MICHEL FOUCAULT Y LA VISOESPACIALIDAD, ANÁLISIS Y DERIVACIONES
Rodrigo Hugo Amuchástegui
Ahora bien, la importancia de Saint Denis, y la posterior expansión del modelo gótico que allí se instauró, se debió a una confusión. El abad aceptó la identificación en un mismo personaje de tres diferentes figuras, de manera tal que el San Dionisio que da nombre a la abadía, resume las características de éstas. Cada una de ellas, en consecuencia, aportó elementos simbólicos propios, heterogéneos entre sí, pero que le permitieron a Suger presentar una línea de continuidad entre el primitivo cristianismo, contemporáneo de Cristo, que tuvo contacto con San Pablo y San Juan Evangelista, la catequización de Francia y una concepción teológica emanatista que fue, y ésta, creemos, es su principal aporte, una traslación al ámbito espacio-visual de una concepción filosófico-teológica. Esta unificación no parece haber sido producida adrede por Suger, sino más bien debida a la intención de un escritor místico sirio de finales del siglo V que buscó ser confundido con Dionisio Areopagita y al que tradicionalmente se conoce como el Pseudo Dionisio Areopagita. Pero si no le podemos atribuir a Suger responsabilidad directa por esta confusión, al menos no habla de su rigurosidad intelectual el rechazo rotundo de la afirmación correcta de Abelardo, que negaba la identificación entre el primer obispo de Francia y el contemporáneo de Cristo (Panofsky 1955 [1983: 149] y von Simson 1956 [1995: 122]).
La confusión tuvo entonces dos momentos. En primer lugar, fue alimentada por los indicios del Pseudo Dionisio, mediante una serie de alusiones que indicaban que “había sido testigo del eclipse de sol que acompañara la muerte de Cristo, que había estado presente en el tránsito de la Virgen, (y) que había conocido a San Juan Evangelista” (von Simson 1956 [1995: 120]) y, en segundo lugar, cuando se identificó al autor del Corpus Areopagiticum con el primer apóstol de Francia:
“El emperador Luis el Piadoso encargó a Hilduino, abad de Saint Denis, que recopilara todo el material que en torno a ‘nuestro especial protector’ pudiera hallar en los historiadores griegos y en otros lugares. Hilduino respondió con entusiasmo a esta petición y escribió una biografía en la que el discípulo de San Pablo, Apóstol de Francia, y el autor del Corpus Areopagiticum eran presentados como una única persona”. (von Simson 1956 [1995: 121])
No deja de ser inquietante la observación de von Simson:
“Es curioso observar cómo sin esa doble falsificación de identidad toda la historia de las ideas podría haber tomado un rumbo diferente, cómo la cultura francesa del siglo XII podría no haber adquirido ese sublime sabor espiritual que moviera a Juan de Salisbury a llamar a Francia el país más civilizado de su época. Y es aún más curioso pensar que, sin las falsificadas credenciales de un anónimo escritor sirio que vivió seiscientos años antes, la arquitectura gótica podría no haber nacido nunca”. (von Simson 1956 [1995: 122])