Ramiro Morales Hernández
Mi nombre es Raúl, nací en Copala Guerrero el 15 de agosto de 1965, mis padres y mis abuelos todas nacieron y murieron en la Costa Chica de Guerrero, mi madre era de Marquelia y mi padre de Copala, mis abuelos no sé en qué poblado nacieron, pero si sé que eran de Costa Chica.
Mi esposa es de Marquelia, otro pueblo de Costa Chica. Los dos contamos con instrucción secundaria. Cuando nosotros éramos chicos no había aquí forma de seguir estudiando, sólo que nos fuéramos hasta Acapulco, es decir, no era lo mismo que ahora, eran otros tiempos, por lo que no pudimos seguir estudiando, así que después de la secundaria tuvimos que empezar a trabajar.
Toda mi familia se ha mantenido casi siempre de trabajar el campo, sobre todo en la siembra de maíz, calabaza y algunos cultivos de frutas como la papaya y el mango. Mi papá cuando me casé me dio un “puntero” para empezar, me acuerdo que fueron una vaca parida, dos becerras de dos a tres años ya casi al parir, un becerro y una hectárea de terreno cerril.
Durante los primeros años de matrimonio seguí trabajando en las labores agrícolas, las que combinaba con algunos trabajos como peón, ya fuera en Copala o en Marquelia, pero siempre cerca de mi casa, a veces me iba a Playa Ventura a trabajar de pescador con los compañeros de una cooperativa.
Tuve cinco hijos, tres mujeres y dos hombrecitos, el primero “anda” en 20 años y el segundo en 19, pero ninguno de ellos los tengo conmigo, terminando la “prepa” se fueron a buscar “chamba” a los Estados Unidos, porque aquí no había nada que hacer, y nosotros no podíamos ayudarles a estudiar una carrera universitaria.
La población de Costa Chica, su tradición migratoria hasta principios de los años noventas del siglo pasado, era normalmente hacia el Puerto de Acapulco, pero a partir de la década de los noventa, muchos se han ido hacia los Estados Unidos, sobre todo los jóvenes dejando en sus localidades a las mujeres y a las personas adultas mayores, como resultado, la Costa Chica de Guerrero presenta un cambió en su estructura de edad en la población laboral, por lo que es común que en los poblados -sobre todo en los rurales-, haya muy pocos jóvenes y sean mayoría las mujeres y los niños.
De aquí se han ido muchos jóvenes, se van en grupo, algunos van a Atlanta, otros a Carolina del Norte y algunos a Florida o bien a California. Cuando mis hijos se fueron iban como ocho en total, todos pasaron, afortunadamente, ahora mis hijos nos ayudan mucho, sobre todo con los gastos de la escuela de sus hermanas, pero también nos enviaron dinero para comprar algunas cosas del hogar como la estufa, el refrigerador y para echarle el piso de cemento a la casa.
Ya tienen más de dos años por allá, nos llaman cada quince días para saber como estamos, por lo pronto no pueden venir porque se les haría muy difícil volver a pasar, dicen que las cosas están de la “chingada”, que tienen que correr muchos riesgos los que se van y además, el que los lleva les cobra dos mil dólares cada uno y nosotros no tenemos dinero para apoyarlos para que se vayan, por lo que no sabemos cuando los vamos a volver a ver.
Mi mujer y yo pensamos que es probable que por allá se queden, eso nos da mucha tristeza, su madre aunque no me lo dice se que llora por ellos, a veces la escucho en la noche que está “jirimitiando”, pero que le vamos a hacer, aquí no hay trabajo para ellos, pues no tienen una carrera que les permita ganarse la vida sin tantos problemas, y nosotros no contamos con un capital para ponerles un negocio y ayudarlos; algunas veces nos hemos reunido algunos compañeros de aquí y vamos a pedir crédito a las dependencias de apoyo al campo, pero siempre “nomas” nos hacen dar vueltas y nunca nos resuelven nada, siempre nos mandan con los bancos, en los bancos nos dicen que si nos prestan pero que necesitamos garantías para que puedan hacerlo y como no contamos con ese requisito ahí termina todo.
Mis hijos se fueron por dos razones: I) Porque no nos alcanzaba el dinero para vivir, y II) Porque no hay trabajo aquí en la Costa Chica.
El que no estén mis hijos con nosotros me pone triste, pienso que son muy jóvenes para andar por allá, lejos de la familia, al principio cuando nos llamaban por teléfono lloraban porque no habían podido trabajar y vivían todos en un solo cuarto, pasaban hambre, en ocasiones tenían para la hamburguesa y a veces ni para eso.
El dinero que mandan los muchachos que se van, considero que sí están ayudando al desarrollo de la región, por lo menos aquí en Copala, varias de las familias están saliendo adelante con la ayuda de los que se fueron, unas han arreglado sus casas, construcciones de cemento, bien hechas, les han “metido” el agua potable, cosa que hubiera sido difícil que lo hicieran sin los apoyos del dinero que les mandan; otras familias le han entrado a mejorar sus pequeños negocios, como el de una vecina que desde que le manda dinero su hijo, lo ha invertido en su puesto en el mercado, ahora está mas surtido.
También me doy cuenta que no todos los que se van ayudan a sus familias, hay algunos que no mandan; será porque les va mal o ya cuando están por allá se olvidan de los que se quedaron, sin embargo, a los que les envían mejoran su forma de vivir, aquí lo vemos, ya que en las familias que no les mandan o que tienen parientes en Estados Unidos siguen igual de “amolados”,
Nuestra región necesita apoyos para poder salir adelante, no sé que se pueda hacer, muchos muchachos (hombres y mujeres), se están yendo para Estados Unidos, nos estamos quedando sin nuestros hijos, ¡que tristeza!… No crees?. Cada día es mas difícil poder hacerlos que se queden aquí, a trabajar…. ¿Qué les podemos ofrecer?... Los ojos de Raúl se le anegan de lágrimas y voltea su vista para que no lo vea, durante toda la entrevista siempre me estuvo viendo de frente… Sin embargo, al igual que él tuve que voltear hacia otro lado para no hacerlo sentir mal… y sólo pudo balbucear a manera de disculpa…. Perdón pero eso si me duele….