Alicia María García Díaz Mirón
En el año 2001, la Secretaría de Educación Pública (SEP), introduce el Programa Integral de Fortalecimiento Institucional (PIFI), y con ello obliga a las universidades públicas, a elaborar planes a mediano plazo a niveles de departamentos, escuelas y facultades.
La obligación de llevar a cabo planes detallados, se sustenta en el argumento de garantizar la calidad en lo posible. Interpretándose ésta en función a: la aceptación social de los egresados, altos índices de titulación y egreso, profesorado competente organizado en cuerpos académicos, un currículo actualizado y pertinente, evaluación de los aprendizajes pertinentes y confiables, servicios de apoyo al estudiantado eficientes y oportunos, infraestructura adecuada para el trabajo de profesores y alumnos, sistemas de gestión eficientes y eficaces, y un servicio social acorde con los objetivos de los programas educativos.
El argumento estatal que justifica la adopción de la planificación estratégica, como se comenta anteriormente, es retomar la calidad operativa de las instituciones de educación superior, la que en la medida de que se alcance determinará el derecho o no a los subsidios federales. Las universidades públicas mexicanas deben asumir por tanto, la entera responsabilidad de su destino, formulando sus propios planes estratégicos, debiendo además comprobar el uso eficiente de los recursos, y su correspondencia con los objetivos previstos. Así, el control de la calidad y la rendición de cuentas se constituyen en tareas esenciales de la gestión universitaria. (Kent, 2005)
No obstante lo anterior, la planificación estratégica en las universidades ha sido moderadamente exitosa. Sólo unas cuantas han sido capaces de lograr resultados óptimos, y transformarse en pos de sus objetivos. Una cantidad similar, han logrado importantes cambios en alguna área de su operación, al aplicar la planificación estratégica paulatinamente por áreas claves, evitando así el riesgo de aplicarla a toda la operación en su totalidad. Otras, han fracasado en el intento de implementar un plan estratégico, resultado que determina la controversia. (Clark, 1970)
Algunos autores han planteado desde distintas perspectivas y opiniones; a la luz de una serie de circunstancias que condicionan el uso de esta herramienta en los sectores educativos, de explicar con suficientes y válidos argumentos, las razones de los éxitos y los fracasos del uso de la planificación estratégica en universidades. Sin embargo, no hay consenso ni claridad sobre si esta determina o no, el éxito de las instituciones de educación superior. (Gerard A., 1998)
Por su parte Gárciga (1999), reitera la importancia del perfil emergente que demandan estos nuevos oficios en la universidad, por parte de los directivos que hagan uso de la planificación estratégica como herramienta orientadora de sus decisiones. Subraya la problemática; ya tratada por Martínez Rizo (2000), del desconocimiento del rol por parte de los académicos de vocación y tareas, que asumen nuevas no sólo desconocidas, sino aparentemente antagónicas, tales como planeación, control, y rendimientos de cuentas entre otras.
En México, la Secretaría de Educación Pública, desarrolló en el año 2002 un modelo de planificación estratégica para revisar su quehacer, en el marco del Programa de Innovación Social, propuesto por la Presidencia de la República. En tal documento, la visión se centra en convertir a la dependencia citada en un organismo competitivo, eficaz y pertinente que contribuya a lograr los objetivos señalados en el Plan Nacional de Desarrollo, y en el Programa Nacional de Educación 2001-2006. (SEP, 2002)
Actualmente la aplicabilidad y utilidad de dicho modelo no ha sido validada aún, o al menos no aparece documentada.
Son los tiempos y circunstancias que en suma, constituyen un marco propicio que conduce reflexiva o irreflexivamente a las instituciones de educación superior en México; tanto públicas como mixtas, particulares o privadas, a escudriñar con distintas miradas su futuro, a repensar su nuevo rol, y a concebir la mejor forma de desempeñarlo, reformulando sus planes de desarrollo.