MICHEL FOUCAULT Y LA VISOESPACIALIDAD, ANÁLISIS Y DERIVACIONES
Rodrigo Hugo Amuchástegui
La relación entre espacio, territorio, arquitectura y poder desde la perspectiva de Foucault aparece en varios trabajos monográficos, de diferentes autores. A fin de que nuestra presentación sea lo más amplia posible, acá presentamos algunos de ellos, que permiten ampliar el rango de intereses espacio-visuales que la obra de Foucault ha despertado. No necesariamente parten de textos visuales, espaciales o su conjunción en Foucault, pero sí es esa temática el centro de su análisis.
1. Con una marcada influencia de Vigilar y castigar y la estrategia panóptica tenemos el artículo de Emma M. Wainwright titulado “Dundee's Jute Mills and Factories: Spaces of Production, Surveillance and Discipline” (2005).
La autora se interesa en analizar las estrategias espaciales y sus implicancias en la industria textil y la del yute en particular en la ciudad de Dundee, en Escocia, durante el siglo XIX. Es decir, se focaliza en la forma espacial y en cómo la misma se modificó y fue empleada en un sentido de control sobre sus empleados. Sus fuentes son los archivos y periódicos de la época que permiten conocer que el espacio fue ocupado mayoritariamente por mujeres y organizado para supervisarlas, habiéndose llamado a la ciudad de Dundee “ciudad de las mujeres” por la enorme proporción de las mismas que estaban dedicadas al trabajo. De hecho, la autora considera que hubo una vigilancia que puede plantearse como vigilancia de género, y es éste un objetivo de su trabajo. Un aspecto del mismo es el cambio de diseño desde un edificio de múltiples secciones a su organización en un cobertizo único. Este cambio en la forma arquitectónica se debió en principio a la necesidad de trabajar en un espacio más eficaz, por la cercanía en todo el proceso productivo, es decir: “El sistema de cobertizo permitía desplazamientos y eficiencia que no eran posible dentro del complejo de plantas múltiples. … Al principio, el sistema del cobertizo sólo se llevó a cabo en el sector de tejido del proceso debido a las particularidades de la maquinaria” (2005: 127). Sin embargo, posteriormente, se focalizó el rendimiento en la cuestión de la vigilancia (2005: 132). La autora realiza su análisis de la fábrica textil de Dundee en relación con las categorías espaciales que Foucault describe en Vigilar y castigar, en particular las de “clausura”, ubicación fija, o “división del espacio”. Esta última categoría, en particular, le interesa en la medida en que las diferentes ubicaciones vinculadas a la repartición de tareas tenían un principio de género activado: Los hombres en general estaban en tareas de vigilancia y control, y también de mantenimiento fabril.
2. En “Foucauldian Hog Futures. The Birth of Mega-Hog Farms” de Dawn Coppin (2003) el autor introduce una extraña, pero bien argumentada perspectiva de la proyección del pensamiento foucaultiano al analizar las grandes haciendas criadoras de porcinos, entendiendo que éstas pueden ser consideradas desde la óptica disciplinaria. Decimos “extrañas” en particular porque se refiere a los porcinos como teniendo, en determinado momento histórico, “libertad y autodeterminación”. No nos parece, aunque tampoco pueda excluirse, una ironía subyacente. Un ejemplo central al análisis, pero en modo alguno el único, es una hacienda en Carolina del Norte en Estados Unidos que faena el notable número de 120.000 cerdos a la semana. Dawn Coppin también encuentra que las ideas desarrolladas en Vigilar y castigar y, en particular, el desplazamiento que se da desde un sistema de suplicio monárquico a otro moderno-disciplinario puede ser puesto en paralelo con el proceso de cría de cerdos (2005: 599). El primer momento, ancien regime, aparece entonces en la cría libre de los cerdos, con sus sucios cobertizos característicos de la asociación tradicional del puerco:
“Los cerdos (criados en forma) individual tenían una cantidad sustancial de libertad y libre determinación. Alimentados con forraje o incluso saliendo a alimentarse en los bosques cerca de la granja elegían lo que comían y cuándo; construían sus propias moradas cuando era tiempo de tiempo de parir (dar nacimiento); y eran capaces de escoger a sus propias parejas sexuales.” (2003: 600)
Reconoce, sin embargo, que había aspectos negativos, como la gran mortandad de animales, por razones varias. De todos modos, este periodo alcanza el tercer cuarto del siglo XX, cuando se modifican los procedimientos de crianza de los animales. Ahora es el método del “confinamiento” total el que es considerado como más productivo: “La evolución de la arquitectura del confinamiento, de la medicina, la reproducción, la nutrición, y la gestión de residuos fueron las transformaciones físicas necesarias para permitir la exitosa existencia de mega-granjas porcinas” (2003: 600).
Otra característica, como la reducción del personal de vigilancia, es asociada al modelo foucaultiano, debido a las modificaciones arquitectónicas del espacio de crianza y también a la reducción del número de granjas de crianza, junto al aumento de tamaño de las existentes, con el objetivo de una mayor productividad y, por lo tanto, la mayor inversión que requieren estas últimas. La diferente información entre uno y otro momento también pueden ser asociadas al modelo foucaultiano de saber-poder. Casi nula en el ancien regime y prolífica en el actual modelo de producción.
Los controles genéticos de reproducción aparecen también como otro de los métodos de disciplina de la producción animal centrado en la mencionada relación poder/conocimiento, y puede ser puesta en paralelo con los procedimientos atribuidos a la disciplina de los humanos (2003: 602). Incluso en los procesos actuales de confinamiento se realiza una separación individual de los porcinos que tiende a su mejor crianza y que, sin duda, coincide con la separación del mundo disciplinario (véase nuestro capítulo referido a Vigilar y castigar). Mediante este proceso se puede controlar específicamente el desarrollo (crecimiento, aumento de peso) de cada animal.
Coppin encuentra que el concepto de “relación de poder”, como opuesto a dominación absoluta aparece en este proceso de cría. Así:
“Este tipo de interacción entre cerdo y hombre muestra cómo el poder es relacional más que absoluto. Los seres humanos en este caso, tratan de transformar el cerdo en algo diferente, y en algunos casos, el cerdo acompañará estos intentos y en otros casos va a resistir. También hay una serie de consecuencias inesperadas que surgen de estas interacciones que permiten que el poder sea continuamente redistribuido. Los cerdos de muchas lechigadas, de carnes magras y dóciles son más convenientes para los productores, pero para obtener tales criaturas, a su vez, los seres humanos tienen que proporcionar cobertizos completos, una temperatura constante conveniente para el cerdo, excelente nutrición, y una gran atención médica -sin duda, algo que muchos seres humanos no tienen”. (2003: 607)
La analogía puede y es proyectada sobre el mismo granjero, que está sujeto a controles estrictos acerca de los momentos en que debe llevar a cabo la crianza y los modos de la misma. Sujeción que le está impuesta por las grandes corporaciones que exigen una producción específica, que queda fija por contratos. El autor encuentra, por lo tanto, semejanzas entre los prisioneros, los cuidadores de éstos en la prisión panóptica y el criador de cerdos:
“Parte de la razón de que los agricultores están experimentando cada vez más la disciplina desde diversas fuentes, es que ellos están pasando a formar parte de una red más amplia de relaciones de poder… la que también incluye a las compañías farmacéuticas, de semillas, genética, y a las empresas de construcción, junto con los bancos, la concesión de tierras de universidades [land grant universities] y la legislación” (2003: 607).
Y, por supuesto, los consumidores y las leyes propias de cada provincia, estado o nación que, considerando cuestiones ambientales, incluyen precauciones de contaminación junto a toda una serie de requisitos vinculados a las condiciones de higiene y salud pública, entre otros, en un complejo juego de poderes involucrados.
Por último, el modelo foucaultiano de poder-resistencia tiene formas humanas muy concretas, pues diferentes movimientos sociales de origen rural se oponen a estas grandes haciendas, con distintas formas políticas para llevarlo a cabo (reuniones, periódicos y medias en general para difundir sus ideas críticas). El concepto “granjero” [farmer], que alude a alguien que tenía derechos específicos, se discute si debe ser aplicado a los administradores de estos grandes criaderos de cerdos, con lo cual aparecen los juegos del discurso e identidad asociados. Y, en este orden del discurso, se aclara que no correspondería exactamente la misma nominación de “cerdo” al que está criado en condiciones de libertad que al de confinamiento, aunque más no sea porque buena parte de los procesos biológico-naturales de este último están modificados (2003: 612).
El modelo natural que limitaba el desarrollo disciplinario que plantea Foucault (1975 [1978: 160]) también aparece en la problemática de la crianza de cerdos, ya que éstos no se adaptan a todas las exigencias que se pretenden de ellos, como por ejemplo ha ocurrido en determinado tipo de corrales que se consideraban más convenientes, pero que han terminado generando heridas en los animales que volvían limitando su acceso al mercado comprador.
3. Si el artículo de Dawn Coppin (2003) anterior presentaba una peculiar derivación foucaultiana al centrarse en la cría de cerdos y su vínculo con Vigilar y castigar, sin embargo no ha sido el único en ocuparse de la proyección espacial de las ideas de Foucault en el mundo animal. Este mundo, o mejor dicho, este mundo no-humano, aparece también en “Colonization, urbanization, and animals” de Clare Palmer (2003). Allí la autora muestra los modos de relación que se establecen entre el mundo humano y no-humano en las urbanizaciones que avanzan sobre los grandes espacios verdes. Es decir, el continuo crecimiento de las ciudades va destruyendo espacios considerados salvajes y generando nuevas relaciones con sus habitantes animales. En ese sentido, encuentra Palmer que el concepto de “colonización” puede perfectamente ser empleado para definir dichas relaciones, entendido como un proceso continuo de desposesión, negociación, transformación y resistencia (2003: 48). Y aunque pueda parecer incorrecta esta traslación –que la autora reconoce como compleja– del ámbito humano-humano a una relación humano-animal, sin embargo ella no presupone un paralelismo estricto. Realizar esta comparación partiendo de algo con lo que estamos relativamente familiarizados nos permite entender una serie de procesos con los que no lo estamos.
En su intento de aclaración conceptual, contrapone el área de desarrollo urbano a área “salvaje”, entendiendo esta última como “un lugar donde los ecosistemas incluyen animales nativos que viven en modos relativamente similares a los de aquellos miembros de la misma especie durante décadas o siglos en el pasado” (2003: 48). La cuestión que organiza su trabajo, y por la cual la podemos vincular al problema espacial en y a partir de Foucault, es el problema de las alteraciones o modificaciones de esa vida salvaje frente al desarrollo urbano.
La idea principal que toma de Foucault es la de “relaciones de poder” y su diferencia con el concepto de “dominación”. Los posibles modos de dicha relación en el avance urbano son, por parte de los seres humanos:
a. La eliminación directa de los animales nativos.
b. La reubicación fuera del área de desarrollo.
c. El confinamiento en áreas especiales para protegerlos, dentro de la zona de desarrollo urbano (zoológicos o reservas).
d. La separación de las áreas por medio de diferente tipo de barreras.
e. La ubicación fuera del área, pero acomodándolos parcialmente (carteles de aviso de pasaje, áreas protegidas para anidación, etc.) (2003: 48).
De estas situaciones pueden igualmente surgir efectos no deseados, como muertes de animales accidentalmente, por modificación del hábitat, por surgimiento de enfermedades nuevas, por mortandad por interferencias entre distintos animales –deseadas cuando los animales son introducidos a propósito o indeseadas. Las respuestas básicas de los animales son dos: o huida o adaptación, esta última supone la variante animal de ser carroñeros o plagas.
¿Qué tipo de relaciones de poder están involucradas y pueden ser analizadas aquí? Esta pregunta se origina porque la autora entiende que no se debe reducir la relación humano-animal a una simple cuestión de dominación, aunque ésta esté presente. Las relaciones de poder actúan sobre los cuerpos, éstos son moldeados o resisten a dicha actividad. Así frente a las fuerzas que quieren actuar sobre esos cuerpos (animales) afirma: “Yo me focalizaré en la reactividad o resistencia. Empleo el término ‘resistencia’ en un sentido específicamente foucaultiano, enfatizando las prácticas y acciones resistentes más que las intenciones que podrían encontrarse detrás de tales comportamientos” (2003: 49).
Si bien más arriba indicamos que no se pretendía estrictamente que el ámbito humano del concepto de “colonización” pudiera aplicarse al animal, sin embargo, tampoco puede olvidarse –y Franz Fanon, como cita la autora, es una referencia inevitable– que justamente los colonizados fueron en muchos casos considerados como “inexistentes”, por los colonizadores para tener pleno derecho de posesión sobre sus tierras, consideradas entonces como “tierras vacías”. En ese sentido, animales y humanos colonizados pueden ser puestos en paralelo, sumado al hecho de que “muchos de los primeros teóricos de la colonización sostenían que los colonizados fueron tratados por los colonizadores como animales” (2003: 50).
Repitiendo, entonces ¿cuáles son las posibles formas de relación entre humanos y no humanos?
1. Dominación: cuando se apunta a la eliminación total, sin que tengan posibilidad de escape (es decir, siguiendo a Foucault, donde no existe algún tipo de libertad, solo hay dominación).
2. Comportamientos animales de huida o de alejamiento. La autora, citando a Foucault (1982c), considera que son formas de comportamiento de resistencia. Pues aunque reconoce obviamente que el animal carece de lenguaje y subjetividad en sentido humano, interesan las acciones que se despliegan y los efectos que se logran y no las intenciones que son desconocidas. En la medida en que las áreas de huida vayan desapareciendo por la urbanización, se pasará necesariamente a una situación de dominación.
3. Comportamientos de inclusión “salvaje”. Se trata de animales que intentan continuar viviendo en medios urbanizados, como es el caso de los animales carroñeros (scavengers) y las plagas (pests). Tales animales son considerados “colonizadores” más que “colonizados”, y justamente por ello no son bien aceptados, manteniendo su “salvajismo constitutivo” (constitutive wildness) (2003: 51).
Los zorros son un ejemplo de animales carroñeros pues no solo se alimentan de basura, sino que también ocasionan perjuicios al atacar animales domésticos, en particular, aves y conejos, “rompiendo relaciones de poder humano-no humano establecidas e interfiriendo con las decisiones humanas acerca de cuándo y cómo tales animales deberían morir y para que deberían ser usados sus cuerpos” (2003: 52). Pero hay otros que son considerados más peligrosos por las enfermedades o pestes que pueden transmitir, en particular, las palomas, ratas y ratones. La figura de la suciedad ha sido empleada como una herramienta de exclusión en los procesos de colonización humana y, por lo tanto, posibilita también la comparación:
“Los colonizados, habiendo perdido sus tierras, fueron frecuentemente forzados a vivir vidas consideradas como primitivas, sucias o transgresoras por los colonizados (confinados en espacios pequeños, privados de higiene, recursos, educación). Por su suciedad, pobreza e ignorancia fueron culpabilizados por los colonizadores”. (2003: 52)
Otros animales han desarrollado tácticas de acercamiento a los humanos que han llevado –en el caso, por ejemplo, de determinados patos salvajes– a que los humanos los alimenten, generándose una relación de dependencia.
La figura de la resistencia, o sea, la posibilidad de considerar la relación humano-animal como una relación de poder, se evidencia en que
“tales animales encuentran oportunidades para resistirse o aprovecharse del poder humano. Los animales carroñeros transgresores, deslizándose dentro y fuera del mundo humano, resisten por su simple presencia; mientras que los carroñeros aceptados podrían seducir a los humanos para que provean a sus necesidades, aunque sea precariamente. Incluso donde las vidas animales están bajo el dominio humano, los animales pueden emplear algunas tácticas para conseguir su propia supervivencia (2003: 53).
Otra tipología animal que encuentra la autora es lo que llama “animales inmigrantes”, que pueden –y no es irónico– ser diferenciados en “legales” e “ilegales”, o más estrictamente diferenciados entre aquellos importados por los humanos y los que lo son de forma accidental. Los primeros responden, por lo tanto, a intereses humanos de placer o necesidad, y usualmente son llamados “domésticos”, aunque sin embargo pueden presentar variadas formas de resistencia (ladridos, rotura de cadenas, etc. por considerar solamente un perro doméstico), aunque estos animales son los que tienen más limitada la forma de resistencia. Los “ilegales” pueden haberse desarrollado quizá eliminando alguna plaga, y ser considerados beneficiosos en principio, pero también su excesivo desarrollo puede poner en peligro no solo a los animales domésticos, sino a los humanos y, por lo tanto, se desarrollan cada tanto campañas para controlarlos (la autora se refiere a una especie de gatos en Australia que diezmaron pequeños reptiles y marsupiales) (2003: 54).
Por último, se citan las “relaciones de exhibición” (relationships of display). Los zoológicos, circos y diferentes áreas de conservación presentan a los animales con la finalidad de que sirvan de entretenimiento visual a los humanos:
“Estas relaciones humano/animales son principalmente relaciones de exhibición. Los cuerpos animales son el foco de las miradas humanas. El ejemplo más obvio de esto se encuentra en los zoológicos y circos; pero los animales pueden estar en exhibición incluso en espacios de confinamiento menos formalizados”. (2003: 54)
Y en estos espacios los animales pueden tener diferentes grados de libertad. La categoría de “panoptismo” aparece claramente aquí:
“Esta necesidad de exhibición panóptica, para que ‘una mirada simple pueda ver todo, constantemente’ generalmente determina el diseño de los espacios en los que los animales de zoológico pueden moverse. A diferencia del panóptico de Foucault, sin embargo, no es importante que los animales sepan que los están mirando fijamente”. (2003: 54)
Debido a que a los animales les es prácticamente imposible ejercer alguna resistencia, los zoológicos son lugares de dominación. Recordemos, de paso, aunque Palmer extrañamente no lo menciona, el antecedente del Panóptico como fue la casa de fieras que había construido Vaux en Versalles, como cita Foucault en Vigilar y castigar (1975 [1978: 206]).
Como conclusión, la autora se pregunta si la crítica contemporánea a la colonización no podría igualmente ser aplicada a la relación con los animales, introduciendo la posibilidad –ahora sí– de establecer similitudes más estrechas entre hombres y animales y, en consecuencia, con la posibilidad de proyectar al ámbito animal los juicios humanos. O, dicho de otro modo, si no hay algún tipo de responsabilidad hacia ellos. Preguntas que tienen sentido en la medida en que se reconoce cada vez más –desde el discurso ecologista– la necesidad de crear zonas urbanas verdes como hábitat para estos animales, permitiendo establecer nuevas formas de relación humano-animales. “Esto en sí mismo podría considerarse como el establecimiento de nuevos tipos de regímenes de poder o de biopoder humano/animal, poder [que actuaría] sobre toda la población animal” (2003: 55). Si el biopoder opera sobre la salud de la población como especie, entonces, en esta proyección animal al volverse a establecer “deliberadamente en la ciudad a poblaciones de vida salvaje, las actividades y hábitos de las especies involucradas deben estudiarse y examinarse en detalle: se los debe investigar comiendo, durmiendo, apareándose, tolerando el ruido, la polución y la presencia humana” (2003: 56).
4. El artículo “Plantations, ghettos, prisons: US racial Geographies” de Eduardo Mendieta (2004) se focaliza en la relación de la problemática espacial con la cuestión del racismo, o, mejor dicho, la geografía racial norteamericana.
Buena parte del texto se dedica a caracterizar la espacialidad como constitutiva de la obra de Foucault, diferenciando la misma en sus momentos arqueológico y genealógico, como introducción al tema específico del artículo. El texto Defender la sociedad (1997) donde se desarrolla la cuestión del racismo es la principal vertiente de la que se nutre el autor. Incluso entiende que toda la obra del pensador francés se puede vincular con el racismo, aunque es poco lo que ha escrito directamente, salvo el mencionado libro (o mejor dicho, las lecciones que dicho libro expone): “Si bien podría argumentarse que toda la obra de Foucault se refiere a al racismo en tanto todo ello trata de los modos de las acciones y de la individualidad, las pasiones de sí mismo y la tortura de la carne, Foucault escribió relativamente poco sobre el racismo directamente” (2004: 47).
Como punto de partida está la consideración de que el racismo está esencialmente ligado al espacio, ya que la separación o discriminación espacial le es constitutiva: “El racismo es una forma de regimentación espacial, una manera de hacer cumplir no sólo cómo sujetos pueden amoldarse y producirse a sí mismos como tales, sino también la forma en que pueden o no entrar en interacción con otros sujetos” (2004: 47).
Si la raza se experimenta y produce espacialmente, si entre raza y lugar –según se cita– hay identificación, si el racismo trata de la relación con el cuerpo entonces “el racismo trata, por tanto, la inclusión (también encarnación) y la geografía social. El racismo es acerca de cómo se puede y no estar en una comunidad (o cuerpo). El racismo es una tecnología de la inclusión (encarnación), o, para usar la terminología de Foucault, se trata de una anátomo-política” (2004: 46).
Antes del enfrentamiento de las clases está el enfrentamiento de las razas, donde el Estado aparece como adalid de la depuración de su cuerpo interno, en una concepción de biopolítica que está basada en principios de salud de la población que se debe controlar:
“El racismo, como una forma de biopoder, biologiza al enemigo y hace una guerra total indispensable y absolutamente necesaria. Cuanto más exterminemos la amenaza tanto más segura y saludable se vuelve la gente. El racismo, por lo tanto, es la guerra total en el cuerpo biológico de las personas en aras de su salud. (2004: 49)
El racismo se manifiesta en las formas de controlar y destruir cuerpos en un territorio, en la construcción de muros que permiten ciertos privilegios a algunos y la exclusión de otros.
Como ya dijimos, al autor le interesa lo que llama “geografía racial americana” y los discursos que trazan allí la genealogía del racismo y su vínculo con el espacio. Para ello se debe recordar –como dijo Foucault– que hay una historia (por escribir) del espacio como historia del poder, es decir del modo en que el poder se ha desplegado y ejercido materialmente. Por lo tanto, es la historia de caminos, de medios de comunicación y transporte, pero también de las personas que por allí se han visto obligadas a desplazarse, y, en ese sentido, incluye el autor las historias de inmigrantes y emigrantes, cuyos desplazamientos no son libres, están regulados, vigilados, sancionados. Estados Unidos aparece como un caso particular, ya que el conflicto racial con los inmigrantes (forzados) es parte de su historia, lo que puede leerse en su cartografía urbana. Mendieta entonces lo analizará en relación a cuatro características topográficas racistas: la plantación con esclavos, el ghetto, la prisión y los cuartos de la muerte, siguiendo al sociólogo Loïc Wacquant (discípulo de Bourdieu).
Las plantaciones con esclavos (1619-1865) aparecen como la primera forma de apropiación espacial que es esencial para el funcionamiento de la economía en dicho período. El esclavo, originario de África, es diferenciado del hombre libre, por no poder tener un contrato como garantía del trabajo, sino siendo él mismo la garantía laboral. Es decir, la primera etapa de la diferenciación quiere ser legal y no biológica, pero paulatinamente se irá asociando a la negritud como propia de individuos aptos para los trabajos serviles y, por lo tanto, destinados a la plantación. “La plantación es una institución de contención espacial que está orientada a la máxima explotación de los esclavos” (2004: 51).
El siguiente momento es el del gueto (1865-1965) que se origina cuando los negros son considerados libres, después de la guerra civil, pero al mismo tiempo se los estereotipa (el llamado modelo Jim Crow) y se los busca limitar en sus reconocidos derechos civiles. La violencia racial presente en este período provoca desplazamientos internos de forma que terminan organizándose para vivir en espacios guetificados. La interpretación histórica de dichos desplazamientos es sintéticamente la siguiente: la violencia sobre los negros se ejerció principalmente como linchamiento y se ubicó mayoritariamente en la zona llamada Deep South, donde se sostiene la cultura sureña (se considera que comprende Alabama, Georgia, Louisiana, Mississippi y Carolina del Sur). Diversos factores económicos y climáticos hicieron que declinase la producción agrícola en el sur, junto con la demanda laboral industrial en el norte. Por otra parte, la minusvaloración del negro y la intervención del Ku Klux Klan aceleraron este éxodo masivo hacia el norte: “Entre 1910 y 1960, casi cinco millones de afroamericanos migraron hacia el norte, sobre todo para el Medio Oeste y el Nordeste” (2004: 52). Ese movimiento humano llegó a regiones de producción fordista que los incluyó como mano de obra barata y los relegó a vivir en nuevas formas de urbanización (estrictamente suburbanas) –bajo la vigilancia gubernamental– en zonas donde su agrupamiento no significase una amenaza.
El tercer caso analizado, la prisión –que obviamente es también un tópico de las derivaciones de la obra foucaultiana–, es considerado como continuación de la lógica del gueto en su aplicación sobre los individuos afro-americanos. Siguiendo a Loïc Wacquant, estas características son: el estigma, la represión, el confinamiento territorial y el encierro institucional. El gueto no solo es una prisión racial, sino que la prisión es por sí misma un gueto racial (2004: 53). Las causas de esta consideración de la prisión como gueto etnorracial son múltiples y derivadas del proceso de suburbanización y sus posteriores modificaciones paralelas a los cambios de circulación del capital y a las nuevas situaciones políticas:
“La implosión del centro de la ciudad, la huida de capital industrial, el asalto al gobierno federal por administraciones republicanas, y, al mismo tiempo, el lanzamiento de una guerra contra las drogas que ha hecho el gueto tan violentos y predatorio como las selvas de Vietnam”. (2004: 53)
Y la prueba de ello es que sobre un aumento de población en los últimos 50 años del 28%, se encuentra que la población carcelaria ha aumentado un 500%. Los aspectos raciales de la misma se muestran cuantitativamente y dan cuenta del capital simbólico negativo que tiene tanto la población negra como hispánica (2004: 59).
Como al estar o haber sido encerrado se pierde el derecho al voto, también terminan estos sectores alienando la posibilidad de alterar la situación socioeconómica en que viven (los derechos se pierden por haber estado al menos 60 días en prisión). Junto a esto se observa que los gastos en la construcción de prisiones habían aumentado enormemente y se consideraban equivalentes a los gastos militares, al menos antes de que se desarrollase la guerra antiterrorista por parte de los norteamericanos (2004: 55).
Las ideas de Foucault en Hay que defender la sociedad aparecen firmemente actualizadas. La consideración de la guerra de las razas se muestra como el modelo mediante el cual se explica la acción sobre los afro-americanos, su criminalización y aprisionamiento. Si es tan grande la inversión económica es porque hay una guerra doméstica. El enemigo es: “el presunto delincuente, la amenaza, el malvado que contamina y el desviado”.
La prisión es una herramienta espacial, o mejor dicho, es un dispositivo espacial:
“Es una guerra llevada a cabo por medio de la distribución geográfica y territorial. La cárcel es un dispositif para ‘diferenciar’ a la raza y producirla. Produce la raza por la estigmatización, limitación, confinamiento y encasillamiento. La cárcel revela cómo la raza y el lugar, la raza y la topografía, están estrechamente ligados. Al mismo tiempo, sin embargo, vemos cómo estos territorios, sectores, regiones y pirámides de poder son también mecanismos para hacer la guerra ... Si el racismo es el medio por el que el biopoder reintroduce el derecho a matar, la cárcel es uno de los dispositifs del biopoder para la ejecución de esto sancionado socialmente y el asesinato normalizado”. (2004: 55)
Por último, las celdas para los prisioneros que esperan su ejecución [death rows] aparecen como una continuidad, para el autor, de la esclavitud, del gueto y la prisión racial. Los datos muestran que justamente la mayoría de los condenados son negros, sumado al hecho de que los estados que tienen mayor proporción de ajusticiamiento de negros son justamente los estados del sur, o sea es una cuestión topográfica racial (2004: 56).
El texto, que en su recorrido plantea situaciones raciales americanas contemporáneas, tiene por último la dimensión de una historia del presente que actúa como denuncia:
“El racismo vuelve al genocidio cotidiano, necesario y un derecho. Nada lo hace tan evidente como el empleo de la pena de muerte en los Estados Unidos. Las celdas para los prisioneros que esperan su ejecución no es menos grotesca que el barco de esclavos, la plataforma para subastas, el árbol con sus cadáveres linchados y mutilados”. (2004: 56)