Tesis doctorales de Economía


MICHEL FOUCAULT Y LA VISOESPACIALIDAD, ANÁLISIS Y DERIVACIONES

Rodrigo Hugo Amuchástegui




Esta página muestra parte del texto pero sin formato.
Puede bajarse la tesis completa en PDF comprimido ZIP (466 páginas, 6,07 Mb) pulsando aquí

 

 

 

PRIMERA SECCIÓN. ANÁLISIS, LA DIMENSION INTERNA

1. ESPACIO, MIRADA Y VISOESPACIALIDAD

La Historia de la locura y las formas espaciales

En este capítulo nos centramos en la Historia de la locura, realizando una descripción orientada del texto para destacar la preocupación por el espacio por parte de Foucault, y como primer eslabón de una cadena que engarza El nacimiento de la clínica y Vigilar y castigar. Es decir, revisamos un texto, suficientemente leído y ubicado en el llamado “período arqueológico”, para mostrar que el interés por conceptos como “exclusión”, “margen”, “límite” “ciudad”, “territorio”, se combina con edificios concretos como los leprosarios de Charenton, Saint-Germain y Saint-Lazare, el Hôtel-Dieu, el Hôpital Général, el hospital Bicêtre y la Salpêtrière y también, por ejemplo, un establecimiento cuáquero –el Retiro– cerca de York en Inglaterra, así como con determinadas imágenes, como es el caso de “La barca de los locos” de El Bosco.

La locura en el lugar de la lepra

La Historia de la locura se inicia con la narración de la desaparición de la lepra a fines de la Edad Media (siglo XV), lo que supone una apertura de territorios que hasta entonces estaban ocupados: “En las márgenes de la comunidad, en las puertas de las ciudades, se abren terrenos, como grandes playas, en los cuales ya no acecha la enfermedad” (1964 [1986I: 13]). Esta desaparición supone el cierre de los leprosarios que, según cita Foucault, eran cerca de “19 mil en toda la Cristiandad”. Aunque estrictamente el proceso es bastante gradual, recién hacia fines del siglo XVI se puede hablar de un cierre casi definitivo y de la transferencia de sus bienes a distintos hospitales en Inglaterra, Francia y Alemania.

Si bien la lepra era una enfermedad a la que se le asignaba un origen divino, ya que “manifiesta a Dios puesto que es marca, a la vez, de la cólera y de la bondad divinas” (1964 [1986I: 17]), sin embargo, hay una permanencia que va más allá de la enfermedad concreta, y durará más tiempo que ella, la figura de la exclusión.

Los espacios de la lepra serán posteriormente ocupados por las enfermedades venéreas. Tal es su desarrollo que se quieren construir nuevos edificios para albergar (y separar) a los enfermos, aunque finalmente se los recibe en los hospitales y se encuentran tratamientos médicos para controlarlas. Sin embargo, el motivo principal de la segregación espacial, y que es el que vertebra el texto, estará dado por la locura.

De los elementos que Foucault incluye en esta historia, nosotros, como dijimos, rescatamos principalmente aquellos que ponen en juego la problemática espacial y, en particular, los espacios institucionales. Sin embargo, deberemos también considerar aquellos casos que incluyen referencias a imágenes que convalidan la experiencia espacial. El ejemplo más notable es la existencia de una “barca de los locos”, refiriéndonos aquí sólo a sus aspectos espaciales que supone una práctica social de deportaciones de los locos, por medio de naves que recorrían los ríos europeos. Esta cuestión, aparentemente discutible, es esencial para Foucault, ya que explícitamente destaca su existencia. Los locos vivían una existencia errante, pues eran expulsados de las ciudades y entregados a mercaderes y peregrinos y, en muchos casos, confiados a barqueros, que debían librar a las ciudades de estos incómodos personajes.

Estas prácticas de la expulsión podían también estar ligadas a viajes de peregrinación. De todos modos, Foucault entiende que, para interpretarlas correctamente, a los valores puramente utilitarios, hay que unirle los simbólicos que las constituyen en exilios rituales. La navegación multiplica las significaciones de la locura, y “muchas veces reaparece el tema al correr de los tiempos: en los místicos del siglo XV se ha convertido en el motivo del alma como una barquilla abandonada” (1964 [1986I: 25]).

Se observa que existían además lugares donde los locos eran encerrados y eventualmente curados, como el Hôtel-Dieu de París y las numerosas Narrtürmer de Alemania. Sea en la barca, sea en el hospicio o en la torre, la condición de la locura medieval tiene sus ámbitos geográfico-espaciales como correlato:

“La navegación del loco es, a la vez, distribución rigurosa y tránsito absoluto. En cierto sentido, no hace más que desplegar, a lo largo de una geografía, mitad real y mitad imaginaria, la situación liminar del loco en el horizonte del cuidado del hombre medieval, situación simbolizada y también realizada por el privilegio que se otorga al loco de estar encerrado en las puertas de la ciudad”. (1964 [1986I: 25])

Luego, en la época clásica francesa, la dimensión espacial de la locura es analizada en relación con el internamiento de los alienados. Un dato clave para Foucault es la fundación en París del Hôpital Général (1656) como resultado de una reforma administrativa (1964 [1986I: 80]) que transforma un arsenal, una casa de retiro de inválidos del ejército, en un alojamiento de pobres. Es decir, no se constituye este hospital en un alojamiento de enfermos, o mejor dicho, no es un establecimiento destinado a la curación. Allí su director tendrá plenos poderes que le permitirán usar “estacas y argollas de suplicios, prisiones y mazmorras” (1964 [1986I: 82]) como lo juzgue conveniente, constituyéndose en un poder que está más allá de lo jurídico y vinculado directamente al poder real.

Rápidamente se extiende esta estructura: “por toda Francia se abren hospitales generales: en la víspera de la Revolución, existen en 32 ciudades provincianas” (1964 [1986I: 84]). La iglesia, que había sido mantenida por las autoridades al margen de las transformaciones, también abre instituciones similares. Estas casas de internamiento son una invención del clasicismo “casi como la Edad Media ha inventado la segregación de los leprosos” (1964 [1986I: 86]). Esta invención es pluricausal y se vincula con significados políticos, sociales, religiosos, económicos y morales. Esto no sólo ocurre en Francia, Alemania, Inglaterra con sus Zuchthäusern y sus Houses of Correction, sino también en Holanda, Italia y España. Estos espacios no son estrictamente hospitales. Si albergan enfermos, que éstos no tengan enfermedades contagiosas.

Foucault se pregunta por el origen de esos establecimientos, y lo relaciona con el nacimiento de una sensibilidad social, que hace su aparición a mediados del siglo XVII, y que se centra en los temas de la miseria, la asistencia, el desempleo y particularmente en una “nueva ética del trabajo”.

Si en el siglo anterior con los leprosos, la locura y sus marcas simbólicas se manifestaba lo divino en lo terrenal, ahora esta nueva sensibilidad también afectará al mismo dominio religioso. Por un lado, múltiples conventos y monasterios se convierten en hospitales, pero, por otro, la ayuda a los pobres, que antes estaba centrada en las iglesias, es reemplazada por la actividad estatal. Si el pobre era antes reconocido y aceptado, ahora se lo intentará separar, encerrar, de forma que “de una experiencia religiosa que lo santifica, pasa a una concepción moral que lo condena” (1964 [1986I: 95). También la misma Iglesia apoyará esta visión crítica diferenciando a los pobres buenos (los que aceptan el encierro) de los pobres malos, que por este mismo rechazo deben ser encerrados: “El internamiento queda así doblemente justificado en un equívoco indisoluble, a título de beneficio y a título de castigo. Es al mismo tiempo recompensa y castigo, según el valor moral de aquellos a quienes se impone” (1964 [1986I: 98]). Esta duplicidad, entendida como beneficencia o represión, recorrerá todo este período. Foucault deduce esta nueva estrategia de tratamiento de la pobreza de las modificaciones arquitectónicas y geográficas que se realizan. No tanto porque haya cambios en los modos de construir, sino que se da una readaptación de sus funciones y, en consecuencia, de aquellos que se incluyen en su interior. La distribución geográfica de dichos edificios da la clave de la dimensión social del fenómeno. Por cierto que el acento de Foucault está puesto en la valoración moral del trabajo, pero la arquitectura y los espacios son la condición necesaria para su análisis, y en este sentido es que estamos haciendo esta lectura orientada del texto.

El confinamiento tiene una doble función: 1. represión y encierro de vagabundos y desocupados, objetivo inicial de los diferentes Hospitales Generales y 2. transformación de los encerrados por el trabajo útil. En suma, “mano de obra barata cuando hay trabajo y salarios altos; y, en período de desempleo, reabsorción de los ociosos y protección social contra la agitación y los motines” (1964 [1986I: 107]). Se establece una relación geográfica directa entre la aparición de casos de internamiento y los sitios más industrializados, como Worcester (Inglaterra), Lyon (Francia) y Hamburgo (Alemania). Pero la vinculación con el mundo del trabajo no se realiza fácilmente. La competencia de estas casas, por el bajo salario que se paga a los internos, produce desempleo y, por lo tanto, nuevos internos. En muchos casos se termina por prohibir el trabajo en ellas. Afirma Foucault:

“la época clásica utiliza el confinamiento de una manera equívoca, para hacerle desempeñar un papel doble: reabsorber el desempleo, o por lo menos borrar sus efectos sociales más visibles, y controlar las tarifas cuando existe el riesgo de que se eleven demasiado”. (1964 [1986I: 111])

Aunque su eficacia es relativa, el fracaso final se define a principios del siglo XIX. Así como lo planteará luego en Vigilar y castigar, destaca que en el fracaso está su éxito por el refuerzo de “cierta conciencia ética del trabajo” que se opone a la ociosidad, aunque pueda ser sin utilidad ni provecho. Es en el asilo donde aparecerá la locura, al ser asimilados los locos al mundo de la ociosidad. El edificio que los confina, entonces, será pensado desde la ética: “El Hôpital Général tiene su estatuto ético” y sus directores son los encargados de organizar el castigo y reforma de sus internos, siendo por tanto la moral un asunto de administración, como lo era el comercio o la economía. Foucault introduce aquí el concepto de ciudad moral que no supone necesariamente la construcción de un nuevo edificio, pero sí un modo diferente de considerar sus límites físicos concretos para el reordenamiento social:

“Los muros del confinamiento encierran en cierto sentido el negativo de esta ciudad moral, con la cual principia a soñar la conciencia burguesa en el siglo XVIII: ciudad moral destinada a aquellos que quisieran, por principio de cuentas, sustraerse de ella, ciudad donde el derecho reina solamente en virtud de una fuerza inapelable.” (1964 [1986I: 120])

A esa ciudad moral la llama también “república del bien”, que actúa sobre aquellos que “se sospecha pertenecen al mal”, ciudad que aparece “a la sombra de la ciudad burguesa”.

Es decir, la locura se presenta ahora en relación con el internamiento y el trabajo, y éstos son dependientes de los problemas de la ciudad, constituyendo una señal de esta nueva sensibilidad. El espacio y sus usos son la clave de interpretación de la misma.


Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles
Enciclopedia Virtual
Biblioteca Virtual
Servicios