EL TIEMPO LIBRE EN CONDICIONES DE FLEXIBILIDAD DEL TRABAJO: CASO TETLA TLAXCALA
María Áurea Valerdi González
Michel Aglietta (1979) es uno de los nombres asociados a la escuela de la regulación. Inicia sus trabajos criticando este concepto en la teoría económica ortodoxa porque alude a un equilibrio y propone el uso de la noción de reproducción del sistema que implica “mostrar los procesos que permiten que lo que exista, siga existiendo” (Aglietta 1979: 4). Para poder estudiar el modo en que surge lo nuevo en el sistema, las transformaciones requieren de una ruptura, una crisis que implique un cambio cualitativo, por lo mismo “se trata de un esfuerzo colectivo por desarrollar una teoría de la regulación del capitalismo que explicite las condiciones, los ritmos y las modalidades de las transformaciones sociales” (Aglietta 1979: 7).
Las crisis, cualquiera que sea su causa, económica, política, de Estado o global, se representan como rupturas en la continuidad de la reproducción de las relaciones sociales, lo que intenta la postura de Aglietta (1979) “es comprender porqué los períodos de crisis son períodos de intensa creación social y porqué la solución a la crisis siempre es una forma irreversible del modo de producción”. El capitalismo es una estructura social producida por el trabajo, –continúa- pero que somete a éste a la lógica de su reproducción, que ha generalizado al conjunto de las relaciones sociales (Aglietta 1979: 11).
En este esquema la crisis actual sería la manifestación del agotamiento del régimen de acumulación fordista-taylorista, por lo mismo “la liberación del trabajador por el desarrollo de la tecnología es una ilusión, así como la desaparición de los trabajos penosos por esta aplicación de la ciencia a la producción. El fordismo es el principio de una articulación del proceso de producción y del modo de consumo, que instaura la producción en masa, clave de la universalización del trabajo asalariado” (Aglietta 1979: 134).
Luis Enrique Alonso (1999) en su crítica al determinismo tecnológico de la obra de Rifkin, menciona que los trabajos de Aglietta abrieron la reflexión sobre el proceso de acumulación inestable para descubrir al proceso de trabajo y la organización laboral como uno de los elementos del sistema económico para reproducirse.
La idea de que todo modo de reproducción tiene modos de regulación que articulan sistemas de trabajo y sistemas de consumo, normas de trabajo internas y formas de vida laboral, fue un aldabonazo fundamental para ir más allá del propio proceso de trabajo e incrustar históricamente el concepto de trabajo en el concepto de modo de existencia económica (Alonso 1999: 187; cursivas en el original).
Por su parte David Harvey (1998) señala que las formas de flexibilización no son una arma poderosa de prácticas políticas, ni una combinación de nuevas tecnología con formas dominantes anteriores, ni es hegemónica en todas partes como supone Rifkin (1998). Harvey (1998) sostiene que las condiciones de flexibilidad se combinan con la producción fordista y con otros sistemas de trabajo más artesanales, como sucede también en la mayoría de los países de América Latina, pues la producción capitalista sigue operando como fuerza que define invariablemente el desarrollo histórico.
Un régimen de acumulación describe la estabilización en un largo período de la asignación del producto neto entre el consumo y la acumulación; implica cierta correspondencia entre la transformación de las condiciones de producción y las condiciones de reproducción de los asalariados. Un sistema de acumulación particular puede existir en la medida en que su esquema de reproducción sea coherente (Harvey 1998: 143).
Esto significa que deben ser funcionales entre sí el consumo, las condiciones de la reproducción de los trabajadores o sus formas de vida y la producción o sistemas de trabajo, para que se reproduzca el modo de producción. Integrar a todos los sujetos (capital, trabajo, estado, etc.), que intervienen en este proceso de acumulación, supone una materialización en reglas, leyes, hábitos y normas, que aseguren la unidad, lo que se denomina según los autores, “modo de regulación” (Lipietz citado por Harvey 1998; Alonso 1999; Lara 1998). Si los hábitos, prácticas políticas y formas culturales permiten al sistema capitalista su reproducción, (como un proceso hegemónico) por ende las formas que adquiere el ocio en el tiempo libre, se inscriben en esta dinámica, son parte de este modo de regulación que pretende garantizar al capitalismo su permanencia. En este proceso los medios de comunicación han sido una de las principales vías para “occidentalizar” (Ianni 1998) a los países de América Latina, en ese afán de acomodar las formas de vida y trabajo al capitalismo, incluso se recrean formas sociales distintas que intentan la continuidad del sistema.
La coherencia del sistema capitalista se enfrenta según Harvey (1998) a dos fenómenos. Primero el movimiento propio del mercado y segundo a las manifestaciones de la clase trabajadora. “En la práctica, las presiones colectivas ejercidas por el Estado u otras instituciones… junto con el ejercicio de poder del mercado por parte de las grandes corporaciones y otras poderosas instituciones afectan la dinámica del capitalismo de manera vital”. Las presiones del mercado pueden ser directas o indirectas, pero el objetivo es definir el curso del desarrollo del capitalista, “que no puede entenderse con un simple análisis de las transacciones del mercado” (Harvey 1998: 144, 145). El mercado de consumo también incide en las preferencias particulares como vimos en el capítulo anterior.
Más aún, las orientaciones sociales y psicológicas, como el individualismo y el impulso de realización personal a través de la auto–expresión, la búsqueda de seguridad y de identidad colectiva, la necesidad de alcanzar el auto-respeto, status o alguna otra marca de identidad individual, juegan un rol en la definición de las modalidades del consumo y en los estilos de vida (Harvey 1998: 145).
Por el lado de los trabajadores Harvey (1998) resume cómo en el proceso de trabajo la disciplina, el conocimiento y la técnica bajo el trabajo asalariado, están fuera del control de quien en realidad trabaja. Llegar a este grado de enajenación, diría Marx, supone el control social del trabajador no solo en el lugar de trabajo sino en la sociedad en su conjunto. Como ya apuntaba Fromm, en este proceso participan la educación, la religión, los sentimientos, la persuasión y otros, ligados a la formación de la ideología dominante y son cultivados de manera especial por los medios.
La virtud de la “escuela de la regulación” es que insiste en que consideremos el paquete total de relaciones y disposiciones que contribuyen a la estabilización del desarrollo productivo y a la asignación total del ingreso y el consumo en un período y lugar histórico determinado… [y] conceptualizar la forma en que los problemas de la organización de la fuerza de trabajo para los fines de la acumulación capitalista se elaboran en lugares y tiempos específicos (Harvey 1998: 145, 146).
Por el hecho de vincular diversas prácticas (políticas, sociales, culturales, de Estado, ideológicas etc.), en un momento histórico determinado, como forma de explicación del sistema capitalista, me parece pertinente recurrir a la escuela de regulación. Bajo este enfoque todavía es necesario precisar otros elementos, como el concepto de flexibilización, que nos serán de utilidad para el análisis del tiempo libre y ocio.
Hasta aquí hemos visto cómo en las condiciones de la actual etapa del capital (después de un período de crisis), se han integrado nuevas formas de organización del trabajo con otras tradicionales, y cómo a través de la escuela de la regulación podremos explicar lo que pasa en América Latina y a la luz del continente llegar a la situación que priva en México.