EL TIEMPO LIBRE EN CONDICIONES DE FLEXIBILIDAD DEL TRABAJO: CASO TETLA TLAXCALA
María Áurea Valerdi González
El fordismo no pudo ser un régimen “maduro, fecundo y definido” sino hasta después de 1945, para lo que confluyeron varios factores, el papel del Estado que debía asumir nuevos compromisos, las corporaciones, el desarrollo de los transportes y las comunicaciones, las organizaciones sindicales que en conjunto se preparaban para un capitalismo intensivo y extensivo, el fordismo se difundió de manera desigual por el mundo.
La difusión internacional del fordismo ocurrió, por tanto, dentro de un marco particular de regulación económico-política internacional y una configuración geopolítica en la cual los Estados Unidos predominaron a través de un sistema muy específico de alianzas militares y relaciones de poder (Harvey 1990: 160).
Las reacciones de los trabajadores no se hicieron esperar sobre todo en los países desarrollados y en menor medida en otros, por las desigualdades surgidas del sistema fordista, provocando serias tensiones sociales y fuertes movimientos, de quienes tenían o no el acceso al empleo, de los marginados y excluidos. En esta diferencia “era muy dificil mantener estas desigualdades frente a las expectativas crecientes, alimentadas en parte por todo el artificio aplicado a la creación de necesidades y a la producción de un nuevo tipo de sociedad consumista” (Harvey 1990: 161). Era claro que no todos podían ingresar a la producción en masa, pero tampoco recibir las gratificaciones del consumo masivo, lo que dio lugar a una serie de reacciones de descontento.
La rigidez de los mercados de trabajo también dificultaba la repartición de la fuerza de trabajo. En los países del Tercer Mundo empezaba a darse un movimiento de descontento pues el proceso de modernización prometido por el desarrollo, en realidad estaba transformando las culturas locales, con ventajas desfavorables en los niveles de vida y servicios, solo destinados para las minorías que colaboraban activamente con el capital internacional, situación que duró hasta 1973 con la aguda recesión causada por la crisis petrolera, que sacudió el régimen de acumulación (Harvey 1990). Este desarrollo suponía la sociedad del pleno empleo que para la época todavía no se veían los resultados esperados: trabajo para todos, todo el tiempo, durante toda la vida.
André Gorz (citado por Jáuregui) en 1988 hablaba sobre la desorientación que la metamorfosis del trabajo provocaba ante la crisis que suponía era más que económica, social y agregaba:
Ésta es la crisis que nosotros vivimos. La utopía industrialista nos prometía que el desarrollo de las fuerzas productivas y la expansión de la esfera económica iban a liberar a la humanidad de la escasez, de la injusticia y del malestar, que iban a darle, junto con el poder soberano de dominar la naturaleza, el poder soberano de determinarse… De esta utopía no queda nada. Esto quiere decir que es preciso cambiar de utopía… nuestras sociedades seguirán descomponiéndose, segmentándose, descendiendo por la pendiente de la violencia, de la injusticia y del miedo (Gorz transcrito por Jáuregui 1999: 359).
Rifkin (1997) y Jáuregui (1999) dedican varios apartados para convencernos de las consecuencias negativas que ha traído el tiempo como poder, el tiempo acelerado nacido del cronometraje del trabajo fordista, se vive en función a la razón instrumental al precio de olvidad el ser y el tiempo (como diría Heidegger). Según los autores se modifican las relaciones de la familia, pues las mujeres asumen el tiempo laboral inicialmente estructurado para los hombres, en detrimento de la educación de los hijos y de la salud de las mujeres con doble jornada de trabajo (incluyendo la doméstica). Por supuesto con inevitables resultados en el desarrollo de los hijos en lo social y en lo afectivo, la vida familiar pasa a ser “medida” por tiempos para realizar las actividades de la vida cotidiana. En fin, la lista se vuelve interminable para demostrarnos que en efecto debemos ir en busca del tiempo libre y del ocio que nos permita acceder al equilibrio.
En resumen podemos decir que en este primer capítulo hemos hecho un recorrido teórico, tal vez incompleto, sobre el tiempo en general y el tiempo libre en particular, queriendo mostrar sobre todo las condiciones históricas y sociales que lo han gestado, en especial a partir del capitalismo. Incluimos la visión Griega y Romana del ocio como punto de partida y arribamos a las condiciones actuales de acumulación flexible de capital, bajo las cuales el tiempo libre se modifica. Con Taylor el trabajo fue considerado como un elemento más de los insumos, casi comparado con las máquinas y es Ford el que vuelve su mirada al trabajador como un potencial consumidor, de ahí que el tiempo fuera de la empresa también fuera tiempo del capital. El ocio empieza a ser tiempo libre, pues el tiempo se convierte en parámetro de valoración, y el ocio a ser concebido como las actividades de ese tiempo libre, éste debería permitirle al trabajador todo lo que el trabajo le prohíbe.
Intentamos hacer notar la importancia del consumo derivado de los modelos de producción, en especial a partir de la producción en masa y luego con la flexibilización nacida en oriente con la elaboración de pocos productos diferentes y variados, en ambos casos la mercadotecnia y publicidad sentaron las bases para incidir en el consumo suntuario y crear necesidades basadas en el hedonismo. Hemos tratado de manera muy rápida, la vinculación entre los modos de producción, el consumo y tiempo libre, para ir engarzando los elementos que nos permitan entender y explorar cómo el tiempo libre de los trabajadores (espacio de identidad y de relaciones sociales) se reestructura bajo las nuevas condiciones de la llamada acumulación flexible de capital (Harvey 1998).
En el siguiente apartado destacaremos algunos de los elementos como flexibilización, modo de regulación, y el debate teórico sobre el tiempo libre y de ocio, que nos servirán para explicar los hallazgos encontrados en la investigación empírica realizada en Ciudad Industrial Xicotencatl en Tlaxcala, Estado mexicano de reciente industrialización en los años setenta.