Juan Soto del Angel
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Más allá de Fritz Heider, Luhmann (1996) generaliza la distinción medio/forma. Llama medio a una serie cualquiera de elementos cuyo acoplamiento y flexibilidad admite determinadas conformaciones. Cuando estos elementos se organizan de manera rígida, o lo que es lo mismo, cuando a partir de ellos se producen determinadas conformaciones, se da lugar a las formas. Si la luz se proyecta sobre algunas cosas con una pared de fondo, aparecerán las sombras. La luz es el medio; las sombras, las formas. En la medida que acepta formas acústicas, también el aire es un medio. La luz y el aire son medios de percepción puesto que admiten formas a fin de hacer posible a esta última.
El lenguaje satisface las mismas condiciones como medio, pero va más allá de la percepción. Tomadas en su individualidad, las palabras habladas organizan desde luego formas acústicas; las escritas, formas ópticas. Pero en un segundo plano, el lenguaje es un medio que abre la posibilidad a otras formas: los enunciados. En este sentido, el lenguaje es análogo a la luz y al aire. Los tres son medios que permiten producir formas y no se agotan con ello. La luz es mediación de imágenes; el aire, de sonidos; el lenguaje, de enunciados. Y todo de manera ilimitada: mediaciones disponibles en cualquier momento sin siquiera gastarse.
Ni la luz ni el aire, en tanto medios, existen de por sí. Son producidos como medios de percepción por los sistemas que lo requieren. Igual pasa con el lenguaje. El sistema social lo produce y lo reproduce en su autopoiesis. Los sistemas psíquicos, bajo clausura operativa, podrían hallar puntos de convergencia. Allí se abre la posibilidad de generar un medio, en este caso el lenguaje, cuya tarea consistirá en facilitar el acoplamiento estructural entre los sistemas sociales y los psíquicos.
El lenguaje llama la atención de unos y de otros sin alterar sus respectivas clausuras operativas. En cuanto a los sistemas sociales, hace prácticamente indispensable la comunicación o distinción entre información y participación. Cuando alguien usa el lenguaje es con una intención en dirección de otro. Y éste casi de manera irremediable elige los respectivos sentidos de la información y la conducta participativa, entre los cuales selecciona una diferencia, cerrándose de ese modo una operación comunicativa; y al mismo tiempo, abriéndose otra, puesto que el tema puede seguir abordándose. De igual modo, las formas lingüísticas cautivan a los sistemas psíquicos al ofrecerles objetos de percepción idóneos. Un discurso hablado llama la atención, al grado de llegar a impedir la concentración en algún trabajo; y, en su caso, también las lecturas logran elevados niveles de ensimismamiento. No se puede hacer otra cosa mientras se escucha o se lee, porque se pierde el hilo.
La posibilidad de entendimiento entre las conciencias.
El cuerpo humano, valiéndose del sistema nervioso, se autoobserva; es decir, abre una observación hacia el interior de sí mismo. Bajo esta base, la conciencia se desarrolla con una tendencia opuesta: observar, en primer término, lo que pueda considerar mundo exterior. Esta observación hacia el exterior es la percepción o imaginación intuitiva (Luhmann, 1996) y constituye la operación fundamental de la conciencia o sistema psíquico. Ahora bien, considerando la clausura operativa de los sistemas psíquicos, y por tanto, la falta de injerencia en sus respectivos entornos, habría que señalar consecuencias importantes en esta operación fundamental.
La carencia de atribuciones en el entorno impide a los sistemas psíquicos percibir de acuerdo a sus deseos. Escuchan lo escuchable, ven lo visible, sin importar que haya sido ya escuchado o visto. Luego, tienen la necesidad de hacer los cambios indispensables para pensar únicamente lo que están obligados a considerar como realidad. He aquí expresada con toda claridad la primera improbabilidad de la comunicación ¿Cómo podrán entenderse las conciencias, si cada una organiza sus pensamientos de manera independiente, es decir, bajo una autopoiesis operativamente cerrada? El tema se abordó antes: no se trata más que de una construcción de transparencia sobre la base de la intransparencia. Hace falta decir que la construcción de tal transparencia se ve facilitada con el uso del lenguaje.
En esta parte ha de recordarse el concepto de comunicación. Dada una información cualquiera, alter selecciona una conducta para participar tal información y ego comprende mediante la elección de una diferencia entre la información y la participación de la información. Dada la información amigo, es decir, la distinción entre lo que es amigo y lo diferente de amigo, alter selecciona un abrazo con el fin de participar dicha información y ego comprende fundando una diferencia entre la información amigo y la conducta del abrazo, por ejemplo, el abrazo es sincero. Alter y ego encuentran aquí un punto de convergencia: los dos suponen que recíprocamente se han tratado de amigos (aunque también pudo ser un punto de divergencia: ego distingue un abrazo hipócrita). Más o menos de este modo es que las conciencias llegan a entenderse. Es así, mediante la diferencia entre información y participación, que la comunicación opera y da lugar a los sistemas sociales. En el ejemplo, la información amigo se participa por medio del abrazo, a lo que sigue una comprensión: la diferencia entre la información y la participación. El abrazo, entonces, se usa como signo de otra cosa, en este caso, de la información amigo. Esta vieja costumbre de usar algo como signo de otra cosa es lo que el lenguaje afina, y con ello, lleva a las conciencias más allá de lo perceptible, desarrollando las posibilidades de entendimiento y haciendo viable la comunicación concebida como comprensión de la diferencia entre información y participación.
En efecto, sin lenguaje, seguramente las conciencias permanecerían en el campo de la percepción. Árboles, personas, mares, etc., cada conciencia construiría su mundo a partir de la organización que hiciera de sus percepciones. No habría más. Pero el lenguaje pone todo lo que cae en sus manos bajo una regla de duplicación. Ello, como se vio, quiere decir que funda diferencias entre identidades y diferencias; o lo que es lo mismo, permite selecciones para indicar lo que algo es, separándolo de lo que no es, mas dejando siempre patente que tales selecciones pudieron haber sido de otra manera. En el caso del lenguaje hablado toda unidad y toda construcción unifican de manera arbitraria (es decir, de uno u otro modo) sonido y sentido, estableciendo relaciones muy peculiares. El sonido, sin ser sentido, determina el sentido; el sentido, sin ser sonido, determina el sonido (Corsi, Esposito y Baraldi, 1996). El modo de decir la palabra mamá delimita el sentido de la idea mamá; el sentido que se quiere dar a la idea mamá delimita el modo de decir la palabra mamá. Es bajo estas condiciones que alter elige una conducta con el ánimo de participar una información y ego comprende una diferencia entre la conducta y la información. O también: alter, con la intención de participar un sentido, elige una forma determinada de producción de sonidos; y, ego, con la intención de comprender, elige un sentido a partir de la forma de producción de sonidos. Obsérvese aquí que, a diferencia del comportamiento perceptivo, el uso del lenguaje involucra una intención comunicativa: ni ego ni alter hablan por casualidad, sino con un propósito. De esta manera el lenguaje permite que las conciencias vayan más allá de la percepción, es decir, forja la posibilidad de que se entiendan unas con otras.
Como es de notarse, gracias a la regla de duplicación del lenguaje, se redistribuyen las oportunidades de selección. Mamá, en cuanto información y unidad lingüística derivada de algún sistema social, selecciona entre lo que es mamá y lo que no es mamá. Aún así, a fin de participarla, alter hace una nueva selección: de acuerdo al sentido deseado determina el sonido. Y ego vuelve a seleccionar: según el sonido delimita el posible sentido deseado por alter. Esto significa también que la comunicación lingüística, en primera instancia, es una oferta de selecciones. Mamá es una información que ofrece a alter un sinnúmero de posibles selecciones de participación. Ego, por su parte, igualmente cuenta con un sinnúmero de posibles selecciones de diferencia entre la información y la manera de participarla. Alter puede participarla con un tono bajo, elevado, entrecortado, etc. La diferencia establecida por ego entre la información y la participación, lo harían interpretar ironía, hipocresía, honestidad u otra cosa. Habría que agregar todavía que estas selecciones no dependen exclusivamente de las reglas del lenguaje. Intervienen distintos factores. Por ejemplo, en la interacción cara a cara, a las entonaciones se agregan los gestos, las distancias entre interlocutores y la retórica, entre otros.