LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD PROFESIONAL DE LAS NORMALISTAS TLAXCALTECAS
Victoria Ramírez Rosales
La construcción de la identidad profesional del magisterio de educación primaria en México hay que buscarla, en un primer momento, en la misma historia de la profesión como marco referencial de los sujetos. Profesión que se constituyó de inicio como una profesión privada hasta convertirse en una profesión de Estado, inicialmente municipal, luego estatal, posteriormente federal y actualmente estatal-federal. Es claro que los maestros actuales son diferentes a los maestros de los inicios del Estado-nación, sin embargo, parte de ese pasado fundacional permanece en la memoria colectiva como una conciencia práctica y reflexiva de los maestros de hoy.
Por esto, si queremos comprender la figura del maestro actual, no se puede dejar de analizar los grandes hitos de la historia de la profesión. Sólo una visión de largo plazo nos permite distinguir las diferentes imágenes con que se referencia al maestro, desde el maestro artesano-apóstol, hasta el actual maestro profesional de la educación.
Analizar el trayecto de la formación de los maestros de educación primaria en México, nos permitió distinguir una constante que se encamina a su profesionalización. La profesionalización del magisterio se refleja en un discurso ideologizado de profesionalismo, entre cuyas características destaca su valor normativo y de control. Este discurso se ha traducido en acciones que se dirigen al fortalecimiento intelectual de los maestros y a elevar el estatus, poder y prestigio social de la profesión, fundamentado esencialmente en la credencialización de la carrera magisterial.
El discurso del profesionalismo es un elemento clave en la construcción de los imaginarios del magisterio, al cristalizarse en matrices de significación y de acción de su práctica profesional los convierten en esquemas constituyentes de su identidad profesional.
Un contexto importante de socialización de los imaginarios son las escuelas normales, en el proceso de formación ocurre toda una suerte de interacciones donde se socializan ciertas imágenes sobre el “ser” y “hacer” del maestro. Esta formación se ha debatido entre dos posturas: una que apunta hacia un enfoque racionalista, que privilegia una formación más teórica, criticada por su desvinculación con la realidad educativa concreta y, otra con una postura más empirista que opone por sobre la teoría las experiencias profesionales, se aprende de las propias prácticas educativas. Hasta el momento no se ha encontrado la mixtura ideal de ambas posturas en la formación del magisterio.
El que la carrera magisterial sea una profesión de Estado, determinada por una formación profesional y una profesionalización de sus miembros desde las políticas educativas dictadas por los gobiernos en turno, le confiere una de las características fundamentales para diferenciarla de otras profesiones.
El ser una profesión controlada y regulada totalmente por el Estado, ha puesto desde su constitución, en duda y conflicto su autonomía. Los teóricos de las profesiones señalan tres componentes básicos de la autonomía: 1) libertad para definir el modelo de la profesión y sus funciones. 2) libertad para establecer las pautas de selección de sus miembros. 3) libertad para establecer sus propios criterios y normas de eficiencia técnica y control disciplinario. Estos rasgos corresponden a las profesiones liberales, sin embargo existen profesiones como el magisterio en México que no responden a este modelo.
La autonomía en la profesión magisterial han estado pautada por dos agentes: en el inicio de la profesión por el Estado, posteriormente por el sindicato de maestros. Los cuales se han disputado desde siempre el control de la profesión. Finalmente, los conflictos entre estos agentes terminan generalmente en exitosas concertaciones, dejando fuera, la mayoría de las veces, los intereses de los maestros.
A pesar de las políticas descentralizadoras de la educación y del empuje de la privatización en la educación en México, el Estado sigue siendo, con mucho, el principal proveedor y rector de educación en nuestro país, sobre todo del nivel básico. Con ello el Estado es el garante de que, sea a través de la educación pública o la privada que todos los ciudadanos reciban un capital mínimo de formación.
Sin embargo, la crisis económica y los ajustes al sistema educativo desde la década de los ochenta han aportado nuevos elementos que han redimensionando este papel protagonista. Por diferentes circunstancias, analizadas a lo largo del capítulo, el poder centralizado se ha ido reduciendo en favor de las periferias estatales.
Las nuevas políticas profesionalizantes buscan romper los lazos corporativos con el sindicalismo (SNTE), que ha decir de varios estudiosos es el obstáculo más fuerte para impulsar verdaderos cambios en la educación básica. Los entramados políticos entre el SNTE y los gobiernos en turno obedecen a intereses más fuertes que los netamente educativos. Lo que encontramos es una clara contradicción entre los propósitos y la práctica real de los gobiernos panistas que han tenido que pagar los costos por los servicios corporativos prestados por la lideresa vitalicia del SNTE, quien finalmente es la que decide si se implementan o no las reformas educativas.
El estar la profesión magisterial atada a estructuras sindicales y de Estado, la ha condicionado a las ideologías y circunstancias políticas, económicas y sociales emergentes del país. Lo que refleja las relaciones que existe entre la profesión y las estructuras sociales, sobre todo en los periodos posrevolucionarios en donde las escuelas y los maestros se volvieron verdaderos artífices de la política cultural de estos gobiernos.
Lo que nos hace reflexionar sobre la identidad profesional del magisterio como una “bisagra” compleja en la que se engarzan los distintos roles institucionales otorgados al “ser maestro” de acuerdo a los momentos de transición histórica del país. Que van dejando huella y conformando arquetipos en la memoria colectiva del magisterio y de la sociedad.