Luis Brunett Pérez
Un agroecosistema es un ecosistema modificado y manipulado por el hombre, en que se involucra a la agricultura y a la ganadería con la finalidad de obtener bienes, servicios y productos de consumo humano de interés para una localidad, o bien, para participar del mercado. Bajo estas condiciones se establece que un agroecosistema es un sistema abierto, que recibe insumos externos y genera productos; por lo cual, se liga con otros agroecosistemas (Conway 1990; Sevilla 1999).
Partiendo de esta percepción, se afirma que cada región tiene un conjunto de condiciones climáticas y recursos naturales que interactúan con las relaciones económicas y las estructuras sociales, dando lugar a una gran variedad de agroecosistemas (Conway 1990). En este sentido, los factores más importantes para establecer el grado ó tipo de modificaciones de un agroecosistema son: (a) los factores ambientales (la disponibilidad de agua y la calidad del suelo), (b) los factores sociales (las preferencias y hábitos de alimentación) y (c) los factores económicos (los precios de los productos y de los insumos). De ahí que los agroecosistemas también son definidos como sistemas integrados —desde el punto de vista ambiental, económico y social—, diseñados para la obtención de productos y servicios específicos, que tienen una estructura jerárquica medible en escalas temporal y espacial (idem, 1990).
Frente a estas condiciones, un elemento importante en el estudio de los agroecosistemas es el control externo: la dependencia de decisiones, políticas y/o condiciones económicas y sociales que influyen en su dinámica. En este sentido, Conway (1994) sugiere que, para el estudio de los agroecosistemas, es conveniente definir los diferentes objetivos y estrategias determinados por las dinámicas sociales y económicas que transforman un agroecosistema, con la intención de obtener alimentos u otros productos; lo que se entiende como “valor social”.
Con el fin de facilitar cualquier tipo de investigación que utilice el modelo conceptual propuesto, se sugiere partir de los niveles más bajos, ya que ahí es más fácil identificar los procesos de deterioro, como también los métodos para corregirlos. Asimismo, se puede tener un mayor conocimiento de los procesos ecológicos (ciclos de nutrientes y energía, sobre todo) a fin de estudiar, manejar y evaluar a los agroecosistemas.
El análisis de agroecosistemas no sólo tiene la particularidad de reconocer las entradas, salidas y flujos internos, sino además, considerar a las personas que manejan el conjunto de recursos, es decir, los que invierten mano de obra y/o dinero para el funcionamiento del agroecosistema y toman las decisiones sobre el destino y uso de los recursos.
Se concluye, entonces, que el análisis de agroecosistemas se fundamenta en un modelo de investigación para el estudio de sistemas de producción, con un enfoque multidisciplinario basado en una perspectiva ecológica, que permite abordar a los sistemas con una visión integral y diferenciarlos a escalas espaciales y temporales, donde los usuarios y las relaciones e interacciones de tipo biofísico y socioeconómico son factores importantes a considerar. Su planteamiento base es la búsqueda de un nuevo paradigma en la investigación de sistemas de producción para el desarrollo de una agricultura sustentable (Conway 1987 y 1994).