Tesis doctorales de Economía


LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD PROFESIONAL DE LAS NORMALISTAS TLAXCALTECAS

Victoria Ramírez Rosales



Esta página muestra parte del texto pero sin formato.
Puede bajarse la tesis completa en PDF comprimido ZIP (426 páginas, 1,55 Mb) pulsando aquí

 

 

 

 

III. Políticas, imaginarios y arquetipos educativos

Hasta aquí hemos realizado un largo recorrido de la historia de la profesión magisterial, el interés estuvo puesto en hacer visibles las distintas “imágenes idealizadas” sobre el “ser y “hacer” del magisterio. Estos imaginarios adquieren inteligibilidad y sustantividad al convertirse en imágenes arquetípicas, es decir, en matrices de los patrones de comprensión y acción que condensan el conjunto de categorizaciones atribuidas a la figura del “ser maestro”.

Tomando como punto de partida estas ideas, podemos distinguir cuatro grandes arquetipos del maestro, que se han construido a lo largo de la profesión magisterial: 1) El maestro artesano, 2) El maestro apóstol, 3) El maestro apóstol social y, 4) El maestro profesional de la educación.

El maestro artesano

Al maestro artesano lo ubicamos en las primeras décadas del México independiente. Es el maestro sin una formación especializada, que desarrolla su trabajo de enseñante a partir de mínimos conocimientos: leer, escribir y hacer las operaciones fundamentales. En esta época el trabajo del maestro era considerado más un oficio que una profesión, los que aspiraban a ser maestros aprendían el oficio practicando al lado de un maestro experimentado.

Oficio estigmatizado socialmente, estaba mal visto que una persona con cierta cultura y de “buena familia” fuera maestro. Era un último recurso, solamente cuando ya no quedaba otra opción sucedía que gente con cierta solvencia económica se dedicara a la enseñanza de los niños.

De ahí que estos primeros maestros fueran de origen humilde y de cultura limitada; apenas tenían para sobrevivir, era difícil pensar que ocuparan parte de sus exiguos salarios a su preparación. Los maestros eran menospreciados por las clases pudientes por su ignorancia y su origen.

Podemos señalar entonces que esta profesión (vista como un oficio) nace como una ocupación de “pobres”, rasgo que en esencia sigue atribuyéndose al maestro, especialmente rural, y que se puede confirmar en los perfiles sociodemográficos de las estudiantes normalistas objeto de estudio de este trabajo (véase capítulo V).

Los maestros como acto contestatario contra estas “etiquetas” y una forma de construir su identidad reivindicada (identidad para sí) trataron de rescatar lo “sublime” de su labor comparándola con el magisterio cristiano. Aun cuando la imagen del “apóstol” aparecería más adelante, el intento por dignificar el trabajo del maestro ya había iniciado, al menos, desde ellos mismos.

El maestro apóstol

La imagen del maestro apóstol surge específicamente en el periodo del porfiriato. Esta imagen corresponde al maestro que se constituye a partir de una formación especializada en las escuelas normales, donde refuerza su vocación descubierta antes de entrar a la escuela.

El “espacio” de su trabajo se transforma, del ámbito doméstico-privado (casas o lugares particulares) al ámbito público-institucional (escuelas oficiales). Esto crea a la imagen del maestro importantes cambios, la diferencia no viene solo por el lugar, sino más bien por el reconocimiento social que adquiere.

Es justamente en este periodo cuando se distingue la labor del maestro de la de otros profesionistas, el maestro no es el “sabio” ni el “cientifico”, el maestro es el que domina el “arte de enseñar” y, para esto, más que un cúmulo de conocimientos, se hacia necesario ciertos atributos innatos.

Se descubre entonces el atributo más trascendental de la imagen del maestro: la vocación. Trascendental porque ha quedado como imagen fija en la memoria colectiva, aun en la actualidad está presente en las expectativas de amplios sectores sociales, que distinguen la labor del maestro de otros profesionistas, por el enaltecimiento otorgado a este atributo como signo de distinción.

La idea de vocación destaca en la figura del maestro, pero especialmente de las maestras, los atributos afectivos por sobre los profesionales: gusto por los niños, paciencia, tolerancia, abnegación. La entrada a la profesión se rige entonces por señalamientos carismáticos o afectivos (Weber).

Contradictoriamente a este reconocimiento simbólico, los maestros del porfiriato vivían en condiciones deplorables, con bajísimos sueldos que apenas les alcanzaba para mal comer. Galván (1996) documenta este hecho con algunas cartas de maestros dirigidas a Porfirio Díaz, en donde le pedían su ayuda para comprarse ropa y poder salir a trabajar.

Intentando contrarrestar estas penurias, el Estado no mejora los sueldos de los maestros pero si dignifica a la profesión equiparándola con un “apostolado”. Se construye entonces la imagen arquetípica del maestro “apóstol”, un sujeto que señalado por ciertas características innatas decide sacrificarse, por la educación de los otros, convirtiéndose en maestro. Las recompensas económicas no eran tan importantes como la satisfacción de salvar al pueblo de la ignorancia. El sacrificio de un trabajo mal retribuido bien valía la pena ante la grandeza y trascendencia de su labor.

El maestro apóstol social

El apostolado cuasi sacro del porfiriato adquiere nuevos matices en la posrevolución, aun cuando sigue presente la imagen del maestro “apóstol”, es decir, el maestro sacrificado y abnegado, que asume su trabajo como una forma de vida entregada totalmente a su tarea. Sin embargo, ahora su figura y su labor alcanzan las características de un “actor sujeto social”.

En los años veinte, el maestro adquiere un papel protagónico en la dinámica de las comunidades, es extraído del aula y forma parte activa en la vida de las poblaciones. El primer apóstol social es el maestro vasconcelista promotor comunitario, misionero cultural, encargado de integrar a los pueblos a la cultura nacional y transformando estilos de vida.

Se construye entonces la imagen del “maestro rural” que enalteció y dignificó su labor. El vasconcelismo fue la época de oro del maestro rural, después de esta etapa no se ha logrado nada semejante, al menos con el beneplácito del Estado.

Con Cárdenas como presidente del país este apóstol adquiere un tinte político, el maestro se convirtió en el guía de los campesinos y obreros; auxiliaba al campesino en la lucha por la tierra y al obrero en la defensa de sus derechos laborales, organizaba cooperativas y sindicatos, enseñaba a los niños, instruía en los métodos del trabajo, creaba el sentido de la comunidad, inculcaba medidas sanitarias. En resumen la tarea del maestro tocaba ámbitos organizativos, pedagógicos, sociales y culturales.

Los maestros se enfrentaron a la ira del clero y las clases pudientes, arriesgando sus vidas en defensa de los desprotegidos, convirtiéndose así en héroes o mártires del sistema.

Esta imagen arquetípica del “apóstol social” la encontramos aun vigente esencialmente en las y los normalistas rurales, aunque poco a poco diluyéndose y reconfigurándose en los nuevos contextos sociales.

Esta idea es brillantemente ilustrada por Tanalís Padilla en un artículo intitulado Normales rurales: el libreto del poder, (La Jornada, 8/12/07) a partir de una imagen publicada en este mismo periódico sobre el desalojo de los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa Guerrero: un joven normalista yace postrado sobre el asfalto bajo la bota de un elemento de la Policía Federal Preventiva (La jornada 1/12 07).

Señala la articulista que esta foto adquiere un dramatismo adicional si se compara con el mural de Diego Rivera La maestra rural que adorna el interior de la SEP. “En esta pintura se observa una maestra impartiendo clase a un pequeño grupo de alumnos en pleno campo. En el trasfondo campesinos labran la tierra y del lado izquierdo del círculo educativo se encuentra un soldado montado a caballo con un rifle, que promete proteger los logros de la Revolución, entre ellos las normales rurales”.

Pero añadiríamos nosotros, no solo las normales rurales, sino la labor del maestro rural acechada por sus opositores que veían en el maestro y su trabajo una amenaza a sus intereses mezquinos. La labor social del maestro celosamente protegida por las instituciones (educativas, gubernamentales, militares) del Estado cardenista, hoy día se vuelve contradictoria y disfuncional para el sistema.

Toda figura social que alude a la condición de “guía”, cumple una función simbólica pero especialmente funcional a nivel social. Es el caso del maestro “apóstol social” que tuvo un papel central en un momento en que el país entraba a un –en ese momento incipiente- proceso de industrialización que implicaba:

• La conformación de una identidad nacional soportada en la idea de “progreso”, que tenía que ser internalizada por los nuevos maestros y además debía difundirla entre la población.

• La certeza de que México entraba de lleno en un sistema de instituciones, mismas que estarían al servicio y para protección del pueblo, donde el Estado era el primer preocupado en hacerlas respetar.

• Cubrir un nuevo perfil de formación de los recursos humanos, que obviamente pasaba por resolver el ingente problema del analfabetismo, pero también la ampliación de la cobertura educativa a todos los niveles pero especialmente del básico.

La década de los sesenta marca un cambio radical en la concepción del Estado, la figura requerida del maestro es nueva. Se presentan cambios en la figura simbólica del maestro, en la cual influyó especialmente el proceso de urbanización, la consolidación del esquema económico industrializador y de servicios y, los impactos culturales producidos por el auge de los medios de comunicación.

Se debe incluir, en este cambio, la consolidación del Estado mexicano y la aparición de un nuevo discurso político que poco a poco fue filtrándose hacia las instituciones educativas, en donde el concepto de nación independiente y soberana se acompañó de la necesidad de “democracia”.

Funcionalmente es diferente un maestro encargado de divulgar la importancia de reconocer en el Estado la institución máxima y benefactora, a una del maestro preocupado, ahora, por dejar como un supuesto básico el papel benefactor del Estado y pasar a construir una sociedad democrática.

El maestro profesional de la educación

Hacia los años ochenta ya era más que evidente la necesidad de actualizar la figura del maestro. Los proyectos de modernización productiva estuvieron acompañados de lo que algunos consideran la “revolución de las tecnologías de la información (TIC`s)” que presionaron para la incorporación –cada vez en mayor medida- de la tecnología en los procesos educativos. La modernización ya no solo podía ser de tipo administrativa y salarial, abarcaba a la gestión e introdujo elementos clave y novedosos como: calidad, evaluación, equidad y quedaban atrás otros -otrora fundamentales- como la cobertura. El dominio de su práctica profesional involucró modificación de contenidos, estrategias de capacitación y actualización pero además de su figura como un nuevo maestro, el “maestro profesional”, el maestro certificable conforme a un criterio unificador de nivel internacional; el ideal de la nueva escuela.

La configuración y consolidación de una imagen ideal tarda en sedimentar en la sociedad y en el gremio lo cual permite la sobrevivencia de la vieja imagen magisterial y de un discurso que en ocasiones muestra las inercias de aquella funcionalidad; sin embargo, ya es perceptible un discurso que incluye nuevas imágenes que aluden más a la figura profesionalizante e innovadora del magisterio.

La nueva figura del maestro profesionalizante, en una carrera magisterial que coloca por encima el logro individual en busca de la promoción económica, substituye atributos como la consagración, el sacrificio, la devoción hasta antes considerados el baluarte de la profesión. Los mismos maestros se autodefinen ya no como apóstoles sino como profesionales. En el pasado la distinción de desempeñarse como maestro suplía con creces las desventajas de un sueldo modesto. Actualmente es menos factible que se aprecie el honor de un trabajo desempeñado como para renunciar a los anhelos de un mejor salario.

La sindicalización del magisterio contribuyo a asignar la imagen del maestro como trabajador-profesional. Así las luchas por impulsar la Modernización Educativa y la profesionalización docente, han esto completamente ligadas a las negociaciones y movilizaciones sindicales por mejoras salariales y condiciones de trabajo.

La imagen del maestro como profesional de la educación devuelve su labor completamente al aula, específicamente a la enseñanza de los niños, en oposición al maestro de la comunidad, al actor social. Ahora al maestro se le exige ser más eficaz en su práctica profesional, mejorar la calidad de su enseñanza. La sociedad reclama una nueva imagen del maestro, sustentada en atributos más profesionales: nuevas competencias como el manejo e implementación de nueva tecnología en sus clases, conocimiento experto de los contenidos escolares, formas de enseñanza innovadoras, entre otras.

Estos requerimientos y los propios de una aceleración en la ciencia, tecnología y producción social, reclaman un maestro actualizado; para esto, la SEP ha implementado una serie de programas que buscan actualizar a los maestros a través de cursos con los más variados temas, encontramos de manejo de programas computacionales, neurolinguística, valores, matemáticas, la enseñanza de la ciencia, desarrollo de habilidades artísticas, inteligencia emocional, entre otros. Además de los incentivos escalafonarios otorgados a los maestros que continúan alcanzando títulos, a través de su preparación profesional en algún posgrado.

A parte de los estímulos que recibe el maestro por profesionalizarse esta el reconocimiento simbólico, es muy importante para el maestro significarse a sí mismo como profesional y elevar su prestigio ante sus propios compañeros, alumnos y padres de familia por contar con un número mayor de títulos, diplomas, constancias, que acreditan ante los otros su profesionalización.


Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles
Enciclopedia Virtual
Biblioteca Virtual
Servicios