Tesis doctorales de Economía


REMESAS FAMILIARES Y CONDICIONES DE VIDA EN EL CONTEXTO DE LA MIGRACIÓN GUERRERENSE HACIA LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA

Ramiro Morales Hernández



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ADEMDUM

HABLAN LOS FAMILIARES DE LOS MIGRANTES

Este apartado se basa en estudios de casos mediante los que se examina el uso que la población receptora le da a las remesas familiares; considerándose que en la voz de los actores locales beneficiados, se obtiene el conocimiento de la experiencia empírica que se encuentra implícita en el que hacer cotidiano, lo que conlleva a identificar y enriquecer los juicios sobre los efectos de las remesas, en el mejoramiento de las condiciones y calidad de vida, de quienes de ellas se benefician.

CASO 1. Remesas y sustento familiar.

Jaripo es una comunidad rural, localizada a 7 kilómetros de Coyuca de Catalán que es cabecera municipal del Municipio del mismo nombre, en el Estado de Guerrero, México; la población de Jaripo en el año 2000 era de 558 habitantes, 284 hombres y 274 mujeres, los que se concentran en mas o menos un kilómetro cuadrado.

El pueblo no cuenta con servicios médicos comunitarios, lo que se refleja que en el XII Censo de General de Población y Vivienda levantado por el INEGI en el año 2000, 546 personas hayan declarado no tener derechos de servicios de salud. En la comunidad hay únicamente una escuela de educación primaria, situación que se ve reflejada en el 16.66% de analfabetismo –personas de 15 años o mas que no saben leer ni escribir-, que se presenta entre su población.

La mayoría de sus 118 casas están construidas de adobe y teja, y las menos, con tabique y loza de cemento, El poblado contaba con 65 casas con servicio de drenaje y agua entubada y 113 con electricidad, aunque en algunos hogares utilizan la leña para cocinar, la mayoría lo hace en estufas de gas; por lo que respecta a la comunicación, ésta se da por carretera pavimentada, aunque en forma interna sus calles no están pavimentadas.

En enero de 1998, se fue de “mojado” Pedro. Tenía 18 años y había nacido en Jaripo en el año de 1983, poco antes de irse como emigrante a los Estados Unidos de América, su mamá había enfermado de unos dolores en los huesos y poco a poco iba teniendo más y más dificultades para caminar. Su padre se dedicaba a trabajar de albañil, o bien de “jornalero campesino” que sólo trabajaba cuando alguien lo podía contratar, lo que provocaba que a veces lo que ganaba en la semana no le alcanzaba para mantener a seis hijos, todos menores que Pedro.

“Pedro se fue al otro lado”, señala Doña Berta, “mi hijo se fue en cuanto salió de la secundaria”, el veía que no teníamos dinero para que sus hermanos fueran a la escuela, tampoco podíamos ir a que me viera el médico de Altamirano, y bueno, el quería ayudarnos y sólo “yéndose” a trabajar a los Estados Unidos, consideraba que podía hacerlo; nosotros no teníamos dinero pa´que se “juera”, pero un día llegó de la plaza y me dijo: “mamá me voy pal´ Norte , y me voy en tres días, me voy con Roberto, el de Doña Leoba, él me va ayudar a irme, me dice que tiene un “jale” en Los Ángeles de colocar vidrios y que su patrón me puede contratar en cuanto llegue.

Entonces le dije, agrega Doña Berta: “pero mi hijo, cómo vas a dejar a tu papá sólo, tu sabes que yo no lo puedo ayudar en nada, yo siempre me paso mala de mis piernas.... y también me da miedo que te vayas por allá tan lejos... ¿qué va a ser de ti?,.... Si te pasa algo yo me voy a morir

Así, nos va contando la historia de la partida de su hijo Doña Berta, la cual puede considerarse una representante típica de muchas madres de la Tierra Caliente de Guerrero, que ven partir a sus hijos, en busca de poder ayudar a la sobrevivencia diaria, éste caso, puede servir para ejemplificar los problemas que padecen muchas familias que, por falta de oportunidades para desarrollarse en la región, toman la migración como alternativa para mejorar su calidad de vida.

Doña Berta comentó, que Pedro llegó a Los Ángeles California, pero previo a su partida, su familia tuvo que conseguir con otros familiares y amigos mil dólares, para darle para los gastos del camino, además de que Roberto -el hijo de Doña Leoba- respondió por él ante el pollero que en Tijuana lo pasó, y lo llevó hasta los Ángeles por dos mil dólares, por lo que en total el viaje le salió en tres mil dólares, los que tenía que pagar en cuanto le fuera posible.

Lo bueno fue, dijo doña Berta, que luego entró a trabajar, no ganaba mucho, le pagaban 7.50 dólares la hora, pero poco a poco le fue mejor, pues el patrón le empezó a tener confianza y le daba mas trabajo en los fines de semana, con lo cuál le llevó como un año poder pagar el dinero que debíamos.

Ya que se pagó todo –prosigue en su relato Doña Berta-, mi hijo nos empezó a ayudar mucho, aunque en los primeros meses no mandaba nada, ya que tenía que pagarle a Roberto lo del “Coyote”, pero ya que pagó ese dinero empezó a mandar pa´pagar lo que habíamos conseguido aquí “pa que se juera”, y ya en junio de 1999, pudo mandarle dinero a su papá, para que pudiera sembrar aunque “jueran unos cinco dobles de maíz”.

También me manda dinero pa´ mi medicina, yo tengo que estar tomando “alopurinol” todos los días, pues el médico me dijo que tengo ácido úrico en mi cuerpo, y que tengo que tomar ese medicamento por siempre, yo no se que sería de mi sin la ayuda que me envía mi hijo, ya que nosotros no tenemos seguro, y cada vez que tengo que ver al médico hay que pagar ciento cincuenta pesos de consulta, y la verdad es que mi marido contrabajos le alcanza lo que gana pa´darle de comer a los “guaches mas chiquitos”.

Pedro no ha podido regresar, él dice que quiere vernos y me habla por teléfono cada 15 días pa´ saber como estamos, o bien pa´ darme el número de orden del banco por el que me manda cada dos meses dinero. Cuando nos llega el dinero vamos a cobrarlo a Altamirano, casi siempre nos manda trescientos dólares, a lo mejor no es mucho, pero pa´ nosotros sí, pues ya al cambiarlo se nos hacen como dos mil quinientos pesos.

Con eso compramos fríjol, maíz, chiles y demás alimentos pa´ comer, también nos ayuda a dar las cooperaciones de la escuela, y pagar la combi pa´que la “guacha” vaya a la secundaria a Coyuca, y comprar los cuadernos de mis hijos mas chicos que van aquí a la primaria, es decir, con el dinero que nos manda y lo que gana mi marido, ya podemos irla pasando.

A Pedro su condición de ilegal no le permite venir a vernos –señala doña Berta-, ya que si lo hace después le va a ser difícil irse de nuevo porque tendría que pagar de nuevo el “coyote”, tampoco puede obtener papeles o volverse ciudadano norteamericano debido a que es difícil hacerlo, los americanos no lo dejan.

Sin embargo, como lo expone Doña Berta, “Pedro me ha dicho que extraña mucho a su familia, aunque también dice que no quiere regresar a Jaripo, pues qué viene a hacer, aquí no hay trabajo y los trabajos que hay son mal pagados”, por eso se van pal otro lado los muchachos, aquí no hay nada, bueno ya casi ni gente joven, estamos nomas los mas viejos y los “guachitos”, los muchachos nomas terminan la secundaria y se van, unos pa México, otros pa Acapulco a estudiar, pero la mayoría se van pal “otro lado”.

El caso que nos expresa Doña Berta, madre de un joven que al cumplir los 18 años se fue de emigrante a los Estados Unidos de América, expresa en forma sintética el porqué se van los jóvenes de emigrantes, así como una de las formas tradicionales de enrolarse en el proceso, también resume en forma explícita la importancia que revisten las remesas familiares como ayuda para el sustento familiar.


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