MICHEL FOUCAULT Y LA VISOESPACIALIDAD, ANÁLISIS Y DERIVACIONES
Rodrigo Hugo Amuchástegui
El término y concepto “dispositivo” es también empleado como herramienta conceptual en nuestro trabajo, y requiere asimismo una explicitación. Nosotros hemos empleado el término adjetivado como “visoespacial”, “arquitectónico”, “lumínico”, también “de conversión” y en especial como “dispositivo espacial catedralicio”, además de los empleos de Foucault que se indican a continuación y de los restantes autores que se citan oportunamente.
El término como tal (dispositif) aparece en la obra publicada por Foucault solo a partir de Vigilar y castigar (1975) y desaparece totalmente en los dos últimos tomos de la Historia de la sexualidad (1984), teniendo un abundante empleo en Historia de la sexualidad I (1976). Un antecedente importante son las lecciones El poder psiquiátrico (2003), pues al ser de 1973 dan cuenta de intereses previos al libro sobre las prisiones, pero en una preocupación que será afín a dicho texto. Si bien hay empleos dominantes como ser “dispositivo disciplinario”, “dispositivo de normalización”, “dispositivo de sexualidad”, su uso es bastante extenso e incluso incluye lo que llama: “dispositivo de moralización”, “de discurso”, “tecnológico”, “de subjetividad”, “de sujetamiento”, “de poder”, “de soberanía”, “clínico”, “de seguridad”, “panóptico”, “carcelar”, “de saber”, “de alianza”. Esta lista evidencia no solo una diversidad, sino también la importancia que el mismo concepto tiene para Foucault. Sin embargo, es bastante notable que no le haya merecido un tratamiento específico extenso, especialmente porque a través de él se introduce un cambio en su perspectiva analítica, desde la consideración arqueológica a la genealógica, que incluye explícitamente la problemática del poder (Castro 2004: 98). Es en la entrevista “Le jeu de Michel Foucault” del año 1977, es decir casi 4 años después de su primer empleo, que esquematiza dicho término, y solo porque es interrogado por el entrevistador A. Grosrichard. De todos modos, ese texto es sumamente valioso en tanto orienta definitivamente a la comprensión conceptual. Allí, al preguntársele por el sentido y la función metodológica del término, afirma que el dispositivo es “un conjunto decididamente heterogéneo que consta de discursos, instituciones, planificaciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas; en síntesis, lo dicho, así como lo no dicho” (1977b: 299). Ese conjunto heterogéneo es entendido como una red que conecta esos diferentes elementos. Esos elementos de la red no están fijos, pueden cambiar sus posiciones, sus funciones. Esas funciones tienen la finalidad –en un momento histórico dado– de responder a una urgencia. “El dispositivo tiene una función estratégica dominante” que solo puede ser comprendida en su situación específica y no responde a ninguna previsión de “un sujeto meta o transhistórico que lo hubiese percibido o querido” (1977b: 300). Su funcionamiento da cuenta de relaciones de fuerzas que ponen en juego “bornes” de saber y de poder.
Retomando los elementos que constituyen el dispositivo, es necesario aclarar que Foucault no dice que todos los elementos enunciados deben estar presentes para configurarlo. La heterogeneidad del dispositivo supone una multiplicidad que, en cada caso, tendrá sus elementos constitutivos. Es por ello que nos han interesado aquellos ejemplos en que el dispositivo funciona con elementos visoespaciales, –y así podrán considerarse al dispositivo carceral, al hospitalario, al panóptico como más general e incluso algunos aspectos del dispositivo de sexualidad, sin restringirnos a ellos, como indicamos más adelante, al salir del empleo puramente foucaultiano. También en su empleo en inglés como deployment y en su vínculo con la palabra “disposición” aparece un innegable predominio espacial.
Veamos algunos de los empleos que hace Foucault de esa palabra. Así dice:
“Punto de convergencia. En primer lugar, la inversión temporal del castigo. Los ‘reformatorios’ se atribuyen como función, ellos también, no la de borrar un delito, sino la de evitar que se repita. Son unos dispositivos dirigidos hacia el futuro, y dispuestos para bloquear la repetición del hecho punible”. (1978: 131)
Y también: “El hospital marítimo debe, por lo tanto, curar, pero por ello mismo, ha de ser un filtro, un dispositivo que localice y seleccione” (1978: 45). En Historia de la sexualidad I afirma:
“Sean los colegios del siglo XVIII. Globalmente, se puede tener la impresión de que casi no se habla del sexo. Pero basta echar una mirada a los dispositivos arquitectónicos, a los reglamentos de disciplina y toda la organización interior: el sexo está siempre presente. Los constructores pensaron en él, y de manera explícita. (1977: 38)
Y, sin necesidad de abundar en mayores citas sobre la importancia espacial y arquitectónica de los dispositivos, considérese finalmente:
“El ejercicio de la disciplina supone un dispositivo que coacciona por el juego de la mirada: un aparato en el que las técnicas que permiten ver inducen efectos de poder y donde, en cambio, los medios de coerción hacen claramente visibles aquellos sobre quienes se aplican”. (1978: 175)
La arquitectura aparece creando estos dispositivos específicos:
“Escrúpulos infinitos de la vigilancia que la arquitectura secunda por mil dispositivos sin honor. No parecerán irrisorios más que si se olvida el papel de esta instrumentación, menor pero sin defecto, en la objetivación progresiva y el reticulado cada vez más fino de los comportamientos individuales. Las instituciones disciplinarias han secretado una maquinaria de control que ha funcionado como un microscopio de la conducta; las divisiones tenues y analíticas que han realizado han llegado a formar, en torno de los hombres, un aparato de observación, de registro y de adistramiento”. (1978: 178)
Por otra parte, que dicho término aparezca “oficialmente” en 1975 en un texto que nosotros consideramos como síntesis de la Historia de la locura y del Nacimiento de la clínica, refuerza la idea de que hay una novedad en tanto sumatoria de elementos espaciales y visuales, y de allí que propiamente podamos hablar de dispositivo visoespacial en Vigilar y castigar. Pero, sin duda, el término, que pertenece al lenguaje cotidiano, ha sido enfocado desde otras miradas, tanto derivadas de Foucault como independientes de su pensamiento y no es ocioso hacer su relevamiento.
Un autor clave sin duda es Deleuze, quien desarrolla extensamente este concepto foucaultiano en el texto “¿Qué es un dispositivo?” (1989). Si bien, más adelante presentamos este desarrollo en detalle, señalemos ahora que él entiende a los dispositivos foucaultianos como “máquinas para hacer ver”, aunque también “para hacer hablar” construyendo al objeto por medio de la luz y la oscuridad, siendo la arquitectura un ejemplo de esta distribución (Deleuze 1989 [1990: 150]).
En esta preocupación por “los modos de modelar la ‘luz’” (Traversa 2001: 244) se destaca Jacques Aumont, quien fue el primero que intentó una exposición abarcadora que funcionó como “relais, reenviando a un diverso campo de textos que, de seguirse su lectura, podrían establecer un perímetro de despliegue de la noción” (Traversa 2001: 233). Así, este autor en La imagen (1990 [1992]) introduce el término entendido como “conjunto de datos, materiales y organizacionales”. Dentro de estos últimos se encuentran –y en relación específica con la imagen– “los medios y técnicas de producción de las imágenes, su modo de circulación y, eventualmente, de reproducción, los lugares en los que ellas son accesibles, los soportes que sirven para difundirlas” (1990 [1992: 143]) y acentúa consiguientemente sus elementos espacio-materiales: la superficie con sus relaciones geométricas, su luminosidad y contraste, los colores, los elementos gráficos y la materia –pincelada, grano fotográfico, etc. (1990 [1992: 144]). En particular, destaca que más allá de un espacio representado posible, el objeto imagen es un objeto espacial, que ha sido producido “para situarse en un entorno que determina su visión” (1990 [1992: 148]). Es decir, según sea la situación del espectador es que podrá apreciar de un modo u otro las imágenes presentes en su entorno y esta disposición arquitectónico-espacial forma parte –en muchos casos– de los efectos que se pretende que la imagen produzca. Si bien la concepción de este autor es bastante amplia, nos interesa resaltar el aspecto material de la imagen y su situación-ubicación, como una idea que puede conectarse con la concepción foucaultiana, en tanto introducción de un ordenamiento visoespacial a partir de Vigilar y castigar.
Giorgio Agamben también se ha interesado en este término, en Che cos’è un dispositivo? (2006), reconociéndolo como un “término técnico esencial” (2006 [2007: 17]) del pensamiento foucaultiano. Agamben deriva su investigación del término de la institución Iglesia y el concepto de economía introducido en la Teología o, mejor dicho, en “una genealogía teológica de la economía y del gobierno” (2006 [2007: 21]). Así, “Dios confía a Cristo ‘la economía’, la administración y el gobierno de los hombres”. “El término oikonomia se especializa entonces para significar en particular la encarnación del Hijo así como la economía de la redención y de la salvación” (2006 [2007: 24]) y en ese sentido Agamben introduce la idea de acción, de praxis como distinta a la de ontología. Luego cita a Clemente de Alejandría quien traduce economía justamente por “dispositio” para vincularla al empleo del término que hace Foucault:
“Los ‘dispositivos’ de los que habla Foucault están, de una cierta manera, articulados en esta herencia teológica. Ellos pueden acompañar la fractura que separa y reúne en Dios el ser y la praxis, la naturaleza (o la esencia) y la operación por la cual Él administra y gobierna el mundo de las criaturas. El término dispositivo nombra esto en lo que y por lo que se realiza una pura actividad de gobierno sin el menor fundamento en el ser. Es por esto que los dispositivos deben siempre implicar un proceso de subjetivación. Ellos deben producir su sujeto” (2006 [2007: 27]).
Sin embargo, Agamben, quiere ir –por decirlo de algún modo– más allá de Foucault y sus textos, y ampliando el concepto de Foucault dice: “Yo llamo dispositivo a todo esto que, de una manera o de otra, tiene la capacidad de capturar, orientar, determinar, interceptar, modelar, controlar y asegurar los gestos, las conductas, las opiniones y los discursos de los seres vivos” (2006 [2007: 31]).
Aunque el filósofo italiano tiene una preocupación contemporánea especial por dispositivos como los teléfonos móviles, nosotros recogemos de su análisis, por un lado, la relación que encuentra entre el origen del término y la formación de conductas como preocupación de la Iglesia por el gobierno de las criaturas. Pero en especial, el que una finalidad de los dispositivos sea la de producir sujetos. Los sujetos son el resultado de la relación que se establece entre los seres vivos (a los que también llama sustancias) y los dispositivos y por lo tanto no son los sujetos un dato primitivo. A través de los dispositivos se producen diferentes procesos de subjetivación. De allí, que nosotros podamos considerar los dispositivos visoespaciales como subjetivadores, aunque esto merece todavía un mayor desarrollo, pero aclaremos desde ya que no estamos trabajando con una definición ajustada de dispositivo. Este concepto nos interesa por su maleabilidad que –como dicen Bernard Fusulier y Pierre Lannoy– es lo que permite su eficacia práctica (1999: 195).
Considerando lo anterior, es que podemos justificar el empleo del término en nuestros capítulos sobre el laberinto, la catedral, el período barroco y la Secretaría de Educación Pública de México D.F. En cada caso, hay una interrelación visual-espacial, en todos ellos hay inducción de desplazamientos, juegos de poder y saber y, en suma, intentos –no siempre efectivos o constatables– de producir sujetos.
Es decir, la noción de dispositivo nos permitirá pensar y unificar conjuntos heterogéneos y ver cómo operan los mismos, es decir cómo “hacer coexistir argumentativamente entidades tradicionalmente consideradas como inconciliables”, como los elementos simbólicos y los técnicos (Peeters y Charlier 1999: 16), haciendo notar que el aspecto técnico está en los orígenes de prácticamente cualquier concepción del mismo. Si Foucault ha dicho que sintéticamente en el dispositivo se une “du dit, aussi bien que du non-dit”, esto puede ser traducido como lo simbólico y lo técnico, donde
“lo simbólico, los discursos aparecen así como una parte, un componente solamente del funcionamiento de las instituciones y de las prácticas sociales, que apelan a una contraparte objetual. O, dicho de otro modo, los discursos no pueden volverse operantes sin la puesta en obra de objetos dispuestos según una planificación, un arreglo eficaz”. (Peeters y Charlier 1999: 17)
Pero, además, la relevancia actual del término se vincula al hecho de que es posible establecer una relación hombre-objeto que vaya más allá de la tradicional utilización, construyendo una relación con el mundo material, que se sustentaría en “el modo de la frecuentación, del contacto o incluso de la experiencia afectivo-corporal” (Peeters y Charlier 1999: 17).
En este sentido es que nosotros planteamos la idea de subjetividad, subjetivación y espacio, que es lo que ahora desarrollamos.