Alberto Ibarra Mares
Las características de la información contable surgen del proceso de cuantificación, que va desde la obtención y transformación de datos, hasta la generación y presentación de la información financiera. Sin embargo, el sistema contable no tiene una única presentación sino que se estructura con base a los objetivos informativos que desea el usuario, lo cual implica que “sólo una parte de la realidad sea de interés como objeto de estudio y se retiene para su manejo y presentación como información” (IMCP, op.cit., p. 22).
Actualmente se reconocen tres características fundamentales que tiene que presentar la información contable y son: la utilidad, la confiabilidad y la provisionalidad. La confiabilidad la define el IMCP (1996) como: “la característica de la información contable por la que el usuario la acepta y utiliza para tomar decisiones basándose en ella. Esta no es una cualidad inherente a la información, sino es adjudicada por el usuario y refleja la relación entre él y la información” (op.cit. p.21). Esa confianza que el usuario deposita en la información financiera está basada en que el proceso de cuantificación contable u operación del sistema que tiene que ser estable, objetivo y verificable “en la obtención de datos, su manejo (clasificación, reclasificación y cálculo) y la presentación de los estados financieros (forma, clasificación y designación de los conceptos que los integran)”. (op.cit. p.21).
El Cuadro No. 3.3. resume y explica con más detalle cada una de las mencionadas características que han sido institucionalizadas en los Boletines Serie A de los PCGA (IMCP, op.cit. p.21).
3.1.3. LA CONTABILIDAD POSITIVA.
En el inciso anterior se explicó la estructura ideal para producir estados financieros útiles y confiables, a lo cual hemos denominado contabilidad normativa. Ahora este inciso trata sobre cómo se produce realmente en las empresas la información contable o contabilidad positiva. Para esto primero se introduce al lector en el antecedente de la contabilidad positiva y en el concepto del efecto window dressing. Posteriormente se explica brevemente la aplicación de la contabilidad creativa.
Lo anterior tiene como objetivo central que el investigador perciba el por qué la información financiera, al utilizarse como base de datos en los modelos de predicción de quiebras sin ninguna previa y adecuada reclasificación y homogeneización, origina que se parta de fundamentos totalmente manipulados que no reflejan la realidad de las empresas muestreadas, y por consecuencia, todos aquellos resultados e indicadores sintéticos que se obtienen al final de los trabajos empíricos, no tienen en la mayoría de los casos una real capacidad predictiva.
Dentro del campo de la economía, Friedman (1953) había popularizado el término de “positivo” en los círculos de estudios contables a mediados de la década de los setenta, gracias a la importación del concepto por parte de Watts y Zimmerman (1978) y a los trabajos desarrollados en la Universidad de Chicago por parte de los australianos Ray Ball y Philip Brow (1968). Éstos últimos utilizaron para sus trabajos una serie de métodos de investigación empírica aplicados en finanzas.
Anteriores a estas investigaciones, los trabajos académicos sobre contabilidad eran exclusivamente normativos, y como apunta Monterrey: ninguno intentaba explicar el mundo real de la contabilidad empleando modelos no temáticos o técnicas más o menos formales. Según Watts (1995), el cambio curricular en las grandes escuelas de negocios estadounidenses, entre la década de los cincuenta y hasta principios de los setenta, fue impulsado sobre todo por la “Fundación Ford” y la “Carnegie Corporation”, que encargaron cambiar los programas MBA cuya tendencia era marcadamente normativa. A cambio propusieron una investigación que tratara sobre cómo hacer negocios en el mundo real. Este hecho impulsó en definitiva el enfoque positivista de la contabilidad, más aún cuando el Comité de Programas de Doctorado de la Asociación Americana de Contabilidad (“American Accounting Association´s Committe on Doctoral Programs”) también dictó una orientación positiva de su investigación.
Por otra parte, en 1963 la Universidad de Chicago y la London School of Economics iniciaron la publicación del Journal of Accounting Research. En estos trabajos se comenzó a reforzar el enfoque positivista de la contabilidad a través de la limitación de la práctica excesiva de normatividad, la cual generalmente proponía soluciones contables específicas. Por otra parte, se estableció que no todo lo empírico implicaba necesariamente que la contabilidad fuera positiva, ni que toda la contabilidad positiva se debía que apoyar en técnicas empíricas, ya que la contabilidad positiva no tiene que considerarse como un producto aislado del ámbito académico, ni tampoco la información contable tiene que ser considerada como un producto neutral.
En los países no sajones la orientación clásica de la investigación contable, generalmente se ha dirigido al estudio de la regulación contable, y en específico se ha centrando el interés en el proceso de producción de la información financiera más que en su análisis económico. Ambos enfoques responden a una contabilidad positiva que se sustenta sobre dos fundamentos básicos que son: a) la moderna teoría financiera y b) la teoría de la firma. En la primera se establece la hipótesis de la eficiencia. Sus precursores fueron Ball, Brow y Beaver (1968) quienes a través de sus trabajos analizaron la respuesta del mercado de capitales a la información contable. También Ball y Brow estudiaron la asociación existente entre los precios de las acciones y los resultados contables de las empresas (Monterrey1998: p. 436).
Por otra parte Lev (1989) aportó nuevos elementos para ampliar el concepto de la contabilidad positiva y expuso el escaso papel que la información contable desempeña en el mercado de capitales, añadiendo que el resultado contable no constituye una buena medida de la capacidad de creación del valor de una empresa dada su alta probabilidad de manipulación. En cambio, para Lev los pronósticos de los analistas financieros y las expectativas creadas por los participantes en el mercado son los que realmente provocan los movimientos en las cotizaciones, y por tanto, los precios son los que originan cambios en los resultados y no a la inversa.
Algunos trabajos como el de Ohlson (1992), sugieren que las causas que explican el bajo contenido informativo de la información financiera se deben a que, el resultado contable anual mide la capacidad de creación del valor de las empresas en un plazo muy corto y con varios errores. Además, en el caso de los modelos predictivos, cuando se utiliza a los resultados acumulados de varios ejercicios como variable explicativa o independiente, éstos aumentan el grado de error en las mediciones según lo demuestran los resultados de sus investigaciones.
Respecto a la contabilidad positiva basada en la teoría de la firma, Coase (1937) indica que todas las instituciones económicas o firmas deben su existencia a los costes contractuales. Aquí se afirma que si se presentará una ausencia de dichos costes, las empresas serían irrelevantes ya que los consumidores contratarían directamente con los propietarios de los factores de producción, lo que daría “un mundo sin costes contractuales”, y por tanto, la contabilidad sería inexistente e irrelevante, pues los precios se establecerían como único elemento para la toma de decisiones. Sin embargo, ante la existencia de costes contractuales que dan vida a las organizaciones, y en este caso a la contabilidad positiva, se generan normas contables y la elección de políticas para su aplicación buscan maximizar los beneficios. De ahí, que se afirme que la contabilidad no es un producto neutral y sí un factor que origina fenómenos distorsionadores del sistema de información empresarial, como es el caso del efecto window dressing.