Tesis doctorales de Ciencias Sociales

LA HISTORIA FAMILIAR Y COMUNITARIA COMO VÍA PARA EL APRENDIZAJE DE LA HISTORIA NACIONAL Y DE LA VINCULACIÓN DEL ALUMNO DE SECUNDARIA BÁSICA CON SU CONTEXTO SOCIAL

José Ignacio Reyes González



 

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El protagonismo histórico del pueblo cubano como fuente para la educación

Si un país puede enorgullecerse de su historia ese es Cuba, paradigma actual de cómo se puede defender la soberanía, la independencia y las conquistas económico-sociales de su pueblo. Un proceso histórico original, como es el caso cubano, ha venido creciendo con el tiempo por el protagonismo que ha tenido su pueblo como productor de la riqueza de la que se han alimentado las generaciones de cubanos, su participación en la conformación de la nación y la nacionalidad vinculada a los hechos históricos más revolucionarios y que finalmente cristalizaron con el triunfo del primero de enero.

El accionar histórico en Cuba se remonta desde los habitantes aborígenes del país, que a pesar de no ser un pueblo guerrero se manifestaron contra la violencia española, que con su afán enriquecedor, aniquiló la mayoría de la población autóctona.

El sentido de la justicia, la rebeldía y el apego creciente de los criollos a esta tierra quedó reflejada en acciones como las sublevaciones de los vegueros en contra del Estanco español del tabaco y la respuesta popular de Pepe Antonio y sus milicianos ante el invasor inglés deseoso de controlar la codiciada isla caribeña.

Las primeras décadas del siglo XIX fueron el escenario natural de la proliferación de ideas reformistas, abolicionistas, anexionistas, pero sobre todo la evolución hacia un pensamiento independentista, cuyo máximo representante fue el Padre Félix Valera, que reflejaba el más alto grado de conciencia y de pertenencia a esta tierra de los cubanos.

Durante la guerra de independencia contra el colonialismo español que inició el 10 de octubre de 1868, la dirección de la Revolución convocó no solo a los cubanos blancos libres, sino a la masa irredente de esclavos, trabajadores manuales, campesinos, intelectuales, y todos en un torrente único se dispusieron a ganar con el machete en la mano, lo que España se negaba a entregar de manera natural.

La Guerra Grande demostró la pujanza del pueblo cubano; sus errores no esperaron mucho tiempo para ser analizados, siendo su más fiel estudioso José Martí, el máximo exponente del pensamiento cubano del siglo XIX y uno de los ideólogos de la Revolución Cubana.

No siempre comprendido por todos, José Martí logró aunar las voluntades de todos los cubanos para reiniciar una lucha que debía llevar a la independencia bajo la dirección del PRC, uno de sus aportes más trascendentales a su concepción de la guerra de todo el pueblo. Contó Martí con los cubanos de exilio y con los que quedaron en la Patria después del fracaso de la Guerra del 68. Muchos confiaron en la guerra de Martí, como algunos la llamaban, y superando errores de contiendas anteriores se lanzaron de nuevo a la manigua bajo el grito de ¡Viva Cuba, libre!, expresión que delimitaba el sentido de pertenencia a la tierra, a sus costumbres, a su cultura, a la nación, lo que ha llevado a los estudiosos de esta parte de la historia a afirmar que al calor de las guerras de independencia contra España cristalizó la nación y la nacionalidad cubana.

Despojadas las fuerzas cubanas de su seguro triunfo en 1898 por la intervención norteamericana en la guerra, se inició un estilo de gobierno con cubanos, pero bajo el tutelaje directo de los EE.UU que acrecentó el subdesarrollo heredado del colonialismo español y que no hizo esperar la respuesta revolucionaria de su pueblo. Mella y Villena rescatando lo mejor del pensamiento independentista, en especial de José Martí, y uniéndolo a su preparación marxista, marcaron pautas en la revolución de los años 30, que demostró la capacidad y la pujanza del pueblo cubano y su inconformidad con el destino de la Patria.

La Revolución de los años treinta organizó a los estudiantes, a la intelectualidad revolucionaria, a los obreros y a los campesinos, dejando como lección la necesidad de la unidad y el fortalecimiento de su vanguardia, lo cual si se lograba conduciría a la nación a darle el verdadero lugar a su pueblo.

Años más tarde, contando con el pueblo, Fidel Castro logró un movimiento de masas cuyo detonante fue el asalto al Cuartel Moncada que desencadenó la actividad de la sociedad cubana de la década del cincuenta en llanos y montañas. Involucró a sectores disímiles para cristalizar como revolución victoriosa, la primera triunfante en el continente americano, y marcar pautas por su sostenida base popular y por la fuerza que le impregnaba a las transformaciones necesarias de un país que rompía más de cuatro siglos de las cadenas del colonialismo y el neocolonialismo.

La Revolución hecha por su pueblo y para su pueblo se pudo consolidar por el contacto constante de su máxima dirección con su base popular. Creer en el pueblo, pensar desde sus intereses y necesidades, darle el espacio necesario para educarse, actuar en función del beneficio de todos, privilegiando y reconociendo el protagonismo de la población cubana por encima de la actividad individual han sido pilares básicos desde entonces en la historia nacional.


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