Tesis doctorales de Economía


MICHEL FOUCAULT Y LA VISOESPACIALIDAD, ANÁLISIS Y DERIVACIONES

Rodrigo Hugo Amuchástegui




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La influencia pitagórica

El pitagorismo fue un amplio movimiento que partiendo de una personalidad semimítica influyó no sólo en el más inmediato platonismo, sino que sus ecos siguen aún reverberando, especialmente en aquellos interesados en el arte y la arquitectura. La peculiar unión de música, ascetismo, matemáticas y purificación ha sido acentuada según los intereses de quienes buscan un orden sustancial frente a la disparidad sensible. No es nuestra intención ni siquiera hacer una sinopsis del pitagorismo, sino encontrar en la interpretación que Vasconcelos hace de este movimiento qué elementos nos permiten vincularlo con su visión estética proyectada en el edificio de la Secretaría. Y uno de los aspectos que más nos interesa es el reconocimiento de los efectos posibles de los objetos sobre los sujetos, en la medida en que podamos pensar posteriormente que Vasconcelos, con su Secretaría, estaba también incluyéndolos.

En principio, Vasconcelos reconoce que los objetos afectan nuestros sentidos y despiertan, en un primer momento, no solo “asombro infantil y vago terror” sino una emoción primera en la que la conciencia “no ve en las cosas el orden uniforme que la experiencia demuestra, sino un infinito móvil que vibra al unísono con ella”. Diferencia la mirada analítica del sabio de la sintética, intuitiva o percepción estética que es la de “los ingenuos, los artistas, los hombres todos, cuando se abandonan a su vida interior” desinteresada. En la belleza, “el ser y las cosas se ajustan a ritmo igual e infinito”. (Vasconcelos 1921: 75). Es por esta valorización del ritmo que Vasconcelos se distancia de la interpretación tradicional numérica y armónica del pitagorismo:

“La constancia de ciertas relaciones numéricas en el movimiento de los cuerpos, revela que el movimiento que las produce sigue ritmos definidos, que están en consonancia con nuestra sensibilidad artística, que son de carácter estético. En el número sólo hemos de buscar el ritmo de lo real”. (Vasconcelos 1921: 100)

Si la interpretación tradicional hacia del pitagorismo una filosofía de la quietud, de lo estable, Vasconcelos encuentra una dimensión dinámica del pitagorismo que se podrá unir a su idea de la belleza y del movimiento ascendente, que ya comentamos. Pitágoras comprobó

“que las cosas suelen asumir en la contemplación estética el ritmo del espíritu, independientemente del que les es propio. Dejó establecido que el ritmo del espíritu es aplicable a las cosas ... en la facultad estética del yo reside el secreto de la comunión con las cosas”. (Vasconcelos 1921: 102)

Pero esta imposición del espíritu no la hace cualquiera. Si hay, por un lado, una impresión de los objetos sobre nuestros sentidos que nos provocan distintas sensaciones y pueden llegar a la emoción auténtica, es por que hay mediadores que operan las transformaciones. Si pensamos en la Secretaría, estos mediadores son dos: el pintor, especialmente Rivera y el secretario, o atribuyendo esto a la concepción pitagórica: “La visión del artista redime lo feo; la virtud del santo norma y corrige lo malo; y el filósofo, interpretando, el conjunto, es un artista en grande” (Vasconcelos 1921: 102).

Por otra parte, Pitágoras habría advertido, y con ello también nuestro filósofo mexicano, “que los hombres son más impresionables cuando se les aborda por el conducto de los sentidos como acontece cuando alguien contempla hermosas formas y figuras o escucha hermosos ritmos y melodías” (Vasconcelos 1921: 79) y aunque el primero acentúo el aspecto musical, podemos imaginar que, con el edificio de la Secretaría, se está operando en el nivel de las hermosas formas y figuras (Vasconcelos 1921: 80-84). Por cierto, Pitágoras le aporta a Vasconcelos también la idea de acción y transformación de una comunidad en relación con claras actividades colectivas donde la música, la danza y los ejercicios son el medio por el cual pueden operar. Fell interpreta que los festivales al aire libre organizados desde la Secretaría eran propiamente “ceremonias iniciáticas cuya finalidad es crear en las almas de la gente un ‘movimiento ascendente’” (Fell 1989: 372), movimiento ascendente que también podemos relacionar con los murales pintados en la Secretaría. Murales que no se caracterizan por ser copia fiel de la realidad y en ese sentido también pueden ser leídos en términos del pitagorismo, al menos como lo interpretaba el secretario pues

“la imagen pitagórica, ‘visión idealizada y lírica’, es la antítesis misma del cliché fotográfico, que reproduce el equilibrio natural y el contorno exacto de los objetos; en la estética pitagórica, el fenómeno se despoja de su carácter efímero y perecedero para alcanzar un ‘dinamismo inmortal’”. (Fell 1989: 379)


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