MICHEL FOUCAULT Y LA VISOESPACIALIDAD, ANÁLISIS Y DERIVACIONES
Rodrigo Hugo Amuchástegui
Hasta aquí estamos en lo que podríamos llamar la historia de las instituciones. Hagamos un brevísimo paréntesis conceptual. El planteo de Foucault puede englobarse dentro de lo que llama la “historia externa de la verdad”, como la define en La verdad y las formas jurídicas (1973 [1980]). Allí afirma:
“En realidad hay dos historias de la verdad. La primera es una especie de historia interna de la verdad, que se corrige partiendo de sus propios principios de regulación: es la historia de la verdad tal como se hace en o a partir de la historia de las ciencias. Por otra parte, creo que en la sociedad, o al menos en nuestras sociedades, hay otros sitios en los que se forma la verdad, allí donde se definen un cierto número de reglas de juego, a partir de las cuales vemos nacer ciertas formas de subjetividad, dominios de objetos, tipos de saber y por consiguiente, podemos hacer a partir de ello una historia externa, exterior de la verdad”. (1973b [1980: 17])
Regresemos ahora al problema de la relación cuerpo-enfermedad y mirada-visibilidad. En este nacimiento de la clínica, cuyo comienzo Foucault relata, se reitera que de lo que se trata es de una nueva mirada, donde hay adecuación entre ella y la cosa vista. Él acentúa este rol sobre lo propiamente conceptual pues “no hay división que hacer entre teoría y experiencia, o métodos y resultados; es menester leer las estructuras profundas de la visibilidad en las cuales el campo y la mirada se vinculan el uno a la otra, por códigos perceptivos” (1963 [1983: 131]).
Y esa nueva concepción parte de los síntomas. Éstos, en la medicina de las especies, eran interpretados como signos de la enfermedad. Del síntoma se deducía, se reconocía, a la enfermedad en su orden taxonómico. Ahora la enfermedad se transparenta en los síntomas. La enfermedad es ese fenómeno de aparición que son los síntomas; no habría, en principio, una esencia que los trascendiese. Significado y significante, síntoma y signo se encuentran unidos. La enfermedad habla un lenguaje claro y ordenado.
La medicina clínica presenta un “isomorfismo fundamental de la estructura de la enfermedad y de la forma verbal que la cerca” (1963 [1983: 138]). Transparencia de la enfermedad y transparencia del lenguaje que la enuncia. El lenguaje simplemente pone en forma sucesiva lo que en el cuerpo aparece simultáneamente.
La clínica está pensada como un predominio absoluto de la mirada, de la observación. Mirada sin perturbaciones que se dirige directamente al objeto y no es interferida por teorías que funcionen como intermediarias: “En la clínica, lo que se manifiesta es lo que habla” (1963 [1983: 155]).
Como siempre, hay un mito fundador: “Por encima de todos estos esfuerzos del pensamiento clínico por definir sus métodos y sus normas científicas, planea el gran mito de una pura Mirada que sería puro Lenguaje: Ojo que hablaría” (1963 [1983: 165]). Pero éste es también un momento. Aunque ciertamente un momento especial:
“La experiencia clínica representa un momento de equilibrio entre la palabra y el espectáculo. Equilibrio precario, ya que reposa sobre un formidable postulado: que todo lo visible es enunciable y que es íntegramente visible porque es íntegramente enunciable”. (1963 [1983: 167])
La descriptibilidad total es su momento utópico. El elemento visual es dominante. El ojo médico que no es un ojo cargado de teoría, no debe serlo, es un ojo permeable a lo sensible. La clínica está representada por un médico que, más que una vasta erudición, lo sostiene una amplia experiencia. El vistazo del médico vence a la erudición. Y esto es un mito, pues
“esta sensorialidad del saber, que implica no obstante la conjunción de un dominio hospitalario y de un dominio pedagógico, la definición de un campo de probabilidad y de una estructura lingüística de lo real, se reduce a un elogio de la inmediata sensibilidad”. (1963 [1983: 174])
O sea, soslaya todo aquello que la fundamenta y prepara para quedarse en un aspecto: El arte o la experiencia. Y ése será un punto de partida para su transformación. La tan deseada transparencia comenzará a ponerse turbia.
Repetimos, siguiendo los lineamientos propios de la mirada clínica y su transparencia se preparan los cambios. Importa cada vez más el nivel de la destreza, la capacidad del diagnóstico inmediato, en síntesis, el vistazo.