Alberto Ibarra Mares
El mayor problema del modelo basado en costes históricos / moneda nominal es que incluye partidas que representan una diversidad de unidades de poder adquisitivo a través de los diferentes períodos contables y no cuenta en su estructura con cuentas que reconozcan o contabilicen esas diferencias, pues sólo se suman o restan homogéneamente los importes nominales sin considerar si están o no expresados en una unidad común de medida.
La contabilidad en moneda constante, que se empezó a desarrollar desde la década de los veinte y que no se aparta del principio de coste histórico, actualiza la unidad de medida utilizada y reconoce los resultados por pérdidas o ganancias de poder adquisitivo de la moneda (repomo). El modelo considera que el dinero sin importar en la moneda en que se exprese, tiene únicamente el valor de lo que se compre con él y dicho valor sólo cambiará si cambia también el nivel general o el nivel específico de precios.
Esto trae como consecuencia que un dinero obtenido o gastado en un período, no pueda ser comparado con otro dinero obtenido o gastado en un período diferente si varía el nivel de precios, siendo la distorsión proporcional al cambio acumulado en el nivel general de precios.
Esto afecta a medidas sumamente importantes del balance general y el estado de resultados. Por ejemplo, respecto a la información que refleja los efectos distorsionadores en la información del balance general, algunas empresas consideran que el efecto inflacionario sobre el activo fijo es inseparable de su efecto sobre la deuda empleada para financiar esos activos. Así, la ganancia de poder adquisitivo sobre la deuda representa un beneficio económico para la empresa ya que con la inflación, la deuda se reembolsa con dinero más barato y por tanto la ganancia debe aplicarse como un ajuste a los intereses, para posteriormente llegar a un beneficio neto en dinero constante.
De llevarse a cabo el anterior procedimiento, el beneficio neto calculado con la estructura coste histórico / moneda constante, será significativamente mayor al calculado bajo la estructura coste histórico / moneda nominal.
Otro aspecto importante a la hora de aplicar este modelo es que para la valuación de las pérdidas y ganancias de poder adquisitivo, es fundamental conocer la relación de esa cifra con respecto a los gastos financieros, pues los tipos de intereses establecidos por el prestamista reflejan sus expectativas de inflación futura. Con relación a los gastos financieros (intereses), éstos se deben compensar con las ganancias obtenidas en el repomo cuando hay una posición corta. Esto se verá con más detalle al desarrollar el concepto de coste integral de financiamiento.
La contabilidad en moneda constante se obtiene a través del denominado método de niveles generales de precios que primero clasifica las cuentas en monetarias y no monetarias.
Las partidas monetarias indican la forma en que la estructura financiera se puede ver afectada en función de la inflación, ya que son inversiones y obligaciones que representan valores monetarios, y por lo tanto, el valor de la moneda no se modifica con el tiempo ni con los niveles generales de precios, sin embargo, al permanecer con un valor igual pierden poder adquisitivo o de compra en épocas inflacionarias pues son créditos a favor o en contra, expresados en importes nominales fijos y representan el poder adquisitivo general de una moneda en un punto determinado del tiempo, y no una cantidad dada de poder adquisitivo. Por lo tanto, estas cuentas no requieren actualización y su posición da lugar a ganancias o pérdidas de poder adquisitivo.
En estos casos los pasivos son los que absorben el efecto inflacionario y se pueden presentar dos situaciones: a) El primer caso es el de las ganancias que se presentan cuando la tenencia de los activos monetarios es superior a la tenencia de pasivos monetarios. Aquí la empresa obtiene un resultado favorable pues liquidará sus pasivos en unidades de menor poder de compra con respecto a las que tenían dichos pasivos al momento de ser contratados. b) El segundo caso es el de las pérdidas y todo es a la inversa.
Las partidas no monetarias son inversiones y obligaciones que representan bienes y su valor monetario se modifica de acuerdo a los cambios en las tasas inflacionarias. Normalmente no pierden poder adquisitivo sino que lo mantienen. Estas cuentas son activos productivos cuyos importes nominales no son fijos y cuando la inflación es significativa se tienen que actualizar en una unidad monetaria del mismo poder adquisitivo a través de un índice general del nivel de precios.
Es importante señalar que en el caso del capital contable, su poder de compra se puede mantener o perder en función a como éste esté invertido entre las partidas monetarias y las partidas no monetarias. De ahí que los analistas determinen primero si se ha logrado mantener el poder de compra del capital, y después determinen si hubo beneficios o pérdidas en los resultados de la empresa.
Al analizar las posiciones monetarias y no monetarias de cada empresa se puede concluir, según Pérez (1995: p. 34), que cada una de ellas presenta de alguna forma su propia tasa interna de inflación dependiendo de cómo estén estructuradas las partidas. De ahí, que en el caso de las economías emergentes con inflación permanente, se reconoce, que las tasas de intereses nominales tienen dos componentes principales que son:
El Inflares: es aquella parte de la tasa de interés que únicamente busca cubrir a través de la misma, la pérdida de poder adquisitivo del dinero que se presta en un ambiente inflacionario. Es decir, esta parte del interés sólo cubre el efecto inflacionario para mantener el poder de compra del principal.
La tasa real de interés: es aquella parte que se cobra o paga en la tasa de interés por arriba del inflares, es decir, es la diferencia entre la tasa nominal y el inflares. Si esta tasa es menor que la suma de la tasa de inflación entonces se obtiene una tasa negativa.
A los anteriores dos componentes es necesario reconocerlos en los estados financieros pues en períodos inflacionarios, la tasa de interés siempre se eleva. En el caso de no reconocerse esta situación, la influencia que tienen estos gastos financieros es muy peligrosa y puede desembocar en una quiebra.
Además, en economías con períodos prolongados de inestabilidad financiera, el interés real suele incrementarse más con respecto a la tasa de inflación pues el inversor exige una tasa adicional por el riesgo que asume (prima por el riesgo de la inflación inesperada más prima por el riesgo de desestabilización de la economía). Esta situación a su vez lleva a que el crecimiento del cash flow sea normalmente inferior respecto del crecimiento de la tasa de interés nominal, fenómeno que es influenciado principalmente por la tasa de inflación, el aumento del riesgo de insolvencia y el déficit de oferta monetaria.
Sin embargo, el sólo hecho de ajustar las tasas nominales al efecto inflacionario no constituye la suficiente garantía para mantener la capitalización de la empresa. Es necesario también abandonar la contabilidad histórica, ya que en su esquema de cuentas los importes generados por las tasas de interés, que recuperan el efecto inflacionario y proporcionan los beneficios a la empresa (intereses ganados), son llevados íntegramente al estado de resultados dentro de la cuenta denominada productos financieros. Este procedimiento no considera que en realidad el resultado financiero está integrado por la suma algebraica de: el interés a favor o ganado, y el repomo negativo.
En el caso de los gastos financieros, la contabilidad histórica considera esta cifra como el total de intereses a pagar y no toma en cuenta el beneficio o pérdida en el poder de compra de los pasivos. En cambio, la contabilidad en moneda constante sí analiza en forma conjunta los anteriores elementos, pues toma en cuenta la relación que se da entre los intereses en moneda nacional, los pasivos en moneda extranjera y el repomo.