Tesis doctorales de Ciencias Sociales

LA HISTORIA FAMILIAR Y COMUNITARIA COMO VÍA PARA EL APRENDIZAJE DE LA HISTORIA NACIONAL Y DE LA VINCULACIÓN DEL ALUMNO DE SECUNDARIA BÁSICA CON SU CONTEXTO SOCIAL

José Ignacio Reyes González



 

Esta página muestra parte del texto pero sin formato.
Puede bajarse la tesis completa en PDF comprimido ZIP (180 páginas, 423 kb) pulsando aquí

 

 

 

CAPÍTULO II: LA HISTORIA SOCIAL: FAMILIAR Y COMUNITARIA EN LA HISTORIOGRAFÍA Y EL CURRÍCULO ESCOLAR

Todas las preocupaciones que la práctica de la enseñanza de la historia nacional dejaba en el equipo de investigación indicaba la conveniencia de hacer un estudio profundo buscando una respuesta científica desde una perspectiva holística.

Las reflexiones que dejamos plasmadas en el capítulo anterior nos adelantan que la enseñanza de la historia no está contribuyendo a la formación de un pensamiento histórico total, integral, como se desprende del enfoque del materialismo histórico, sino que se inclina a la arista política, mientras que no se observa un vínculo genuino de los alumnos a su contexto social. Esta situación deja ver la necesidad de analizar el enfoque epistemológico que se utiliza en la enseñanza de la Historia en el nivel de secundaria básica con el propósito de reforzar la concepción de una historia que integre todos los componentes del quehacer social.

Para confirmar con más precisión los criterios teóricos y poder vislumbrar una posible solución al problema nos adentramos en el estudio de la epistemología histórica, sobre todo aquellos aspectos esenciales que refuerzan desde la historia social la concepción materialista de la historia.

La consulta de una variada, rica y actualizada bibliografía nos permite exponer a continuación una síntesis del estudio realizado (aunque sobre el mismo hubo que volver nuevamente en otros momentos de la investigación) y las reflexiones que nos motivó sobre la práctica escolar.

Criterios epistemológicos sobre la historia social

El siglo XX ha sido testigo de la aparición de varias escuelas histográficas, aunque todas no han tenido el mismo impacto en el círculo de los historiadores profesionales. Comparto el criterio de autores como P. Pagés (1983), M.J. Sobejano (1993) y E. Torres-Cuevas (1996) de que las corrientes historiográficas que más han influido en el mundo en este siglo han sido: el marxismo, el positivismo y la nouvelle histoire francaise - también conocida como la escuela de los Annales. Dentro de las corrientes historiográficas que emergieron desde la década del 50 hasta la actualidad hay muchas que deben sus argumentos y su fundamentación a lo que han aportado los Annales y el Marxismo, tal es el caso de la llamada historia social.

La historia social es muy difícil de definir y mucho menos separarla de un contexto de corrientes que se ocupan de temas no abordados tradicionalmente por la historia y que genera una gran polémica entre los profesionales de la investigación histórica. Tal y como afirma D. Carradine (1991) es más fácil defenderla que definirla, lo que refleja con exactitud su necesaria existencia como objeto de estudio de los historiadores.

La historia tiene una mayor tradición de estudio de los elementos que integran la política, la diplomacia, las grandes personalidades e incluso centrada en determinadas zonas del planeta con un marcado carácter occidental y más aún, eurocentritista. El positivismo que apelaba a los hechos históricos que se pueden probar en los documentos, no ha podido mantenerse como método único de investigación y recuento de la historia y ha visto con desconcierto el acercamiento de la misma a la economía, la influencia de la geografía humana, la estadística, el estructuralismo y los diferentes tiempos históricos, así como un creciente interés por los temas marginados e identificados al principio solo con el marxismo o con corrientes historiográficas de izquierda.

En mi criterio la historia social no puede ser aceptada según la definición del historiador G.M. Trevelyen que en English Social History (1944) propuso que era como una “historia del pueblo, pero sin la política”, excepto que se quiera caer en el mismo error de otras corrientes que absolutizan algunos de los elementos de la vida social de los hombres. Ver la historia social separada de lo económico y lo político es seguir fragmentando la historia y alejarse de la historia total y global en la cual están de acuerdo la mayoría de los historiadores profesionales en los finales del siglo XX.

E. P. Thompson (1981) y P. Pagés (1983) ubican a la corriente historiográfica marxista como una historia social, pues a la hiperbolización de la historia política Marx y Engels opusieron el estudio de todos los aspectos: económico, político y social de la vida del hombre en sociedad, a pesar de la interpretación dogmática que se le dio a posteriori al papel del factor económico y que tan disímiles interpretaciones y discusiones ha generado. “El rasgo esencial del marxismo desde sus inicios lo constituyó la elaboración de una propuesta teórica coherente acerca de la evolución social a partir de una metodología esencialmente globalizadora y racionalizadora de todos los factores que componen la sociedad” E. Torres - Cuevas (1996: XIII).

Si un antecedente de la historia social como corriente historiográfica actual me queda claro, ese está en la historia marxista y no podría hacerse esa nueva historia de los de abajo, de los marginados, de los “sin historia”, como le ha dado por llamarla a algunos historiadores, eludiendo los preceptos metodológicos del materialismo histórico.

Si bien el marxismo apareció desde el siglo XIX no fue hasta la década del 30 del actual siglo que fuera más aceptada entre los profesionales de la historia, por eso se explica que otra corriente historiográfica con muchos puntos de contacto con el materialismo histórico (sobre todo en su etapa inicial) irrumpiera con muchos seguidores: la escuela de los Annales. Esta corriente oponía a la historia historizante de marcado acento político una historia total, global, que integrara además de la político, lo económico, lo social, la interacción con el medio geográfico, los elementos demográficos, en fin la variedad de los elementos sociales, abriéndole las puertas a la integración con otras ciencias sociales, criterios que analizan con detalles P. Pagés (1983), J. Casanova (1991) M. J. Sobejano (1993) S. Sánchez Prieto (1995) y E. Torres - Cuevas (1996).

Los Annales en sus comienzos hicieron un serio esfuerzo por darle el lugar que le correspondía a la historia económica y sus vínculos con lo social en un contexto social global, aunque “la mitad económica de esa combinación era abrumadoramente preponderante” (J. Casanova, 1991 : 28), pero indudablemente dejó preocupaciones que tendrían que fructificar tal y como venía sucediendo con el marxismo de que la historia debía ocuparse de la integralidad y totalidad de la sociedad humana apelando al reconocimiento de una variedad de fuentes que rebasaba el criterio positivista que absolutizaba el documento escrito.

La historia social no es un fenómeno tan nuevo y muchos autores reconocen que hay otros antecedentes y manifestaciones desde tiempos tan remotos como el siglo XIX al aparecer el trabajo de W. H. Richl “Historia natural del pueblo alemán “ según el criterio de C. Rama (1984) y que cita C. Torres Fumero (1995 : 131), pero la gran mayoría lo hace coincidir con la escuela francesa de los Annales y los historiadores marxistas ingleses. En el caso de E. J. Hobsbawm (1991) señala que historiadores de la talla de Marc Bloch, Fernand Braudel y Georges Lefebvre hicieron historia social aunque no lo declararan oficialmente.

Es el propio E.J. Hobsbawm (1991) el que señala que en el pasado el término historia social adquirió tres significados: como historia de los pobres o de las clases bajas, más específicamente la historia de los movimientos de los pobres; en segundo lugar, para designar trabajos sobre un conjunto de actividades sociales que en la concepción tradicional de la historia quedaban fuera de lo político, lo diplomático y lo militar, y que aparecen bajos los términos anglonorteamericanos de maneras, costumbres, ocio y vida cotidiana; y en tercer lugar, que la historia social se fundió con la historia económica para formar un campo especializado y marginado por la historia general.

Frente a todos estos significados, se erige la verdadera intención de muchos historiadores de lograr una verdadera historia integral que supere la fragmentación en los estudios históricos. “La historia social no es un tipo de historia en particular es una dimensión que debería estar presente en todas las ramas de la historia” R. Samuel (1991: 144).

Cada aspecto de la historia social ha sido bien polémico, lo que explica lo que según J.C.D. Clark (1991) declara como división entre los historiadores sociales. Un primer grupo, la consideran como una historia económica a pequeña escala; el segundo, que la considera con un enfoque global dándole un peso a la económico y un tercero plantea que utilizan una metodología no positivista y antirreduccionista liberada de la sujeción a la historia económica.

Sin embargo, hasta después de 1945 ninguna de estas versiones de historia social produjeron un campo de especialización académica y no logró fuerza entre los historiadores hasta después de la Segunda Guerra Mundial. La mayoría de los estudiosos de esta problemática sitúa la década del cincuenta como la del inicio de la misma. P. Pagés (1983), E. J. Hobsbawm (1991) J. Casanova (1991); y como la que le ha dado un fuerte impulso este tipo de estudio, destacándose en ello los historiadores marxistas ingleses, que defienden el criterio que la historia social no es más que una historia marxista que se ajusta a los fundamentos que plantearon sus fundadores Carlos Marx y Federico Engels.

Tal y como afirma E. P. Thompson (1981: 118 - 119) “el materialismo histórico se propone estudiar el proceso social en su totalidad; es decir, se propone hacerlo al aparecer no como una historia “sectorial” más - como historia económica, política o intelectual, como historia del trabajo o como historia social definida aún como otro sector -, sino como una historia total de la sociedad, en la cual estarían reunidas todas las otras historias sectoriales”.

En las décadas del sesenta y del setenta se reforzaron los estudios investigativos que se incluyen dentro de la historia social, pero no hay un acuerdo claro si son modalidades de la historia social lo que ha estado proliferando a partir de estos momentos o serán nuevas disciplinas históricas independientes, aunque lo que queda mejor delimitado es que se apoyan en los métodos de otras ciencias sociales: como la sociología, la etnografía, la antropología, la historia económica como el serial y la cuantificación que utiliza la llamada historia demográfica.

En las décadas del cincuenta y el sesenta la historia social se ocupó de temas tales como la demografía y el parentesco, los estudios urbanos, las clases y los grupos sociales, la historia de las mentalidades, la cultura, las transformaciones de la sociedad, los movimientos sociales y los fenómenos de protesta social, la vida familiar y la vida cotidiana, la historia de la mujer, del trabajo o de la educación. E. J. Hobsbawm (1991) C. Torres (1995).

También el regreso de la historia narrativa ha entrado en el campo de lo social al ocuparse de temas como la naturaleza del poder, la autoridad, los sistemas de valores, la juventud, la ancianidad, el trabajo, el amor, el sexo, las enfermedades, la muerte, el miedo, el odio, la familia, el parentesco, la comunidad, las clases, la raza y otros.

Una coincidencia temática encontramos también en la historia de la cultura popular, en la llamada microhistoria, y en la historia oral. “El abordar nuevos y diversos temas así como el interés por recuperar el gusto por la narrativa son factores que han contribuido a la explosión experimentada por la historia social” C. Torres (1995: 133).

No es solo en las temáticas de estudio donde hay coincidencia entre los historiadores sociales, sino también en acercarse a otras ciencias sociales y en la utilización de métodos, , incorporando una variedad de fuentes o utilizando las ya tradicionales pero con otra óptica, tal es el caso de la historia oral. Esa riqueza de fuentes que va desde protocolos notariales, testamentos, documentos judiciales llega hasta objetos familiares, cartas, diarios, documentación familiar, iconografía, y por supuesto, la historia oral aplicada a la vida cotidiana de la familia y la comunidad.

El crecimiento de las tendencias entre los historiadores sociales y la consecuente fragmentación entre ellos, implica dejar claro que la verdadera aspiración de los estudios históricos es no perder la senda de la historia total aportada por el materialismo histórico, tal como sentenció la primera generación de los Annales.

La historia que comenzó siendo identificada con la narración de hechos históricos, centrada fundamentalmente en aspectos políticos, militares y diplomáticos y en las personalidades vinculadas a estos y con el positivismo, centrando su atención en el documento histórico como única alternativa probatoria, ha diversificado sus temáticas de estudio: lo económico, lo social, lo ideológico, lo cultural, deteniéndose no solo en las personalidades sino en la actividad amplia del hombre en sociedad, acercándose a la vida de los productores de bienes materiales y sostén de la vida de los pueblos del mundo.

Asumir el criterio de historia total o global es ser consecuente con la multidiversidad de elementos que se entrelazan en la vida de la sociedad y superar cualquier tendencia que en nombre de rescatar alguna esfera olvidada por los estudios históricos anteriores, menosprecie las otras facetas de lo histórico y no incursione en los nexos y relaciones de la misma. Me adscribo al criterio del historiador marxista E.J. Hobsbawm de definir la historia social como historia de la sociedad sin dejar fuera ningún aspecto de la totalidad, tal y como lo señaló el materialismo histórico desde sus comienzos.

Hasta ahora la principal deficiencia estriba en que en su aplicación práctica no se ha logrado aprehender todos los aspectos de la realidad social y, tal como señala E. Torres- Cuevas sigue siendo, como aspiración legítima. “La historia total es el horizonte; el objetivo de tratar de entender el funcionamiento global de una sociedad, aunque nunca se alcance”. (1996: XXIV).

No menos importante ha resultado adentrarnos en el estudio de la naturaleza de la historia. En este sentido sigue teniendo validez la conclusión de P. Vilar (1980) de que la historia es una ciencia en construcción, lo que supone que existan períodos susceptibles a ser profundizados y revisados permitiendo su enriquecimiento y ganando en veracidad a partir de una rica negación dialéctica. La historia, que no solo se ocupa de lo factual de los hechos y fenómenos históricos, se adentra en las interacciones causales que de manera esencial explica el entramado de relaciones que se producen a nivel social.

Esta tendencia a reconocer la concatenación, nexos, cambios e interacciones en la historia, hace penetrar en otro elemento discutible: la historia como ciencia del pasado. No es menos cierto que por su naturaleza el contenido histórico es el pasado, los hechos y fenómenos que son objetivos e inmodificables en la forma que transcurrieron, pero en la interpretación que se le da con un método científico y objetivo puede percibirse la dinámica del movimiento social que va del pasado al presente y de este al futuro. E.H. Carr señala que el historiador del pasado no puede acercarse a la objetividad más que en la medida en que se aproxima a la comprensión del futuro. Esto significa que solo es el futuro el que puede darnos la clave de la interpretación del pasado y al rastrear en el pasado se busca la luz para la comprensión del futuro.

Abstraerse de esa máxima en los estudios históricos es como dejar un barco sin timonel en alta mar, que puede zozobrar en cualquier instante, “porque el presente no es más que el futuro inmediato que en el vivir deviene pasado, y vivir es modelar a cada instante las condiciones de vida pasadas de días vividos”. A Moreno (1991 : 58).

En la búsqueda de respuestas a nuestras reflexiones epistemológicas apuntadas en el capítulo anterior reconstruimos las siguientes ideas: No se va desde el presente al pasado para buscar sólo raíces u orígenes de hechos y fenómenos actuales; y menos, para encontrar respuesta mecánica a los problemas presentes y futuros. Esto supone a su vez que el presente no puede ser comprendido sin buscar en el pasado y en esa indagación reconstructiva, donde ni el pasado es definitivamente acabado ni el presente es absoluto, se descubren los hilos conductores del devenir histórico y su avance hacia la construcción de la sociedad futura. La historia tiene que dejar de ser solo el pasado, como algo ya muerto, sin conexiones con la vida actual del hombre, sino lo que sigue viviendo cotidianamente en el presente individual y social y con el cual interactuamos directa o indirectamente.

El pasado por sí solo carece de valor, solo lo adquiere en su relación con el presente y su proyección futura; por eso es que la historia no debe absolutizar cualquiera de estos elementos que marcan el sentido del tiempo. Justamente por la importancia que tiene esta relación pasado - presente - futuro es frecuentemente abordado por autores de escuelas historiográficas y didácticas diferentes, como son: P. Pagés (1983), M. Asensio, M. Carretero y J. I. Pozo (1989), J. Pagés (1989), G.J. Whitrow (1990), J. Le Goff (1991), H. Pluckrose (1993), M.E. Guibert (1994), E. Torres-Cuevas (1996), J. Pagés y P. Benejam (1997) , P. A. Torres (1997) y R. M. Álvarez ( l998).


Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles
Enciclopedia Virtual
Biblioteca Virtual
Servicios