Tesis doctorales de Ciencias Sociales

LA HISTORIA FAMILIAR Y COMUNITARIA COMO VÍA PARA EL APRENDIZAJE DE LA HISTORIA NACIONAL Y DE LA VINCULACIÓN DEL ALUMNO DE SECUNDARIA BÁSICA CON SU CONTEXTO SOCIAL

José Ignacio Reyes González



 

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La interrelación de la escuela, la familia y la comunidad en la educación histórica de los escolares

Desde las primeras indagaciones efectuadas en este trabajo se pudo conocer que la escuela actual no aprovecha a plenitud, de forma sistemática y como un principio de aprendizaje histórico-social de los alumnos, esa cultura histórica formada socialmente y que se concreta en instituciones, medios de difusión, personas de la comunidad y la familia.

Cuántas experiencias históricas, vivencias del accionar en las luchas revolucionarias, en la actividad económico-social; cuánta historia reflejadas en documentos, materiales, objetos históricos, hay alrededor de la escuela que permiten potenciar un aprendizaje desde el contexto social en que se desenvuelve el alumno y cuyos resultados se puedan aplicar en acciones de alcance social que lo enseñen a pensar y actuar histórica y socialmente.

¿Está aprovechando el curriculum de historia más allá de las potencialidades de la historia política de algunas de las instituciones y personas vinculadas a los hechos históricos nacional y local? Esta es una preocupación que asalta al equipo de investigación.

La escuela tiene la alta responsabilidad de la educación integral de los alumnos, en particular de la educación histórica, y no puede seguir conduciendo el aprendizaje sin contar y potenciar a la familia y la comunidad en el propósito de su preparación social.

No puede la escuela estar preparando para la futura vida social de los ciudadanos, si no relaciona tempranamente al alumno con el contexto social en que se desenvuelve. La vida social: en la familia y la comunidad le generan preocupaciones y problemáticas muy diferentes a las que tiene que solucionar en el currículum histórico que la escuela les propone.

En la pedagogía cubana lo tenemos como un principio importante a defender y que José Martí lo define al escribir: “Puesto que a vivir viene el hombre, la educación ha de prepararlo para la vida. En la escuela se ha de aprender el manejo de las fuerzas con que en la vida se ha luchar”. J. Martí (1978: 53).

El hecho de que el sujeto viva en sociedad implica que se educa no solo bajo el influjo de la institución socialmente determinada para esos fines: la escuela, sino también bajo la influencia de las actividades que realiza la sociedad en que se desenvuelve su vida cotidiana.

Dejar que todo ese sistema de influencias educativas sigan actuando espontáneamente, es negar la capacidad integradora y proyectiva que la escuela puede realizar ante el reto de preparar al hombre para la vida social. La escuela puede erigirse en la institución que se plantea como metas la preparación de un individuo para cumplir los objetivos sociales, que si bien pasan por metas individuales se aprenden en la interacción con otros en la escuela, en la familia, en la comunidad y en general en la sociedad. Los conocimientos se aprenden en la sociedad y para verterlos en la sociedad.

La verdadera fuente del desarrollo de la personalidad de los educandos lo constituyen la adquisición de la experiencia socio-histórica, con la cual interactúa diariamente; pero no siempre es identificado como elemento central y se deja a la espontaneidad con que fluye en la actividad social de los alumnos, donde se diluye su responsabilidad. Este proceso, si es guiado pedagógicamente por los adultos, ya sean los docentes, los familiares u otras personas de la comunidad, tendrá un resultado educativo cada vez más cercano a los fines de la preparación social del alumno.

Lo anterior significa que la historia que la escuela enseña debe ser un aprendizaje disciplinar contextualizado (R. M. Álvarez, 1997), de la misma manera en que es contextualizado el aprendizaje de la vida cotidiana. Si en su desenvolvimiento social cotidiano el alumno utiliza unas herramientas y luego en la escuela utiliza otras, jamás obtendremos los fines sociales que se traza la educación.

“El problema no es tanto cómo aprender, sino cómo construir la cultura de la escuela en virtud de su función social y del significado que adquiere como institución dentro de la comunidad social” A. I. Pérez (1998: 254).

La historia como disciplina escolar ha de proyectarse como el anticipo de la modelación de las reflexiones y acciones sociales del alumno, de modo que los conceptos, las habilidades y las actitudes que se forman bajo su influjo devienen instrumentos útiles para comprender, interpretar, decidir, analizar y organizar la intervención del individuo y del grupo en los problemas de su vida cotidiana, entre los que se encuentran su propia vida como escolares.

La implementación socioeducativa de las ideas anteriores supone que la escuela estreche sus vínculos de trabajo con la familia y la comunidad, de modo que se sienta la responsabilidad directa de los últimos en la preparación social de los alumnos, y a su vez, la escuela organice su proyecto educativo recurriendo a las características que tiene el entorno social, nutriéndose de las problemáticas familiares y comunitarias.

La escuela tiene que traspasar los límites geográficos de sus locales, atraer a ella a los pobladores de su comunidad, potenciando sus posibilidades para lo histórico-social, y llegándose a convertir en el principal centro cultural y agente socializador de su comunidad. Son acciones conjuntas que realizan la escuela, la familia y la comunidad para desde una educación histórica compartida construir cooperativamente las respuestas a las interrogantes que desde el presente surgen sobre el pasado familiar, comunitario y nacional.

La escuela debe ser capaz de fomentar la iniciativa de cada una de estas partes e integrar propuestas con un alcance comunitario, que es llegar hasta la actividad social de los alumnos, preparándolos consecuentemente para su protagonismo futuro en la sociedad.

La educación reconoce la importancia de la escuela para preparar al alumno en el desarrollo de su vida familiar, incluso para encabezar responsablemente una familia y todo lo que esto supone en materia de decisiones personales y sociales. No es posible ganar en preparación cualitativa, cuando al alumno no se le dan posibilidades de conocer sobre la evolución histórica de su familia, sus orígenes, costumbres y tradiciones, cómo ha logrado enfrentar las problemáticas en cada momento histórico, qué legados recibe él de su familia y cuáles debe preservar como parte del patrimonio familiar.

La inteligencia del docente se pone a prueba al tener que sortear las peculiares historias de la familia y aprovechar su potencialidad en la educación del alumno y en el resto del grupo escolar.

Otro tanto sucede con la comunidad. Si el alumno se desenvuelve en un contexto de desarrollo: casas, instituciones, fábricas, parques y otros lugares históricos y culturales, con un movimiento diario de personas con las que interactúa; no es posible que esté ajeno a la historia de aquel lugar, sus calles, construcciones y personas que se han esforzado por ver crecer su comunidad.

Siempre este lugar fue así, quiénes han vivido y qué han hecho por el desarrollo de la comunidad, cómo ha resuelto los problemas sociales los hombres que le antecedieron y los que viven ahora, y qué puedo aportar a mi comunidad en la medida en que aprendo sobre historia en mi escuela, son algunas de las interrogantes que desde una vinculación escuela-comunidad pueden resolverse con un papel activo del aprendizaje del escolar.

El proceso de educación interactivo de la escuela, la familia y la comunidad permite que el alumno asimile e interiorice el sistema de valores característicos de la época en que vive, reflexione sobre cuáles normas, ideas y actitudes se deben reforzar, le revela el protagonismo de los miembros de la familia y de personas de la comunidad en la construcción de la sociedad.

La cultura histórica se erige en fuente de aprendizaje y no solo repercute en la escuela, sino en el reflujo de influencias positivas que las actividades tienen sobre la familia y en general, sobre la comunidad.

La conciencia histórica que es un importante baluarte en la defensa de la identidad cultural de una nación, se ha visto favorecida en Cuba a partir del protagonismo del pueblo en la construcción histórica y la educación recibida para poder jugar ese papel, lo que se erige en un principio para la educación histórica de las nuevas generaciones: el cómo aprovechar la cultura histórica del pueblo cubano y revertir la formación histórica del alumno en actuación social, desde la escuela e integrando a la familia y a la comunidad.


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