MICHEL FOUCAULT Y LA VISOESPACIALIDAD, ANÁLISIS Y DERIVACIONES
Rodrigo Hugo Amuchástegui
Aunque las referencias de Foucault a la confesión aparecen en textos tempranos como la Historia de la locura, el interés por esta práctica político-curativa se hará más evidente en algunas de sus lecciones posteriores. Así en la “Clase del 7 de noviembre de 1973” ejemplifica con un enfermo psiquiátrico que quería seguir el modelo de los antiguos anacoretas, negándose a toda alimentación. Su curación se efectiviza totalmente en el momento “en que el enfermo reconoce que su creencia en la necesidad de ayunar para obtener su salvación era errónea y delirante” (2003: 27). Ese reconocimiento toma la forma de una confesión, que al enunciarse como verdad “cumple y … sella el proceso de curación” (2003: 28). Una situación equivalente se dará con otro enfermo psiquiátrico –el señor Dupré, creído Napoleón– cuya curación dependerá de la posibilidad de que “confiese” su verdadera historia, pues
“el mero hecho de decir algo que sea verdad tiene de por sí una función; una confesión, aun bajo apremio, tiene mayor eficacia terapéutica que una idea justa o una percepción exacta, si no se expresan. Por lo tanto, carácter performativo de ese enunciado de la verdad en el juego de la curación”. (2003: 189)
Pero no es una manifestación libre lo que se busca, pues esa confesión estará sujeta a formas estrictas que la condicionan. “No es la verdad que él podría decir sobre sí mismo, en el plano de su vivencia, sino cierta verdad que se le impone con una forma canónica: interrogatorio de identidad, recordatorio de una serie de episodios conocidos por el médico” (2003: 189), conjunto de datos que constituye –por la referencia a la familia, al empleo, al estado civil– un corpus identitario en el que deberá reconocerse.
La articulación confesión y poder cobra mayor peso en Historia de la sexualidad I. Allí toma prioridad la perspectiva teológica que la analiza como “incitación institucional a hablar del sexo”, en especial a partir del Concilio de Trento. A pesar de sus variaciones, hay siempre también un ordenamiento al que se debe ajustar la palabra del confesante, desde los antiguos libros penitenciales. Se trata de poner el sexo en el discurso, de forma que “si es posible, nada debe escapar a esa formulación”.
Poder del confesor a examinar y a absolver las culpas, incitación a hablar, ordenamiento de las faltas a través de preguntas previamente codificadas, habitualidad de esa práctica que se constituye como obligatoria una vez al año, pero cuya frecuencia es deseable que sea mucho mayor. Y, por último, reconocimiento de la identidad del confesante: todos estos elementos van a estar puestos en juego en un espacio heterotópico particular, el aeropuerto.
Mark B. Salter en su artículo “Governmentalities of an Airport: Heterotopia and Confesion” asigna al aeropuerto el carácter de espacio heterotópico y analiza la práctica de la confesión que allí se ejerce en relación con el problema de la seguridad aeroportuaria, destacando la predisposición a confesar identidad y propósitos por parte de los viajeros a las autoridades. ¿Por qué entiende Salter que puede considerarse al aeropuerto un espacio heterotópico? En principio, y reconociendo que Foucault no incluye a estos espacios como heterotópicos, el autor separa su interpretación de la de Marc Augé que caracteriza a estos espacios como “no lugares”. Teniendo en cuenta que Foucault diferencia en su artículo las heterotopías de crisis de las de desviación, el aeropuerto aparece tanto como un lugar de pasaje, implicando un ritual de transformación de los individuos que por allí circulan, así como éstos también se “desvían” de la normalidad que supone la existencia de ciudadanos bien localizados. El sujeto móvil que aparece en los aeropuertos pone en alerta a la maquinaria estatal en su intento de identificarlo. Pero, es también en otra de las características de las heterotopías, la yuxtaposición, que Salter encuentra posible establecer nexos con el texto foucaultiano. Recordemos que Foucault presenta como tercer principio de las heterotopías que éstas tienen “el poder de yuxtaponer en un solo lugar real varios espacios, varios emplazamientos que son en sí mismos incompatibles” (1967-1984b: 758). En un aeropuerto se superponen lo nacional, lo internacional y lo no-nacional. Estos complejos edilicios se encuentran, por un lado, alejados de su espacio urbano próximo y, por otro, conectados a espacios urbanos distantes (Salter 2007: 52). Por su carácter de frontera aparecen como polisémicos, con una porosidad o penetrabilidad fluctuante, según la característica del viajero: “Para el ciudadano, el inmigrante, el refugiado o el que busca asilo, los aeropuertos son lugares de interrogación extrema sobre la propia identidad y [también] hogar -un aeropuerto puede representar opresión y otro libertad potencial” (2007: 52). Es por esta posibilidad de ejecutar interrogatorios que podemos introducir –siguiendo al autor– la cuestión de la confesión, la que se puede realizar porque se acepta naturalmente el derecho del interrogador a efectuarla, y por ello se anula prácticamente toda posibilidad de resistencia.
En principio, corresponde destacar que dichos espacios son prolongación del poder policial del estado. Los hechos del 11 de setiembre de 2001 en Estados Unidos acentuaron la necesidad estatal de ejercer mayor control, pues los aeropuertos son “la interface de relaciones nacionales e internacionales así como las leyes de inmigración y ciudadanía son puestas en práctica en la frontera y en los procedimientos de admisión” (2007: 50). No es sin embargo menor el complejo juego de poderes estatales y privados que allí se articulan, constituyendo un modelo más cercano a una estructura difusa de micropoderes que a un poder que se ejerce desde lo alto hacia lo bajo. Por un lado, porque los standard de seguridad responden a normas internacionales dadas por la Internacional Civil Aviation Organization. Por otro, porque buena parte de los aeropuertos están privatizados (2007: 50). Las ideas foucaultianas complementarias de gubernamentalización y disciplina pueden aquí ser reconocidas. Siendo la primera
“el conjunto constituido por las instituciones, los procedimientos, análisis y reflexiones, los cálculos y las tácticas que permiten ejercer esta forma tan específica, tan compleja, de poder, que tiene como meta principal a la población, como principal forma de saber a la economía política y a los dispositivos de seguridad como instrumentos técnicos esenciales”. (Foucault 1977e-1978: 655)
Estos “dispositivos de seguridad” –que serán desarrollados por Foucault en el curso “Seguridad, territorio, población” de los años 1977-1978 (2004)– que organizan las “sociedades de seguridad” tienen en los aeropuertos su forma específicamente contemporánea. La formación de sujetos dóciles propia de las disciplinas tiene en la particular estrategia confesional que allí se dispone también su efectivización, aunque no desprovista de contradicciones.
Así como en nuestro análisis del texto de Markus-Cameron expusimos lo que los autores llaman “contradicción textual” al referirse al doble juego discursivo del parlamento escocés, donde, por un lado, se quería poner en evidencia espacial la idea de transparencia democrática, pero, por otra parte, esa concepción chocaba con la cuestión de la seguridad de este centro de poder, la misma categoría puede ser aplicada a los aeropuertos. En ellos el derecho de libre circulación entra en conflicto con las estrictas medidas de control y vigilancia comunes a estos espacios contemporáneos.
Si bien el análisis de Salter se centra en un aeropuerto internacional de Canadá –Ottawa Macdonald-Cartier Internacional Airport–, el juego de poderes allí presentes puede ser representativos de una variedad de espacios equivalentes. Allí, el poder estatal está presente en la forma del organo gubernamental Transport Canada (TC) que da la s regulaciones para el diseño y operación de los aeropuertos, así como para cuestiones de seguridad. Por otra parte, la Ottawa Macdonald-Cartier Internacional Airport Authority es una corporación privada que colabora con la TC. NavCanada, otra corporación privada, organiza los vuelos y se ocupa de los seguros de aviación. Por su parte, las aerolíneas en los vuelos domésticos “examinan a los pasajeros según su identificación fotográfica y sus boletos, otorgándoles su pase de abordaje. Las aerolíneas también pueden restringir o habilitar movilidad y tienen el derecho de prohibir el viaje” (Salter 2007: 55).
También hay oficinas de servicios policiales como la fuerza policial estatal, The Royal Canadian Mounted Police, así como también puede haber policías regionales. También, los mismos responsables privados del aeropuerto tienen sus propios oficiales para controlar los ingresos en áreas restrictas. De todos modos, solo las fuerzas policiales, sean nacionales o regionales, pueden arrestar a un individuo, como una continuidad de su poder de vigilancia urbana (2007: 55), aunque está actualmente en discusión la posibilidad de privatizar también dicha tarea. Otras autoridades que intervienen en este multifacético ejercicio del poder, en el caso citado, son The Canadian Border Services Agency, Health Canada, la Food Inspection Agency, y la Citizenship and Immigration Canada. La Canadian Air Transport Security Authority (CATSA), que es estatal, pero que tiene una organización equivalente a la de una institución privada es “responsable de un primer examen de los pasajeros, el mantenimiento de la seguridad en las pistas y la inspección de la carga” (2007: 55). Si bien CATSA puede confiscar artículos prohibidos no puede arrestar ni examinar los documentos de identidad (2007: 56).
Todas estas autoridades son dependientes del gobierno soberano de Canadá, pero hay autoridades norteamericanas que –por acuerdos firmados entre ambos gobiernos– pueden también realizar controles fronterizos dentro de los mismos aeropuertos canadienses. O sea, el puerto de entrada a Norteamérica está en territorio canadiense, poniéndose de este modo entre paréntesis el concepto de soberanía territorial, como concepto absoluto:
“La soberanía se entiende como la preeminencia legal de un gobierno sobre su territorio, y las limitaciones de esa preeminencia son controladas estrechamente. Pero, al establecerse puestos de frontera remotos… se tiene un ejemplo concreto de la deterritorialización de soberanía, donde un estado disfruta de autoridad y prioridad legal fuera de de su territorio nacional”. (2007: 56)
Aunque, las autoridades aduaneras norteamericanas están limitadas en las acciones que pueden ejercer en territorio canadiense.
Como sea, cualquiera de estos múltiples agentes de control de seguridad puede encontrar un comportamiento dócil de los pasajeros en tránsito. ¿Cómo se logró ello?, o, dicho en palabras de Salter “¿cómo obtienen nuestro consentimiento las autoridades públicas y privadas para que seamos vigilados y clasificados socialmente?” (2007: 57).
Volvamos a las mencionadas heterotopías de crisis y consideremos su aspecto de ritual de paso, es decir, de transición de un estado al otro, que incluye un proceso de purificación. Foucault había planteado al respecto un quinto principio: “Las heterotopías suponen siempre un sistema de apertura y de cierre que, a la vez, las aísla y las vuelve penetrables” (1967-1984b: 760) y, en uno de los casos, uno debía someterse a ritos y purificaciones para ingresar, pero para ello se precisan ciertos permisos y la realización de cierto número de gestos y cita Foucault los espacios puramente religiosos como los hammams (baños) musulmanes o higiénicos, como los saunas escandinavos (1967-1984b: 760). Si bien esto no parece coincidir mucho con lo que Salter señala, consideremos su análisis. Siguiendo a Foucault y su valoración de la confesión –algunos de cuyos aspectos fueron citados al comienzo– Salter plantea que la movilidad fronteriza está constituida como un destacado espacio de examen. En el aeropuerto somos interrogados por las autoridades sobre nuestros recorridos viajeros y sobre nuestras pertenencias (2007: 58). Los aspectos religiosos de la confesión que son medicalizados en el siglo XVIII para que los sujetos tengan predisposición de contar todo sobre sus vidas y las técnicas específicas que se diseñan para ello tienen continuidad en las técnicas que se emplean en los interrogatorios que se realizan en los aeropuertos: “Es esta predisposición, este entrenamiento hacia la confesión incondicional, ininterrumpida y exhaustiva del viajero en lo que se apoyan estas técnicas de escucha en las fronteras” (2007: 58). A diferencia de la confesión tradicional y su acento sexual, aquí entonces al “confesar” sobre las condiciones del viaje (dónde hemos estado, qué hemos comprado, cuánto tiempo vamos a permanecer) se está considerando que en la movilidad, en el traslado reside la falta, la anormalidad, que debe ser confesada a la autoridad. Esta confesión es parte del ritual que debemos cumplir para poder ingresar en esta nueva comunidad. Nuestra identidad debe ser dicha –aunque en los límites del interrogatorio correspondiente, que incluye nuestras intenciones específicas- y lo hacemos dócilmente (2007: 59). La forma saber-poder también aparece constitutiva de este dispositivo confesional, ya que hay una “experiencia” acumulada de manera informal por comunicaciones entre las autoridades con derecho a interrogación que les permite constituir un conjunto de respuestas aceptables y de apariencias admisibles. El poder gubernamental como estructura imaginaria de culpabilidad, incluso en aquellos que no tienen motivaciones fundadas en modo alguno para sentirse así, “es internalizado en una ansiedad de confesarse” (2007: 59) de forma que uno constantemente se interroga si ha dicho la verdad, si lo que ha dicho es creíble (2007: 59).
Sin embargo, y como ya adelantamos, a pesar de la existencia de este dispositivo confesional con finalidades de detección de potenciales individuos peligrosos, no hay forma de garantizar la seguridad. Los terroristas, y así lo han probado, saben mentir sin dificultad y por ello más que en el examen de los individuos, los dispositivos de seguridad se centralizan en el examen de los objetos (potencialmente) peligrosos (2007: 62).