Saúl Corral García
Si bien habían sido definidas en el capítulo anterior las características de la llamada sociedad del conocimiento, consideramos necesario ampliar la descripción de sus alcances, dada su magnitud y repercusiones sobre la economía, el trabajo y la educación. Con base en lo observado, creemos que el siglo XXI – se caracterizará por ser la era de la sociedad del conocimiento, que hoy apenas se vislumbra. En este sentido, el conocimiento podrá constituir el valor agregado fundamental en todos los procesos de producción, de bienes y de servicios de un país, haciendo que el dominio del saber sea el factor principal del desarrollo auto sostenido.
Una sociedad basada en el conocimiento sólo puede darse en un contexto mundial, abierto e interdependiente, toda vez que para cualquier ser humano, el conocimiento no debería tener fronteras para su acceso y desarrollo. La sociedad del conocimiento no se reduce a la dimensión económica, sino que también ocurre en los ámbitos de la estructura social, política y cultural. Se trata de una sociedad con capacidad para construir y retener su propia historia, sistematizar sus experiencias, enfrentar los desafíos de los mercados y de los cambios tecnológicos y, al mismo tiempo, de incorporar los puntos de vista de sus miembros y fundamentar el sentido de sus acciones.
En el nuevo orden mundial, los países que destaquen serán aquellos que – además de dominar y aplicar productivamente el conocimiento – logren aprovechar las fuerzas del cambio y se adapten crítica y productivamente al entorno cambiante del sistema capitalista. En este sentido, creemos que el desarrollo de las naciones dependerá, fundamentalmente, de la capacidad de su sociedad para generar y aplicar el conocimiento.
El valor estratégico del conocimiento y de la información para las sociedades contemporáneas refuerza el rol que desempeñan las instituciones de educación superior. El dominio del saber, al constituir el principal factor de desarrollo, fortalece la importancia de la educación porque de ella deriva todo cambio social en cualquier nivel del desarrollo humano. Por eso, la educación constituye el principal valor de los países. Una sociedad que transita hacia una etapa basada en el conocimiento, ofrece nuevos horizontes a las instituciones educativas, tanto en sus tareas de formación de profesionales, investigadores y técnicos, como en la generación, aplicación y transferencia del conocimiento para atender los problemas del país. (ANUIES, 2001: 17)
Por lo anterior, podemos visualizar que la educación superior del futuro será una puerta de acceso a la sociedad del conocimiento, quizá la puerta más importante por su situación privilegiada para la generación y transmisión del saber humano. En la sociedad del conocimiento, la universidad tradicional coexistirá con universidades virtuales y con otras formas de universidad, como son las “universidades corporativas” de las empresas, creadas para satisfacer la demanda de educación permanente de su fuerza de trabajo en diferentes niveles ocupacionales. Estas universidades poseen una fuerte base tecnológica y se caracterizan por una estructura y un funcionamiento reticulado, bajo el principio de llevar la educación al individuo y no el individuo a la educación. Las universidades tradicionales se enfrentarán cada vez más a una fuerte competencia por parte de estas organizaciones educativas de las empresas y el reto salta a la vista.
En la sociedad del conocimiento, la educación se concibe como un proceso integral sin limitaciones temporales de edad, de nivel o de establecimiento escolar. El acceso a la formación y a la creación se desarrolla a lo largo de la vida, puesto que la sociedad de la información ofrece nuevos horizontes a la educación. Las instituciones de nivel superior no deberán concebirse más en una perspectiva de educación terminal, ni restringir su misión educativa al otorgamiento de títulos y grados. Ellas están llamadas a desempeñar un papel estratégico para la actualización de los conocimientos de los hombres y mujeres, sea con propósitos de actualización profesional y técnica, o bien por el simple deseo de acceso a nuevo saber.
La educación superior deberá, así, incorporar el paradigma de la educación permanente, que implica dotar a los estudiantes de una disciplina intelectual bien cimentada para el autoaprendizaje en las diversas situaciones en que se encuentre. La educación permanente plantea a la educación superior una nueva exigencia de mayor magnitud que la formación básica, pues para desempeñarse con éxito en el tipo de sociedad en la cual se está desenvolviendo, necesitará cambiar sus concepciones y paradigmas de trabajo en materia de enseñanza y de aprendizaje. Al mismo tiempo, deberá buscar nuevos socios y nuevas alianzas y trabajar de manera proactiva en un ambiente reticulado y pluralista, lo cual requerirá de cambios estructurales y funcionales profundos. (Silvio, 1998: 46)
En la era del conocimiento, la educación no cumple sólo un papel estratégico para el crecimiento económico. Al ampliar sus fronteras a la configuración de un modelo de sociedad, deberá proporcionar bienestar a sus habitantes; disminuir las brechas entre regiones y grupos sociales; impulsar la democracia como forma de vida en todos los campos de acción humana; promover la tolerancia y el respeto para la convivencia social; coadyuvar a la madurez política, y facilitar los medios para que los hombres y mujeres de un país transformen e innoven constantemente sus condiciones de vida desde una perspectiva integral de desarrollo humano en la actual sociedad capitalista.
Para que la educación en general y la educación superior en particular puedan cumplir con los nuevos roles que demanda la sociedad del conocimiento, éstas deben constituirse en la inversión prioritaria del país. Sociedad y gobierno tendrán que elevar significativamente la inversión a este sector estratégico para el desarrollo de todos los sectores de la sociedad. Un nuevo pacto social entre gobiernos, sociedad e instituciones de educación superior deberá llevar a la definición de una política de Estado que haga viable las transformaciones estructurales que se demandan, con una visión de largo alcance.