Saúl Corral García
2.3.1 Antecedentes y desarrollo
Hace poco más de medio siglo, a finales de la década de los años cuarenta, se crearon los institutos tecnológicos (IT’s) en una época en que había un sector industrial incipiente, las comunicaciones eran escasas y un importante sector de la población no tenía conocimiento de lo que era la educación tecnológica. Sin embargo, el Estado mexicano tenía entre sus objetivos fundamentales impulsar la industrialización, mejorar las comunicaciones y propiciar el desarrollo tecnológico del país.
En ese tiempo se hablaba de educación técnica, no de educación tecnológica. No podemos olvidar que la técnica es, en muchas de sus expresiones, aplicación de la ciencia. La tecnología es mucho más que ciencia aplicada y por tanto, la importancia de la educación tecnológica es concebida como proyecto nacional y sistemático del Estado mexicano. Sin embargo, es posible ignorar que en el concepto actual de educación tecnológica, los IT’s quedan en un segundo plano. Quizá por ello, y a pesar de la visión pionera y la esencia social del proyecto, en la primera década de su historia sólo se fundaron siete planteles y diez en la segunda, hasta completar 17 instituciones en la provincia mexicana en 20 años.
Al comenzar la década de los setenta todo cambió: la explosiva demanda de educación, el reclamo de oportunidades, el crecimiento de la población, la acelerada transformación de la población de rural a urbana, la intensa movilidad social y la incertidumbre que se debía asumir ante la realidad con un enfoque distinto, de mayor apertura. Todos fueron sin duda, algunas de las causas que alentaron la creación de 31 tecnológicos en el interior de la República, del Centro Interdisciplinario de Investigación y Docencia en Educación Técnica (CIIDET) en Querétaro, hasta el primer Centro Regional de Optimización y Desarrollo de Equipo (CRODE) en Celaya, en un lapso de ocho años. A 25 años de iniciado el proyecto, había ya un subsistema de 50 instituciones federales, y aún faltaba una segunda expansión, que se presentó en la década de los ochenta, cuando se crearon 20 más. Luego, de febrero de 1991 a octubre de 1992 se fundaron otras 12 instituciones federales, y en el año 2000 una más, para tener un total de 83.
Aunque la expansión de los institutos tecnológicos se detuvo, el aumento de la demanda, la transformación económica del país, los cambios mundiales, y la necesidad de involucrar en este compromiso, como actores del mismo, a las comunidades regionales, los gobiernos estatales y municipales, así como al sector productivo, llevaron a la creación de un subsistema alterno de tecnológicos descentralizados. Hoy existen 80 de estos planteles bajo la coordinación académica de la Dirección General de Institutos Tecnológicos, pero con el subsidio de los gobiernos estatales. La diferencia estriba en que los primeros institutos tecnológicos dependen del subsidio federal para su desarrollo, pero ambos sectores dependen para su funcionamiento de los planes y programas de estudios que la Subsecretaria de Educación e Investigación Tecnológicas (SEIT) de la SEP orienta para ellos. El proyecto de creación del Sistema Nacional de Institutos Tecnológicos (SNIT) inicio en 1948, en Durango con el primer instituto tecnológico, como resultado de la descentralización de la educación tecnológica en provincia, que anteriormente estaba concentrada en el Instituto Politécnico Nacional.
Por ser instituciones del Estado mexicano y administradas por el gobierno federal, los institutos tecnológicos son parte de los factores del desarrollo regional y, en otros casos, son detonantes del crecimiento de sus comunidades. También se puede decir, que en 53 años de labor educativa, la concepción de estas instituciones fue siempre sistemática. La visión del gobierno federal en aquella época fue de mucha anticipación y de largo plazo, por lo que hablar hoy de los institutos tecnológicos es hablar de una red importante de servicios, integrada por 163 centros de educación, investigación, mantenimiento y desarrollo de equipo, de los cuales 83 son federales y 80 descentralizados.
Esto, no sólo convierte en realidad el proyecto educativo que el Estado mexicano planeó desde sus inicios para a este subsistema, como el de mayor capacidad para encabezar sus políticas de educación superior tecnológica para el desarrollo local, regional y nacional, con una visión global fundada en la cohesión y en su influencia social y su aporte al desarrollo. Este proyecto educativo, se observa que está sustentado en los principios y valores que señala el artículo tres constitucional:
Los cuales impulsan el desarrollo armónico de la persona y de la sociedad; la convivencia humana en la libertad, en la justicia y en la equidad; la democracia como sistema de vida y forma de gobierno, y la identidad nacional, la independencia y la soberanía como componentes básicos de un compromiso consigo y con los demás, en el que se sustenta la identificación con la familia, el entorno, el lugar de origen, el país, el trabajo y el mundo moderno. (Constitución de los Estados Unidos Mexicanos, 1917)
En ese mismo tenor, según el Plan Institucional de Innovación y Desarrollo 2001-2006 (PIID), en este marco de expansión tecnológica, el proyecto de educación tecnológica emprendido por el Estado mexicano obedeció en su origen, a tres fines: ofrecer educación técnica y tecnológica a todos los jóvenes del país que las demandaban, apoyar la industrialización de las diversas regiones mediante la formación de técnicos y profesionales comprometidos con sus comunidades, e impulsar el desarrollo regional con base en la formación y el arraigo de los egresados en su lugar de origen. (PIID, 2003) Estos fines se cumplen, según el Plan, mediante un modelo que articula los programas académicos, la docencia, la investigación y el desarrollo tecnológico, la extensión y la difusión de la cultura como un todo vinculado a las necesidades, requerimientos y valores de la comunidad y del entorno social y productivo. Por lo tanto, es de suponerse que todos los planes y programas de estudios, líneas de investigación, desarrollo tecnológico y acciones de extensión y de vinculación con la sociedad deben estar en permanente revisión, para que su calidad, pertinencia y equidad respondan a las demandas sociales, a los requerimientos del desarrollo y a la política educativa del gobierno federal.
Aunque la realidad presenta un panorama distinto del descrito. Cabe señalar que para la apertura o cancelación de una carrera, siempre se realiza un estudio de expectativas de atención educativa en la zona de influencia de la institución que le ofrecerá, y se toma en cuenta el avance científico-tecnológico del país para la propuesta de nuevas carreras, como la bioingeniería, la mecatrónica o la ingeniería ambiental, recientemente incorporadas al currículo.
Con esta capacidad humana y física concentrada en una gran institución con presencia en todo el territorio nacional, se contribuye a la atención a la demanda de educación superior tecnológica en todo el país. Al formar profesionales para el desarrollo regional, con lo que se espera ampliar las oportunidades de acceso a la educación superior para los jóvenes provenientes de todos los estratos socioeconómicos en provincia. Otra característica de los tecnológicos es su capacidad de aportar significados concretos y oportunos a la educación en torno a tres ejes: el desarrollo humano del alumno, el cual se centra en la libertad, en su responsabilidad como ser social y productivo, y en sus capacidades como persona; la incorporación de las demandas y los requerimientos de la sociedad con el fin de integrar los contenidos, métodos, lenguajes y valores al desarrollo armónico de la persona y la sociedad; y una visión que integra el aquí y el ahora en la perspectiva de una sociedad incluyente y participativa. (PIID, 2003) Por eso, aunque la transformación de su modelo académico y de su estructura orgánica es continua, su misión y sus principios mantienen su origen, esencia y fin social: ser una opción que, en conjunto, ofrece también de acuerdo a su catálogo de servicios educativos tecnológicos públicos, que van desde la capacitación hasta el posgrado, en las modalidades escolarizada y abierta; la promoción y difusión de la cultura; la vinculación con los sectores social y productivo; así como la investigación y el desarrollo tecnológico que demandan las diversas comunidades en las que opera cada una de las instituciones.