LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD PROFESIONAL DE LAS NORMALISTAS TLAXCALTECAS
Victoria Ramírez Rosales
El estudio de las identidades laborales y/o profesionales es un tema relativamente nuevo y recientemente explorado en nuestro país, no es sino hasta la última década del siglo pasado cuando estudiosos sobre temas del “trabajo” empezaron a interesarse en la cuestión .
El estudio sobre las identidades tiene como antecedente los esfuerzos por comprender los aspectos simbólicos y significativos sobre el “trabajo” que surgen a mediados de los años setenta del siglo XX y que podríamos identificar como un nuevo campo de análisis hacia la cultura del trabajo. No es este el momento para describir este amplio recorrido, solamente nos abocaremos a analizar aquellos aspectos que consideramos importantes retomar de esta discusión.
Sí, como lo hemos venido señalando reiteradamente, la identidad no es una especie de alma o esencia con la cual nacemos, sino más bien afirmamos que es un proceso de construcción dialéctica entre los individuos e instituciones y, estas instituciones están conformadas por grupos de individuos que interactúan entre sí sobre la base de ciertos valores, creencias, conocimientos y símbolos compartidos, es decir, los individuos no interactúan con estructuras físicas sino con estructuras culturales.
Otro de los elementos que ya analizábamos anteriormente es el proceso de socialización a través del cual, siempre en un proceso complejo de interacción, el individuo construye su identidad. Habría que reconocer entonces que estos procesos socializantes están soportados sobre pautas culturales enmarcadas en los contextos institucionales en las cuales el individuo interactúa.
En este sentido diríamos que la cultura correspondería a las transacciones objetivas entre el individuo y las instituciones, que se organiza en torno al reconocimiento o no reconocimiento de las competencias, los saberes, las imágenes de sí, que constituyen los núcleos duros de las identidades.
Podríamos de esta manera justificar que los conceptos de cultura e identidad están estrechamente relacionados entre sí, aunque aclaramos que no tomamos esta relación en un sentido reproduccionista que anula las capacidades críticas y reflexivas del sujeto. Más bien concebimos que las estudiantes normalistas otorgan un significado a su acción, significado que no es totalmente creación desde ellas y por ellas mismas, pues lo crean dentro de un marco cultural, es decir en un contexto compuesto por distintos elementos simbólicos.
Lo que queremos hacer patente es que en el proceso de transacciones identitarias lo que esta en juego es la negociación del sí mismo del sujeto en la confrontación con las formas simbólicas (acciones y expresiones significativas, símbolos, discursos, textos, artefactos, valores) de los contextos sociales en los que interactúa.
El concepto de cultura
El concepto de cultura tiene una larga historia, siguiendo el desarrollo que realiza J.B. Thompson (1993), tenemos la concepción clásica (siglos XVIII y XIX) aquí el concepto de cultura se usaba para referir a un proceso de desarrollo intelectual o espiritual. Con la aparición de la antropología a fines del siglo XIX la concepción clásica cede el paso a las concepciones antropológicas, en las cuales podemos distinguir dos concepciones, la concepción descriptiva y la concepción simbólica.
La concepción descriptiva de la cultura se refiere al conjunto diverso de valores, creencias, costumbres, convenciones, hábitos y prácticas característicos de una sociedad particular o de un periodo histórico. La concepción simbólica advierte que los fenómenos culturales son fenómenos simbólicos de tal manera el estudio de la cultura se interesa por la interpretación de los símbolos y de la acción simbólica.
Por su parte Thompson (1993:136) propone la concepción estructural de la cultura. “De acuerdo con ella, los fenómenos culturales pueden entenderse como formas simbólicas en contextos estructurados; y el análisis cultural puede interpretarse como el estudio de la constitución significativa y de la contextualización social de las formas simbólicas”.
Estas diferencias en el sentido otorgado a la cultura también comprende ciertas asunciones metodológicas para su estudio. La concepción descriptiva asume el estudio de la cultura como una investigación científica y sistemática que produce lo que Thompson (1993:141) define como la cientifización del concepto de cultura. De tal forma los métodos de las ciencias positivas son adoptados para su análisis.
A continuación profundizaremos en la concepción simbólica y en la propuesta de Thompson sobre la concepción estructural de la cultura, en el entendido que son las ideas de estos enfoques las que interesan retomar en nuestro trabajo.
La concepción simbólica de la cultura tiene entre su principal representante a Clifford Geertz (1991), para este autor la cultura es la trama de significados en función de la cual los seres humanos interpretan su existencia y su experiencia, así mismo como conducen sus acciones. Coincidiendo con Weber, que el hombre es un animal suspendido en tramas de significación tejidas por él mismo, Geertz consideró que el análisis de la cultura no es una ciencia experimental en busca de leyes, sino una ciencia interpretativa en busca de significados. En este sentido pone en el centro la “interpretación” como enfoque metodológico para el estudio de la cultura.
Para Thompson (1993) las debilidades de la propuesta de Geertz son el no prestar suficiente atención a los problemas de poder y conflicto, ni a los contextos sociales estructurados dentro de los cuales se producen, transmiten y reciben los fenómenos culturales. Apoyándose en la concepción simbólica formulada por Geertz, pero tratando de evitar las dificultades y limitaciones de su propuesta, a las cuales nos referimos líneas arriba, propone la concepción estructural de la cultura, con lo cual refiere “a una concepción de la cultura que enfatiza tanto el carácter simbólico de los fenómenos culturales como el hecho de que tales fenómenos se inserten siempre en contextos sociales estructurados” (Thompson, 1993:149).
La propuesta de Thompson es muy importante, pues como lo hicieron Dubar y Dubet con el concepto de identidad, escapa de las dicotomías al proponer un concepto de cultura que prestando atención a las significaciones de los sujetos, no deja de lado el análisis de los contextos en los cuales estas significaciones tienen lugar. Así lo señala el autor: los fenómenos culturales pueden entenderse como formas simbólicas en contextos estructurados y el análisis cultural debe interpretarse como el estudio de la constitución significativa y de la contextualización social de las formas simbólicas. Esto implica relaciones de poder, formas de conflicto y desigualdades.
La propuesta de Thompson fue muy valiosa para nuestra investigación, en el sentido de abrirnos un campo basto de posibilidades para explicar el entramado que sigue la construcción identitaria profesional de las estudiantes normalistas. Adelantando ideas de lo que desarrollamos en el siguiente capítulo, tenemos que en el caso específico de la profesión magisterial el proceso sociohistórico que siguió la constitución de la profesión es una veta de análisis que no se puede soslayar en el estudio de la identidad profesional de este grupo laboral, en el sentido que es desde el análisis de este proceso que podemos distinguir cómo es que el discurso ideológico del Estado ha construido ciertas imágenes sobre el ser y hacer del magisterio, que es el referente a partir del cual las estudiantes normalistas están construyendo, destruyendo y reconstruyendo su identidad profesional.
También Thompson (1993:162) refiere que la producción y la recepción de las formas simbólicas (acciones gestos, rituales, discursos, textos, etc.) son procesos que ocurren dentro de contextos sociales estructurados, tales contextos implican escenarios espacio-temporales y estos escenarios son en parte constitutivos de la acción e interacción. Estas ideas nos llevaron a indagar sobre las interacciones al interior de las escuelas normales objeto de estudio, sobre esto nos interesó conocer como el discurso ideológico es recontextualizado en estos escenarios (normal rural y normal urbana), que a su vez constituyen contextos culturalmente diferenciados por una historia particular en la formación de maestros en México.
Sí como ya lo hemos venido señalando, partimos del supuesto que la identidad profesional de las estudiantes normalistas se construye en el proceso de interacción con otros sujetos (otras estudiantes, sus profesores, sus padres) que ocurre en contextos sociales como la familia y las escuelas normales, se hace necesario clarificar las características de estos contextos.
Aquí articulamos con el concepto de campos de interacción de Bourdieu, “según este autor un campo de interacción puede conceptuarse de manera sincrónica como un espacio de posiciones y diacrónicamente como un conjunto de trayectorias” (Thompson, 1993:163). La manera de situarse en tales posiciones y trayectorias va a estar definidas por el tipo de recursos o capital adquirido. En esta investigación nosotros encontramos que el momento de que estas mujeres tuvieron que elegir ser maestras e ingresar a la normal, estuvo determinada por el “capital económico”; la situación de precariedad en la que viven las estudiantes las llevó a optar por una carrera más accesible económicamente para algunas de ellas, o para algunas otras por ver en la carrera magisterial una estabilidad laboral al tener asegurada su plaza de trabajo.
El “capital económico” trae aparejada la relación con el “capital cultural”, es decir, la misma situación económica limita o favorece la adquisición de cierto tipo de conocimientos, la adquisición de ciertas habilidades, una trayectoria educativa específica, ciertas imágenes de género, que en el caso de estas mujeres guiaron su elección profesional al magisterio. De igual forma el “capital simbólico” que incluye los elogios, el prestigio y el reconocimiento acumulado hacia una persona o posición están presentes. De cierta forma para estas mujeres el ser maestras representa obtener una mejor posición tanto social como profesional.
Una distinción importante de la cultura tiene que ver con su dimensión objetivada en forma de instituciones y prácticas observables, y la dimensión subjetivada o interiorizada de la cultura, entre formas simbólicas objetivadas y formas simbólicas interiorizadas. En esta última son de gran importancia las aportaciones de Bourdieu (1997), para este autor la cultura interiorizada se presenta en forma de “habitus” es decir, en forma de esquemas mentales que funcionan como matriz simbólica de las actividades prácticas, conductas, pensamientos, sentimientos y juicios a partir de los cual los individuos conforman su yo relacional.
En conclusión las ideas de Geertz, Thompson y Bourdieu fueron muy valiosas para este trabajo. Pues si bien partimos esencialmente de la propuesta de Dubar, consideramos que habría que entretejerla con las ideas de estos autores, dado lo que íbamos encontrando en el trayecto de la investigación.