Juan Soto del Angel
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En principio, se acude al concepto de comunicación. Si ésta fuera intercambio de información, pronto llegaría a un grado cero. Si una lengua tuviera diez palabras, la comunidad usuaria nada podría decir más allá de ellas. Quizá no sean diez, sino algunos miles. De cualquier modo, tarde o temprano, se acabarían las novedades en las conversaciones. Afortunadamente, las cosas no son así. Se sostiene, con Luhmann, que la comunicación se instaura gracias a la combinación de tres selecciones. La información o indicación de un sentido y negación de otros sin la presencia de interlocutor. La participación o elección de una conducta frente a otras por parte de un emisor o alter, a fin de notificar una información. La comprensión o el sentido que un receptor o ego escoge con el consecuente rechazo de posibilidades diversas, cuando actualiza la información participada por alter. Luhmann considera definitiva esta tercera selección, de allí que llame ego a su productor. Véase la propuesta con mayor detalle.
Dos o más interlocutores, a causa de quien sabe qué circunstancias, entran en contacto. Es evidente que no pueden tener historias idénticas. Aún los hechos que viven juntos, los experimentan de manera diferente. Dichas circunstancias obligan a dar también un sentido distinto a las cosas. Luego, la comunicación es improbable. Empero, si ella falta, las complicaciones no son menores. Hay que remediar el asunto, pues.
Ningún interlocutor está en condiciones de penetrar el mundo de otro. Pero todos tiene la posibilidad de calcular la conducta de cualquiera, y a partir de allí, decidir la propia. Se acierta o se yerra. Se alcanzan convergencias y divergencias. De cualquier modo, se aprende. Así, surgen informaciones o dispositivos que indican un sentido y niegan otros. Los cuales decide aceptar alguna comunidad de interlocutores, bajo la creencia general de que hay coincidencia de significado. Es mejor eso que admitir la imposibilidad de la comunicación como consecuencia de que cada quien entiende lo que su historia personal dicta. Además, es funcional. Ahora es dable la participación o selección, por parte de alter, de una conducta que permita notificar una información. Y que ego, desde el sentido que cree de la comunidad y desde su historia personal, comprenda la información participada por alter. He allí a la comunicación: una combinación sistémica de tres selecciones, cuyo entorno indispensable está compuesto por las conciencias que colectivamente decidieron creer en la coincidencia de significado.
A partir de aquí la comunicación consigue hacerse cargo de sí misma. Indica el sentido de cada información (gracias a ello, los interlocutores tienen qué seleccionar); propone las conductas por medio de las cuales se participan las informaciones (si alter no se ajusta, dificulta el entendimiento); y, también, orienta las comprensiones (¿cómo podría ego elegir un sentido y al mismo tiempo entender, sin una guía de por medio?). Por último, y no por ello menos importante, la comunicación se ocupa de aceptar o rechazar ofertas de comunicaciones. Poco a poco se instauran presupuestos que adquieren fuerza propia. Costumbres, leyes, valores, en fin, todo aquello que alter y ego suponen propio de la comunidad, se transforma en un orden social. Mejor, en un sistema social.
La sociedad actual en tanto sistema autopoiético operativamente cerrado
Si el sistema social de que se habla es la sociedad actual, se trata de un sistema autopoiético operativamente cerrado ¿Qué significa esto? Véase por partes. Bajo circunstancias favorables que ofrece un entorno determinado, un sistema se autorreproduce. En otras palabras, produce una distinción, en donde lo distinguido es el propio sistema (o interior) y el resto el entorno (o exterior). Como no cuenta con todo lo necesario, acude a potencialidades internas y genera posibilidades de combinación de causas externas e internas. Además, hace tal cosa bajo condiciones operativamente cerradas. Ello no equivale a solipsismo (nunca pierde contacto con el exterior), sino a decidir con autonomía. El entorno es tolerante o severo, pero el sistema resuelve qué hacer. Mientras en aquél haya condiciones favorables, éste continuará; de lo contrario, perecerá. Hay salud o enfermedad, no obstante, la conciencia decide sobre sí misma; si la vida falta, la conciencia también. De modo análogo, las conciencias de una colectividad son tierra fácil o difícil, mas si de uno u otro modo admiten un orden social, éste impone sus condiciones; y, sin conciencias, tampoco hay orden o sistema social.
Más o menos de tal modo, las comunicaciones se autorreproducen, toman el mando de sí mismas y dan lugar a sistemas sociales. Según el tenor de las primeras, resulta el carácter de los segundos. Si se producen cara a cara, se abre camino a las interacciones; si se trata principalmente de reglas de pertenencia que delimitan roles, se habla de las organizaciones; y, finalmente, si la referencia es a todas las comunicaciones, se está frente a la sociedad. Si el sistema social es una interacción, se compone de predisposiciones que provienen de considerar la presencia física del otro u otros (no es lo mismo elegir ante la presencia de la esposa, que ante su ausencia); si es una organización, las comunicaciones adoptan la forma de decisiones (un puesto en una empresa no es otra cosa que un área de decisiones); si es la sociedad, pone las bases de y condiciona a todo sistema social (interacciones y organizaciones actuales, en tanto sistemas sociales, se sujetan a los lineamientos de la sociedad global contemporánea).
Hoy día, las comunicaciones autorreproducidas que han tomado el mando de sí mismas y se han transformado en un orden social no se albergan en las conciencias de una colectividad tan pequeña como una tribu o un reino, alcanzan al mundo entero. De tal modo, la sociedad global, en tanto sistema autopoiético operativamente cerrado, adquiere consistencia. Pero no sólo traza el límite que lo distingue del entorno (incluidos ahí, no está de más recordar, los individuos). Traza también límites internos. Ya se habló de interacciones y organizaciones. Hace falta decir que funda una autodiferenciación por funciones. En otras palabras, con el fin de que cada uno cumpla una función específica, facilita en su interior la formación de subsistemas a su imagen y semejanza: autopoiéticos operativamente cerrados. Así, la sociedad o cúmulo de todas las comunicaciones instituye líneas divisorias, por ejemplo, entre comunicaciones económicas, políticas, jurídicas, religiosas y educativas. Para dar lugar, respectivamente, a los sistemas económico, político, jurídico, religioso y educativo. Ellos operan más allá de fronteras geográficas, imponiendo sus propias delimitaciones. De allí que internacionalmente se note cierta uniformidad en las tareas, de allí que se hable de una sociedad global.