Tesis doctorales de Economía


EL TIEMPO LIBRE EN CONDICIONES DE FLEXIBILIDAD DEL TRABAJO: CASO TETLA TLAXCALA

María Áurea Valerdi González




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2.6 El debate teórico en torno al tiempo libre y ocio.

Antes de precisar los conceptos que utilizaremos para el análisis de los datos empíricos, nos proponemos exponer aquí los principales puntos de vista que se han vertido en torno al ocio y al tiempo libre. Para llevar a cabo esta tarea recurriremos al extenso trabajo de Fréderic Munné (1992) en su texto Psicosociología del tiempo libre. Un enfoque crítico, que funciona como un catálogo muy completo de lo que hasta 1980 se había escrito sobre el tema, incluye una síntesis de las principales posturas teóricas, lo que nos obvia la búsqueda de fuentes directas y nos permite abrir el debate. De hecho, en la medida de lo posible se complementa la información de Munné con textos originales.

En su texto Munné (1992) señala que existen varios estudios en torno al tiempo de ocio desde 1915 realizados sobre todo en Estados Unidos y de los que da cuenta cuando establece una primera división entre dos posturas; Primero los teórico-empíricos y críticos a éstas corrientes pero considerados por el autor como burgueses y segundo los marxistas. Agregamos a estas dos, la corriente actual de los Estudios de Ocio, de la Universidad de Deusto, España. Tanto para unos como para otros el punto de partida es la visión euro-céntrica, por lo mismo al final establecemos los conceptos propios para esta investigación.

La primera división que hace Munné incluye a: a) los empíricos, b) los teóricos y c) los críticos. De la relación de autores, estudios y aportaciones que presenta para cada uno, solo mencionamos a algunos de ellos por considerar que son los más representativos de cada postura y por la utilidad que representan para el presente trabajo.

a) Por el lado de los empíricos Munné (1992), indica que los estudios de cómo las poblaciones organizan el tiempo de ocio, se inician en Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y Francia. Destaca las aportaciones del francés Dumazadier quien hasta la fecha se considera un clásico para el estudio del ocio, sobre todo por su contribución sobre las funciones que pueden realizarse, y que se reconocen como las 3 Ds: descanso, diversión y desarrollo de la personalidad .

b) Por el lado de los teóricos, menciona que David Riesman (1950) con su obra The lonely crowd, relaciona las sociedades de consumo, de cultura y de ocio masivo de esos años, que han pasado a depender de los mass media. En este nuevo contexto Riesman dice que el hombre “no puede realizarse a través del trabajo pero podrá hacerlo en ese espacio privilegiado del consumo forzoso o elegido a la par que fuente de individualización y de autonomía, que es el ocio” (Riesman mencionado por Munné 1992: 15).

Munné señala que las monografías más representativas de los americanos en el campo del ocio son: Leisure in America (1969) de Max Kaplan en su intento por integrar el ocio con el sistema sociocultural de vida, en sus aspectos institucionales . Work and leisure (1961) de Nels Anderson. Sebastián de Grazia (1962) con su obra Of time, work and leisure, quien sostiene que el ocio es un “estado libre de las necesidades diarias en el que el individuo realiza actividades cuyo fin está en sí misma”. En la democracia existe el tiempo libre, pero no ocio . Agrega en su síntesis el trabajo del inglés Stanley R. Parker (1971) The future of work and leisure, del sociólogo francés Georges Friedman (influido por Marx y Elton Mayo) como uno de los intentos más serios dentro de la teoría para estudiar el tiempo de trabajo y ocio y a Erich Weber (1963) con su obra Das Freizeitproblem, quien indica que la esencia del tiempo libre esta en el comportamiento autónomo del hombre.

c) Por el lado de los críticos burgueses pero también desde países de occidente, menciona a Veblen con su Teoría de la clase ociosa, del que hablamos en otra parte y quien sostenía que la lucha por la vida ha sido sustituida por la lucha por el prestigio. A Karl Mannheim (1950) quien “expresa su creencia de que para la mayoría de la gente, el camino de la civilización está más en el ocio que en el trabajo” y a C. Wright Mills para quien “el trabajo ha pasado de ser un valor evangélico a ser un simple medio de ganar dinero y el ocio a ser una manera de gastarlo” (Munné 1992: 18-19).

Antes de presentar la segunda división que ese autor llama marxista, creemos conveniente para el presente estudio, ampliar la visión que Joffre Dumazedier (1985) tiene al respecto del ocio, pues si bien es cierto que su principal aporte son las 3 Ds, su estudio en realidad comienza con la recreación que define empíricamente como:

Un conjunto de ocupaciones a las que el individuo puede entregarse con pleno consentimiento, ya sea para descansar, para divertirse, para desarrollar su participación social voluntaria, su información o formación desinteresada, después de haberse liberado de todas sus obligaciones profesionales, familiares o sociales (Dumazedier 1985: 341).

Al igual que otros autores como Handy y Rifkin, Dumazedier supone que con la automatización y el descubrimiento de nuevas formas de energía, el trabajo disminuirá para dar paso a la “era de la recreación” como parte de la “civilización técnica o industrial” aunque también señala que el progreso técnico por sí mismo no es suficiente, depende también de la relación momentánea de las fuerzas sociales. Dumazedier (1985) conjetura que entre más “mecanización” del trabajo más deseo de actividades de recreación, aunado a ello la expansión de los medios de transporte, la creación de instituciones recreativas y culturales y el prestigio, son condiciones que favorecen el deseo de un tiempo de recreación que equivale a la idea de ocio. El tiempo de ocio implica entonces; descanso, diversión y desarrollo.

El descanso libra de la fatiga. La diversión libera del tedio (del nefasto efecto de la monotonía de las tareas parcelarias) de la alienación del hombre que provoca frustración, por tanto hay una necesidad de ruptura de lo cotidiano. El desarrollo de la personalidad, permite una participación más libre, una cultura general del cuerpo, de la sensibilidad, de la razón (Dumazedier 1971: 17).

El autor reconoce que aunque la recreación iba en aumento en los años de su estudio (1950-1960), estaba lejos de ser igual para toda la sociedad pues los recursos de algunos no alcanzaban para realizar las actividades de recreo, lo que producía un estado de insatisfacción y un sentimiento de pauperización. Derivado de sus observaciones, sucede que los trabajadores prefieren comprar el televisor, el auto o ir de viaje, aunque esto implique privaciones involuntarias de cubrir necesidades de ropa o alimentos. De acuerdo a los datos empíricos obtenidos en Francia por Dumazedier (1985) ni los obreros que viven en zonas marginadas, que emplean mucho tiempo de transporte entre su centro de trabajo y su hogar, ni los habitantes de las zonas rurales en donde “el trabajo no se acaba nunca”, ni las mujeres de esa época que contaban con pocos recursos electrodomésticos podían alcanzar niveles aceptables de recreación.

La recreación pareciera entonces una forma de huída del trabajo. Otra forma de escaparse a su condición de trabajador no solo es la participación sindical sino convertirse el mismo en patrón a través de establecerse por su cuenta, diríamos en una falsa ilusión de pertenecer a otro estatus (Dumazedier 1985). Dejemos aquí por el momento las aportaciones de este autor para continuar con la reseña que hace Munné sobre el tiempo libre.

Munné (1992) aunque en reiteradas ocasiones presenta su libro como un trabajo realizado desde la perspectiva materialista-dialéctica, resulta desde mi punto de vista un texto descriptivo y revisionista, pues se dedica a resumir a los autores desde una y otra perspectiva, pero no explica ni las condiciones materiales de su existencia, ni la dialéctica del escenario. Reduce el capitalismo a una sociedad industrial, en la que el industrialismo se vislumbra distinto del capitalismo y de lo que se trata –dice- es de incluir la visión humanista tomada de Lukács al uso de la tecnología, puesto que ha sido relegada por otros teóricos. De hecho creemos que Munné es uno de los precursores de los estudios actuales del ocio en esa perspectiva humanista.

En la segunda gran división que Munné denomina marxista, también hace una división: a) concepciones del propio Marx, b) los ortodoxos, c) los revisionistas y d) la postura de la escuela de Frankfurt. En el punto b) menciona a los ortodoxos , en los que incluye a Lenin, a Sorokin (1935), Prudenski (1960) y otros que realizan estudios en el bloque soviético sobre el tiempo libre, como parte de una política social. Incluye en este grupo al italiano Gianni Toti (1961) de quien resume que,

El hombre tiene escindido su tiempo en, tiempo de trabajo y tiempo libre. Pero este último es un tiempo improductivo y vacío conquistado con el dinero, tratado como mercancía y dependiente del trabajo, un tiempo que opera de panacea de la esclavitud. Es fuga y negación del trabajo, su empleo es hoy un mero problema de consumo (Toti citado por Munné 1992: 29).

Gianni Toti (1975), en su libro Tiempo libre y explotación capitalista, realiza un análisis del tiempo libre en relación a la actitud religiosa frente al trabajo, pues el uso del tiempo improductivo podía parecer una herejía frente al concepto moralista del tiempo libre. Entonces, el tiempo en el cual es hombre podría ser libre no es terrenal sino está en esa mejor vida prometida. Enfatiza que “no se trata de liberar el tiempo que está libre de trabajo de los pesos que impone y de enfrentar los ambiguos problemas que plantea, se trata de modificar la relaciones de producción existentes, que transforman en mercancía también el tiempo libre del hombre” (Toti 1975: 111; cursivas en el original). De igual manera reconoce que el trabajador, a partir de la jornada laboral deja una máquina para pasar a otra, el transporte, el aparato electrodoméstico, el teléfono, la televisión.

Volviendo a Munné (1992), los estudios a los que se refiere en el punto c) como revisionistas, fueron hechos partiendo de los aportes de Marx, primero en Francia con Pierre Naville (1957) quien encuentra que en “las formas de no-trabajo, que en nuestro mundo actual no son sino formas sociales de trabajo, únicamente son comprensibles a través del análisis de las condiciones económicas y sociales que las producen”. Luego con Henri Lefebvre (1958) en Francia a partir de su estudio sobre la vida cotidiana. Incluye en este punto los aportes de algunos teóricos de la llamada “primavera de Praga” como Radovan Richta y G. Luckás. De acuerdo a la descripción que hace de estos últimos, pareciera que pertenecen al enfoque del determinismo tecnológico, pues aún cuando parten del marxismo clásico, consideran que sólo la técnica liberará al hombre de la producción directa, lo que a su vez permitirá el desarrollo de las fuerzas humanas creadoras.

Es de especial interés aquí, incluir algunos datos adicionales de la postura de Henri Lefebvre (1984) al respecto del tiempo libre, que contribuyan al debate propuesto. Cuando apareció su obra La vida cotidiana en el mundo moderno (1962), (ya había escrito una primera introducción en 1946) empezaba a cuestionarse si la sociedad de la abundancia en realidad nos había sacado de la escasez, pues la riqueza y el derroche de lo que el llama sociedad técnica (refiriéndose a los países desarrollados) también produce islotes de miseria. “Si la abundancia no significa fiesta se pregunta Lefebvre ¿Para que sirve y qué significa?” Por lo mismo la transición que señala como la más importante, es el paso del trabajo al ocio. “El ocio entra a formar parte de las necesidades y modifica las necesidades preexistentes” las vacaciones, un fenómeno nuevo a escala de la sociedad entera, han modificado la sociedad convirtiéndolas en el centro de las preocupaciones (Lefebvre 1984: 70-71). Su principal aportación radica en la clasificación y análisis que hace del tiempo:

Los empleos del tiempo, analizados de forma comparativa, dejan también aparecer fenómenos nuevos. Si se clasifican las horas (del día de la semana, del mes, del año) en tres categorías, el tiempo obligado (el del trabajo profesional), el tiempo libre (el del ocio), el tiempo forzado (el de las exigencias diversas fuera del trabajo: transporte, gestiones, formalidades etc.) observamos que el tiempo forzado aumenta. Aumenta más que el ocio. El tiempo forzado se inscribe en la cotidianidad y tiende a definir lo cotidiano por la suma de sus obligaciones (por su conjunto). Es verdad que los “valores” unidos antiguamente al trabajo, al oficio, a lo cualitativo en la actividad creadora, se disuelven. Pero los valores unidos al ocio están aún en estado naciente… Por el momento, el ocio es ante todo y casi para todos la ruptura (momentánea) con lo cotidiano… El ocio ya no es la fiesta o la recompensa del trabajo, todavía no es la actividad libre que se ejerce por ella misma. Es el espectáculo generalizado: televisión, cine, turismo (Lefebvre 1984: 71-72).

Lefebvre (1984) no solo vincula el tiempo libre al trabajo y al mercado, sino establece su relación con el manejo que la publicidad hace de las necesidades individuales bajo la racionalidad de la sociedad técnica. No se estudian las necesidades sociales o culturales, se crean y cuestiona el papel de la publicidad a quien le otorga poseer un extraordinario poder.

En consecuencia la actividad consumidora ha hecho su gloriosa entrada en la racionalidad organizada. La acción sobre las necesidades dispone, por otra parte, de los medios más poderosos que el estudio del mercado y de las motivaciones, pues conforma el deseo al servicio del capitalista, [la publicidad] ¿No provee al consumo de una masa inmensa de signos, de imágenes, de discursos? ¿No tenderá la publicidad a proveer e incluso a convertirse en ideología dominante de esta sociedad…? ¿No se convertirá en central, única mediación entre productor y consumidor, entre técnica y práctica, entre vida social y poder político? (Lefebvre 1984: 73-74; cursivas en el original).

El tiempo obligado, el tiempo forzado y el tiempo libre son categorías susceptibles de aplicarse en el desarrollo de estudios empíricos, en el tiempo libre incluye las tareas de ocio, como actividades de desarrollo personal. Hasta aquí dejemos a Lefebvre.

Munné desarrolla en el punto d) la postura de la escuela de Frankfurt desde sus fundadores M. Horkheimer y T. Adorno hasta su más reciente expositor Habermas. Reconoce en su apretada reseña que en los años treinta iniciaron los trabajos sobre tiempo libre, con una postura más crítica que la de los mismos marxistas, lo que los coloca en un sitio aparte.

De los autores de la escuela de Frankfurt menciona que Max Horkheimer sostuvo “que los mecanismos que gobiernan al hombre en su tiempo de ocio, son absolutamente los mismos que lo gobiernan cuando trabaja”. Y cita también la gran aportación de Theodor W. Adorno (1947), que acuña el término de industria cultural para señalar que “esclaviza al hombre con mucha mayor sutilidad y eficacia que otros métodos anteriores de dominación”. Bajo este enfoque el tiempo libre está unido al modo de producción que prevalece, sujeto a los controles de la industria y la propaganda, es un tiempo improductivo y “su consumo esta regulado por la industria cultural, instrumento de dominio e integración” (Munné 1992: 33).

Incluye en esta perspectiva a Jürgen Habermas (1958), perteneciente a la segunda generación de la Escuela de Frankfurt de quien transcribimos el siguiente párrafo:

Sostiene que el ocio actual aparece, falsamente, como un asunto privado, como un tiempo de disposición individual; en realidad, el ocio obstaculiza el libre albedrío pues está determinado desde fuera por el trabajo. Es una categoría residual, prolongación de éste: sus funciones se limitan a ser un complemento y una regeneración y la despersonalización. Las manipulaciones que operan sobre el ocio lo convierten en una seducción para huir de la realidad, en una mentira para vivir, que conduce al egoísmo en el seno de la familia y a una conducta irracional en el consumo. El deporte y el juego no son sino un sector más de racionalización del trabajo; el do-it-self es un ridículo autoengaño del hombre alienado; etc. (Habermas en Munné 1992: 34).

De este párrafo se puede deducir que Habermas cuestiona el ocio como independiente o libre, lo relaciona con el trabajo como una continuación de la lógica del capital, que aparentemente coincide con lo que hemos venido manejando desde el principio.

Continuando con el resumen de los autores de la escuela de Frankfurt Munné (1992), incluye a Herbert Marcuse (1933) quien ya separado de la Escuela, presenta en su libro Eros y civilización (1953) un esbozo de las relaciones entre el tiempo libre, la sexualidad y la política, que después reconsidera en su texto del Hombre unidimensional (1964). En el primero libro según Munné, refiere que Marcuse señala que el tiempo libre es:

Este tiempo únicamente puede servir para relajarlo y recrear su energía laboral; y, por añadidura, en el estado avanzado de la civilización industrial está manipulado por la industria de la diversión y controlado por el Estado… Porque la esfera que define la libertad y su realización no es la del trabajo, regido por la razón, la necesidad y la represión, sino la del juego y las libres potencialidades del hombre. El tiempo libre, pues antes que el trabajo, determina el contenido de la existencia humana (Marcuse citado por Munné 192: 34).

En su segundo texto Marcuse reconsidera que toda la lógica racionalista de la sociedad industrial avanzada se impone sobre el tiempo libre. Existe el ocio, pero el tiempo dedicado al mismo no es libre, porque está determinado por los negocios y por la política. “La nivelación de gustos en el ocio, condicionados por los medios masivos de comunicación, revela su función ideológica de igualación de clases”. Finalmente dentro de la corriente marxista se incluyen las contribuciones de Eric Fromm al estudio del tiempo libre, en el sentido de que “el modo de producción industrial, común al capitalismo y al socialismo, provoca una alienación que afecta también al tiempo libre. La diversión se ha convertido en una industria más en la que el cliente compra su placer, lo que acarrea que el tiempo libre se valore por su rentabilidad económica y no en términos humanos” (Munné 1992: 35).

Aquí, creemos necesario hacer un alto y resumir, solo con fines expositivos, en un cuadro lo señalado hasta ahora, no desconocemos que entre los autores presentados pueda haber diferencias sustanciales, pero queremos mostrar grosso modo una panorámica teórica sobre el tiempo libre que nos permita posteriormente precisar nuestra postura. De antemano señalamos que una de las conclusiones a las que llega Munné en esta parte es que “mientras los burgueses centran su atención en lo que llaman ocio, los marxistas la ponen en el tiempo libre” (Munné 1992: 37).

Lo anterior tiene que ver con la precisión que se hizo en el capítulo uno, entre el tiempo libre y el ocio. Si el tiempo (en abstracto) se convirtió en un elemento de valorización del trabajo, el tiempo libre pasó a depender del tiempo de trabajo, como jornada laboral. Por tanto esta relación es una construcción social que obedece a las circunstancias históricas del capital. En cambio el ocio, ha sido considerado como las simples actividades o tareas desarrolladas en el tiempo de no trabajo, por lo mismo, es más adecuado para las posturas estructural-funcionalistas, pues no necesariamente se relacionan con un contexto histórico ni más amplio, ni más dialéctico. Este fue el criterio que se utilizó para la selección de autores del texto de Munné, que mostramos en el siguiente cuadro.

A.- Ocio

Teórico-empíricos y críticos burgueses B.- Tiempo libre

Marxistas y la Escuela de Frankfurt

Empíricos. Dumazedier, aporta las funciones de Descanso, Diversión y Desarrollo Toti, no se trata de analizar las consecuencias sino de ver sus causas

Teóricos. Kaplan vincula el ocio con el sistema sociocultural Horkheimer, los mecanismos que gobiernan el ocio son los mismos del trabajo

De Grazia señala el ocio como libre de las necesidades humanas Adorno, el capital cuenta con un mecanismo efectivo; la industria cultural

Friedman relaciona el ocio con la Sociología del trabajo Marcuse: la lógica del capital también está en el tiempo libre

Críticos. Veblen el ocio es para emular la clase burguesa Fromm, la alienación en el trabajo también está en el tiempo libre

Manheim se llegará a la civilización a través del ocio Habermas, el ocio es una continuidad de la lógica racionalista del capital.

Mills el trabajo como medio para ganar dinero y el ocio tiempo para gastarlo Lefebvre, quien separa el tiempo de trabajo, y el tiempo forzado del tiempo libre.

Cuenca el ocio es un asunto personal San Salvador la globalización incide en el tiempo libre.

Incluimos de manera adelantada a Cuenca (2000) y a San Salvador (2000) en este cuadro aunque trataremos de ellos más adelante. Dejemos claro que si bien los autores relacionados en el punto A, han contribuido al estudio del ocio, no es la intención en este trabajo quedarse al nivel de los conceptos, sus características, tipología o estructura, si bien estos datos pueden ser muy útiles en cualquier investigación empírica. En este estudio he señalado que el tiempo libre esta estrechamente relacionado con el tiempo de trabajo, que obedece a una construcción social bajo determinadas circunstancias históricas, que en definitiva concuerda con la explicación marxista de los autores del punto B.

Sobre esta parte, después de presentar la síntesis de autores Munné (1992) concluye que:

El ocio es un conjunto de ocupaciones a las que el individuo puede entregarse con pleno consentimiento ya sea para descansar o para convertirse o para desarrollar su formación o su formación desinteresada, su voluntaria participación social o su libre capacidad creadora, cuando se ha liberado de todas sus obligaciones profesionales, familiares y sociales.

(Munné 1992: 83).

De entrada Munné se ubica en el grupo A de autores, y deduce que el ocio tiene tres características; a) es subjetivo como una expresión de libertad personal, b) es individualista porque esta separada de lo colectivo y uno solo puede gozar del ocio y c) es liberal en el sentido de que la sociedad no puede determinarlo dejando al individuo una conducta de laissez-faire. En este sentido, coincidimos en que las actividades de ocio pueden ser una expresión personal y ser individualista en su ejercicio, bajo las condiciones actuales de acumulación de capital. Si esto es así, entonces las acciones realizadas en el tiempo libre dificultan la posibilidad de crear subjetividades e identidades colectivas, pues el tiempo (de trabajo y libre) y el espacio están controlados bajo los preceptos del individualismo y el hedonismo propios del capital.

Pero en definitiva estamos en desacuerdo con el punto c), en el que la sociedad no determina la elección de los individuos. Al contrario, en la perspectiva que se ha venido manejando, no se puede explicar la selección de tareas en el tiempo libre, sin reconocer que los mecanismos que regulan el trabajo, también inciden en el tiempo de no trabajo, en el entendido de que existe un entramado de relaciones finas entre la esfera de la producción y la reproducción de la fuerza de trabajo en el capitalismo. Sin lugar a dudas para Munné (1992) su mayor inquietud es rescatar la visión humanista y le apuesta a la tecnología la posibilidad de llegar a obtener ese tiempo que nos permita el disfrute del ocio. En su definición de ocio es sólo al individuo a quien le compete lo que puede hacer en su tiempo de no trabajo, dejando de lado las condiciones sociales de su existencia.

Frente a las posturas señaladas con anterioridad, existe un enfoque de reciente aparición sobre el ocio (1990), de la que aquí nos parece importante mencionar algunos de sus principales postulados. Al final de esta reseña vincularemos ambos apartados para concluir con el debate propuesto entre;

(A) los empíricos, teóricos y marxistas y

(B) los estudios del ocio humanista.


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