Saúl Corral García
El análisis realizado sobre los resultados que obtuvimos de esta investigación, nos llevan a la necesidad de hacer una reflexión más, sobre la relación que tiene la escuela y el mercado laboral en México, y nos acercan a comprender mejor el problema de su desarticulación a través de los datos siguientes, que reflejan la gran diferencia que existe en el acceso a la educación superior de manera general en México. Cabe destacar que de un total de 800,000 estudiantes que existían en 1985, el 84% de esa población tuvo acceso a estudiar alguna carrera en el nivel superior pública. Mientras que en el año 2000 – las cifras más recientes – el acceso a la educación superior pública tuvo un descenso, reflejándose éste en el 70% de la población estudiantil, que tuvo la oportunidad de estudiar una carrera, de un total de un millón 900 mil estudiantes. (Gráfica 5-1)
Lo anterior nos indica que lejos de mejorar las condiciones económicas en el desarrollo de la sociedad mexicana a través del acceso a la educación superior, éste se ve restringido debido a las fluctuaciones que enfrenta el sistema nacional para satisfacer sus necesidades básicas como es la educación además de la alimentación, la salud y la vivienda.
Habría que entender que el problema del acceso a la educación superior en México es más grave, ya que faltaría saber cuántos de los estudiantes egresados o nuevos profesionistas tienen la oportunidad de colocarse en el mercado laboral de acuerdo a la carrera realizada. Pero esos datos hasta ahora, las instituciones educativas y laborales no los han registrado; y el resultado de estas cifras actualmente se torna incierto, porque también habría que entender que no todos los egresados de una carrera tienen la oportunidad no sólo de concluirla, sino de contar al menos con una fuente de ingreso diferente a su profesión.
Si bien las expectativas que tienen los estudiantes y los profesores sobre la creencia de que el poseer conocimientos sobre la aplicación de las NTI, mejorará sus condiciones económicas en una mejor colocación en el mercado laboral a futuro, la realidad no resulta equitativa para ambos grupos, como podemos observar en la gráfica siguiente (Gráfica 5-2), ya que su inserción en el ámbito laboral – ya sea empresa privada o pública – no siempre depende de la culminación de una carrera en Informática, sino de los conocimientos que se tengan sobre esta área.
Por otra parte, el acceso a las NTI a través de la educación resulta también restringido para los estudiantes, como podemos observar de manera comparativa global entre Estados Unidos y México, los que tienen acceso a estudiar una carrera en las áreas de Informática. Se nota un contraste importante entre los países desarrollados como Estados Unidos, al confrontar las cifras siguientes con la educación superior pública mexicana. (Gráfica 5-3)
Lo anterior obedece a las marcadas diferencias que presentan el grado de desarrollo económico en cada uno de los países sobre la infraestructura que se destina al impulso de la formación de nuevos profesionales en esta nueva sociedad global del conocimiento. Y esto lo podemos corroborar más claramente en la distribución de los recursos que se destinan para la educación de la población estudiantil según las cifras que destaca el PIB, en Estados Unidos, Canadá y México.
El problema resulta más grave porque deriva de una distribución insuficiente del gasto público o PIB en estos sectores. Por tanto, resulta inequitativa su aplicación y uso de las NTI en la educación, por mucho que los organismos internacionales, con las nuevas políticas traten de proponer a través de sus lineamientos una mejora de condiciones con su acceso. Los datos anteriores resultan contrastantes entre unos países y otros, ya que las cifras que presenta México en materia de educación superior están por debajo de lo estimado por la OCDE para cumplir con los objetivos de desarrollo propuestos para este rubro.
El problema es de carácter estructural y proviene más bien del desarrollo desigual en las áreas de la educación y su incorporación en el trabajo. La brecha que marca la desigualdad y la estratificación entre los países desarrollados y los que están en desarrollo es más notable, ya que la satisfacción de sus necesidades prioritarias como la educación, entre otras, dependerá del crecimiento cuantitativo de su infraestructura, el desarrollo cualitativo de su sociedad y la administración de los recursos destinados para ello, de manera planeada y sistemática.
Lo anterior lo podemos constatar aunque no de forma global, pero de manera local en las instituciones privadas de educación superior en México, como el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM), en el que se notan estas diferencias de acceso o incorporación de los nuevos profesionistas en el mercado laboral. En 2004, un total de 16,646 alumnos egresaron de los niveles de: graduados, profesional y preparatoria; 1,950 alumnos recibieron sus grados académicos, 8,303 sus títulos profesionales y 6,411 de preparatoria en el ámbito nacional. Del total de egresados hasta ahora, se estima que el 70% logran ejercer su carrera en el campo laboral, ya sea público o privado.
El Instituto Tecnológico de Puebla no cuenta con cifras actuales sobre sus egresados. Desde su fundación (1972), han egresado aproximadamente 13,000 del nivel profesional y de éstos, el 50% están trabajando profesionalmente. Se estima que 550 profesionistas forman parte de la población laboral de la planta automotriz Volkswagen, que es la fuente de trabajo principal en la entidad poblana, que absorbe a los egresados de este tecnológico. (Información proporcionada por el Departamento de Vinculación con el Sector Productivo, ITP, 2005)
El impacto es tan fuerte en la realidad actual entre uno y otro sector de población de los egresados, que su efecto se deja ver por otra parte, en el cambio de mentalidad entre los estudiantes de educación pública y privada. Esto se refleja en cierta parte en las opiniones de los nuevos profesionales, que destacan en su mayoría, en obtener un trabajo que les permita mejorar sus condiciones económicas actuales, ayudar a su padre en el trabajo familiar, contribuir con el gasto de la casa, o apoyar a sus demás hermanos para que sigan estudiando. (Sondeo de Opinión realizado en la ceremonia de graduación Generación 2001-2005, ITP, junio de 2005), manifestándose en algunos casos, ajenos a proyectar soluciones a los problemas nacionales, desligándose de un compromiso por participar en el conocimiento y dar nuevas propuestas a la solución de estas carencias, reflejándose éstas en la llamada “fuga de cerebros”, donde el capital humano mexicano se queda rezagado fuera de las fronteras de México y empleando su fuerza de trabajo en países extranjeros.
Y es que las oportunidades de trabajo que se pueden presentar a los nuevos profesionistas en México, resultan limitadas al restringirse aún más éstas en un mercado laboral diferenciado y estratificado, como resultado de la división social del trabajo, al reflejarse esta estratificación en la división de clases sociales. La educación en los países en desarrollo como México, se da de manera clasista y elitista, permitiendo sólo el acceso a un sector privilegiado, que ha recibido una educación que los coloca en un estatus diferenciado del resto de las mayorías que pertenecen a una clase social baja y media. El grueso de la población estudiantil representa a los que tienen la oportunidad de formarse en las instituciones de educación pública, pero aún así, esta diferenciación los coloca a la zaga de cumplir con los estándares de la calidad de la educación que el mercado global está exigiendo actualmente con los parámetros de la competitividad, flexibilidad y eficiencia. A través de esta modalidad se está viendo que estos nuevos profesionistas en México, cuando logran incorporarse de alguna manera al contexto laboral, – dentro de sus limitaciones – se quedan en el nivel de los mandos intermedios, más no siempre en la toma de decisiones gerenciales o bien, como subempleados en las nuevas formas de organización empresarial, contribuyendo con dicha modalidad a incentivar las estrategias modernizadoras de la reproducción económica y social del trabajo.
Desde una visión macro social de la reproducción económica global, ésta resulta de la sentencia conocida: “Se invierte en cualquier parte del mundo para fabricar parte del mundo para después vender en cualquier parte del mundo” (Martínez, 2000:9), y la implicación histórica más importante es que el sistema mundial tiende a cambiar su estructura, hasta ahora basada en las relaciones entre economías nacionales, y por otra, en la que la competencia se establece directamente entre empresas y entre clases sociales. La globalización, pues, implica un cambio estructural de gran magnitud, donde la distribución del capital se reproduce en diferentes formas como la educación, además del trabajo con sus formas ideológicas de dominio para preservar el poder económico y político, creando con ello la desigualdad social, reflejada ésta en la división de clases y profundizando la brecha en la restricción de oportunidades de vida y trabajo.
Por tanto, las nuevas políticas nacionales que provienen de la UNESCO y del Banco Mundial quedan supeditadas a que su ejecución dependa en gran medida a la transformación y el mejoramiento de las estructuras económicas y políticas de los países en desarrollo, ya que hasta ahora estas nuevas formas de modernización educativa, ante este panorama globalizador desigual, sólo se realizan de manera parcial en su efectividad. La llamada calidad de la educación se queda en entredicho de llevarse a cabo, y su desarrollo se queda en las buenas intenciones, amén de carecer de una continuidad en su aplicación, de eficientes sistemas de evaluación para su aplicación, con los que dicha ejecución entonces sí, garantizara esta posible calidad para su realización en la nueva sociedad del conocimiento que enfrenta la educación mexicana en este nuevo siglo.