Tesis doctorales de Economía


LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD PROFESIONAL DE LAS NORMALISTAS TLAXCALTECAS

Victoria Ramírez Rosales



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I. La crisis de las identidades en las sociedades contemporáneas

El análisis teórico de la identidad nos lleva a incursionar en los debates sobre la identidad ante los procesos de globalización, estos procesos han trastocado el orden institucional tradicional ocasionando un debilitamiento de lo social que se pronunciaba en acciones colectivas compactas, identidades estables expresadas en organizaciones, grupos e instituciones que hasta antes parecían inalterables como la familia, la escuela, el trabajo, el partido, el sindicato.

Ante estas circunstancias la problemática de la identidad, antes que considerarla obsoleta por no corresponder a las características de las sociedades posmodernas, consideramos que se vuelve ineludible en los estudios sociales. Lo que es cierto es que plantea nuevos desafíos tanto teóricos como analíticos para su estudio. A continuación vamos a presentar las ideas de algunos teóricos que dirigen su mirada al análisis de las sociedades contemporáneas.

En la línea que centra su atención en el análisis de la globalización y la modernidad, un primer posicionamiento considera la claudicación de la colectividad en una situación en la cual los individuos están constantemente eligiendo un estilo de vida, es la idea del “sujeto racional y calculador”.

Como señala Guadarrama (2007:5) lo que tenemos son actores sociales fragmentados, sin proyectos de largo plazo, que viven solamente el presente en comunidades evanescentes que funcionan como redes afectivas. Esto ocasiona una cierta pérdida de realidad. Lo cual hace que la identidad deje de ser un hecho subjetiva y objetivamente dado para convertirse únicamente en un proceso de elaboración interior. En ausencia de criterios externos válidos, el individuo se vuelca sobre sí mismo.

En las sociedades posmodernas, desde esta visión, hay una aniquilación de las instituciones tradicionales, que imprimían un carácter homogeneizador a la sociedad a través de la continuidad de modelos de significación instituidos en los sujetos.

Estos planteamientos los encontramos en la postura de la reflexividad del sujeto, que autores como Giddens (1991), Luhmann (1991) y Beck (1993) ubican en lo que llaman sociedad de riesgo. Al respecto Giddens señala que cuando él refiere a la cultura del riesgo en las sociedades contemporáneas no se debe entender que actualmente la vida social implique más riesgos que en épocas pasadas, sino más bien, que se introducen nuevos parámetros de riesgo desconocidos en etapas anteriores. La teoría de la sociedad del riesgo propuesta por Beck (1993) nos indica que precisamente lo que no puede ser previsto es lo que produce situaciones previamente desconocidas, el riesgo esta vinculado a marcos de incertidumbre, incertidumbres que son fabricadas o construidas por los propios individuos al enfrentarse ante situaciones que demandan nuevos contextos de acción y que obligan al individuo a redefinir sus acciones en condiciones de inseguridad construida.

El nuevo orden institucional, que como señala Giddens (1991), es lo que ha llevado a la destradicionalización de las sociedades contemporáneas, se caracteriza por su dinamismo, por la subyugación de los usos y costumbres fuertemente impactados por la comunicación de masas y la reorganización del tiempo y el espacio. Estas transformaciones no pueden ser analizadas solamente como modificaciones a la estructura de la sociedad, ya que han alterado la cotidianeidad social y personal de los individuos “Uno de los rasgos distintivos de la modernidad es, de hecho una creciente interconexión entre los dos “extremos” de la extensionalidad y la intencionalidad: las influencias universalizadoras, por un lado, y las disposiciones personales, por otro” (Giddens, 1991:9).

Giddens (1991) centra su atención en la autoidentidad y su conformación en las sociedades modernas, argumenta que en las condiciones de globalización la “identidad del yo” es un proyecto reflejo, consistente en el mantenimiento de una crónica biográfica coherente, que se lleva a cabo en el contexto de la elección múltiple filtrada por los sistemas abstractos, es decir, en el orden postradicional de la modernidad tardía la tradición pierde su espacio consolidado y la vida cotidiana se reinstaura en función del proceso dialéctico entre lo local y lo universal, en el cual el individuo se ve forzado a elegir estilos de vida dentro de una gran diversidad de opciones, lo que lo hace un sujeto reflexivo y calculador.

En este contexto surge la transformación de la intimidad. La intimidad tiene su propia reflexividad y sus formas particulares de orden referencial interno, aquí aparece la relación pura como algo usual de los nuevos ámbitos de la vida personal, la relación pura es aquella en donde no aparecen los criterios externos y solamente existe la satisfacción que produce por ella misma.

A raíz de la destradicionalización de las sociedades modernas no podemos hablar más de identidades colectivas, estas tienden a desaparecer y la identidad es construida bajo condiciones de reflexividad del yo. Es decir, el individuo se construye sobre sus propios fundamentos; las instituciones sociales ni la interacción con otros sujetos, constituyen ámbitos de articulación y conformación de identidades colectivas.

Dentro de los críticos a esta postura encontramos a Castells (1999) que desde la idea de Touraine de sujeto actor, vislumbra la posibilidad de desafiar la individuación creciente producto de la globalización y los cambios de la posmodernidad a través de las identidades colectivas.

Castells (1999) señala que las nuevas tecnologías de la información y la reestructuración del capitalismo han conformado una nueva sociedad que él llama sociedad red, que se caracteriza por la globalización de la economía, la organización en redes, la inestabilidad y flexibilidad del trabajo y una cultura virtual construida a través de los medios de comunicación masivos. Es en este contexto cuando para Castells, surgen expresiones de identidad colectiva como un desafío a la globalización y el cosmopolitismo.

Para Castells (1999:28-29) la identidad es el “proceso de construcción de sentido atendiendo a un atributo cultural, o un conjunto relacionado de atributos culturales, al que se da prioridad sobre el resto de las fuentes de sentido”. Define sentido “como la identificación simbólica que realiza un actor social del objetivo de su acción”. Con esta definición el autor alude al carácter social e interaccional de la identidad, la identidad no se construye a partir del individuo mismo, sino en las significaciones de los valores, normas, representaciones, creencias, del grupo al que pertenece y, a partir de las cuales los individuos guían su acción.

El autor desarrolla este concepto de identidad recogiendo otra tradición importante desde la sociología clásica, la idea de “actuar con sentido social”, desarrollada por Weber (1944) quien refiere que el objeto de la sociología es la acción social y a ésta la define “como una conducta humana con sentido y dirigida a la acción del otro”, la acción humana tiene un sentido racional o afectivo, además es un sentido social ya que esta condicionada a actuar sobre otras personas. La acción social refiere a individuos que interactúan sobre la base de su percepción situacional culturalmente construida.

Las ideas de Castells apuntan hacia la posibilidad de construcción de identidades colectivas a partir de la acción colectiva. Entendiendo la identidad colectiva como grupos o colectividades que comparten un núcleo de símbolos, representaciones sociales y una orientación común a la acción colectiva.

Un aspecto importante para Castells (1999) es la diferenciación entre roles e identidad, los roles (madre, trabajadora, estudiante, feligresa, esposa, etc.) se definen por normas estructuradas por las instituciones y organizaciones; mientras que las identidades son construcciones de sentido realizadas por los actores a través de un proceso de individualización y autodefinición. Señala que los roles pueden llegar a convertirse en normas cuando estos son interiorizados por los individuos y construyen su sentido en torno a esta interiorización.

Para Castells la identidad y los roles sociales son cuestiones diferentes que operan de igual manera en diferentes niveles, la identidad organiza el sentido, mientras que los roles organizan las funciones. Las identidades son construidas, mientras que los roles son otorgados. Estas ideas son muy interesantes para nuestro trabajo, pues como lo vamos a ver en capítulos más adelante, la idea de rol desempeña un papel muy importante en la definición del “ser maestras” de las estudiantes normalistas. Efectivamente estos roles o “papeles a actuar” son otorgados por las instituciones formadoras de maestros (escuelas normales) pero desde el momento en que las estudiantes les otorgan un sentido y constituyen esquemas o representaciones que guían su acción, se convierten en elementos que van construyendo su identidad profesional.

Partiendo de tres ideas claves: “sujetos”, “construcción de sentido” e “identidad”, Castells (1999) plantea una propuesta de tipos de identidad:

a) Identidad legitimadora: introducida por las instituciones dominantes de la sociedad para extender y racionalizar su dominación frente a los actores sociales. Las identidades legitimadoras generan una sociedad civil , es decir un conjunto de instituciones, organizaciones y actores sociales, que reproducen la identidad que racionaliza las fuentes de dominación estructural.

En el caso del magisterio mexicano se observa esta idea de Castells inspirada en Gramsci de “sociedad civil”; las instituciones y organizaciones que en este caso irían desde la Secretaría de Educación Pública, las escuelas formadoras de docentes y el sindicato; conforman el aparato estructural a través del cual se reproduce una identidad que legitima estas estructuras. Esta legitimación se da a través de un proceso de dominación donde se ejerce un poder no-coactivo (Foucault, 1987) el magisterio ha interiorizado la dinámica y el funcionamiento de la estructura educativa de la cual forma parte, más que desear un cambio, legitima el poder de las instituciones, es decir, han interiorizado y reproducido la dominación.

Aunque también, habría que decir, que dentro del mismo magisterio han surgido voces críticas a esta dominación, sobre todo desde la relación político gremial, lo que ha llevado a construir un frente disidente magisterial desde el cual están construyéndose nuevas formas identitarias, como las que a continuación podríamos distinguir siguiendo los tipos de Castells.

b) Identidad de resistencia: generada por aquellos actores que se encuentran en posiciones/condiciones devaluadas o estigmatizadas por la lógica de la dominación, por lo que construyen trincheras de resistencia y supervivencia basándose en principios diferentes u opuestos a los que impregnan las instituciones de la sociedad.

La identidad de resistencia, conduce a la formación de comunas o comunidades que conforman grupos de resistencia colectiva contra la opresión, por ejemplo los movimientos gay, algunos movimientos feministas, los grupos de indígenas que se resisten a abandonar sus costumbres y a regirse bajo los mismos parámetros que las sociedades contemporáneas, los migrantes, etc. es decir el movimiento de exclusión de los exclusores por los excluidos. En el caso del magisterio un ejemplo lo tenemos en la corriente disidente al SNTE (Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación), que se han aglomerado en torno a la CNTE (Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación). De igual manera los movimientos estudiantiles de las escuelas normales rurales.

c) Identidad proyecto: cuando los actores sociales, basándose en los materiales culturales de que disponen, construyen una nueva identidad que redefine su posición en la sociedad y, al hacerlo, buscan la transformación de toda la estructura social.

La identidad proyecto produce sujetos, los sujetos no son individuos, aun cuando estén compuestos por individuos. Son el actor social colectivo mediante el cual los individuos alcanzan un sentido holístico en su experiencia (Touraine, 1992, citado por Castells, 1999). Es decir los sujetos no se construyen per se, son sujetos con historia, constituidos en contextos sociales .

Castells a diferencia de Giddens (1991), vislumbra una salida más positiva que es esta idea de la identidad proyecto; los nuevos contextos sociales más que una contención, significan un reto para el surgimiento de expresiones poderosas de identidades colectivas ya sean de género, religiosas, nacionales, étnicas, etc.

Para Castells el conocimiento del “yo” es siempre una construcción hecha para encontrarse con otros, señala que las identidades son fuentes de significado para los actores mismos, significados que son construidos tomando como referencia los atributos culturales que le son otorgados por fuentes primarias como las instituciones y los roles sociales.

Siguiendo estas ideas de Castells, en el caso específico del magisterio encontramos que es un grupo con una fuerte tradición conformada a lo largo de todo un siglo, lo que le ha permitido constituir una sólida cultura magisterial como referente de identificación y distinguibilidad ante otros grupos profesionales. Aquí las instituciones formadoras de maestros (escuelas normales) han jugado un papel muy importante como fuentes de socialización de esa cultura. En este sentido el magisterio más que un grupo evanescente es un grupo con instituciones muy importantes como referentes de construcción identitaria: las escuelas normales, las escuelas primarias, las organizaciones gremiales, la Secretaría de Educación Pública.


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