EL TIEMPO LIBRE EN CONDICIONES DE FLEXIBILIDAD DEL TRABAJO: CASO TETLA TLAXCALA
Mar�a �urea Valerdi Gonz�lez
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Si bien en la visi�n griega se destaca que el camino a la sabidur�a era para s�lo para una �lite (gracias a que la mayor�a deb�a dedicar todo su tiempo al trabajo), en la visi�n romana el otium permit�a a los hombres su recuperaci�n en el descanso y la recreaci�n, en este �ltimo caso ocio y trabajo forman parte del hombre completo. Veamos cada una de ellas.
En la �poca de los griegos, el trabajo o aquellas actividades que implicaran un esfuerzo f�sico, era realizado por los esclavos, quienes prove�an a los amos de lo necesario para satisfacer sus necesidades, por ello el trabajo era considerado desagradable y hasta indigno para los ciudadanos. En cambio el ocio les permit�a a los hombres de la �lite su pleno desarrollo, en la filosof�a, el arte o el deporte (Sue 1987). Era una forma de divisi�n social del trabajo, por un lado el trabajo intelectual de la �lite, por el otro el trabajo manual o artesanal de los esclavos. En realidad, pocos gozaban del tiempo de ocio, que era exclusivo para el ciudadano griego y de sexo masculino. Por ello se cre�a que �el trabajo y el ocio se exclu�an uno al otro, formaban parte de dos �rdenes distintos que no guardaban relaci�n entre s�. Esto a pesar de que, a fin de cuentas, era el trabajo de unos lo que permit�a el ocio de los dem�s� (Sue 1987: 17). Una oposici�n entre trabajo y ocio, �ste distingue a los de la �lite, el trabajo se�ala a los esclavos. Seg�n la etimolog�a griega schol� significa tiempo de ocio e instrucci�n, indicando que la instrucci�n en la filosof�a o las artes solo pertenece a la �lite.
La funci�n social del ocio para los fil�sofos griegos estaba alejada de la producci�n, �los hombres reflexivos han considerado siempre como un requisito necesario para poder llevar una vida humana digna, bella o incluso irreprochable, un cierto grado de ociosidad y de exenci�n de todo contacto con los procesos industriales�� (Veblen 1963: 45), lo que significa que solo para el grupo de la �lite estaba previsto el disfrute del tiempo de ocio. En las sociedades preecon�micas la idea de trabajo estaba relacionada con actividades agr�colas de subsistencia que se realizaban en forma colectiva, como una obligaci�n de car�cter social que implicaba una suerte de competencia l�dica, es decir, de juego social. Los griegos en cambio identificaban el trabajo con tareas degradantes que no apreciaban, por lo mismo �las actividades humanas se valoran por su mayor o menor semejanza con la inmovilidad y la eternidad� (M�da 1998: 34). De ah�, suponen el aprecio por la ciencia, la filosof�a y las matem�ticas, en cierto modo sustraerse a la acci�n del tiempo. Arist�teles agrega a �stas, otras dos actividades dignas de valoraci�n, la �tica y la pol�tica.
Dominique M�da (1998), se�ala que tanto en la obras de Plat�n como de Arist�teles se manifiesta un desprecio por el trabajo. De las actividades directamente vinculadas con la producci�n material se encargan los esclavos, por eso hay que alejarse de esas tareas para desarrollar la raz�n en el hombre, que nos acerque a lo divino, pues se requiere ejercitarla, usando nuestras facultades y siendo libres . �La verdadera vida es la del ocio y el objeto de la educaci�n es prepararse para vivirla� (M�da 1998: 39), en una insistencia de que es en otra parte, ajena al trabajo, donde encontraremos el verdadero motivo de existencia.
Como en Grecia, en el Imperio Romano al trabajo tambi�n se le desprecia, existe una contraposici�n esencial de labor frente a otium (trabajo y ocio). �El ocio es lo contrario de trabajo, pero no es ni descanso ni juego, es la actividad superior a la que se contrapone el negotium� (negocio o comercio) (M�da 1998: 41). Los trabajos degradantes y penosos siguen siendo de los esclavos. Tambi�n en esta divisi�n social del trabajo una parte est� obligada a trabajar, mientras la otra vive del producto de la primera. El trabajo en este caso no es propiamente el centro de la organizaci�n social, no determina el orden social. Es bajo estas condiciones que los postulados del valor �tico y religioso del trabajo le confieren un nuevo sentido al ocio, pues se difunden e instauran las ideas del cristianismo y por ende una nueva imagen del ser humano quien debe estar dedicado a Dios. �Por eso el G�nesis debe entenderse en sentido estricto: el trabajo es claramente una maldici�n, un castigo�. Poco a poco en la edad media, los te�logos y los padres de la iglesia van promoviendo una nueva concepci�n del trabajo (M�da 1998: 41-42). No solo se difunde una esta idea de trabajo sino tambi�n un nuevo ritmo impuesto por la iglesia. El tiempo clerical es una novedosa forma de contar los d�as y las fechas. �Es s�lo mucho m�s tarde que el tiempo cristiano ya desacralizado y vuelto laico, lograr� imponerse: la iglesia controla el tiempo�. Respetar la doctrina no s�lo era orden y disciplina sino afirmar una regla y reconocer que el tiempo pertenece a Dios (Antaki, 1998: 14).
Con San Agust�n, uno de los principales difusores del cristianismo, los trabajadores estaban exhortos para dedicarse al trabajo del monasterio y aunque �ste tambi�n se opone de manera radical el otium (ocio), qued� convertido en sin�nimo de pereza, pues el trabajo en este sentido era productivo. El ocio por tanto empez� a ser considerado improductivo, invirtiendo as� (en relaci�n con los griegos) su valoraci�n social. Para referirse al trabajo San Agust�n usa indistintamente labor y opus, trabajo y obra empiezan a confundirse, mientras que se comienza a censurar el ocio, como una clara se�al de condena eterna. Aunque el trabajo intelectual sigue siendo el m�s relevante, el trabajo manual permite al esp�ritu mantenerse ocupado, lo aleja de las tentaciones y de todo lo que le distrae de la verdadera tarea: la contemplaci�n y la oraci�n (M�da 1998). �El trabajo se presenta como el adecuado instrumento para luchar contra la ociosidad y la pereza� (M�da 1998: 45). Esta concepci�n cristiana del trabajo nos hace ver que el ocio es tiempo perdido, un tiempo que socialmente se condena.
Derivado del puritanismo protestante que encontramos en los escritos de Weber (1997), tambi�n existe una moral del trabajo, el rigor del trabajo se impone al individuo, el ocio se criticaba desde el punto de vista de la econom�a y de la moral. �Desde el punto de vista econ�mico, porque el ocio es improductivo y, por el contrario, incita al consumo� desde el punto de vista moral, el ocio se condena igualmente porque predispone a la ociosidad y a las costumbres relajadas, que generan comportamientos desviados de una moral r�gida del trabajo� (Sue 1987: 20-21). Aunque bajo distintas concepciones la iglesia cristiana y la protestante separan trabajo de ocio. En la concepci�n cristiana el trabajo es un castigo y el tiempo de ocio es improductivo, es vagancia, en cambio, el trabajo para los protestantes es una obligaci�n frente a Dios y el ocio es alejarse de los prop�sitos del ahorro y la acumulaci�n, que era su fin, en definitiva ambas condenan el ocio.
Hasta aqu�, podemos resumir que con los griegos y romanos, el ocio y el trabajo estaban diferenciados. El ocio relacionado con un concepto sublime de desarrollo del ser humano en las artes y la ciencia, exclusivo para aquellos que nacieron libres de realizar actividades manuales, dedicadas a la inmortalidad, una �lite que valoraba la �tica y ejerc�a la pol�tica. El trabajo en cambio era el destino de los esclavos, quienes deb�an producir los bienes y proporcionar los servicios para la satisfacci�n de las necesidades sociales, junto con ellos los comerciantes dedicados al negotium. El trabajo no organizaba las relaciones entre los hombres, sino los lazos de sangre y los rangos, por ello el lugar que ocupaban en la sociedad era producto de la distinci�n que otorgaba el ocio a los ciudadanos.
Se da un cambio en el valor social del ocio, bajo la moral puritana, cristiana y protestante, para �sta el trabajo se percibe como la forma de permitir al esp�ritu estar ocupado en Dios. En ambos casos, el ocio se convierte en sin�nimo de pereza y vagancia, a partir de ah� el ocio empieza a ser censurado y el trabajo a ser su ant�doto. En especial la concepci�n clerical del trabajo con la Iglesia Cristiana desterr� al ocio, lo conden� a ser visto m�s como holgazaner�a y desidia. Esta idea del ocio fue trasladada a Am�rica Latina a trav�s de la conquista y establecida por medio de mestizaje, lo que hoy constituye parte del conocimiento com�n.