Ramiro Morales Hernández
En este capítulo, se hace una revisión de la literatura que clarifica el fenómeno migratorio, clasificando la información desde su abordamiento teórico, como de análisis puntual del fenómeno en México, así como de la migración de México - Estados Unidos de América, particularmente sobre las remesas familiares.
2.1 REFLEXION DE LOS ENFOQUES TEÓRICOS DE LA MIGRACIÓN
2.1.1 Las teorías del fenómeno migratorio internacional en el contexto globalizador.
En los últimos años los estudiosos del fenómeno de la migración han venido debatiendo distintos supuestos del fenómeno migratorio y sus efectos tanto en las regiones de origen como las receptoras. Distintos son los análisis que se han desarrollado tratando de explicar el fenómeno. Sobresalen algunos trabajos como el de Durand y Massey (2003) que identifican siete teorías, como son: i) la económica neoclásica; ii) la nueva economía de la migración; iii) la de los mercados laborales segmentados; iv) la de los sistemas mundiales; v) la del capital social vi) la de la causalidad acumulada y vii) la migratoria reconsiderada.
Durand y Massey (2003) señalan que los defensores de cada una de las teorías han estudiado y hecho planteamientos desde distintos enfoques. Por ejemplo, los defensores de la económica neoclásica -considerada como la de mayor antigüedad en el estudio de los procesos migratorios-, cuyo precursor fue el trabajo de George Ravenstein sobre Las Leyes de las migraciones (1885-1889), quien señaló que distintos motivos pueden provocar el desplazamiento de las personas, pero que ninguno es más fuerte que el deseo de la población por mejorar sus condiciones materiales.
Para muchos estudiosos Ravenstein (1885 y 1889) sentó las bases para el análisis de los procesos migratorios, plataformas que en el siglo XX retomaron investigadores como Lewis (1954), Baran (1973, 1975), Harris y Todaro (1970) y Todaro (1976, 1989), entre otros, quienes han defendido la postura de que los efectos de la migración laboral en el desarrollo económico de las regiones es consecuencia de las diferencias geográficas, del empleo y de salarios que se presentan entre ellas, y que estos factores llegan a trastocar los procesos de producción y los económicos tanto de los lugares expulsores como de los receptores.
La postura de los neoclásicos respecto a las diferencias geográficas es que éstas activan y propician la decisión de emigrar, medida que se inicia con la decisión individual del emigrante, el cual visualiza las diferencias económicas que se presentan entre su lugar de origen y el lugar a donde desea trasladarse. En esta reflexión primaria previa a su salida, coteja las ventajas y desventajas de dejar su hogar, repensando sobre aspectos concernientes a sus oportunidades de empleo, su cultura de trabajo y su salario.
En lo que se refiere al empleo –según los neoclásicos-, quien pretende emigrar valora sus posibilidades de participación en el mercado de trabajo local. En esta reflexión contempla distintos escenarios, tales como si posee empleo en su comunidad, qué tipo de contratación tiene -fija o temporal-; o bien, si no cuenta con empleo, cuáles son las posibilidades de tenerlo en un corto o mediano plazo. También reflexiona sobre aspectos culturales de trabajo, es decir, de sus propias fortalezas y debilidades en el desarrollo de las actividades en las que cotidianamente ha trabajado, además de los insumos con que cuenta para realizarlas, la estimación de lo que sabe hacer, lo que puede hacer y lo que posee para lograrlo. Esto es lo que lleva al individuo a decidir si renuncia o no a una cultura de trabajo que ha desempeñado a través del tiempo.
Las diferencias salariales entre las regiones probablemente son lo que mayor peso tiene en la toma de decisión del emigrante, y, por otro lado, en forma indirecta perturba las migraciones intra e inter-regionales.
En el primero de los argumentos, la teoría neoclásica señala que en el análisis perceptivo del emigrante dos son los aspectos primordiales que valora: uno, la diferencia entre lo que gana en su comunidad y lo que puede lograr obtener en el lugar de destino; y dos, su funcionalidad entendida como lo que puede lograr adquirir con lo que le pagan.
En el supuesto de que los salarios provocan efectos indirectos entre o dentro de las regiones, la postura neoclásica postula la tesis de que la migración provoca un efecto económico tanto en la región expulsora como en la receptora, expresándose los impactos, en la primera, en la pérdida de su población económicamente activa (PEA), despoblamiento que conforme se va acentuando provoca el alza de salarios y escasez de fuerza de trabajo especializada en ciertas áreas de producción; en tanto que en la región receptora el fenómeno se presenta a la inversa, es decir, la llegada de población provoca que a mayor oferta de mano de obra disminuyan los salarios.
En nuestro caso, este proceso se ejemplifica con lo que se presenta entre dos de las regiones del estado de Guerrero en México. Por un lado, la región de Tierra Caliente que se caracteriza por sus elevados niveles de población migrante internacional -con destino principalmente a Estados Unidos de Norteamérica-, su vocación agrícola-ganadera y por poseer los mejores índices de desarrollo económico social del estado; por otro, la región de la Montaña que durante el año 2000 presentaba los Índices de Marginación y Desarrollo Humano más precarios de la entidad, falta de fuentes de empleo, y donde la migración interna ha sido un fenómeno que se ha posicionado como tradición entre su población. (Morales, 1999).
En ese contexto de contrastes, durante el año 2000 los salarios mínimos para el campo mexicano estaban establecidos por el gobierno de México en 38.00 pesos por un jornal de ocho horas. Sin embargo, en el mercado real de trabajo en la “región Calentana”, en la práctica un trabajador del área agropecuaria cobraba 150.00 pesos por seis horas de trabajo. Este incremento de salarios provocó que los productores agropecuarios de esta región acudieran a la región de la Montaña a contratar jornaleros agrícolas y llevarlos a realizar tareas que su población regional no puede desarrollar por no tener la experiencia para hacerlo, o bien, por no poder pagar los altos costos que les representa el concepto de salarios.
Cuando se señala que las diferencias salariales activan los flujos migratorios es porque encontramos –como es el caso de la población de Tierra Caliente- que la población se desplaza en busca de mejora económica viajando de países pobres a países más ricos dejando sus regiones, las que se surten de mano de obra barata de otras regiones más pobres, donde su población recurre a la migración regional para lograr sobrevivir en la pobreza. Por tanto, los mayores salarios se vuelven un factor que promueve la migración y trastoca los aspectos económicos de las localidades, provocando encadenamientos de la migración internacional con la migración interna regional.
Como ya se planteó en párrafos anteriores, para los defensores de la teoría neoclásica la decisión de emigrar implica un proceso reflexivo individualizado que lleva a los individuos a tomar la decisión de abandonar o no sus lugares de origen, tras un cálculo de costo-beneficio, el cual, si arroja una rentabilidad positiva da como resultado la decisión de emigrar. Por lo que toca a su postura sobre los efectos de las disparidades económicas regionales, defienden la tesis de que una región expulsora se caracteriza normalmente por poseer mayores niveles de pobreza que una receptora, situación que provoca su mayor empobrecimiento, en virtud de la pérdida de su mano de obra económicamente activa en la cual se sustenta la generación del desarrollo, y que las regiones receptoras también son afectadas ya que desequilibran el mercado laboral desde la perspectiva del salario.
En conclusión, la teoría neoclásica de las migraciones, como lo señala Joaquín Arango (2003), tiene la ventaja de combinar la perspectiva micro de la adopción de decisiones por parte de los individuos, con las expectativas macro de los determinantes estructurales de las regiones destino que motivan su salida. Debe entenderse que la movilización internacional de las poblaciones se origina por las diferencias tanto de los salarios como de las tasas de empleo entre los países.
Por otro lado, la teoría de la nueva economía de la migración laboral (NEML), que surge en los años ochenta y principio de los noventa, cuenta entre sus defensores a Stark y Blomm (1985) y Taylor (1987), entre otros, quienes defienden algunas de las propuestas de la economía neoclásica, pero se diferencian una y otra en que los defensores de la nueva economía proponen que, por principio, la decisión de emigrar no es tomada por un solo individuo, sino es un asunto familiar en el que participa la “familia ampliada” –personas unidas por el parentesco-, quienes además de visualizar el costo-beneficio que representa la migración de alguno de sus miembros, también toman en cuenta el riesgo y costo social que les implica como familia.
Los críticos de la nueva economía de la migración sostienen que en este cónclave familiar, en el cual se decide si se envía a uno de los integrantes a la aventura de la migración, se interiorizan a nivel familiar aspectos de estatus en comparación con otras familias, lo que en ocasiones determina la decisión, es decir, no tan sólo se toman en cuenta los probables ingresos como parte de los ingresos de sostén de un núcleo familiar, también se contempla la perspectiva de que mediante las remesas se logren, un posicionamiento mayor en el nivel de estatus social con relación a otras familias de la propia comunidad.
En esta discusión, Durand y Massey (2003) descubren que la nueva economía de las migraciones difiere de la teoría neoclásica en varios supuestos, como el que, desde la perspectiva del enfoque de estudio de la migración de los neoclásicos, el punto de partida en el proceso migratorio es el individuo quien con autonomía resuelve su salida; en tanto que para los teóricos de la nueva economía la responsabilidad de que alguno de sus miembros emigre es una disposición familiar. Otra discrepancia que revela es que las diferencias salariales no son lo único que provoca el deseo de salir de las comunidades, como lo señalan los neoclásicos, sino que se presentan otros factores que llegan a influir en el fallo de emigrar que emite la familia.
Es indudable, como lo señala José Luis Rocha (2003), que cuando se deterioran las condiciones locales las familias buscan maximizar sus ingresos, y si éstos no pueden obtenerse en su lugar de origen, la alternativa surge a través de la migración, ya que quienes emigran, en la mayoría de los casos, asumen el compromiso de enviar remesas. Por lo tanto, las familias deciden enviar a alguno de sus miembros para diversificar sus fuentes de ingresos y poder sobrevivir en los niveles de pobreza en que se encuentran sus comunidades. Esta teoría ha sido retomada por quienes han estudiado los efectos de las remesas familiares, en virtud de que encajan muchos de los presupuestos teóricos sobre el tema.
Existe la suposición, sobre todo en los países menos desarrollados que se caracterizan por sus bajos salarios, bajo nivel académico y sin desarrollo tecnológico, de que los pobres deben buscar nuevas salidas a su pobreza, e, inclusive, hay gobiernos que lejos de buscar alternativas de desarrollo regional respaldadas en programas integradores de las fortalezas locales, promueven la migración como alternativa de mejora sustentada en las remesas familiares.
Como respuesta a los planteamiento neoclásicos a finales de los setenta surge una corriente de estudios sobre migración, identificada como la teoría de los mercados laborales, impulsada por Michael Piore (1979), cuyo punto de vista es que la migración -sobre todo la internacional-, es generada por la demanda de fuerza de trabajo de las sociedades modernas industrializadas, donde los países menos desarrollados son los proveedores de mano de obra productora de la riqueza de los mayormente desarrollados, y donde la demanda de trabajo se rige por las necesidades específicas de los medios de producción, pero sobre todo, en aquellos donde sus sistemas de producción requieren de tareas que la población local rechaza, ya sea por el alto riesgo que implica desarrollarlas o por las bajas remuneraciones que se les oferta por hacerlas.
Los defensores de esta teoría sostienen que los procesos migratorios son consecuencia de la dualidad segmentada de los mercados caracterizados por: i) un mercado de trabajo donde prevalece el uso intensivo de mano de obra, caracterizado por bajos salarios e inestabilidad del empleo, y que se vuelve expulsor de trabajadores; ii) un mercado de trabajo donde la tecnología demanda mano de obra especializada y mejor remunerada que atrae trabajadores de otros mercados de trabajo.
En estos casos, el inmigrante se vuelve un elemento fundamental en los procesos de producción en las naciones industrializadas, lo que se agrava cuando entre los gobiernos de los países no se signan convenios que regulen la seguridad social derivada del empleo de los migrantes, como tampoco de los salarios a devengar, por lo que el inmigrante se vuelve una mercancía de trabajo barato para el sistema capitalista.
La migración de mexicanos hacia los Estados Unidos de Norteamérica es un ejemplo de ello. De acuerdo a datos de la Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte, investigación que ha venido haciendo un grupo de estudiosos en coordinación con la Secretaría del Trabajo y Previsión Social de México durante varios años, los flujos promedio anuales de población de México que se trasladó al país del norte en el periodo de 1995-2000, ascendió a 610 mil personas, de los que 120 mil corresponden a población fronteriza que cuenta con permiso para trabajar del otro lado de la frontera, en tanto que 490 mil corresponden a estados no fronterizos de los que únicamente el 36.7% poseen documentos para trabajar en los Estados Unidos. Es decir, el 63.3% restante es una población trabajadora indefensa laboralmente hablando, que se contrata con bajos salarios y bajo las peores condiciones de empleo (CONAPO, 2004).
Para el mercado norteamericano, los trabajadores mexicanos -sobre todo los indocumentados-, le representan una fuerza de trabajo que es aprovechada para elevar los índices de productividad de su sistema industrial, con base en la disminución de costos de operación derivados del pago de mano de obra barata y la nula prestación de servicios sociales.
Finalmente, distintos son los problemas que señalan quienes defienden esta visión teórica, que inciden para que se den los movimientos poblacionales. Por un lado, razonan que los problemas económicos de un país afectan las estructuras de la base salarial, que también hay factores políticos y sociales que propician que la población afectada busque nuevas alternativas, ya sea de subsistencia o de mantenimiento de estatus, obligándoles al abandono de su residencia para desplazarse a lugares donde incursionan en tareas mal remuneradas, con jornadas de trabajo mayores a las permitidas por la ley, amén de soportar vejaciones que lastiman su calidad de seres humanos.
Otra teoría de la migración es la llamada teoría de los sistemas mundiales que también es conocida como una corriente histórico-estructural ó teoría de la dependencia (Durand y Massey, 2003). El supuesto de los defensores de esta teoría, sobre todo de los sociólogos entre los que destacan Celso Furtado (1965, 1970), Gunder Frank (1969) y Paul Baran (1975), consiste en que las fuerzas globalizadas del capitalismo actúan mediante sus estructuras para seguir manteniendo el subdesarrollo en los países menos desarrollados y, al estudiar los procesos migratorios, lo hacen desde la perspectiva de las consecuencias estructurales de los mercados de trabajo.
Es de señalar que en ese contexto se han desarrollado tres concepciones teóricas: I) la teoría neomarxista de la dependencia, II) la teoría del sistema mundo impulsada por Wallerstein, y III) la teoría de los modos de producción. Las tres asumen en sus planteamientos que las estructuras económicas establecen los procesos migratorios. Desde esta posición, los movimientos de la población se determinan por la atracción de mercados laborales fuertes dominantes que garantizan mejores condiciones de empleo a los emigrantes en contraste con mercados laborales débiles donde es difícil encontrar empleo.
La migración internacional es el punto de convergencia de los supuestos de la teoría sistema mundo. En ellos no se tocan –por lo menos en forma significativa-, los procesos migratorios a nivel local, sino más bien se enfocan a las relaciones que se trastocan entre los países como consecuencia de la migración. Esta teoría no considera principios que para la neoclásica son primordiales en los estudio de migración, como por ejemplo, las diferencias salariales, ni tampoco la influencia familiar en la decisión de la salida de uno de sus miembros que enarbola la teoría de la nueva economía.
La teoría de los sistemas mundiales desarrolla estudios donde se aborda la influencia de los países capitalistas sobre aquellos que caen dentro de su área de influencia. Entre ellos, tenemos los trabajos de Immanuel Wallerstein (1980), efectuados en los años setenta y principio de los ochenta. Wallerstein propuso una clasificación de los países en concordancia a su grado de dependencia de las naciones sustentadoras del capital; sin embargo, aunque poca fue la aportación de sus estudios al fenómeno migratorio internacional, son de destacar sus observaciones sobre las relaciones del proceso de la migración a las grandes relaciones socioeconómicas del fenómeno globalizador, en aspectos específicos de la división geográfica de la mano de obra y los flujos migratorios entre los países.
Una de las conclusiones a que arriban los defensores de la teoría de los sistemas mundiales es que el capitalismo globalizado no tan sólo perturba aspectos comerciales entre las naciones, sino también influye en el movimiento de la población. La globalización es un elemento que ha contribuido a la disfuncionalidad de las instituciones del mercado, la sociedad y el estado, generando graves consecuencias en la economía, la política, la sociedad y la cultura de nuestros pueblos. Su impacto en los estados, además de alterar algunos de los procesos de desarrollo, provoca una reducción de sus funciones y recursos en beneficio del mercado, lo que provoca conflictos que se reflejan en la relación estado-sociedad y que repercuten en la migración de la población afectada.
Es de considerar, creo yo, que los distintos aspectos económicos que inciden en el desarrollo o marginalidad de los Estados-nación, son sin duda: i) el fenómeno de la globalización de los mercados y los factores que determinan el desarrollo de sus regiones, y ii) las políticas de los Estado-Nación en términos del desarrollo de sus regiones y los impactos que éstas últimas generan en la población.
Por tanto, la globalización representa una nueva dimensión en las relaciones humanas, y por ende en los procesos migratorios. Como consecuencia de la globalización y del desarrollo de los sistemas tecnológicos (sobre todo del de comunicación), actualmente, se tiene una mayor información sobre las condiciones de los mercados laborales con mayor potencialidad de desarrollo en distintas partes del mundo, información que motiva a quienes viven en regiones con pocas oportunidades de empleo a ver la emigración como alternativa para, en un futuro inmediato, cubrir sus necesidades de subsistencia.
Es decir, en términos de los flujos migratorios la globalización implica retos para los estados nacionales donde la pobreza es una constante permanente que obliga a la salida de su población. En consecuencia, los gobiernos de los países donde su población recurre a la emigración como una constante para poder cubrir sus necesidades tienen como reto prioritario el desarrollo e implementación de estrategias que les permitan disminuir las brechas entre la población que tiene mucho y la que poco o nada tiene, y poder así, detener la salida de su población.
Esto implica analizar la manifestación e impactos de la globalización, para poder aprovechar sus ventajas en aquellos aspectos positivos tendientes a alcanzar el progreso y conocer las desventajas que han estado incidiendo en el ensanchamiento de los niveles de pobreza de los pueblos. Por ende, en la búsqueda de respuestas, es pertinente el conceptuar algunas propuestas teóricas sobre lo que se entiende por globalización, en este sentido, Beck Ulrich (1998:29 señala que la globalización se refiere a:
“los procesos en virtud de los cuales los Estados nacionales soberanos se entremezclan e imbrican mediante actores transnacionales y sus respectivas probabilidades de poder, orientaciones, identidades y entramados varios”.
Retomando esta definición, se entiende que en la actualidad la mayoría de los países -salvo Cuba, por ejemplo, donde todavía se vive bajo un sistema socialista-, sus relaciones se encuentran inmersas en un mundo globalizado, donde los procesos comerciales y de producción no están sujetos a las políticas de un solo estado, sino por un mercado internacional que no reconoce fronteras territoriales. Por lo que coincido con Zavala (2001:4) cuando plantea que:
“La globalización es la superación por parte del mercado mundial de las barreras y controles estatales. Esto es, la imposición del mercado globalizado, que también globaliza la agenda internacional, la cultura y hasta el mismo concepto de nación”.
Esto propicia, entre otras cosas, una pérdida del control del Estado no tan sólo de los esquemas de sus políticas comerciales internas, como pueden ser los topes en los precios de ciertos productos –canasta básica- necesarios para la sobre vivencia de algunos de los sectores de la población, sino también de aquellas políticas inherentes a los esquemas internacionales de atracción de los capitales, tanto de inversión productiva como de inversión virtual, entendido éste último como el mercado financiero de divisas y monetario, cuya característica principal es la inversión en los mercados de valores y no en la inversión directa en los sistemas productivos, cuyos resultados han demostrado una relegación en la atención del sistema productivo de las naciones, (Huerta 1999).
Pero también una de las características que distingue al fenómeno de la globalización es el desarrollo de nuevas tecnologías en los procesos productivos. Esta situación implicó la reestructuración de los sistemas productivos y la permanente sustitución de los seres humanos por maquinaria sofisticada en diferentes sectores de la producción, afectando al ámbito laboral de los países, lo que se ha traducido en elevados niveles de desempleo en todo el mundo.
Bajo este contexto, la Teoría de los Sistemas Mundiales ha planteado que la expansión de los capitales primermundistas, vía la globalización hacia los países de su periferia, provoca, por un lado, la proclividad en su población de emigrar hacia los países sustentadores del capital en busca de mejorar sus condiciones económicas; pero, por otro lado, se ha generado una migración inversa de mano de obra calificada que llega de los países capitalistas hacia los menos desarrollados, bajo la necesidad de proteger los capitales que llegan a los países periféricos, personal calificado que desplaza a los oriundos cuya misión es garantizar los intereses del capital “en riesgo” que se invierte en las naciones periféricas.
De acuerdo a Jeremy Rifkin (1997) en su libro El fin del Trabajo, más de 800 millones de seres humanos a finales de los años noventas del siglo pasado se encontraban desempleados o subempleados como consecuencia del desarrollo de la tercera revolución industrial. En este sentido habría que remarcar que muchos lideres de gobiernos, pocas veces reconocen que el desempleo es una consecuencia del desarrollo tecnológico, aduciendo normalmente que se debe a la falta de inversión de capital productivo proveniente de empresas que dominan los mercados internacionales. Por consiguiente, la globalización debe ser entendida como un proceso donde inciden tanto los aspectos económicos que afectan a los individuos como fuerza fundamental del trabajo, los cuales funcionan articuladamente como una unidad en su relación.
Otra teoría de la migración es la teoría del capital social. Entre sus principales impulsores destacan Glenn Loury (1977), Robert D. Putnam y James Coleman, Pierre Bourdieu y Loic Wacquant (1992), entre otros. En relación al concepto, Loury (1977) denomina como “capital social” el conjunto de recursos intangibles en las familias y en las comunidades que ayudan a promover el desarrollo social entre los jóvenes. Por su parte, James Coleman (1990:304) lo define como “el conjunto de redes sociales que un actor puede movilizar en provecho propio”; Pierre Bourdieu y Loic Wacquant (1992:119) lo describen como “la suma de recursos reales o virtuales que corresponden a un individuo o grupo en virtud de su pertenencia en una red duradera de relaciones más o menos institucionalizadas de conocimiento y reconocimiento mutuo”. Por consiguiente, quienes impulsan este enfoque se han dado a la tarea de conocer la migración desde la perspectiva del conjunto de fenómenos no visibles pero sí perceptibles, que enriquecen el capital social de las comunidades de origen y el destino de los migrantes.
En esta dirección es pertinente analizar la posición de otros estudiosos que han hecho aportes al análisis de la teoría del capital social, como ha sido el caso de Alejandro Portes(2000), quien define al capital social, bajo tres funciones: i) la del control social, ii) la de soporte familiar y, iii) la del beneficio a través de redes extra – familiares. Así mismo, Portes hace una crítica al capital social, señalando que finalmente mina las libertades individuales de quienes se ven inmersos en el proceso a través de ciertos controles que se logran establecer, puesto que, si bien es verdad que otorga recursos, también los exige en su proceso de desarrollo, todo ello bajo lazos familiares y extra-familiares.
Lungo M. y Kandell S. (1999), al ejemplificar algunos cambios en las áreas rurales derivados del capital social como consecuencia de la movilidad de la población, señalan que hace algunos años en las comunidades rurales era tradición dedicarse a las actividades agropecuarias y consumir lo que en ellas se producía, y que ahora la población que está inmersa en el fenómeno migratorio ha cambiado sus costumbres: ya no cultivan el campo, sus preferencias alimenticias han cambiado, se visten de diferente manera. Es decir, tienen otra percepción de su propia realidad; por tanto, hay un nuevo comportamiento de los individuos derivado de nuevas relaciones con otros individuos que van transformando las relaciones en y entre las poblaciones, las comunidades expulsoras y receptoras, lo que se refleja en el cambio de sus hábitos de vida.
Un trabajo que ejemplifica los efectos del capital social como consecuencia del proceso migratorio es el de Lilián González (2004) en su investigación de “Anclajes y transformaciones culturales de un pueblo náhuatl en transición, el caso de Temalac, Guerrero”. La investigadora encuentra que la migración es un hecho social generador de cambios estructurales en las relaciones comunitarias que afecta sus costumbres organizativas tanto desde el punto de vista político como de trabajo, generando una desnormalización de la vida social y cultural a medida de que su población transita hacia nuevas adscripciones sociales y culturales que modifican sus raíces.
Es decir, hay un nuevo capital social que se relaciona con la emigración internacional que va generando una nueva construcción social, sustentada en sus nuevas vivencias, que van reacomodando los valores y cambiando las costumbres de las poblaciones de las regiones expulsoras y formando nuevas redes que impulsan los procesos migratorios.
Alejandro Portes y Julia Sensenbrenner (1993), al referirse al capital social, señalan que puede tener tanto efectos positivos como negativos para quienes lo generan; es decir, una de las característica del capital social es que se puede presentar en distintas formas en la construcción de las nuevas sociedades, cambios que pueden ser positivos o negativos en la propia integración de la comunidad.
Algunos defensores de esta corriente de pensamiento se han distinguido por contextualizar las relaciones entre dos espacios ligados por su población, entre ellos Françoise Lestage (2004), que entre sus aportaciones señala que los migrantes en los lugares de recepción no sólo mantienen relación con su comunidad de origen sino también con el lugar de recepción, donde participan activamente en la vida comunitaria, participando en la formación de nuevas redes y en la conformación de nuevas identidades que son influidas por costumbres de migrantes de otras comunidades; es decir, Lestage señala que mediante los procesos migratorios se van construyendo nuevas “neocomunidades”, concepto entendido como un conjunto sin límites demográficos no territoriales, de personas que asumen una identidad colectiva que se actualiza con el intercambio de actores con rasgos culturales y orígenes comunes.
Por otro lado, también en la corriente del capital social desde la perspectiva de la migración, hay quienes contextualizan el fenómeno con profunda posición radical; por ejemplo, Samuel Hungtington (2004) quien hace un análisis de las supuestas consecuencias nocivas de la inmigración de latinos para los Estados Unidos de América, específicamente de los mexicanos, argumenta que los inmigrantes latinos representan un peligro para la identidad de la población “americana”, en virtud de su inadaptabilidad y resistencia hacia la adopción e integración a la cultura anglo protestante y blanca de la sociedad estadounidense. Entre sus argumentos, alega que la inmigración mexicana en los últimos años está derivando en la “reconquista” del territorio perdido por México en la Guerra de 1847. Dentro de su planteamiento argumenta que el fenómeno migratorio entre México y los Estados Unidos presenta cinco factores que lo hacen diferente a otros procesos de migración entre países. Estos factores son: a) la contigüidad de más de tres mil kilómetros de frontera entre ambos países; b) el número creciente de incorporación de mexicanos al fenómeno internacional; c) la ilegalidad de mexicanos en Estados Unidos y el tráfico organizado de personas; d) la concentración regional, lo que latiniza algunas regiones del sur y suroeste americano y, e) la persistencia del fenómeno que propicia que la migración se vaya cimentando en forma encadenada sobre sí misma, lo que la hace más difícil de detener, en virtud de los niveles de organización que alcanzan los grupos de emigrantes y su política de apoyo al fenómeno.
Sobre lo señalado por Huntington, en mi opinión personal, considero pertinente hacer una acotación, en el sentido de que aunque su posición cae dentro de la presunción del capital social, su radicalismo lo lleva a dejar de lado los efectos positivos que como capital humano aportan los mexicanos y latinos a los Estados Unidos de América, aportes que se traducen en el fortalecimiento de la economía de ese país. Como ejemplo está California y Florida: en el primero hay una gran concentración de mexicanos, guatemaltecos y salvadoreños, que han aportado con su esfuerzo a hacer de California una de las economías más importantes a nivel mundial, y en el segundo sobre todo en Miami, los inmigrantes cubanos y centro americanos son fuente de riqueza en mano de obra.
Dentro de la posición teórica que corresponde a causalidad acumulada, Myrdal (1957), Wiest, Mines, Reichert (1981,1982), Rhoades, son considerados como algunos de sus principales defensores. Para Durand y Massey (2003) su iniciador fue el economista sueco Gunnar Myrdal, quien apuntaba que la emigración con el tiempo tendría efectos adversos en la estructura de los pueblos, donde los viejos y los menos calificados serían quienes se quedarían en las comunidades viviendo de los seguros de empleo o de la beneficiencia, sin embargo, si el desarrollo se presenta en esas comunidades expulsoras ocurriría un proceso acumulativo de expansión del desarrollo. La idea principal de Myrdal es que la fuerza del mercado laboral normalmente tiende a incrementar, más que a disminuir, la inequidad de las regiones, lo que finalmente logra disminuir la movilidad de la población.
Es de destacar que desde la perspectiva de los defensores de esta corriente, los cambios económicos, sociales y culturales a que dan lugar las migraciones, tanto en los países emisores como en los receptores, refuerzan de tal forma el movimiento migratorio que lo multiplican y lo hacen más resistente. Cambios económicos, que dan lugar tanto en los países emisores como en los receptores, a frecuencias expansivas de las migraciones.
Al hacer un recuento de las posiciones de las diferentes teorías, se deduce que las investigaciones sobre las causas y efectos que se derivan de la migración son complejas y no dejan de caer en la controversia de las posiciones de los investigadores; por lo que coincido con Douglass S. Massey , Joaquín Arango Hugo Graeme, Ali Kouaouci, Adela Pellegrino y J. E. Taylor, en su razonamiento plasmado en su trabajo sobre “Teorías sobre la Migración Internacional: Una Reseña y Una Evaluación”, en el que concluyen:
“en el presente no hay una teoría coherente y única sobre la migración internacional, solamente un conjunto fragmentado de teorías que se han desarrollado en buena medida aisladas unas de otras, algunas veces pero no siempre segmentadas por fronteras disciplinarias. Los patrones y tendencias actuales sobre inmigración, sugieren que un entendimiento completo del proceso migratorio no se alcanza proyectándose en las herramientas de una sola disciplina, o enfocando un solo nivel de análisis. Su complejidad y su naturaleza multifacético requiere una teoría sofisticada que incorpore varias perspectivas, niveles y supuestos.” (Douglass S. Massey , Joaquín Arango Hugo Graeme, Ali Kouaouci, Adela Pellegrino y J. E. Taylor, 2000:6).
Por lo que, si bien existen aportaciones importantes que han hecho las distintas teorías sobre el tema, siempre habrá nuevos enfoques y descubrimientos para contribuir a clarificar las relaciones, redes, causas, efectos y algunos otros aspectos, que van conformando las nuevas sociedades multiculturales en las que se tiene que aprender a convivir (Borja J., Castells M. 2000).
Por lo que toca a la posición de los teóricos sobre las remesas familiares que arriban a las regiones expulsoras, las propuestas normalmente están ligadas a las posiciones de las distintas teorías, es decir, su análisis se hace desde sus perspectivas particulares. Sin embargo, es de destacar que, durante los años noventas y principios del dos mil, han abundado las investigaciones tendientes a identificar sus efectos sobre todo desde la perspectiva económica-desarrollista en y entre países, o bien desde el debate del desarrollo local. Entre los investigadores de estos nuevos enfoques destacan entre otros, Fernando Lozano (2003, 2000, 1998,1997), Fernando Lozano y Fidel Olivera (2005), Joaquín Arango(2003), Dilip Ratha(2003), Taylor J.(2002, 2001,1999), Rodolfo García Zamora (2003), Alejandro Canales e Israel Montiel (2004), entre otros.
La discusión y controversia en su posición con relación a sus efectos, ha llevado a lo que Durand (1994:248) ha catalogado como los “planteamientos en blanco y negro tan frecuentes en el estudio de la migración”, donde algunos investigadores realzan lo positivo de las llegadas de remesas a las regiones, ubicándolas en ocasiones como recursos impulsores de desarrollo local, en virtud de que parte de ellas son utilizadas para el emprendimiento o desarrollo de empresas familiares, o bien destacando sus efectos en el mejoramiento de las condiciones de vida de la población receptora. En contraparte, hay quienes conciben las remesas como recursos no generadores de desarrollo sino más bien como bienes de consumo, ya que únicamente es dinero cuyo destino sólo logra cubrir necesidades básicas de quienes lo reciben.(Lozano F., Olivera F., 2005).
Sin embargo, en mi opinión, el análisis no puede centrarse en una posición radical, ya sea de uno u otro lado de la controversia, ya que considero que las remesas pueden presentar efectos en ambos sentidos; por lo que es necesario seguir ahondando en el conocimiento de su uso y destino, puesto que su mayor comprensión permitirá construir estrategias de desarrollo tanto para las regiones expulsoras como para las receptoras, desarrollo basado en el aprovechamiento de las fortalezas regionales, y en el estímulo de los recursos de los emigrantes, como por la vía de la conquista compensatoria de una convergencia económica de sus esfuerzos.
En esta discusión y análisis sobre las remesas, y en concordancia con la propuesta de Portes y Guarnizo (1990) quienes sugieren un esquema analítico para realizar estudios sobre la relación de migración y desarrollo, y en el entendido de que las remesas son parte del fenómeno migratorio de un país o región, sin tomar una posición a favor o en contra de los efectos de las remesas, decidí hacer un análisis del comportamiento de la migración en México, mediante el cuál se busca lograr tener una mejor comprensión, evolución y contexto, tanto a nivel internacional como interno del fenómeno, y a la vez, dentro de ese ámbito, a contextualizar en su dimensión, tanto las cuantificaciones hechas por organismos internacionales de las remesas en México, como algunas de las investigaciones sobre sus efectos en algunas regiones del país, lo cual se plasma en los siguientes dos apartados.