin la presión de tener que adaptarse a entorno alguno. De algún modo el entorno le fue propicio y allí se desplegó: el conocimiento supo, sabe y sabrá preguntar y responder. De manera más exacta: el conocimiento operó, opera y operará sin que el entorno tenga injerencia en ello. Así, la evolución no puede ser otra cosa que la transformación de las estructuras que operan las preguntas y las respuestas. Estructuras que se han convertido, ya, en el sistema de la ciencia.
Se trata de la pregunta de cómo un sistema que dirige sus propias operaciones mediante sus propias estructuras puede cambiar estas estructuras precisamente valiéndose de sus propias operaciones, es decir, las puede cambiar aun cuando el sistema esté enlazado con estructuras dadas y no pueda sustituirlas sistemáticamente por nuevas estructuras. (Luhmann, 1996: 395)
Y la teoría de la evolución no puede conformarse con una explicación que distinga entre variación y retención selectiva. No es posible afirmar que todo se reduzca a una selección de lo efectivo. Si hay una oferta de variación, el sistema la acepta o la rechaza. Pero en cualquier caso hay una reestabilización. Si la acepta, el sistema se reestabiliza considerando la variable aceptada, lo cual sólo es dable si esta última se adapta a los conocimientos existentes. Si la rechaza, el sistema también se reestabiliza: las propuestas de solución dejan de ser únicas, sin alternativas; pasan a ser, entre otras, las preferibles.
Por lo tanto, debemos distinguir entre funciones y mecanismos para la variación, la selección y la estabilización; y por eso contar con tres diferencias, es decir, variación/selección, selección/estabilización, y estabilización/variación. La evolución sólo resulta de la reacción conjunta de éstas. (Luhmann, 1996: 395)
Desde luego, se había dicho antes, no se trata de un modelo de fases con el siguiente orden: variación, selección y estabilización. Las tres cooperan simultánea y recíprocamente. La variación es posible porque hay estabilización; circunstancia que no basta, hace falta también que la variación resulte adaptable a la estabilización. Además, la variación está en condiciones de orientar a la selección: si se observa el contenido de la variación, se hallarán indicadores para determinar la selección. De igual modo, la selección sólo se consigue cuando se dispone de la variación; aparte, disponer de la variación, significa variar de nuevo a la variación. Y las perspectivas de la estabilización ofrecen pistas a la selección, puesto que si se quiere entender la selección, hay que presuponer la estabilización.
Ahora bien, la cooperación simultánea y recíproca entre los mecanismos evolutivos no impide que cada uno aborde temas diferentes de los sistemas autopoiéticos operativamente cerrados.
La variación tiene que ver tan sólo con acontecimientos comunicativos particulares; por ejemplo, una propuesta, un manuscrito o un texto. Si aparece allí algo novedoso, se está en presencia de una variación, cuyo valor o estabilidad no va más allá de que lo novedoso se comprenda e indique algo. La aparición de lo novedoso permanecerá en calidad de acontecimiento comunicativo y podrá recordarse u olvidarse. En uno u otro caso, la selección está implicada. Si se recuerda, lo novedoso resultó seleccionado; si se olvida, es porque otras selecciones lo opacaron. Pero no podrá ser más que un acontecimiento recordado u olvidado.
La selección se interesa por las estructuras. Las estructuras son expectativas que permiten determinar el sentido, es decir las selecciones. Así, se seleccionan condiciones de selección. Sólo las estructuras o condiciones de selección logran identidad simbólica, y por ello, se pueden seleccionar. Y desde luego, que una estructura llegue a constituirse en tal, implica la constante referencia a un acontecimiento comunicativo que en su momento fue novedoso. Las estructuras podrán convertirse o no en expectativas útiles. En el caso de la ciencia, si es lo primero serán verdaderas; si lo segundo, falsas.
La estabilización coincide con la continuidad de la autopoiesis del sistema. El sistema, con transformaciones o sin ellas, sigue operando. Operará en ocasiones con mayor variedad, a veces con mayor redundancia. Pero siempre, a partir de procesos internos de adaptación originados por algún acontecimiento particular, por la estructura transformada o la no transformada.