Saúl Corral García
El proceso de globalización económica, la interdependencia mundial y la conformación de bloques regionales constituyen el nuevo contexto internacional en el que deben operar las instituciones de educación superior, con todos sus desafíos y oportunidades. La mayor interdependencia mundial conlleva riesgos para los países. Aquellos que sean más competitivos en la escena mundial serán los que sobresalgan, y el mundo enfrenta el riesgo de una polarización aún mayor a la que hoy se vive. Los efectos de la globalización y la liberalización tal como se dieron en el último tramo del siglo XX refuerzan la desigualdad: un segmento social reducido, moderno y abierto al mundo, y una mayoría circunscrita a las preocupaciones de la supervivencia cotidiana y marginada del desarrollo económico. Como hemos visto, la educación constituirá un factor fundamental para una mejor inserción de México en el contexto mundial. Por tanto, la sociedad en su conjunto tendrá que seguir realizando un gran esfuerzo para incrementar el nivel educativo de su fuerza de trabajo, de acuerdo a las necesidades concretas que enfrente a través de su desarrollo.
Una sociedad polarizada, donde un reducido segmento tiene acceso a la modernidad y una mayoría se encuentra marginada de ese desarrollo, difícilmente puede enfrentar con éxito los desafíos que se le plantean. Desde la educación básica hasta la superior, se requieren programas emergentes para la necesaria formación de las personas calificadas que protagonizarán el desarrollo económico, social y político del país.
El nuevo contexto de interdependencia mundial presenta, sin embargo, nuevas oportunidades para que las IES del país establezcan alianzas estratégicas en el terreno cultural y educativo, por medio del fortalecimiento de programas de intercambio y movilidad de estudiantes y de profesores, la realización de proyectos de investigación y programas académicos conjuntos en los niveles de profesional asociado, licenciatura y posgrado. Así como, el establecimiento de redes de colaboración en los distintos campos del conocimiento, aprovechando las ventajas comparativas de las instituciones del extranjero.
La educación superior mexicana opera en un nuevo escenario de competencia mundial, que es más visible en el marco de los tratados comerciales como el de Libre Comercio de Norteamérica y la incorporación a organismos internacionales como la OCDE. La competencia en el acceso al conocimiento y las oportunidades de trabajo entre universidades mexicanas y de otros países conlleva la necesidad de plantear programas de desarrollo de las IES, con base en indicadores y estándares internacionales.
Un aspecto que merece especial atención es el relativo a la relación que se establece entre el mundo laboral y la educación superior en el ámbito mundial. Desde los años, noventa las perspectivas de trabajo han sido sombrías para los egresados de los sistemas educativos. Las perspectivas actuales de empleo suelen interpretarse bajo tres panoramas contrastantes: el negativo, si se considera el agravamiento de la crisis de la sociedad del trabajo; el ambivalente, si se trata de equilibrar las consecuencias de la globalización; y el positivo, cuando surgen expectativas del desarrollo de la sociedad del conocimiento.
La educación superior enfrenta el desafío de fortalecer sus objetivos fundamentales y de encontrar un equilibrio: entre la tarea que implica la inserción en la comunidad internacional y la atención a las circunstancias propias; entre la búsqueda del conocimiento por sí mismo y la atención a necesidades sociales; entre fomentar capacidades genéricas o desarrollar conocimientos específicos; entre responder a demandas del empleador o adelantarse y descubrir anticipadamente el mundo futuro del trabajo que probablemente se sustentará más en el autoempleo.
En algunos países desarrollados, así como en las naciones en desarrollo, existe un desempleo considerable de los graduados. Sin embargo, se sigue constatando el hecho que a mayor escolaridad de las personas, las posibilidades de empleo aumentan, y que la cuota de desempleo entre los egresados de educación superior es evidentemente más pequeña que la del total de la fuerza de trabajo en la mayor parte de los países. Numerosos egresados terminan en empleos considerados inapropiados para los graduados del nivel terciario; ya que estos empleos ofrecen oportunidades limitadas de aplicar los conocimientos y la formación recibida en las IES, así como pocas perspectivas de mejorar el nivel socioeconómico.
De acuerdo a lo observado anteriormente, algunas de las características de los mercados de trabajo globales, señaladas en diversos estudios tanto de la UNESCO como del Banco Mundial, son: un ritmo creciente de cambios en la estructura de puestos; la exigencia de una mayor calificación en casi cualquier ocupación; la contracción del empleo en el sector público y el crecimiento relativo en el sector privado; la disminución de las oportunidades de empleo en las grandes compañías; el aumento de oportunidades en el sector de empleo no estructurado; la pérdida de estabilidad y seguridad en el trabajo; una demanda creciente de conocimientos básicos de informática y capacidades en las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Todo lo cual plantea nuevas exigencias de formación en los sistemas educativos. Será necesario entonces, asumir que la educación superior no está restringida únicamente a la formación de empleados, sino que su función se ampliará cada vez más a la formación de profesionales emprendedores que inicien y desarrollen sus propias empresas.