EL TIEMPO LIBRE EN CONDICIONES DE FLEXIBILIDAD DEL TRABAJO: CASO TETLA TLAXCALA
María Áurea Valerdi González
Como bien lo señala Richard Sennett (2000), cuando se habla sobre las consecuencias personales del trabajo actual, “la rutina puede degradar, pero también puede proteger; puede descomponer el trabajo, pero también componer y organizar toda una vida”, si se piensa en el tiempo de retiro (Sennett 2000: 44). El trabajo al estilo de Taylor le permitió al trabajador prever sus gastos en función de sus ingresos, su jubilación y retiro, con la flexibilización, el mercado ha sido demasiado dinámico para permitir estructurar la vida. Aún cuando el lenguaje de la flexibilidad suene en los sectores más dinámicos de la economía, Sennett reconoce no sólo que “la mayor parte del trabajo sigue inscrito en el círculo del fordismo”, sino que la especialización flexible es funcional al capitalismo (Sennett 2000: 45).
Comprender como se engarzan los elementos del capitalismo puede verse en la organización del tiempo de trabajo, pues la jornada laboral (8 horas diarias, 5 días a la semana) dista mucho del llamado “horario flexible”, que en apariencia promete una mayor libertad (no la rutina de la fábrica), pero somete al trabajador a un entramado de controles casi imperceptibles. La llegada de las mujeres al mercado de trabajo contribuyó a una mayor innovación en el horario flexible pues, “al margen de su clase social, muchas de ellas trabajan a tiempo parcial y siguen siendo madres a tiempo completo” (Sennett 2000: 59).
Pero el tiempo y el espacio que organizaban y coordinaban la vida social, se ha combinado con otros tiempos ante los avances de las comunicaciones, en especial la Internet. El tiempo se ha convertido en un “bien” que no tienen aquellos que trabajan full time y la tecnología lejos de liberarnos del trabajo ha creado nuevas necesidades, sobre todo con los electrodomésticos. Las nuevas tecnologías de la información, incorporadas en la sociedad red, según Manuel Castells (1999), están conectada virtualmente con diversos puntos del planeta a través de los corporativos, facilita decisivamente la liberación del capital del tiempo, es decir lejos de los horarios y de la geografía, es una la huida de la cultura del reloj, pero sustituida y diversificada para garantizar la ganancia. Así, “la paradoja a la que asistimos es que hoy se trabaja, a pesar de la incorporación de la tecnología, mucho más que en otras épocas y se trabaja más para obtener más tiempo de ocio” (Alpuente 1998: 51).
El trabajo flexible en cambio, enfrenta al trabajador a la incertidumbre y al riesgo de la inestabilidad laboral y en consecuencia de su vida. “El horario flexible no se parece al calendario de vacaciones que permite a los trabajadores saber exactamente qué esperar; tampoco es comparable al total de horas de trabajo semanales que una empresa puede fijar para sus empleados de nivel inferior” (Sennett 2000: 60). En el mercado global, bajo la égida de la economía neoliberal, el tiempo de la flexibilidad es tiempo de un nuevo poder, que no está concentrado sino dividido, entre los integrantes del corporativo, el mercado y el consumo. El uso de la tecnología abre la dimensión de una nueva manera de organizar el tiempo y en especial, el tiempo de trabajo.
Si la humanidad tardó 200 años en realizar todos los inventos y descubrimientos que son la base actual de las sociedades, sólo bastaron dos décadas para desarrollar la tercera revolución científica caracterizada por la microelectrónica, al biotecnología y las nuevas fuentes de energía, la computadora es su sello distintivo y la Internet su máxima expresión. Roman Gubert (2000), indica que según un estudio de la Universidad de Vanderbildt se necesitaron treinta años para que la audiencia de radio alcanzara 50 millones de habitantes en Estados Unidos, la televisión necesitó trece años, al Internet solo le han bastado cuatro. Con repercusiones sociales distintas “este medio proporciona un sentido de inmediatez más allá del tiempo y espacio, en la atemporalidad del hipertexto” (Castells 1998: 500).
Al mismo tiempo como reconocen varios autores, el tiempo libre es absorbido por el capital a través del consumo. Castells intenta extraer la lógica de la nueva temporalidad que se manifiesta en todo el ámbito de la experiencia humana y lo que el considera el tiempo atemporal. “Lo que denomino tiempo atemporal es sólo la forma emergente dominante del tiempo social en la sociedad red, al igual que el espacio de los flujos tampoco niega la existencia de los lugares” (Castells 1999: 468). Los flujos de Internet tienden a disimular en una aparente democratización los desequilibrios territoriales, “seccionados entre el centro opulento y la periferia deprimida” (Gubern 2000: 125).
En el terreno del trabajo asalariado los horarios flexibles significan la supervivencia de los patrones impredecibles del trabajo de la economía formal, el desempleo es ajeno en un sistema donde o se trabaja o se muere (Castells 1998). El tiempo atemporal es virtual, el tiempo de trabajo, el desempleo o la marginación son reales. En el tiempo libre también se manifiestan diferencias, en países desarrollados como el G7 (Grupo de los Siete) cuyo modelo permite niveles altos de ahorro, ahí el tiempo libre significa consumo en los períodos de vacaciones que las empresas se ven obligadas a dar. En cambio, en los países de América Latina con menor capacidad de ahorro, el tiempo libre puede significar desempleo. Al interior de los países el tiempo libre es signo de diferencia social y distinción de clase, no todos pueden acceder al consumo, los excluidos y marginados son un claro ejemplo de ello.
La flexibilización en la organización del trabajo y la incorporación de la computadora y el Internet a la producción, distribución y consumo de las mercancías han desplazado a miles de trabajadores en Estados Unidos (Rifkin 1997) y otros países desarrollados, al mismo tiempo se crearon puestos que implican extenuantes jornadas de trabajo. De cualquier forma la flexibilización abandona al trabajador al arbitrio de las necesidades del mercado, “estos hombres están obligados a definir su identidad [y su vida] con sus propios medios, a través de actividades que han elegido para hacer el tiempo libre” (Gorz 1998: 226), bajo la falsa conciencia de la elección libre de unos estilos de vida personales. “Privacidad en la que la televisión y los héroes de revistas sustituyen la antigua sociabilidad del viejo trabajo industrial” (Petrassi 198: 323).
El ciclo de occidentalización como llama Ianni (1998) a las formas culturales de la hegemonía capitalista, no es que vaya dirigido en exclusiva a los trabajadores asalariados, sino a toda la población. En este sentido atraviesa todas las capas sociales, el sector formal e informal de la economía, los que viven del trabajo y los marginados, aún y cuando solo se promuevan los intereses de los grupos económicamente privilegiados.
Poco a poco, por todas partes, regiones, países, continentes, a pesar de las diferencias socioculturales propias, individuos y colectividades, son movidos por la mercancía, el mercado, el dinero, el capital, la productividad, la ganancia… La cultura del capitalismo seculariza todo lo que encuentra por delante y puede transformar muchas cosas en mercancía, incluyendo, signos, símbolos, emblemas, fetiches (Ianni 1998: 45, 46).
Ianni sostiene que frente a la cultura dominante los pueblos y nacionalidades le devuelven al mundo su propia cultura, es lo occidental al lado de lo no occidental, que resurge diferente, con otros significados, pues “el mismo proceso de globalización lleva consigo la diferenciación”. En esta sociedad global las formas de vida y de trabajo se impregnan de la racionalidad de las mercancías y de la cultura, que manipula las necesidades por la publicidad y la industria cultural y donde “no hay escapatoria personal posible del aparato que mecanizó y estandarizó al mundo” (Ianni 1998: 50 y 80).
En resumen, hemos visto que el tiempo libre bajo las nuevas condiciones de flexibilidad del trabajo se ha reconfigurado, en el mismo sentido que se ha modificado el tiempo de trabajo, incluso en ese tiempo que se ha considerado atemporal. Para unos que han tenido que acomodar su vida a los horarios flexibles, tiempo parciales y movilidad geográfica, para otros (los menos) que tienen jornadas extenuantes de trabajo y para los demás (la gran mayoría) que se enfrentan a un trabajo inestable, al subempleo e incluso el desempleo como un tiempo libre impuesto. Suponemos que estas diferencias se presentan entre países y al interior de uno sólo, pero en definitiva la flexibilización forma parte de una nueva faceta del capital.