Alberto Ibarra Mares
Actualmente se utilizan una diversidad de magnitudes importantes derivadas de la rentabilidad sobre la inversión como son: la rentabilidad bruta, la rentabilidad de la explotación o económica (normal y extraordinaria), la rentabilidad de la empresa, la rentabilidad financiera, la rentabilidad sobre la inversión en activos o la rentabilidad sobre los capitales o recursos propios.
Todos estos conceptos los analizaremos más adelante basados en las diversas formas en que se ha interpretado la tasa de rentabilidad, poniendo especial atención a los criterios desarrollados por Vergés (1997) y los que se utilizan en el Modelo E. I. Du Pont de Nemours, el cual es de amplía aceptación y consiste en el cálculo del rendimiento sobre la inversión considerando la inclusión del activo fijo a su importe bruto como denominador del ratio.
El ratio del rendimiento sobre la inversión no es una medida totalmente fiable para un proveedor de capital ajeno o capital propio. Sin embargo, autores como Bernstein (1999) opinan que sirve como herramienta en un modelo de análisis financiero de tres formas:
1. Como indicador para evaluar a largo plazo la efectividad y calidad de la dirección.
2. Es uno de los indicadores más confiables para medir la salud y potencial financiero de la empresa a largo plazo (considerando elementos del balance y las cifras resumen del estado de resultados).
3. Es un método de proyección de beneficios que opera de dos formas: a) cuando se relacionan los beneficios estimados entre el capital real total invertido; y b) cuando las tasas históricas e incrementales de rentabilidad se ajustan por los cambios previstos, tanto en el numerador como en el denominador.
En los dos últimos casos, el rendimiento sobre la inversión representa un método de proyección de beneficios que se puede comparar con las estimaciones de otros métodos de proyección como por ejemplo el VAN o la TIR. Aquí, la tasa de rentabilidad como método de proyección enlaza una cifra estimada (beneficios proyectados) con una cifra real (capital invertido). Esta última cifra, que funciona como denominador, se basa en tasas históricas e incrementales del rendimiento, obtenidas y ajustadas posteriormente para los cambios previstos.
Los ratios de rentabilidad también permiten llevar a cabo comparaciones sobre los usos alternativos del capital y el rendimiento obtenido por empresas con grados similares de riesgo y tamaño, bajo el principio financiero que establece que las inversiones con mayor riesgo tiene que obtener los rendimientos más altos.
Para la efectiva lectura de la tasa de rentabilidad se parte de tres distintos criterios que son: a) las variaciones en los beneficios; b) las variaciones en las ventas; y c) las variaciones en las distintas medidas de la producción.
Para analizar los incrementos en los beneficios se debe considerar la relación que guardan con el capital que se invirtió para obtenerlos. Por eso los incrementos en las ventas y en la producción son positivos siempre y cuando se obtengan incrementos en los beneficios. Con respecto a la producción, se considera que existe productividad cuando con un mismo nivel de inputs se logra obtener más outputs, o bien, si con menor nivel de inputs se logra obtener la misma cantidad de outputs.
Aparte de servir para la evaluación del beneficio, otro elemento importante que se considera para la obtención de efectividad a través de la tasa de rentabilidad, es observar si su lectura proporciona también la suficiente información sobre el nivel y la calidad de los beneficios. Para esto es importante seleccionar adecuadamente aquellas cuentas de resultados que puedan emplearse de forma fiable para el ajuste del ratio.
Si se logra llevar a cabo esta difícil tarea, dicha efectividad garantizará sólidas previsiones de beneficios e indicadores sobre su capacidad de generación, así como los grados de estabilidad en las tendencias de los ingresos y gastos. Además, nos indicará la capacidad de generación de los beneficios. No obstante y como se indicó anteriormente, estos elementos no son de fácil cálculo. Los problemas que se presentan en la búsqueda de “verdaderos beneficios” o “beneficios reales” son serios por la variedad de “beneficios netos aceptables” y la ausencia de “un único resultado verdadero” (Bernstein 1999: p. 696).
Esto lo sabemos porque la contabilidad no puede identificar o medir exactamente al beneficio neto, ya que éste no es un flujo específico cuantificable. Además, obedece también al hecho de que el beneficio depende de estimaciones en el presente y en el futuro sobre los ingresos y gastos, lo cual provoca variaciones en los márgenes. De ahí que afirmemos que la sola expresión de la relación entre los beneficios y las inversiones, sin sus correspondientes ajustes analíticos, nunca proporcionará una magnitud útil o significativa para el análisis financiero.
La tasa de rentabilidad o rentabilidad financiera, tan importante y cuyo concepto básico parte de una sencilla relación entre el beneficio y la inversión, tiene una complejidad mayor en sus dos componentes cuando los incluimos en un análisis financiero con bases de datos contables detalladas, y por lo tanto más potentes .
Antes de pasar a la descripción de los ratios que se derivan a partir de su concepto general, que hemos denominado en este trabajo: “factor de rentabilidad”, debemos considerar que existen diversas definiciones sobre el beneficio y la inversión, y algunas de éstas llegan a ser muy diferentes entre sí, pues tienen diferentes objetivos. Esto nos puede llevar a considerar diferentes versiones del ratio de rentabilidad que se derivan de los cálculos respectivos y cuyas variaciones pueden llegar a representar posteriormente evidencia empírica.