Juan Soto del Angel
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Pero la ciencia no sólo es un sistema estructuralmente determinado, es además autopoiético (Luhmann, 1996). Esto último, porque adquiere consistencia a través de la conexión de elementos que la propia consistencia produce. En efecto, dentro de la comunicación social en general, mediante la conexión de verdades y falsedades, la ciencia se ha hecho de una consistencia que produce a las propias verdades y falsedades que la constituyen.
La concepción autopoiética del sistema de la ciencia no es algo nuevo. La teoría del conocimiento que se inaugura con Descartes ya sospechaba del asunto. La duda metódica propuesta por el filósofo no es otra cosa que la duda con relación a la realidad. Y que aquí es dable interpretar en calidad de duda acerca de que la ciencia pueda salir de sí misma con el propósito de comprobar sus verdades. A partir de entonces la filosofía se convierte de manera fundamental en teoría del conocimiento. En consecuencia, la pregunta por el que empieza a ser sustituida por la pregunta por el cómo. He aquí algunas figuras que se ocuparon del tema: Locke (1999), Berkeley (1994), Hume (1998), Leibniz (1991), hasta llegar a Kant (1979). Este último interroga directamente a la ciencia respecto a las condiciones que la hacen posible. Responde: el éxito de la ciencia se debe a las condiciones a priori de su conocimiento. Una vez más: la ciencia no logra salir de sí misma, desde ella pregunta y desde ella responde. De ningún modo la realidad orienta sus operaciones
Tómese como ejemplo la inducción. De la observación de casos particulares se concluyen conocimientos generales. Véase una cuestión extrema. De la muerte de millones de hombres se infiere que todos los hombres son mortales. Es evidente que la experiencia sólo garantiza que son mortales los hombres muertos, no avala que sean mortales los que no han muerto. Pese a ello, se tiene por cierta la mortalidad de todos los hombres ¿Qué cosa da legitimidad a la inferencia por inducción? Hume (1998) no encuentra una respuesta oportuna, de allí que identifique al conocimiento con una creencia, una costumbre. A Kant, en primer lugar, le convencen los éxitos de la ciencia. Entonces, interroga por las condiciones que la hacen posible ¡Listo! Adquiere la respuesta. La ciencia pregunta a la naturaleza bajo un esquema a priori. Tal esquema está diseñado con un perfil de universalidad. Si la naturaleza responde obedeciendo las condiciones que la ciencia traza en el esquema universal, se acepta la universalidad propuesta; si contraviene las condiciones, se rechaza. La ciencia, pues, no dice que haya leyes universales en la naturaleza. Señala tan sólo que bajo un esquema universal construido por ella misma, la naturaleza respondió satisfactoriamente. Si hay leyes naturales o no, es algo que no es dable saber a la ciencia, puesto que no puede ir más allá de ella misma. Luego, la legitimidad de la universalidad derivada de la inducción proviene de la propia ciencia. En otras palabras, todos los hombres son mortales no es una ley de la naturaleza, es una construcción de la ciencia, al grado que siguen haciéndose investigaciones respecto al tema. De nuevo: la ciencia no sale de sí misma.
Que la ciencia no consiga el conocimiento de la realidad ha llegado a considerarse una imperfección. Luhmann (1996) ve otra cosa. No se trata, dice, más que de la autopoiesis del sistema de la ciencia y su carácter de apertura infinita con relación al avance de sus operaciones, es decir, a su constante autorreproducción. Sólo ella, por medio de la consistencia que le da la conexión de sus elementos, determina sus operaciones y produce ininterrumpidamente más elementos, mientras las condiciones de acoplamiento a su entorno se lo permitan.
La ciencia, por tanto, es un sistema autopoiético. Su unidad elemental es la comunicación científica. Esto acarrea derivaciones significativas en cuanto a las teorías de la verdad.
Las perspectivas cambian. La dimensión de los objetos pierde terreno dentro del interés de la ciencia. Éste lo acaparan las dimensiones temporal y social. La ciencia no sale de la ciencia, por tanto, los objetos de la realidad o entorno llamarán su atención sólo en calidad de temas. La ciencia forjará reducciones de su entorno, pero éste seguirá sus propias ordenanzas, independientemente de toda reducción. En este sentido, cada reducción no es más que un evento. Lo importante, así, es averiguar qué eventos perduran en el tiempo y cómo. Por otra parte, no ha de olvidarse que la verdad es un medio de comunicación simbólicamente generalizado, cuyo propósito es transformar en probable la improbabilidad de la comunicación. En otras palabras, su fin es alcanzar la socialidad. En efecto, la verdad es siempre algo socialmente constituido, puesto que implica más de una conciencia y más de una acción aislada (Luhmann, 1996). La teoría heliocéntrica no se convirtió en verdad a partir de Copérnico, sino después de la intervención de un gran número de conciencias y del desarrollo de muchas acciones.
Mientras haya continuidad de la comunicación con relación a la verdad y a la falsedad, la autopoiesis de la ciencia permanecerá. Ello supone la instauración de expectativas oportunas que funcionan en cada caso como la estructura del sistema.