MICHEL FOUCAULT Y LA VISOESPACIALIDAD, ANÁLISIS Y DERIVACIONES
Rodrigo Hugo Amuchástegui
Así planteada la importancia de Saint Denis como centro difusor del gótico y su imaginario y descriptos los elementos que fundamentan la trinidad dionisíaca, observemos con mayor detalle las características de la catedral que permiten pensarla como máquina de conversión.
Cuando Eco presenta al abad Suger de Saint Denis como un antecedente de los publicistas, los formadores de la conciencia del consumo contemporáneo, introduce, sin duda, la posibilidad de pensar la catedral –en nuestros términos el dispositivo visoespacial catedralicio como formadora de valores y creencias en el siglo XII. Cuando Foucault introduce el concepto de panoptismo, y su relectura del edificio proyectado por el filósofo utilitarista Bentham para pensar toda una época, que llama “disciplinaria”, está indicando el poder que tienen las formas arquitectónicas para la formación de subjetividades.
Volver a la Edad Media y sus edificios no es, en nuestra concepción, el intento de restituir en su condición originaria un acontecimiento histórico tarea superflua por lo reiterada, sino que nos sustentamos en el supuesto de que allí se encuentra en su forma más acabada el proceso de formación de conciencias, específicamente conciencias cristianas, cuya continuidad no necesita ser atestiguada incluso en el siglo XXI. Y ese sistema se constituyó a partir de formas materiales. Es cierto que la existencia de edificios ligados al culto puede ser detectada desde los inicios del cristianismo y que las iglesias bizantinas y románicas, por lo tanto, también pueden ser pensadas como dispositivos de conversión. De todos modos, nos parece que la catedral gótica expresa el momento más elevado del empleo de formas arquitectónicas que pueden ser interpretadas en una dirección equivalente en su intención, pero diferente en sus procedimientos, del Panóptico foucaultiano.
Foucault entonces nos sirve como hilo conductor para recuperar otro sistema arquitectónico que él no tematizó. Además, su concepto de “dispositivo” puede ser empleado, como ya dijimos, como herramienta conceptual para dar cuenta de esta edificación compleja. Si bien este concepto fue desarrollado ampliamente en nuestro capítulo inicial, ampliemos y reiteremos aquí sus características desde Foucault. Así, el dispositivo es el nombre del vínculo entre elementos heterogéneos que “en un momento histórico dado, ha tenido como función principal la de responder a una urgencia” (Foucault 1977b: 299), y afirma que es
“de naturaleza esencialmente estratégica, lo que supone que se trata allí de una cierta manipulación de relaciones de fuerzas, de una intervención racional y concertada en estas relaciones de fuerzas, ya sea para desarrollarlas en cierta dirección, o bien para bloquearlas, o para estabilizarlas, utilizarlas. El dispositivo está entonces siempre inscrito en un juego de poder, pero también siempre ligado a uno o unos bornes de saber, que nacen allí pero que igualmente lo condicionan. Eso es el dispositivo: unas estrategias de relaciones de fuerzas soportando unos tipos de saber, y soportadas por ellos”. (Foucault 1977b: 300)
Recordemos que en su definición, explícitamente incluye a la arquitectura (1977b: 298). Desarrollemos ahora, aunque sea en forma muy sucinta, los elementos que hacen del edificio-catedral un dispositivo de poder-saber, sin reducirlo a la clásica pedagogía por imágenes, que es solo un aspecto de la cuestión. Como punto de partida, tenemos a la mencionada catedral de Saint Denis. Ya vimos que su importancia política en el siglo XII radicaba en que allí se enterraban los reyes franceses, que allí se encontraban las reliquias del patrono de Francia, San Dionisio, síntesis de tres figuras diferentes, y que el abad tenía fluidos contactos con los monarcas, llegando incluso a ser designado interinamente Regente real. A lo cual se debe sumar que dicha abadía fue el centro fundacional del gótico medieval, al ser imitada en amplísimos territorios. No está de más hacer notar que era también gracias al impulso de su abad un centro de producción de leyendas, reproducidas en cuentos populares y cantados por los juglares que tenían la función de actuar políticamente valorizando la catedral y su abad, al mismo tiempo que al rey y reino de Francia: “Este recurrir a la ficción con fines políticos hallaba, si no una justificación, sí una excusa en los hábitos de pensar y de creer que conformaban en aquella época la opinión pública” (von Simson 1956 [1995: 101]).